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Eres...

Sus miradas totalmente de asombro. Era como si se hubiesen conocido desde hace mucho y el solo instante en el que se miraron recordaran todo. Después de unos minutos, Aris volvió en sí y su rostro se tiño de rojo al captar que aún seguía encima del muchacho. Se levantó rápido y se giró para no verlo. Por su parte, el joven se levantó y se sacudió el pasto que se pegó a su cuerpo al momento de caer.

—¿E-estás bien? —preguntó una avergonzada Arisbeth.

—Sí, no te preocupes. ¿Qué te pasó?

La chica recordó cómo el agua se había levantado y le había empujado, pero no quiso decirle a ese chico extraño la verdad, la tacharía de loca.

—Me caí en la fuente y al salir me resbalé —fue lo único que se le ocurrió.

Sin querer se dio la vuelta y lo observó. Sus ojos eran color miel. Su piel era blanca, no como ella pues estaba un poco bronceado por el sol, y eso lo hacía verse muy guapo. Su cabello castaño desarreglado y quebrado, los hoyuelos que se le marcaban cuando sonreía, siendo eso último lo que llamó su atención, su sonrisa nerviosa, que puso a Aris aún más sonrojada de lo que ya estaba. Ella pudo observar que el chico era fuerte y alto, mucho más alto que ella.

—Pero no estás mojada del todo, es extraño porque deberías estar toda empapada de agua. La verdad no me di cuenta ni por dónde iba, yo venía leyendo mis apuntes... ¡No! ¡Mi libreta de álgebra! Ay no, se dobló y se ensució. Ahora a ver si no se enoja la bruja de que se la entregue así.

Al escucharlo hablar rápido y nervioso, se relajó un poco y soltó una pequeña risa casi inaudible. La apariencia grande del joven combinada a su poco torpe y graciosa manera de ser la hicieron hasta suspirar de manera inconsciente, cosa que Dante notó.

—¿Y eso como por qué? —refiriéndose a suspiro.

—¿Eh? No, nada. Y-ya te dije, eso fue lo que me pasó. N-no me importa si n-no me crees —Aris se abrazó a sí misma para no sentir frío, volviendo a sentirse avergonzada y empapada.

—¿Qué está pasando aquí?

Una voz que venía del pasillo hizo que los dos chicos dieran un brinco del susto. Una mujer delgada y un tanto bajita se acercó hacia ellos.

—Nada profa, yo sólo vine a estudiar un poco y... —respondió el chico nervioso, pero la mujer lo calló.

—No hablo con usted, García. Rápido niña, responda.

La castaña miró a la profesora y vio la expresión seria de su rostro. Era muy bonita, todo lo contrario a su actitud. Su cara afilada, su cabello castaño oscuro largo y suelto, sus labios pequeños y pintados de vino y sus ojos oscuros la vestían de un porte fino. Sin duda era una persona muy estricta. Se había percatado de su pelo y su ropa mojada.

—Pues yo, eh... me caí a la fuente y cuando salí sin querer me tropecé con él —trató de sonar lo más normal posible.

—No la conozco, ¿estudía aquí? Nunca la había visto pero me es extrañamente familiar —respondió la mujer entrecerrando los ojos.

—Soy la chica que viene a visitar la escuela esta semana, la hija de...

—Sí, sí, ya sé. Es increíble, ni siquiera ha entrado y ya causa problemas.

Aris no podía creer lo frívola y nada discreta que era, parecía ser la típica maestra amargada que tenían todas las escuelas.

—¿Perdón? —Arisbeth quiso hablar, pero la mujer la cortó de tajo.

—Más le vale que se vaya aplacando señorita, la disciplina es indispensable para permanecer en el colegio, no puede ir por aquí y allá haciendo lo que se le de la gana como si nada. Ya veremos qué tal le va el próximo semestre. —La maestra miró al joven y dio una pequeña risa burlona—. Y usted, tiene clase conmigo, ¿no? Así que váyase al salón o lo dejo sin derecho.

La profesora miró de nuevo a Arisbeth y después se giró para alejarse de ellos. Un aire tenso se creó en ese momento.

—No te preocupes, ella es así. Medio amargada y todo, pero es de las mejores maestras de matemáticas en la escuela, aunque eso sí, te va a romper las bolas cada que pueda y más si le caes mal —soltó el joven de manera inconsciente.

—Gracias —la chica suspiró resignada—. Espero que no sea mi maestra el semestre que viene, porque puedo ver que no me tolera desde ahorita.

—Tranquila, a ella no le cae bien nadie, así es Cassandra —el chico trató de hacer menos pesado el ambiente—. Por cierto, escuché que vendrás a visitar la escuela, ¿no? ¿Vas a hacer el examen de selección?

—Eh no, yo... —la curiosidad de Dante parecía incomodarla un poco— Yo haré el examen de oposición, voy a entrar al semestre en el que se supone debo estar, si me va bien, claro.

—¿En serio? Guau, supongo estarás en segundo o tercero, porque aventarse más semestres ha de ser todo un rollo, por las materias y eso. Dicen que el examen es un poco pesado, no me lo aventaría porque...

Aris se quedó callada. La actitud del chico le parecía tierna y un poco caricaturesca, pero le agradaba mucho. Pensó que tal vez no iba a ser tan malo el asunto de entrar a estudiar. Ya había conocido a alguien nuevo y sin ayuda de Alex y parecía ir bien. Quitando la agria experiencia con Cassandra y lo que pasó con el agua de la fuente, esa nueva aventura parecía haber tenido un no tan mal comienzo.

—¿Entonces? —la voz del chico la sacó de sus pensamientos?

—Perdón, no te escuché.

—¿Cómo te llamas? Oí que le dijiste "soy la hija de", así qué cuál es tu nombre y de quién eres hija... —se detuvo al darse cuenta de cómo dijo las cosas—. Si gustas decirme, claro, no quiero presionarte. Yo me llamo Dante, es un placer.

La chica sonrió. Pero cuando estuvo a punto de decirle su nombre, la campana de cambio de clases sonó y la respuesta quedó en su garganta.

—Chale, me tengo que ir, tengo clase con ella y no quiero que me agarre más de bajada —el joven también se había puesto nervioso—. ¡Nos vemos al rato!

Arisbeth lo vio alejarse y sonrió de nuevo.

—¡Nos vemos después! —le gritó mientras se alejaba.

El corazón de la joven comenzó a latir desesperadamente, un sin fin de emociones la invadieron y lo único que pudo hacer en ese instante fue dar una pequeña sonrisa.

—Dante... —susurró para sí. No sabía lo que pasaba, pero lo único que anhelaba era volverlo a ver.

******

Alex se detuvo una cuadra antes de llegar al instituto. Se había puesto a correr hasta alejarse lo suficiente de ese lugar. Estaba confundido y quería olvidar todo.

Respiró un poco mientras se reincorporaba, no sabía cuánto había corrido.

—¡Alex! —una voz conocida lo llamaba desde calles atrás.

Al girarse vio a Zoe que corría con todas sus fuerzas. Alex decidió ignorarla y corrió de nueva cuenta hacia la entrada del instituto. Cuando hubo llegado, se detuvo otra vez para respirar, fue en ese momento que Zoe aprovechó y corrió hasta él para apresarlo con sus brazos.

—¡Suéltame! —exigía el chico.

—¡No! ¡Alex, no estás bien! ¿Te das cuenta de lo que acaba de pasar? —los jóvenes dejaron de forcejear cuando se percataron que había más personas viéndolos.

—¡Casi muero ahí! —dijo Alex cuando la rubia lo liberaba.

—Okey, sí, eso fue demasiado extraño, pero me asustaste. ¡El rayo casi te golpea! Dios... No sé qué hubiera pasado si... —sin que lo esperase, el chico la abrazó y ella le correspondió.

—No lo digas. No quiero pensar en más muertes —susurró Alex.

—Está bien. —dijo Zoe mientras se separaba de Alex—. ¿Quieres olvidar lo que pasó?

Antes de poderle responder, un fuerte empujón hizo que ambos chocaran y se tambalearan para casi caer. Al ver al responsable se dieron cuenta que era Lalo, quién se reía por lo bajo.

—¿Qué? ¿Se enojó la nena? —el característico tono burlón de Lalo se hizo presente.

—Pendejo... —dijo Alex por lo bajo tratando de ignorarlo.

—Vete, ¿sí? Deja de estarnos chingando —escupió Zoe.

Eduardo sólo se rió y la miró de abajo hacia arriba. Aunque no lo admitiera, Zoe le gustaba físicamente, pero detestaba su actitud siempre a la defensiva y cizañosa. Eso y que lo odiaba a morir.

—¡Uy, qué miedo! —dijo el chico de manera burlona mientras caminaba hacia las puertas del instituto.

Luzmaría y Eduardo eran tal para cuál, aunque se odiaran entre ellos, y a Alex le parecían "la misma mierda pero de otro color".

—Me tiene harta, neta, pinche idiota ojalá se salga de la escuela —se quejó la chica en voz alta.

—Déjalo, no vale la pena que hablemos de él o de los otros —trató de calmarla el chico.

—¿Qué onda? —un abrazo de Andy sorprendió a Alex por detrás—. ¿Cómo estás, chinito?

—He tenido días mejores —suspiró.

Andy bufó. No pensaba que fuera para más.

—La cosa está que arde, y no por los exámenes —dijo la rubia de manera sarcástica.

—¿Pasó algo? —preguntó la pelirroja.

Alessandro y Zoe se quedaron callados. No empezaba el día y ya habían tenido suficiente.

—Bueno, nos toca clase con Molina y ya saben que se encabrona si llegamos tarde, amonos —expresó Andy mientras jalaba a sus amigos hacia adentro.

******

Del aula doce salía Aimeé después de su primera clase del día. No había cosa en el mundo que amara más que a su trabajo y claro está, a su hija. Llevaba impartiendo clases desde hace nueve años, uno después de que Aris se fuera.

Descubrió esa vocación por casualidad, al ser la maestra sustituta en una clase por órdenes de la directora. En aquellos entonces era sólo la psicóloga de la escuela, que atendía a los alumnos y profesores que pedían iniciar proceso terapéutico.

Después de aquella experiencia, se enamoró de impartir clases y habló con su superiora para que le diesen la oportunidad de seguir dando cátedras a los alumnos. Unos trámites más adelante hicieron que Aimeé se convirtiera en profesora oficial del instituto.

Sin prisa se dirigió hacia la dirección a firmar su primera asistencia, pero algo la hizo frenar. Una conversación entre dos chicos llamó su atención. Antes de girar esquina, se detuvo y espió a los dos alumnos que se habían ocultado para evitar oyentes de más.

—Te lo juro carnal, casi incendio toda la cocina y todo ese fuego que venía de mis manos... —habló uno de ellos. Su voz era familiar.

—Si, claro. De seguro todavía estabas pedo y no sabías ni lo que hacías —respondió el otro joven que también sonaba familiar.

La maestra se asomó un poco, tratando de ver quiénes eran los dos varones que conversaban. Se sorprendió al ver que eran ex-alumnos suyos y uno de ellos era ni más ni menos que el novio de su sobrina Luzmaría.

—No es broma. El fuego salió de mis manos y no sabía cómo apagarlo, pero no me quemaba, era como magia —dijo el moreno.

Lalo le miró los ojos como si buscara algo. El otro lo quitó confundido y le preguntó qué hacía.

—Neta, ¿no te metiste nada? A ver, supongamos que es cierto, que tú creaste fuego como por arte de "magia". La pregunta es, ¿por qué ahora? Nunca lo habías hecho y de un momento a otro vienes y me dices que te convertiste en la antorcha humana —Lalo sonaba tan burlón como siempre.

—No lo sé. Estoy tan sacado de pedo como tú. Es como lo que pasó el sábado en casa de Luzmaría ¿recuerdas?

—Ah sí, tu novia, la perra pendeja copia barata de Carrie... — se detuvo al ver los ojos verdes de su amigo mirándolo con rabia— ...bueno, a todo esto ¿qué es lo que tratas de decir?

—Que nos han pasado cosas raras, desde lo del temblor y el eclipse.

Aimeé abrió la boca de la sorpresa en ese momento. Tras escuchar eso, su mente empezó a dar vueltas tratando de reacomodar todo. Si Ricardo estaba en lo correcto, y él y su sobrina habían experimentado situaciones extrañas después del eclipse y la muerte de Margarita eso significaba que...

—Maestra Aimeé, ¿qué está haciendo?

Una voz la sacó de su mente. Se giró y vio a su compañera de trabajo que la miraba extrañada. Cassandra esperaba una respuesta con ese característico gesto de molestia.

—Nada, sólo me detuve para ver mi teléfono —dijo nerviosa.

—Sí, ¿y su teléfono? —preguntó Cassandra alzando una ceja. Aimeé miró sus manos y sonrió falsamente a la profesora.

—Ya lo guardé. Estaba lista para ir a firmar pero me detuve a verlo.

—Ajá. Correcto, la dejo. Ya es casi la hora y mis alumnos me esperan afuera del salón. —Cassandra se dio la vuelta, pero regresó hacia Aimeé—. Por cierto, debería cuidar a esa pequeña suya. Se anda metiendo en aguas muy profundas y puede que termine ahogada. Le quiero evitar una pena mayor a usted y a ella también —acto seguido se alejó.

Aimeé comprendió que se trataba de Aris y le lanzó una mirada asesina a la  mujer por hablar así de su niña. Ahora entiendo por qué los chicos te dicen bruja, pensó. Recordó lo que había escuchado acerca de Ricardo y echó una pequeña mirada hacia donde se encontraban, pero no vio nada.

Se habían marchado. Aimeé sacó su teléfono y marcó. Después de varios tonos, alguien le contestó del otro lado.

—Lucas. He averiguado algo y creo que mi tía tenía razón... Los señalados están más cerca de lo que pensábamos.

******

Por más que tratara de concentrarse, Dante no ponía atención en lo que decía la profesora. Pensaba mil y una veces en lo ocurrido hace horas. No había vuelto a ver a la misteriosa chica, parecía que se había ido, lógico a secarse o a cambiarse de ropa. En los cambios de clase, regresaba a la fuente para ver si de casualidad se encontraba ahí, inclusive le preguntó a algunos chicos que andaban cerca, pero no. El destino tenía planes diferentes a los de él.

—Y no me dijo su nombre —exclamó por lo bajo.

—¿Me está escuchando? Tal parece que no le interesa la práctica, peor aún porque está en la recuperación —la profesora de biología llevaba un rato llamándolo sin respuesta alguna.

—No, no... Perdón —el castaño por fin salió de su mente.

—Bien. Ahora, tomen el bisturí y hagan un corte transversal en el tallo de la elódea —la profesora les dio la indicación y procedió a realizarlo como ejemplo.

—Yo lo hago —dijo Dante a sus compañeros de equipo y tomó el bisturí, pero algo sucedió.

Al tocar la planta, ésta comenzó a crecer y atrapar su mano como si fuese una enredadera. El chico se asustó y trataba de quitársela, pero su esfuerzo fue en vano ya que al tocar la planta y tratar de cortarla, ésta se enredó en su otra mano, capturándolo sin moverse.

Los demás chicos estaban atónitos ante la escena, mientras Dante forcejeaba tratando de liberarse, hasta que uno de los chicos tomó el bisturí y cortó la planta, liberando las manos del castaño.

—¿Me pueden explicar qué fue eso? —la profesora molesta, preguntó a su clase al ver que sus alumnos se formaron en círculo.

Dante estaba perplejo. No tenía idea de lo que había pasado ni de cómo fue que ese pequeño trozo de planta cobró vida y lo atrapó dejándolo inmóvil.

—Si nadie quiere hablar entonces sigamos, eso sí, todos tienen un punto menos en su recuperación —dijo sin más la maestra.

Todos los alumnos se quejaron a lo bajo mientras regresaban a sus lugares correspondientes, sin embargo, a Dante no pareció importarle, lo único que necesitaba era simple: una respuesta.

Al terminar la práctica, los alumnos salieron del laboratorio, a excepción de él. Se quedó para estudiar el pedazo de planta que minutos atrás parecía un monstruo pequeño tratando de comérselo. No quería tocarlo por miedo a que sucediera de nuevo, así que con un palillo trató de picarla.

Nada, no había movimientos extraños por parte de la planta. Así fue por varios minutos hasta que se decidió por algo: tocarla con las manos, y después de pensarlo un instante y con su mano temblorosa, se acercó lentamente a la planta.

—Ya es la hora de salida, García. Deje eso y váyase —Dante brincó del susto. La profesora estaba en la puerta esperando a que el chico saliera.

No tuvo más remedio que salir o afrontaría las consecuencias de no obedecer los lineamientos. Mientras caminaba en los pasillos, su mente olvidó lo que pasó en el laboratorio y de nuevo vino el recuerdo de la chica de la fuente. Necesitaba verla otra vez, preguntarle quién es y por qué estaba en ese lugar. Dante iba tan concentrado en su mente que no se fijó al caminar y...

—¡Ay! ¡Fíjate por... Dante! —un golpe en el hombro hizo que reaccionara y se diera cuenta que había chocado con alguien. Al girarse vio un rostro conocido, pero no el que esperaba.

—Perdón, perdón. Ah, ¡hola Zoe! —el castaño miró a la rubia y le dedicó una pequeña sonrisa. Acto seguido se alejó, pero ella lo detuvo.

—No, no. Perdóname tú a mí. —Dante la miró extrañado—. Por lo del sábado, es que era una emergencia.

—Ah, ya. No me acordaba. Tranquila, no es nada —El chico le volvió a dedicar otra sonrisa.

—No, sí lo es. Se supone que pasaríamos tu tiempo libre juntos, pero lo del temblor y lo que pasó lo arruinaron —la rubia mostró una mueca de disgusto.

—Fue una emergencia, no tienes que disculparte. De todas maneras, podemos hacer una salida otro día.

—¿Qué te parece hoy?

—Em, no lo creo —Dante no terminó de hablar cuando fue interrumpido.

—¡Dante! ¿Que la planta te quiso comer? —uno de los compañeros del chico le gritó a lo lejos mientras daba una pequeña risa.

—Pero bien que se corre el pinche chisme —contestó el otro mientras les enseñaba el dedo medio.

—¿Y eso? —preguntó la rubia.

—Un percance raro que me pasó en la práctica. No es nada, una tontería.

—Bueno, dime, ¿qué pasó? —sonrió la rubia.

—Pues —el castaño dio un bufido—. No. De seguro creerás que estoy loco.

—No del todo, a mí y a Alex también nos pasaron cosas muy raras.

—¿Tu amigo al que fuiste a ver el sábado? Ay, no lo sé, es que estuvo muy cagado la neta. Primero me desmayo, alucinó cosas, mi mamá me dice que si no estoy enfermo o algo y luego en la práctica que me...

—¡Espera! ¿Qué acabas de decir? —la rubia lo interrumpió de manera abrupta.

—Pues... —Dante fue nuevamente interrumpido.

—Hola morro, ¿me la prestas? Tenemos clase. —Andrea jaló a Zoe llevándosela en contra de su voluntad. La rubia sólo sacudió la mano en señal de "luego te hablo" y desapareció con la pelirroja.

—Hoy de plano no es mi día —soltó por último antes de retirarse.

******

Lucas colgó su teléfono al terminar de hablar con Aimeé. No sabía dónde acomodar tanta información que acababa de recibir. Según la mujer, los demás elegidos eran chicos cercanos a su familia.

Sin decir palabra alguna se dirigió a su oficina en la comisaría tratando de estar en paz y no recibir molestias de nadie. Al entrar y colocarse detrás de su escritorio, se desplomó en su silla.

Después de un rato, su mente dejó de girar y ordenó punto a punto lo que escuchó en aquella llamada. Si ella estaba en lo correcto, entonces ya habían encontrado a cinco de los seis guardianes, de los cuáles, uno de ellos era su propio hijo. Por el momento se limitó a anotar los nombres de los jóvenes que, según la suposición de la mujer, eran los señalados.

"Arisbeth Hernández, Zoe Linarti, Luzmaría Fernández, Ricardo Juárez, Alessandro Montorfani"

Acto seguido, salió hacia su coche. Tenía que consultar eso con Gerardo, al menos para tener una suposición de lo que podían hacer de ahora en adelante. No tardó mucho en llegar a la mansión Solares, después de estacionarse, salió del carro y se dirigió a la entrada, en donde uno de los guardias le dejó pasar y continuó su recorrido hasta llegar a la puerta del estudio del arquitecto. Tocó la puerta y al escuchar un "adelante" proveniente del interior, empujó las puertas y vio algo que le sorprendió por completo.


—Espero no interrumpir nada, buenas tardes.

En el estudio se encontraban el arquitecto y Cristina, la hija mayor del hombre, quien le dirigió una mirada de desprecio.

—¿Qué necesitas? —dijo el mayor fríamente.

—Es un asunto relacionado con los chicos.

—¿Habla de mi hija? —cuestionó la mujer a su padre.

—No. Es sobre...

—De hecho, sí. —Lucas lo interrumpió al tiempo que cerraba las puertas el estudio—. Y por ende, ella también lo tiene que saber.

Gerardo y Cristina lo miraron con extrañeza y no se imaginaban que era eso tan importante que Lucas decía. Por lo tanto, el hombre comenzó a hablar.

Les dijo acerca de la llamada que tuvo con Aimeé y lo que ésta le había dicho acerca de Luzmaría y su novio y que había una posibilidad de que ellos fueran dos de los señalados que dictaba la profecía. Al terminar, un silencio frío se hizo presente.

—Así que ella también es de los guardianes —dijo la mujer cortando el incómodo silencio—. Eso explica por qué nació siendo bruja de la oscuridad.

—Tal vez, pero no es la primera vez que una bruja nace con otro elemento diferente al de sus antecesores.

—Sólo hay una manera de comprobarlo —pidió Lucas.

—Tienen que ser los seis, si no están juntos, no funcionará —alcanzó a decir el mayor.

—Podemos arreglarlo, al menos para saber si estamos en lo correcto, que ya tenemos a la mayoría de los guardianes de manera segura.

—Bueno, bueno, eso a mí ya no me interesa, no quiero saber nada de la dichosa profecía ni de brujería por ahorita, si quieres ir tú a decirle adelante, y de una vez te digo que buena suerte con ella, la vas a necesitar —escupió Christy—. Y no hagas una escenita frente a su novio, basta y sobra el pobre chico con soportarla a ella que también va a tener que soportar tus arranques de celos.

Lucas suspiró, le parecía una niña berrinchuda y malcriada atrapada el cuerpo de una mujer de casi cuarenta. Gerardo se sobó las sienes tratando de calmarse. Si bien, tenía razón, la manera en que Cristina trataba de evitar el asunto de la magia lo ponía un poco entre la espada y la pared, pues significaba que tendría que hacerse cargo de su nieta él solo, al menos en ese aspecto.

—Trae a Luzmaría y al chico aquí, nosotros les diremos, no te preocupes que de esto nos encargamos nosotros tres —miró a Lucas—. Ve por tu hijo, y que traiga también a su amiga. Yo llamaré a Aimeé.

Era el momento, no tenían otra opción. El tiempo se agotaba y no debían desperdiciarlo. La profecía de los Solares se había cumplido y ahora, tenían que hallar a los guardianes destinados a detener el Apocalipsis.

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