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PARTE 9: "CANTO DE CISNE (FINAL II/II)"

Laura, acompañada de Pancho y Curra, llegaba a una base científica encaramada en uno de los picos más altos de los Alpes. En esa base se hallaban dos intendentes encargados de su seguridad mientras estuviesen en esa dimensión. Eran dos jóvenes treintañeros muy cercanos y amables, tan compenetrados el uno con el otro que más que un equipo parecían hermanos. Tenían a una jefa de sección que se encargaba de tenerles trabajando y activos cuando les veía quietos.

- Bienvenida a la base de operaciones – dijo el más alto de los dos cuando recibió a Laura en la puerta-. Vosotros debéis ser Curra y Pancho. Un familiar de un croupier me ha hablado sobre vosotros y lo que os pasa. Creo que os podemos ayudar.

- No os preocupéis por la nave espacial que teníais en el pasado – el menos alto de los dos quiso reconfortarles cuando vio al trío perdido-, aquí tenéis una a vuestra disposición en caso de emergencia. Aunque el plan ideal sería que desde aquí volvierais al tren y entonces desde la estación de Oviedo volver a vuestra línea temporal original.

- Tal vez decir presente sería más fácil, campeón – le corrigió su compañero.

- Por favor, no hagas esto delante de la gente ¿quieres?

- ¿El qué? ¿Corregirte? – preguntó el más alto burlonamente.

- Intentar demostrar que eres más listo que yo – el menos alto le lanzó un bolígrafo para tratar de callarle.

- ¡Ya basta, nenes! ¡Sigamos trabajando!

 La jefa de sección les puso manos a la obra en cuanto les vio irse por las ramas. Bajó unas escaleras metálicas hasta ponerse al nivel de los tres visitantes. Les dio la bienvenida por su parte y les llevó a una sala aparte para hablar sobre lo que vendría después.

- Por lo que tengo entendido, habéis venido aquí por un problema personal. Y ese problema personal hunde sus raíces aquí, en los Alpes – en el momento que decía esto, los tres aún tenían reciente la pavorosa figura escondida tras una cabeza de perro que los asoló en el Auditorio, figura a la que iban a volver a ver ahora 30 años en el futuro-. A unos kilómetros de esta misma base. Fiel a nuestro compromiso por ayudar podemos llevaros hasta allí y luego devolveros aquí. Pero la incógnita es si lo que estáis buscando es pacífico o no.

Los perros quedaron mirando a Laura. Laura tomó la batuta para responder:

- Bueno, lo cierto es que lo que pasa en ese lugar no es precisamente algo que provoque paz. O que quede bien decirlo en una primera cita, sin conocernos. Así que prefiero prepararme para lo peor.

La jefa de sección asintió comprendiendo a Laura ya desde la mirada.

- De acuerdo. Mirad, no podemos hacer más que llevaros allí y ver si ocurre algo. Nosotros no conocemos esa otra base, ni sabemos qué ocurre allí. No tenemos derecho, ni razón de entrar ahí armados o a la defensiva. Pero nosotros quedaremos por los alrededores y si necesitarais algo, entraríamos u os asistiríamos.

Tanto Laura como Pancho y Curra asintieron. De pronto, la jefa de sección miró a Pancho severamente:

- Está prohibido fumar aquí, Pancho.

- Reguaus, dentro de poco prohibirán respirar también – Pancho guardó el puro y el encendedor ante la mirada irritada de Laura y la incorregible de Curra.

- Bueno – atajó Curra-, ¿y cómo llegaremos allí?

- Os acercaré yo – sentenció la jefa con seguridad-. Llevo viviendo aquí mucho tiempo y mi madre era una mujer acostumbrada a vivir en la nieve y desplazarse en coche como si de un rally se tratase. Aprendí muy bien de ella.

Antes de partir, los intendentes les dieron al trío micrófonos y auriculares pequeños para cuando quisieran ponerse en contacto ante peligro o problemas, con la promesa de devolverlo en buen estado. Y ya una vez conduciendo, durante el trayecto en el todoterreno, nadie se atrevió a decir una sola palabra por la gran velocidad y giros de volante que la jefa metía conduciendo. Realmente tenía razón sobre o que hacía y la seguridad en la que lo hacía. La seguridad y la adrenalina se daban la mano, mientras conseguían llegar a la base de la que hablaban en tiempo récord. Una vez llegaron a la colina más alta de todas en el paisaje nevado, la jefa paró el coche para que todos bajaran poco a poco, mientras que ella echó el freno de mano y bajando del todoterreno se quedó quieta mirando los rayos del sol.

- Esto era lo que le encantaba a mi madre – la jefa siempre guardaba con recelo una foto de su madre embarazada de ella, y aprovechó a sacarla de su pechera para observarla; en la foto podía ver a su madre en la misma pose en la que estaba ella ahora: apoyada en su todoterreno, mirando al horizonte en medio del sol-. Tuve suerte de poder vivirlo. 

Pancho, en su interior, admiraba a esa mujer porque parecía haber tenida una infancia muy feliz y pegada a su madre. Aunque mascaraba muy bien las emociones, no podía evitar mirarla. Pasados unos minutos, volvió al vehículo despidiéndose de todos ellos y recordando que estaría por los alrededores y en contacto con sus intendentes para que cuidasen de ellos. Laura, Curra y Pancho se dieron la vuelta entonces para contemplar un palacio nevado erguido como si de una estación se tratase, mucho más grande que la base amiga y bastante más amenazadora pese a su elegancia y belleza exterior. Tenía cuatro torres circulares como si de enormes linternas erguidas se tratasen, en torno al bloque central con la entrada tras las vallas de seguridad. Laura podía distinguir en las ventanas de las torres a gente que los vigilaba. Curra encaramó la silla de ruedas hacia la entrada.

- ¿Qué te apuestas a que nos esperaban? – preguntó.

Sus sospechas se confirmaron cuando uno de los guardias hizo una señal para que abriesen las enormes vallas protectoras, dejando las puertas del castillo abiertas de par en par para ellos.

- Hemos llegado muy lejos para quedarnos aquí – concluyó Laura-. Vamos a averiguar el por qué de todo esto.

Laura ya había atravesado el umbral del palacio nevado con Pancho y Curra siguiéndola de cerca observando a los guardianes. En ese instante, la puerta de entrada al castillo se abrió descubriendo a una persona envejecida pero fuerte de pie, esperándola. Seguía sonriendo tan divertida como la última vez que Laura la dejó en el pasado. Laura no podía creerse estar viendo la cara de una de sus amigas de siempre, una que nunca pensó que la traicionaría. Una de sus mejores amigas. Y ella era ahora su némesis. Curra y, sobre todo, Pancho quedaron impresionados tras descubrir que todo apuntaba a esa persona. Pero lo sorprendente era que Pancho no veía a la misma persona que Laura. A medida que se acercaban y ese olor que había captado en la cabina se intensificaba, la cabeza de su padre muerto volvía a estar allí mirándole sonriendo. Una vez estuvieron cara a cara, a sólo un suspiro de cerca, la persona enemiga de Laura, quien había causado el dolor que había estado sintiendo, rompió el silencio:

- Mi querida amiga, por fin has venido a verme – tragó saliva antes de pronunciar la última frase que le permitiría la entrada-. No tienes ni idea de cómo me estoy aguantando para no decirte lo que te tengo guardado.

Laura no se atrevió a pronunciar su nombre, de hecho aún estaba digiriendo el ver esa cara. Todo lo demás, incluso el olor que la rodeaba, no era foco de su atención. Recordó cómo de jóvenes se mandaban mensajes y ella firmaba con un pseudónimo. Uno que a Laura le hacía mucha gracia y que por eso ella conservó: Funny. Cuando fueron entrando al palacio, encontraron las paredes repletas de fotos de Adrián con el nombre Funny escrito por encima de su figura. Funny ordenó a sus guardias que escoltaran a sus nuevos invitados mientras se cerraban las puertas del palacio, engulléndolos a su merced. El trío al verse cerrados en un solo lugar advirtió el olor a perfume más intensificado cuando estaban cerca de ella. Un perfume de los que no se hallan en tiendas, un perfume muy personal.

- ¿Qué se te perdió por los Alpes suizos? – preguntó Laura, interesada.

- Me dijiste que no querías volver a verme por el colegio, ¿recuerdas? Tuve que buscarme otro lugar y otra ocupación para matar el tiempo. Además, este no es un palacio cualquiera. Es tu palacio.

Ante la respuesta de Funny, Pancho y Curra miraron a todas partes sólo para descubrir infinidad de pasillos metálicos llenos de pantallas planas con teclados incorporados que programaban álbumes de fotos con Adri y Laura con su historial de comentarios y lugares visitados, así como puertas de habitaciones cerradas a cal y canto con cerradura. Laura, por el momento, seguía teniendo bastante sólo con tener ojos para la impredecible Funny.

- ¿Mi palacio?

- Sí, amiga. Con las personas que te mantendrán encerrada en tu cama todo el tiempo y un pasillo lleno de ellas para que al menos puedas escoger una. He estado construyendo durante todos estos años este sitio para cuidar de ti lo que nos quede de vida como respuesta a la amistad que me concediste. Aunque en tu caso, no será tampoco mucha vida la que te quede.

- ¿De qué estás hablando? – Pancho se alertó y alejándose de la silla de Curra se acercó desafiante a Funny, mirando más a su cuello y tronco, más que a su "cara".

Ésta le miró con desdén:

- Vaya Pancho, pareces más valiente que la última vez que nos vimos hace años. Me sorprende que sigas vivo. ¿Los animales no durabais tan solo década y media?

- Nosotros tenemos unos ases bajo la manga – Pancho sonrió al decir esto, tomando la delantera a Funny.

Funny borró parte de su sonrisa mirándole:

- Tengo entendido que eres un jugador empedernido, sobre todo desde que tu dueña dejó de mirar para ti por un tiempo, ¿cierto?

Pancho miró con el rabillo del ojo a Laura con un poco de resentimiento y luego volvió a focalizarse sobre Funny aún con dificultad pues seguía viendo la cabeza de su padre en lugar de la suya:

- Así es, sí. En cualquier juego puedo ganarte, seguro. - ¿Qué tal entonces una de cartas?

Pancho no pudo evitar su sorpresa, mirando a los guardias que al mismo tiempo le miraban a él insidiosamente:

- ¿Aquí y ahora?

- ¡¿Qué mejor momento sino?! – rió en alto Funny-. Y para ponerle más emoción haremos lo siguiente: tú me has dicho con mucha confianza que podías ganarme. Pues demuéstralo. Nos apostamos a Laura y a Curra. Si tú me ganas a la partida de cartas, os dejo a marchar y me quedo con las ganas hasta la próxima. Pero si pierdes... Si pierdes, más vale que la última mirada que echarais al paisaje fuese buena porque no tendréis oportunidad de verlo otra vez.

Pancho miró a Laura y a Curra a los ojos antes de tomar una decisión.

- Si quieres demostrar tu valentía, ahora es el momento. No mañana.

Funny urgía, pero Pancho quería tener apoyo aunque fuese sin palabras, sólo con la mirada.

- No tienes por qué entrar en su juego, Pancho – Curra intentó apartarle de ella.

Aún así, segundos después, Pancho se pronunció sobre su decisión:

- Acepto.

Sólo bastaron unos minutos para que Funny lo dispusiese todo: la sala privada, bebidas, cenicero para los puros, sillas y una mesa con una gran baraja de cartas.

- Bueno, en un gesto deportivo te cedo que escojas el juego – Funny tocaba las cartas como si las manipulara para su beneficio.

- A mí con una de cartas me vale – Pancho volvió a sus ademanes de fumador para calmar los nervios de la situación y para recordarle que el ambiente en el que estaban ahora era el suyo, que sólo él tenía el control de la situación... aunque no estuviese del todo seguro frente a esa mujer.

Mientras Funny barajaba y repartía las cartas, Pancho no la quitaba la vista de encima. Aún tenía un poco de temor hacia ella. Los recuerdos de la infancia y lo que pasó en el Auditorio aún le golpeaban fuerte. Comenzaron la partida en silencio, con absolutamente todas las personas (Laura, Curra, los guardias) mirando.

- ¿Crees que una simple larva podría matar a una araña? – Funny interrumpió el silencio abruptamente.

- Nunca des por hecho absolutamente nada – Pancho seguía concentrado en las cartas.

- Puede hacerlo – Funny prosiguió con una rígida mueca sonriente-. Pero primero ha de transformarse. Ha de convertirse en una avispa caza-tarántulas. Una que se conoce con el nombre de Pepsini. Y suelen ser las más frías haciendo su trabajo, al mismo tiempo que las más generosas.

Las cartas le estaban haciendo un flaco favor a Pancho, pero el tener que escuchar a Funny a la fuerza quebraba su estoica postura aún más.

- La Pepsini no mata a la araña en su encuentro fugaz. La paraliza. Entonces la arrastra al nido y una vez habiéndola buscado su sitio pone huevos sobre ella, abandonando el nido al final. La araña sigue vive y permanece ahí impávida, hasta que los huevos rompen y las larvas salen. A falta de su madre, las larvas empiezan a tener hambre y comen a la araña. Pero la araña es la gran compra del mes y no pueden acabar con ella tan rápido, tampoco que se les pudra. ¿Qué hacen entonces? Comen sus extremidades poco a poco, salvando los órganos vitales para el final y manteniendo así el cuerpo fresco. 

 - Voy a necesitar tapones para los oídos para yo mantenerme fresco a este paso.

Funny rió ante la réplica de Pancho.

- No lo entiendes, ¿verdad? Laura me paralizó cuando acabó con mis sueños de tener a Adrián. Y me fue consumiendo con cada foto que colgaba de ellos. ¿Sabías que fui yo quien conoció a Adri desde pequeños? ¿Sabías que fui yo quien le presentó a Laura por primera vez formalmente? Todo el tiempo he estado con él, incluso cuando él supo vivir sin mí.

- Comprendo que te hiriera el no conseguir a Adri, pero: ¿no es más fácil seguir viviendo e ir a por otro? – Pancho luchaba por no parecer despectivo en la voz, pues aún sentía latidos fuertes de que Funny se abalanzaría sobre él-. ¿Crees que eres la única que no ha visto su sueño cumplido? No eres la única. ¿Tan difícil es construir un nuevo sueño? ¿De verdad alguien te obliga a hacer lo que haces aquí? La gente sigue adelante porque puedes encontrarte cosas infinitamente mejores que jamás te hubieras esperado. ¿Sabías que si no dejas ir el pasado e intentas perseguir a la gente que te ha dejado convertirás tu vida y las suyas en una cárcel de tristeza?

- Mientras yo pueda decorar las paredes de la cárcel...- contestó Funny, divertida, señalando a los monitores con las fotos y estados de la pareja-. ¿Por qué salir al exterior pudiendo verlo todo desde el ordenador?

- ¿Disfrutas siendo una voyeur? – Pancho recorrió los pasillos y las paredes-. Perdiéndote lo que es sentir las cosas de verdad en la calle y no a través de un monitor o un teléfono. Controlando todo lo que ellos hacen o dejan de hacer. Siempre espiando, siempre recriminando...

- Los controlaba para bien, para asegurarme de que están bien.

- No, los controlas por capricho. Te crees superior. Y eso da miedo.

- Eso lo hacemos todos – contestó Funny, tajante.

- Que tú lo hagas así, no significa que todos lo hagan así.

Ante la última frase, Pancho dejó las cartas vueltas y tratando de dejar de lado su miedo, la miró a los ojos. Funny (para él, aún con la cabeza de su difunto padre) había dejado de sonreír y tenía una cara tan pálida de emociones como la del perro. Pancho pensó en Laura más que nunca para ayudarle a mantener la mirada.

- ¿Cuándo perdiste a tus padres hiciste nuevos sueños?

- Cuando perdí a mis padres era aún pequeño y cuando me cogieron también – Pancho trató de defenderse.

- Entonces me habla de hacerse sueños alguien que no sabe lo que son. Alguien que entierra en la bebida y en los puros el amor de madre y padre que nunca tuvo... Y yo diría más el de madre.

Pancho gruñó y asomó los dientes sin control. La rabia vencía al miedo. Laura no lo recordaba tan cabreado en mucho tiempo. Arañaba la mesa con las pezuñas, luchando por no ponerse de pie y tirarse a por Funny.

- Muy inteligente el reventar la partida haciéndome enfadar. 

- O creando una nueva jugada – Funny miró a uno de sus guardias y le hizo una señal. Mientras ese guardia se dio la vuelta hacia una de las habitaciones cerradas con cerrojo, Funny volvió a dirigirse a Pancho: - Antes dijiste que no había cumplido mi sueño de tener a Adri.

- No hace falta ser Einstein para saber que quien se llevó el gato al agua en eso fue Laura – musitó Pancho entre colmillos.

- ¿Apuestas entonces la vida de Curra y de Laura?

- Tú no eres una frustrada – Pancho comenzaba a sentirse asqueado-. Estás enferma. No distingues entre lo que está bien y lo que está mal...

Pancho se vio incapaz de acabar la frase cuando vio a Adri de viejo, siendo sostenido por uno de los guardias. No podía hablar, la mandíbula le temblaba. Laura y Curra aún no sabían lo que pasaba, pues el guardia estaba parado con su prisionero en lo alto de las escaleras de la sala, detrás de los dos espectadores. Laura, al ver a Pancho mirar tan sorprendido detrás suya, sintió deseo de mirar.

- ¡Laura, no mires!

Pese al intento de Pancho, Laura miró sólo para ver a su novio envejecido y empobrecido en custodia de Funny. Un torrente de emociones buenas y malas la invadió a diestro y siniestro, sin embargo quería abrazarlo por encima de todo. Saltó del lado de una Curra que no sabía cómo reaccionar hacia él, sólo para ser golpeada brutalmente por un guardia.

- ¡No la toquéis! – Pancho se abalanzó a por el guardia violentamente pero Funny le propinó dos descargas eléctricas con un palo de descargas que llevaba escondido que lo hicieron quejarse y retorcerse de dolor.

- Devolved a Adri a su habitación, preparad otras dos para los animales y una última para Laura.

Funny se había levantado de la mesa, olvidando la partida de cartas por completo. El guardia se llevó a Adri y otro agarró la silla de Curra. Curra estaba sinceramente asustada. Se sentía triste, impotente y desesperada. Estaba exhausta como para intentar nada. El guardia, confiado por su rostro, se puso delante de ella para amarrarla bien a la silla haciendo bailar el llavero de llaves maestras delante de ella. Iban a coger a Pancho de al que se llevaron a Curra, pero Funny los detuvo:

- Quiero que mire. Después os lo lleváis.

Funny tomó el palo de descargas con ambas manos y se dirigió hacia Laura.

- Has de entender una cosa, Pancho. Una verdad universal. Nuestro cerebro es muy sensible. Da igual que haya una corteza recubriéndolo. Todo lo que somos, hemos hecho o vayamos a hacer puede irse a la nada si el cerebro se fríe.

Levantó el palo de descargas hacia la cabeza de Laura, a quien los guardias seguían sujetando. Pancho trataba de levantarse, pero el cuerpo le dolía demasiado. Laura lo miraba implorándole que se quedara quieto, que pasara lo que pasara ellos estarían bien. 

- Y es lo que voy a hacer con Laura – sentenció Funny-. Ya tengo lo que quería de ella, salvo una sola cosa: arrebatarla sus recuerdos friéndoselos.

Entonces lo hizo: encendió el palo de descargas y lo apretó contra la sien de Laura. Laura gritó y tembló sin control. Incluso los guardias no pudieron retenerla de las fuertes convulsiones que pegaba. Aún en el suelo, con ella dando saltos, Funny siguió y siguió hasta que el palo de descargas agotó toda su batería. Laura entonces ya no se movía. Tenía los ojos abiertos y respiraba, pero permanecía inerte como un cuerpo sin vida.

- Ahora sí, llevaos a los dos.


Pancho lloraba escondiendo su cabeza entre las patas. Cuando los guardias le cogieron, él seguía agazapado entre ellas.

- Tú tienes la culpa, cobarde – le espetó Funny a traición-. Pudiste haberla salvado y no hiciste nada.

Le pegó tan fuerte en la tripa que le dejó sin respiración. Entonces ella se dio la vuelta y al fin le dejó en paz. Pancho tosía y cogía aire como podía mientras veía cómo las puertas de la sala se cerraban dejando a Funny con la victoria maliciosa que tanto anhelaba.

Pasaban los minutos y Pancho no dejaba de torturarse a sí mismo pensando en Laura, en todas esas veces que ella le ofreció su amor y él no lo supo coger en toda su magnitud o en todas aquellas que se volvió a sentir con en casa y nunca quiso aceptar, mientras estaba privado de la libertad en la celda preparada para él... Pero sus pensamientos se vieron interrumpidos por unas llaves tintineantes en la cerradura. Tras eso se abrió la puerta de golpe, sólo para descubrir a Curra con una vitalidad renovada y las llaves maestras del guardia al que había dejado inconsciente entre las pezuñas.

- Vamos, compañero. ¡Nos fugamos!

- Curra... ¿Cómo has...? – Pancho abrió los ojos entre eufórico y confundido.

Curra entonces meneó las llaves con una mirada maliciosa, mientras recordaba cómo se había quedado quieta en la silla deliberadamente para confundir a su guardia y, mientras trataba de meterla en su habitación, ella hacerle caer al suelo y quitarle las llaves mientras le dejaba inconsciente de una ventosidad en la cara.

- No soy la única jugadora aquí dentro.

Ambos se abrazaron ilusionados y fueron corriendo a rescatar a Adri. En su camino, tropezaron con un guardia. Antes de que pudiera dar la alarma, Pancho se abalanzó sobre él y Curra lo derribó con la silla.

- Cariño, no recuerdo dónde estaba la salida – Pancho puso una vocecita jocosa al guardia, mientras Curra trataba de reponerse: el impacto contra el guardia casi le rompe la silla-. Dinos ahora mismo cómo salir de aquí.

El guardia señaló una puerta doble al final de un pasillo.

- La puerta muy bonita – señaló Curra-. Y su cerradura reluciente también. 

- Grrrrr – Pancho volvió a gruñir-. ¿Cómo la abrimos? ¡Rápido!

- ¡Animales estúpidos! Tendréis que usar la cabeza para abrir esa puerta – rió el guardia.

Pero lejos de dejarse llevar por la ira de esas palabras, Curra y Pancho se miraron y sonrieron. Entre los dos cogieron al guardia y apuntando con la cabeza del guardia al cerrojo, tomaron gran impulso y abrieron la puerta a la fuerza.

- Récord mundial, puerta de seguridad abierta a la primera – rió Pancho-. Gracias, guardia.

Pancho y Curra chocaron las almohadillas, aunque el guardia estaba demasiado inconsciente para celebrar nada. No obstante, ambos compañeros se percataron de que la silla de Curra estaba muy oxidada y que hacía mucho ruido al moverse a la par que iba más despacio por estar a punto de romperse y cargar aún con la bombona de oxígeno para los problemas respiratorios de la perrita maestra. Pancho entonces le pidió que esperara un momento. Al rato volvió con una silla metálica nueva, movida por propulsores en lugar de por ruedas. Se la había arrebatado a uno de los hombres de Funny.

- Mira qué bólido tengo para ti – le anunció a Curra, al tiempo que la movía de una silla a otra-. Hoy por mí, mañana por ti.

Curra nunca antes había visto una silla así. Era tan reluciente que le daba vértigo hasta tocarla.

- Pero, ¿hará falta permiso de conducir para esto?

- ¡¿Qué permiso?! Hace falta lo único ir a la tienda con el dinero y elegir la del color que más te guste. ¡Venga! – Pancho la ayudó atándola la pañoleta scout al bólido a modo de cinturón de seguridad.

Una vez puestos de nuevo en marcha, encontraron la celda de Adri y dejando al guardia fuera de juego, lo sacaron de allí. Tras contarle entre los dos lo que había estado ocurriendo hasta entonces y dejando a Adri expresar cómo Funny le había capturado y encerrado allí como un recluso hasta que ellos llegaron, se dispusieron a buscar a Laura sin cesar.

- Eso sí, de la que la encontremos, sólo Adri podrá convencerla – advirtió Pancho-. Lo que siente por él es más fuerte que lo que vive con nosotros.

Por ello, una vez encontraron su habitación insonorizada, Pancho y Curra se separaron para buscar medios de transporte para escapar de ese palacio y avisar a la jefa y a los intendentes en su ayuda. Adri respiró hondo delante de la puerta, hasta que se dignó por fin a entrar sin hacer apenas ruido. Pero Adri vio algo que le encogió el corazón. Laura estaba tendida en la cama, inmóvil, sin cerrar los ojos, mirando a la nada y emanando saliva de la boca sin control. La electrocución de Funny la había dejado catatónica. Era como si hubiese dejado de tener vida, salvo por los ronquidos guturales que delataban que aún respiraba. Adri intentó no llorar. Estuvo a punto de salir de la habitación, no podía ver a su Laura así. Pero si quería devolverla a su vida, sólo él podía hacerlo. Entró nuevamente en la habitación y se sentó junto a ella cogiéndola la mano. 

En el presente, Laura no paraba de viajar sin parar. Supo que no podía ni siquiera trabajar como maestra, pues no se concentraba ni estando rodeada de sus niños y niñas. Así, sin más, decidió marcharse por un tiempo. Tenía el corazón roto por haberse distanciado de Adri, de su familia y de sus amigas y compañeras. No había vuelto a ver a su novio desde hacía mucho tiempo ya y estaba visitando todos aquellos sitios que la recordaban a él. A ellos. Esos sitios que dejaban de tener su nombre y su historia para pasar a ser "sus lugares". Se sentía tan libre como triste cuando estaba en cada uno de esos sitios. Suances, Cudillero, Madrid, Malta... Daba un paso y sonreía. Daba otro y lloraba. Definitivamente ella estaba allí. Pero su alma gemela no. Y así pasó, vagando, sus días a los que llamaba "de descanso" como si de un premio por consolación se tratase... Hasta que un día volvió a ver a Adri a su lado. En la olla de San Vicente, lugar donde pasaron más de un verano, apareciendo de la nada como siempre solía hacer, darla un pequeño susto para luego hacerla cosquillas hasta tratar de besar su boca. Bailar en bañador y olvidarse del resto del mundo... Pero había una diferencia fundamental: mientras que él estaba tan entusiasta como siempre, ella parecía no terminar de reconocerle.

En el futuro, el viejo Adri hablaba a la inmóvil Laura mientras la limpiaba el rostro y presionaba su mano:

- Guapetona, ¿por qué no me miras? – preguntaba con voz quebrada-. Sé que me puedes oír. Soy yo... Adri. No hemos estado juntos en mucho tiempo, pero ya estoy aquí contigo. ¿Me perdonas por haber faltado tanto tiempo?

En el presente el joven Adri gastaba bromas a Laura, adulándola y mirándola sin parar. Pero ésta le devolvía una mirada extraña, de desconocimiento. Intentaba hablar de cualquier cosa: de los niños, del cole, de sus viajes... Laura mostraba indiferencia. Tanto al Adri joven en su tiempo, como al Adri viejo se le estaban acabando los recursos y el tiempo. El viejo Adri limpió la saliva emanando de la boca de Laura y le coloco la cabeza para que lo mirara.

- ¿Te acuerdas cuando nos besábamos en cada esquina? Cuando asaltábamos portales, cuando estábamos separados sin dejar el móvil, cuando nos quedábamos dormidos hablando... Yo que te he visto reír, llorar, crecer, ser niña y después hacerte mujer. Yo que he pensado en ti al principio como un deseo y luego como la madre de mis hijos.

El viejo Adri la contemplaba sin cesar, admirándola aún en su estado, acariciando sus dedos. Se percató de que en el dedo corazón le faltaba el anillo de promesa, presumiblemente porque Funny se lo quitó. Buscó con la mirada por la habitación hasta encontrarlo apartado en una bandeja de comida en el borde de la mesa. Adri lo cogió y se lo puso de vuelta en el dedo.

En el presente, Adri quemaba una de sus últimos cartuchos al terminar de subir la zona de saltos en la olla, sin permitir que la Laura de cerebro durmiente se le escapase. Tomó su mano rápida y suavemente y le colocó un anillo en el dedo. El anillo de noviazgo que se habían regalado y que ella no llevaba y él tenía guardado. Cuando esto pasó, Laura quedó mirando al dedo y luego a Adri. Arrugaba los ojos y levaba los labios. Ahora la persona que tenía delante le sonaba un poco de algo. 

En el futuro, el viejo Adri comprobó cómo esos ojos que habían quedado estáticos ahora comenzaban a bailar de un lado a otro, así como las piernas y las manos comenzaron a temblar poco a poco como si buscaran aire.

En el presente, Adri aprovechó a acercarse tras averiguar que comenzaba a reconocerle:

- Sabes quién soy, ¿verdad? – ella iba a menear la cabeza con gesto de desconcierto, pero él no la dio tiempo a reaccionar-. ¿Sabes por qué alguien como yo hace un viaje tan largo sólo para encontrarte? Porque entendí lo que era viajar cuando te conocí. Y no me canso de hacerlo, sólo si es contigo.

Pero como si de su primera cita se tratase, en seguida se sintió avergonzado y con pena, pues no estaba completamente seguro de que ella realmente lo conociese. Anduvo un par de pasos cabizbajo hasta quedar al borde del salto contemplando la olla y lo mucho que le gustaba a Laura cuando viajaba con ella. Laura quedó mirándole desde atrás, llevándose las manos a la cabeza.

En el futuro, Adri se inclinaba lo mejor que su espalda ya machacada le permitía y la daba un beso en la sien, justo donde Funny la había electrocutado antes. Entonces quedó yerta, sin coger siquiera aire.

- ¿Amor?

Adri se desesperó, pensó que había muerto. La movió los brazos y entonces comprobó que ella volvía a coger aire como si acabase de sacar la cabeza del agua. Boqueó un poco más antes de centrar la mirada sobre la persona que estaba contemplándola. Al darse cuenta de ellos, sus ojos ya tomaron expresión y se sorprendieron de ver a Adri allí. El viejo Adri lo intentó por última vez:

- Laura, ¿quién crees que soy?

La vieja Laura aupó un poco la cabeza y alzó la mano izquierda hasta tocar el rostro de Adri. Ella entonces sonrió con ojos más vivos que nunca:

- Eres mi universitario favorito.

En el presente, Adri se sobresaltó al escuchar la voz de Laura tan pura y feliz como en sus mejores tiempos:

- ¿Y por qué vivimos tantas aventuras? Porque cada día que pasa es un día menos.

Ahora sí que le reconocía, ahora sí que era su Laura. La Laura de siempre. La sintió moverse, así como el rozar de la ropa contra su cuerpo. Adri se volvió para encontrarse a Laura desnuda y mirándolo con deseo. Adri tembló y rió nervioso como cuando la vio por primera vez así.

- A ti te falta ropa...

- Y a ti te sobra el bañador.

Laura entonces se lanzó a por él y ambos saltaron abrazados hacia las aguas de la olla, fundiéndose en un beso que no se separó ni cuando cruzaron la capa de agua y bucearon en ondas circulares como si danzaran sin separarse, dándose aire y amor entre ellos. Cuando se separaban, nadaban siguiéndose el uno al otro hasta encontrarse de nuevo, en dirección a la superficie, emergiendo pegados cuerpo con cuerpo. En el futuro, los viejos Laura y Adri se besaban y se abrazaban sin límite, reencontrados de nuevo al fin. Daba igual en qué línea temporal estuviesen: acababan de cambiarlo todo. De jóvenes y de viejos, antes y después. Ellos volvían a quererse, volvían a estar juntos. Todo lo demás era ruido de fondo. Los días ya no eran los del calendario, eran sus días. Cuando emergieron del agua en la olla, no se soltaron por nada, repasándose el cuerpo con los labios, sonriéndose y mirándose, volviendo a sentirse vivos los dos.

Ahora todo había cambiado y Funny lo había notado terriblemente. Notando cómo los guardias de su palacio iban cayendo uno por uno, decidió ella misma adentrarse en sus pasillos y justo descubrió a Adri y a Laura tratando de escapar. Pancho y Curra se reunieron en la entrada del castillo, la cual consiguieron abrir gracias a la velocidad máxima del bólido de Curra. En el exterior hallaron a la jefa de equipo y a sus dos intendentes.

- Ya decíamos que estabais tardando – anunció ella con impaciencia-. Bonita silla, Curra... Es una silla, ¿no?

- No hay tiempo, debemos acabar con ese reinado de horror – Pancho señaló al, ahora, desprotegido castillo.

Aprovechando su salida al exterior, encendió el penúltimo puro que aún guardaba.

- ¿En serio? – preguntó Curra, mirándolo-. ¿Tiene que ser ahora?

- Hemos pasado por mucha tensión, además tengo muchas ganas – se justificó el aventurero perro-. Además, ¿no has olido algo raro dentro de ese palacio? Sobre todo cada vez que estábamos cerca de ese monstruo. Quiero oler ahora algo que me guste.

- ¿Qué plan tienes? – preguntó la joven mirando a Pancho y después a Curra.

- El palacio es fuerte y no creo que podamos hacer nada contra su estructura – señaló Curra-, pero Pancho me ha dicho que su base no está bien sujetada y está asentada sobre el puro hielo. Así que si volamos por los aires los alrededores del palacio, lo haremos caer de la montaña. Con una avalancha tal vez.

- Curra, con el debido respeto, estás realmente mayor en esta línea temporal y necesitas una bombona para respirar – el intendente más alto intervino-. ¿Seguro que puedes seguir adelante?

- Debo seguir adelante – reafirmó Curra, antes de toser y aspirar un poco de oxígeno-. Y debemos provocar una avalancha controlada como sea.

De pronto, el intendente menor observó cómo dos guardias se llevaban a Adri y a Laura a unos coches por la salida de atrás del palacio, con Funny montándose en una avioneta para escapar.

- Vale. Todo ese plan sería genial si cazáramos a la malvada y sus hombres dentro del palacio, no fuera.

- Curra, enciende el Curramóvil – Pancho volvió a respirar con fuerza.

- Esto nunca se apaga – repuso ella.

En cuanto se dieron cuenta de lo que pasaba, la jefa de equipo salió corriendo a su todoterreno y ordenó a los intendentes que fueran diciéndola por dónde ir, mientras Pancho se subía a un extremo del bólido de Curra, encerrando el puro en torno a su boca, cuando ésta activó la máxima velocidad. Dentro del todoterreno de los guardias, Adri y Laura luchaban por salir empujando a los guardias e impidiéndoles conducir todo el rato. Su fuerza era sorprendente para los viejos que ya eran. Curra y Pancho se aproximaron a la avioneta de Funny y en cuanto se puso sobre su ala, Pancho saltó. Sabía que no podría mirarla a los ojos, pues sino vería la cabeza de su padre y eso lo asustaría.

- Seguro que tus truquitos no contaban con que con los ojos cerrados soy más valiente – exclamó entre dientes encaramado en la ala de la avioneta, conteniendo la respiración y reventando los cristales de la ventanilla, lanzándose directo a por ella.

El todoterreno de la jefa de equipo rápidamente se interpuso en el camino del de los guardias. Dentro del de los guardias, Laura consiguió apartar al conductor del volante y hacer que Adri se estirara y frenara el vehículo. Echaron a uno de los guardias del mismo y para el que faltaba, Adri tuvo sacarse su dentadura (ahora postiza) para tirársela a la cabeza y aturdirle de un golpe seco. Ya fuera de peligro se volvió hacia Laura. Trató de hablar, pero entonces cayó en la cuenta de que necesitaba su dentadura. Una vez colocada:

- ¿Estás bien?

Laura asintió sorprendida, sin saber si reír o exclamar. Adri la guiñó el ojo tomándola en brazos:

- Admitámoslo, siempre te gusté por mis sorpresas.

Sin darse cuenta de que el último de los guardias aún estaba consciente y se ponía de pie fuera del todoterreno para abalanzarse sobre él, Laura se sacó de entre los ropajes un cayado y lo lanzó propinándole un fuerte golpe en la cabeza y desmayándolo por completo. Adri, dándose cuenta tarde, quedó mirándolo mientras la posaba en el suelo. Entonces, Laura lo cogió a él en brazos y lo besó sonriendo:

- De eso nada, lo que te enganchó a lo nuestro fueron las mías.

Los intendentes fueron los primeros en llegar y ponerles a salvo en un extremo de la montaña. La jefa siguió en el todoterreno, siguiendo la trayectoria errante de la avioneta. En la avioneta, gracias al humo del puro y a contener la respiración cada poco, Pancho podía luchar contra Funny sin oler ese repugnante olor suyo. Funny puso el piloto automático y se libró de los mandos para lanzar a Pancho por los aires dentro de la cabina de la avioneta. Curra, sabiendo que su amigo estaba en problemas, entró a fuerza de los propulsores arrancando el fuselaje del avión y haciéndolo dar vueltas en el aire descendiendo. Funny entonces se concentró en Curra, agarrándola por las orejas. Pancho quedó empujado hacia la puerta de saltos de la avioneta. No tenía nada que lanzarle a Funny para que soltara a Curra. Nada, excepto... ¡El puro!

- ¡Mona disfrazada de payasa!

Pancho se sacó de nuevo el puro y echándole una mirada solemne, lo caló profundamente hasta que ya tuvo que cerrar los ojos y llenó el pecho y barriga como un balón. Acto seguido, a dos pezuñas, lo lanzó contra Funny. Ésta se tocó la cara como si tocase una guitarra violentamente, soltando al fin a Curra. Funny, ya libre del puro y sus quemaduras, se lanzó contra Pancho y lo golpeó en su estómago, sin saber que el que su cuerpo fuese ahora una bola era porque todo el humo del puro estaba ahí guardado. Por el golpe, le echó todo el humo en la cara, atosigándola y haciéndola retroceder. Cuando retrocedía, tropezó y cayó derramando de un bolsillo un frasco con líquido con aroma a colonia, perdido entre el humo. Ella gimió con fastidio. Toda esa humareda, mientras, impedía ver nada en la cabina de la avioneta, poniéndola definitivamente sin control.

Sin nadie que controlase la avioneta, ésta fue cayendo cerca del palacio y estrellándose tan fuertemente sobre la nieve, expulsó a los tres ocupantes por la abertura que el bólido de Curra había abierto antes, haciéndoles volar hasta estrellarse contra los cristales del palacio. Cayeron de nuevo en el vestíbulo, doloridos por el vuelo y los golpes. No les dio tiempo a ponerse en pie cuando notaron un estruendo ensordecedor del exterior. La avalancha provocada por el impacto de la avioneta rugía amenazante contra el palacio. Pero no impactó directamente, sino que las toneladas de nieve empujaron la base del palacio, moviéndolo poco a poco, hasta que se precipitó hacia el borde del pico de la montaña. En el interior, todos los monitores con las fotos de Adri se hacían añicos en el suelo, provocando quejidos nerviosos de Funny. El palacio sufrió otra sacudida de la avalancha y esto provocó que terminara de desestabilizarse, cayendo con aplomo sobre la nieve y clavando uno de los picos del palacio irrompible en la imponente falda de la montaña. Gracias a unas cuerdas que aún sujetaban la base en su sitio de construcción, el palacio ahora estaba completamente boca abajo balanceándose en el aire como una piñata.

- ¡Pancho! – Curra trataba de volver a arrancar el bólido, mientras buscaba con la mirada a Pancho-. ¡Tenemos que irnos ya!

Pancho volvió a tocar la pezuña de la perrita maestra y agarrado a su bólido, Curra al fin consiguió encender los motores. Las llamas ya propulsaban el bólido cuando escucharon atronadores gritos de Funny.

- ¡Esto no ha terminado!

Curra y Pancho escaparon a toda prisa por los ventanales de la torre que aún quedaba libre del palacio, mientras los cables que lo sujetaban al fin cedían permitiéndola caer destructivamente al vacío.

Con la potencia del bólido aminorando por Curra haber estado forzándola al máximo, los perros llegaron a la cima de la montaña de nuevo, reuniéndose con Laura y Adri, la jefa y los intendentes. Cuando volvió a poner las patas quietas sobre la nieve, Pancho se quitó un pequeño peso de encima que resultó ser una lámpara proveniente del ya desaparecido palacio. Riéndose liberando tensiones frotó su superficie unas veces con la almohadilla.

- ¿Llamando al genio? – preguntó Curra, visiblemente cansada y sudando tras las tensiones vividas.

- Tenía que intentarlo.

Laura se acercó a Pancho corriendo como podía. 

- Pancho, ¿estás bien?

Pancho se sintió querido ante la pregunta. Un sentimiento que hacía mucho, mucho tiempo que no sentía. No obstante, pretendió hacerse el duro:

- Claro, mujer. ¡Qué preguntas tienes! ¿No me ves aquí? - No puedo creer todo lo que has hecho por mí...

- No sólo por ti – Pancho señaló al viejo Adri.

Laura sonrió tanto y tan bellamente que Pancho apartó la mirada. No quería que su armadura de frialdad se derritiera tan pronto, pero cometió el agradable error de mirar a Curra y ver cómo ésta la incitaba con la mirada a abrirse ante Laura de una vez por todas.

- Seis años son muchos años, amigo. Ya vale.

Los ojos de Pancho comenzaron a empequeñecerse. La mano de Laura acariciándole tampoco ayudaba. Volvió a mirarla de nuevo. Ella lo volvió a preguntar:

- ¿Por qué has llegado tan lejos en esto?

- Porque no quería ser un cero a la izquierda. No quería ser un error o algo sobrante. Quería sentirme bien y querido de verdad, no por compromiso... Entonces Curra vino con la idea y me convenció...

"Sí, claro: la culpa de absolutamente todo será mía ahora...", pensó Curra cariñosamente en el fondo.

Pancho para entonces había luchado porque su voz no se quebrara y sus lágrimas no se agolparan para entonces caer. Laura, con su expresión bien oculta tras el paso de los años, también luchaba y quería decirle a Pancho lo que él necesitaba y merecía después de todo:

- Tú no eres un error, Pancho. Ni menos un cero a la izquierda. Llevas años demostrándomelo, recibiéndome en casa cuando no hay nadie esperándome, dándome mimos cuando ni los necesito, acompañándome en cada momento y cada día de mi vida hasta ahora. Y ahora te lo has jugado todo con tal ayudarme y salvarme la vida. Sólo te pido perdón por los días que te pude haber faltado o no hacerte caso. Quiero que sepas que estoy orgullosa de ti –Laura no pudo aguantarse más y lo abrazó con fuerza, Pancho temblando de la emoción aún agachaba la mirada con las orejas gachas y los ojos humedecidos-. Porque te quiero, hijo.

Pancho entonces abrió los ojos como platos, invadido de felicidad sin límite y la correspondió alzando las patas con fuerza y rodeándola con vehemencia, hundiendo su cabeza entre la suya y su hombro. Por fin, había costado adaptación y años, desafíos y abrazos pero al fin se sentía querido como un hijo. Como parte de una familia. Su falta de madre al fin se estaba viendo llena.

- No quiero que te vuelvas a sentir así, cariño – Laura seguía hablándolo-. Y no quiero que te degrades en los vicios por sentirte importante. Ya eres importante. Lo eres para mí.

- Lo siento – Pancho pidió disculpas en voz baja.

Laura lo besó en la cabeza y lo acaricio: 

- No digas lo siento. Sé por qué lo hiciste. Y no te hace más falta. Sé que lo usas como defensa o para hacerte el fuerte, pero no lo necesitas para ser fuerte. No tienes por qué beber o fumar, porque al final puedes caer enfermo y la enfermedad te ganará la batalla. ¿Vale?

Pancho asintió y volvió a abrazarla como nunca.

- Lo cierto es que me habéis dejado impresionada, amigos – la jefa se acercó a ellos-. Entre todos por fin hemos conseguido lo que queríais. Os habéis enfrentado con lo que os aterraba y habéis hecho a vuestra amiga feliz de nuevo.

- ¡Jamás! – Funny extendió la mano sangrante sobre la nieve de la cima-. ¡No, mientras yo esté respirando!

Habiendo escalado la montaña, la villana se hallaba al límite del precipicio nevado mirándolos con rabia. Al mirarla desde una distancia precavida y sin el aroma de su perfume, vertido en la avioneta, los protagonistas comenzaron a toser y a tener arcadas entre muecas de horror.

- Me temo que esta vez no puedo haceros oler mi perfume con alucinógenos para engañar a vuestro cerebro y vuestros ojos, así que tendréis que ver cómo soy en realidad.

El horror era que Funny en verdad no tenía cara. Era un amasijo de músculos con dos ojos y dientes. La mujer que fuese hacía mucho tiempo quedó tan obsesionada con ser como quienes veía en las fotos que espiaba en las redes sociales de forma tan malsana que no tuvo mejor idea que ir al baño, romper el espejo y cortarse la cara con los cristales hasta remover por completo toda la piel de su rostro. Por su macabra deformidad, diseñó un compuesto químico que mezclado con agua de colonia la hacía verse para los demás con las caras que supusieran su peor recuerdo o miedo. Así, Funny tenía la cabeza del padre muerto de Pancho para él, así como para Laura la cara auténtica que ella tuvo antes de masacrársela, pues Laura jamás la olvidó en el fondo tal y como era ya con la bella piel que tenía antes de obsesionarse.

- Todos habéis caído. Nadie sabía cómo era yo. Nadie me conocía.

- No puedo creer cómo de repugnante eres – Laura estaba completamente asqueada, apenas podía mirarla-. ¿Cómo has podido hacer eso? ¿Cómo has podido perder la cabeza tanto? Tú ya eras increíble, no necesitabas hacer eso.

- No puede tener a Adri con mi cara... pues tuve que construir otra – Funny no parecía darse cuenta de la gravedad de su locura mientras se retorcía en pie de la risa.

Quedó contemplando al aterrado grupo, hasta que reparó en Curra. Curra no parecía asustada, su cara denotaba pena, al contrario de los demás. Funny movió sus sangrantes músculos faciales hasta formar una diabólica sonrisa.

- ¿Sabes, Curra? Sé perfectamente lo que Laura y Pancho han visto en mí. Pero no sé qué es lo que tú has estado viendo en mí hasta ahora. ¿Cuál sería tu peor miedo? ¿O tu peor recuerdo?

Curra quedó callada, apretando la mandíbula y sujetando bien la sujeción de su bólido pues si levantaba las almohadillas éste se movería sin frenos. 

- ¿Por qué reventar el misterio? – preguntó la perrita maestra, retóricamente.

- ¿Por qué mantener la cara inexpresiva? – le respondió la villana.

Curra entonces miró a Funny, divertida.

- Bueno, yo por lo menos sigo teniendo cara.

La real expresión sangrienta y musculosa de Funny se torció hacia la seriedad tan gélida como la nieve.

- ¿Es que tú nunca has roto un plato, Curra? ¿Nunca has tenido enemigos? ¿Nunca la has fastidiado? ¿Jamás has decepcionado? – mientras la escuchaba hablar, Curra volvió a poner su expresión rígida sin dejar de mirar por nada a su adversaria-. Incluso la más profesional de las maestras tiene fallos.

Curra se pasó la lengua por los dientes, mientras movía las sujeciones de su bólido suavemente hacia Funny, contestándola desde el corazón:

- ¿Sabes? Tienes razón. Aunque soy maestra, hay bastantes otras maestras que no pueden verme. He tenido problemas con varias de ellas en mi juventud. Y nunca nos recuperamos de esos problemas. Yo intenté seguirlas, ser amable con ellas, pero ellas ya no me querían y no me hacían caso. Nunca más las recuperé. ¿Qué hice entonces? ¿Intentar fastidiar sus vidas? ¿Tratar de anular sus logros? No, me acordé de aquellas cosas que no les gustaron de mí para cambiarlas y ser tan buena con los demás como ellas hubieran querido. Ellas jamás me aplaudirán, premiarán a otras antes que aunque me lo merezca más y no me tomarán en serio. Pero yo tendré la mejor personalidad que pueda aún así. Ahí está la diferencia. Y no perderé el tiempo en tratar de vengarme o hacer daño a la gente. Hacer daño es una pérdida de tiempo. Siempre lo ha sido. Y siempre lo será.

Todo el mundo quedó en completo silencio en la alta montaña, aunque quienes conocían a Curra y sabían a la perfección por qué lo decía quedaron totalmente sin respiración. Curra entrecerró los ojos esperando haber intentado convencer un poco a Funny. Ésta en seguida mostró su respuesta:

- Me da igual. Todo lo que me digas me da igual. Eres una vieja a punto de morir ahora mismo, y tú lo sabes. Y en cuanto mueras – en ese instante señaló a Laura, Pancho y Adri-, iré a por ellos con más saña todavía. Sabes perfectamente que estemos en el tiempo que estemos, lo que les haga les influirá y acabará con su existencia. No podrás hacer nada para impedirlo.

"Que no podré hacer nada para impedirlo" Curra sonrió pesadamente, acercando el hocico para aspirar aire de la bombona, sólo para darse cuenta que ya no le quedaba. En lo único que tenía razón Funny era en que ya no era la joven perrita maestra, ni siquiera la madura. En lo que tenía razón era que en ese futuro su tiempo se le estaba acabando, pues su aventura se había alargado más de lo previsto. Y se notaba. Sólo podía hacer una última cosa para frenar todo el terrible castigo injusto de Funny. Miró por un momento a su espalda sólo para ver a todas las personas que había recorrido la aventura junta a ella. Laura, Adri, Pancho, la jefa y sus intendentes. Si ninguno de ellos jamás podría haber hecho nada. Les debía la vida en multitud de ocasiones y sobre todo a Laura, su compañera, le debía una trayectoria como maestra de las mejores que jamás pudo tener. No podía permitir que cuando ella faltase sus vidas corriesen peligro. De morir de vejez, morir haciendo algo útil. Entonces volvió a mirar al frente, notando dificultades para respirar, y observando con desencanto la torpe risa malévola de Funny, soltó los seguros del bólido haciendo que los propulsores comenzaran a deslizarse sobre la nieve en su dirección.

- Bien, hora de recoger – musitó entre dientes, cerrando los ojos e imaginándose en clase con sus niños.

Laura y Pancho comenzaron a moverse poco a poco, temerosos de lo que Curra pensaba hacer. Funny, por su parte, no parecía darse cuenta de nada cegada por su egoísmo:

- Ahora la perrita se dedica al patinaje.

Cuando le dio por asomar la cabeza al vacío que la esperaba justo detrás si se cayese, por primera vez cambió la expresión de sus ojos. Volvió la mirada al frente, sólo para encontrarse a Curra avanzando sin frenos hacia ella, ojos cerrados y entonando el "a recoger, a ordenar" como si pudiese observar a sus niños dentro de su cabeza.

- Jefa, creo que debemos intervenir – los intendentes se preocuparon de inmediato y la jefa les dio el paso para andar, al tiempo que Laura y Pancho aligeraban su paso.

Pero por más que aligeraban, los propulsores aún desconectados y el camino cuesta debajo de la montaña habían dado demasiada ventaja a Curra en su confrontación final contra Funny. Y ahora Funny se estaba dando cuenta. Trató de apartarse del camino por el que venía Curra, pero se dio cuenta de que había permanecido tanto tiempo con los pies sobre la nieve en la misma posición y sin el calzado apropiado que había quedado congelada allí. Por primera vez en largo tiempo, Funny tenía miedo.

- Espera un momento, Curra. ¡No te pases de lista!

Pero Curra no hacía caso, seguía entonando la canción del final de las clases sabiendo que con lo que iba a hacer Laura y el resto estarían a salvo sin dilaciones. Laura y Pancho trataban de acercarse al bólido, pero éste ya había ganado velocidad en la cuesta cada vez más acusada. Había pasado de resbalar a correr sobre la nieve. La jefa y los intendentes también se quedaron atrás. Funny entonces pataleó nerviosa en la nieve, consiguiendo crujir el hielo que se había formado en torno a la planta de sus pies. Y cuando iba a liberarlos al fin para saltar a un lado, Curra al fin la atropelló con su bólido, llevándosela por delante consigo y entregándose finalmente al vacío de la montaña. El bólido quedó enganchado en la caída por encajarse entre dos bloques de hielo en la falda de la montaña, pero Funny gritó mientras su caída no cedía. Sus gritos continuaron oyéndose durante interminables segundos, hasta que al fin cesaron. Laura y Pancho fueron quienes quedaron al borde de la montaña, asomados al vacío, contemplando cómo la silla moderna de Curra, el bólido, se balanceaba suavemente entre los bloques de hielo pareciendo vacía. Quedaron completamente paralizados, sin respirar. No sabían si gritar o llorar. Hasta que Pancho vislumbró un extremo de cola blanca y negra balanceándose boca abajo proveniente de la silla.

- Laura, ¡mira! – exclamó señalando la cola de Curra.

Cuando ellos comenzaron a llamarla a voces, Curra se había quedado momentáneamente desmayada al caer. Se notaba un poquito más rejuvenecida. Ya no tenía problemas para respirar, volvía a sentir todas sus patas para poder andar con normalidad y no se notaba tan cansada. Con la desaparición definitiva de Funny, buena parte de los efectos adversos que ella y sus acciones provocaron en el tiempo se deshicieron como por arte de magia. Miró a los lados y se percató de lo que había ocurrido. Reconoció su vértigo a la primera, por lo que apartó la mirada del vacío. Notándose amarrada al bólido, se palpó el cuerpo con las patas hasta que supo por qué había salvado la vida: al cambiarla de silla, Pancho la ayudó y la amarró con la pañoleta como si fuese un cinturón de seguridad. Allí seguía su pañoleta scout, dándola suerte y protegiéndola ahora más que nunca. La había salvado la vida. No pudo evitar sentirse bien, como hacía tiempo que no se sentía.

Tras ayudarla a subir y agradecerla cariñosamente su valor por todo, los protagonistas volvieron a la base de la jefa y los intendentes a la espera de que los acompañaran al tren del tiempo para volver a su nave espacial. No obstante para ahorrarles molestias y tiempo (pues esta misión sólo debía haber durado una noche, y ya iban por día y medio), les dispusieron una nave espacial aún más grande y reluciente allí mismo, para Curra y para Pancho, a falta de unos pocos arreglos que llevarían horas. Mientras se hospedaban allí, la jefa de la base se reunió con Laura, Adri y Pancho en privado para darla una sorpresa a Curra antes de que se marcharan. Un rato después, Curra fue llamada a una sala para que al entrar se encontrara con una mujer adulta a la que encontraba conocida. Cuando se sentó y quedó mirándola un rato, se dio cuenta que era Cris. Cris, su compañera maestra con la que se había distanciado hacía tanto tiempo sin volver a hablarse. Y ahí estaban allí, hablando, reencontrándose y recuperando la amistad perdida. Curra quedó pensativa acerca de cómo pudieron hacer para encontrar a Cris tras tanto tiempo y así de rápido. Y cuando ya había pasado el tiempo de espera y se dirigían al gran salón de la base, Curra encontró la respuesta. Comprobó cómo la foto de la madre de la jefa, aquella que guardaba con tanto cariño era una foto de la profe Aída cuando estaba embarazada de Noa en el presente. Por tanto, la jefa de la base no podía ser otra que Noa.

- Tu madre es una gran maestra, ¿lo sabías? – ante la pregunta de Curra, Noa la abrazó habiéndose descubierto al fin-. Es curioso lo enorme que estás en comparación con cuando te conocí aún dentro de la barriga de ella... Eres la prueba de la importancia de saber cuidar y educar a las nuevas generaciones.

- No te preocupes, regresando al presente aún me verás crecer. Creo que tú eras una de las que la acompañaban al hospital cuando llegaba el momento – repuso ella divertida.

- Lo que haga falta con tal de ayudar. Sin ti no hubiéramos podido cumplir nada de esta aventura. Gracias por todo. Y muchas gracias por ayudarme con Cris.

- Otro detalle más cuando regreses: no recordaréis haberos enfadado – ésa era la parte que a Noa y a Curra más les gustaba-. Os encontraréis como si no hubiera pasado nada.

Una vez volvieron a abrazarse, comprobaron cómo Pancho se despedía de los viejos Laura y Adri. Laura y Adri ya estaban materializados en el presente, estaban en clase de hecho, habiendo vuelto juntos y regresado al colegio haciendo vida normal. En el presente, Laura volvía a sonreír con todas sus compañeras, volvía a ser completamente libre y feliz, ocupándose de la clase de Curra en su ausencia y preguntándose por qué tanto ella como Pancho estaban sin aparecer por los alrededores. Por lo que no podían juntar los jóvenes con los viejos, cada uno tenía su propia línea temporal. Como los pisos de un edificio, cada uno tenía su lugar. Pancho se emocionaba por momentos, pero Laura le aseguraba que se volverían a ver en el presente, todos jóvenes y con más vida y mucho más amor por delante. Después ambos perros se despidieron personalmente de los intendentes:

- Sin vosotros tampoco lo hubiésemos conseguido – anunció Curra.

- Al fin cumplimos nuestro deseo de ayudarte, Curra – repuso uno de los intendentes, muy sonriente, mientras el otro le devolvía la sonrisa.

Curra no entendió bien la ilusionada alegría de sus caras, aún así se mostró agradecida pues sin ellos jamás hubiesen tenido transporte, apoyo, ni indicaciones para seguir adelante.

Mientras se encaminaban hacia la nave, Pancho sintió la necesidad de rebuscar hasta dar con uno de sus puros habituales. Lo metió en la boca y justo cuando tenía el encendedor entre sus pezuñas, sintió un rechazo extraño a fumarlo. Era como si de verdad ya no tuviera necesidad de hacerlo de antes. Como si incluso le repugnara el fortísimo sabor del mismo en la boca.

- ¿Por qué hago esto? – se preguntó a sí mismo, mientras arrojaba el puro a un lado y volvía a guardar el encendedor.

- Al fin te vuelves sano – Curra aplaudió la decisión.

- Pude dejarlo cuando hubiese querido – bromeó Pancho, haciendo que Curra lo cogiese amigablemente del lomo y lo abrazase acariciándole la cabeza.

En su camino a la nave, esperando a que Pancho terminara de subir las escaleras a la cabina de la gran nave, Curra pudo escuchar como los pasos del resto de los presentes allí denotaban la vuelta a la agradable rutina. Nada la preparaba para lo que estaba por oír:

- ¡Enzo! ¡Eric! ¡A cubierta! – Noa llamaba a los intendentes para un nuevo cargo.

Al escuchar los nombres de Enzo y Eric, Curra quedó sorprendida y rápidamente se dio la vuelta para observar a los dos intendentes en sus taquillas riéndose y hablando, cerrando la taquilla al fin y dejando ver un dibujo de una nave espacial firmado por ellos cuando eran pequeños. Era el dibujo que habían querido darle a Curra antes que acabase la clase, en aquel día cuando le dijeron su mayor sueño en esos instantes de niñez: "No importa lo pequeños que seamos, aún así siempre te enseñamos". "Seguro que cuando seamos mayores, te ayudaremos más de lo que crees". Y así había sido. En el futuro ellos se habían convertido en los maestros, mientras que Curra era la alumna en aprendizaje. Lo que empezó como un sueño en el pasado, se convirtió en un logro cultivado en el futuro. Tal y como había dicho Curra, todo dependía de regar cada día el árbol de la voluntad. En cuanto subieron al despacho de Noa, ésta se refirió a ellos con unos folios en la mano.

- No entiendo por qué firmáis todos los informes que me hacéis.

- Porque todas las obras maestras van firmadas, señora – Enzo se rió al contestar a la pregunta. 

- Lo que nos cuesta escribir eso debe ser reconocido, ¿no cree? – preguntó Eric jovialmente.

Curra se aguantó las lágrimas de emoción y orgullo lo más que pudo hasta que ya no pudo más y reventó cuando estaba sentada en la silla, ya en la cabina y con la nave activada a los mandos de Pancho. Pancho, tras comprobar los sistemas funcionando, se percató de la emoción de Curra:

- ¿Qué te pasa?

A Curra le daba vergüenza admitirlo en ese instante, así que tuvo que disimular como pudo:

- Sabes que lloro en las naves espaciales.

- Anda bobina – Pancho rió la broma con cariño, mientras la rodeaba con los brazos-, venid aquí tú y tus mimos anda.

Despidiendo el día en el presente, los padres de Enzo y Eric habían ido a buscarles al cole encontrándose con Laura y Adri entregándoselos. Nada más salir y contar a voces a sus padres lo que habían hecho hoy en la escuela, se lanzaron a jugar en el parque, frenéticos en pleno derroche de fantasía. Los padres se cogieron de las manos, al tiempo que Laura y Adri también. Antes de despedirse hasta mañana, hablaron sobre los pequeños. Sus padres sólo pudieron decir una cosa:

- Llegarán muy lejos.

En el futuro, una pareja paseaba a la orilla de una playa hermosísima en un lugar paradisíaco. No reparaban más que en ellos mismos, hasta que se fijaron en dos personas ancianas jugando a perseguirse y de vez en cuando tirándose agua y arena. Eran ya viejos, pero lo que les llamó la atención era lo mucho que se querían como su primer día de jóvenes. Los viejos Laura y Adrián se besaron exhaustos de jugar y decidieron cogerse de las manos antes de mojarse los pies en las aguas cristalinas. Quiénes los observaban, aún pese a su vejez, no les quedaba ninguna duda sobre lo que decir:

- Llegarán muy lejos.

Y cómo no olvidar a Curra y a Pancho, a caballo entre el futuro y el presente, en pleno viaje dentro de la nave espacial, recuperando toda su juventud y madurez natural. Aún estaban invadidos por la emoción de toda la aventura, así como sus preciosos momentos finales.

- ¿Vas bien, profe? – preguntó Pancho, animado.

Curra aún se limpiaba unas pocas lágrimas.

- Con ganas de llegar a mi aula. ¿Aún nos quedará trayecto? Hey, y tenemos que salir con alguna excusa para justificar nuestra ausencia.

Pancho la acarició mientras se pasaba juguetonamente la lengua por los dientes y presionaba la palanca de velocidad con vehemencia: 

- No te preocupes por la excusa, tenemos todo un viaje por delante. Será mejor que te acomodes, algo me dice que llegaremos muy lejos. 

FIN.

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