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PARTE 3 "CAMINO A CASA"

La olla de San Vicente siempre conservaba ese color verdoso esmeralda en sus tranquilas aguas deudoras del río Dobra. Era uno de los lugares más bellos de Cangas de Onís. Y Curra, Tamara y Lara estaban allí para verlo. Las dos perritas profe y la perrita guía estaban apostadas tras varias rocas al lado de la poza natural, observando como unos gatos y perros vigilaban celosamente la entrada a una pequeña cueva bien escondida. Uno de los gatos se aseguraba que las tablas de madera a la puerta de la cueva estuviesen bien sujetas.

- ¿Hemos venido hasta aquí para ver cómo un gato hace bricolaje? – preguntó Tamara divertida e impaciente a la vez, provocando las risas de Lara-. Por favor, decidme que no he recorrido kilómetros y kilómetros para ver a un gato haciendo bricolaje.

- Paciencia, Tamara – Curra la acarició con la pata en señal de hacerla serenar-. Te prometí algo grande y es lo que en breves verás.

- ¿De verdad crees que ese tal Gatino, si es quien dices que es, se entregará a ti tan fácil?

- Sólo quiero hablar con él y entender qué ha pasado todo este tiempo... Lara – Curra se giró hacia la guía-, ¿dónde hasta dicho que estaba ese puente?

- El Puente Viejo está al inicio del trayecto a la olla. Es el punto límite de entrada y salida. Una vez volvamos sobre nuestros pasos y pasemos de nuevo el puente, habremos salido de la olla.

Curra entonces les dijo que esperasen allí y que ante cualquier problema o novedad le avisaran por el brazalete. Pero según Curra se adentró en la cueva sin que nadie más la viese, Tamara y Lara repararon en una pareja a un lado lejano de la olla, seguidos por una fila de niños. Tamara les reconoció al instante:

- ¡Hala! ¿Qué hace la profe Paula aquí?

Curra anduvo sigilosa dentro de la cueva, sólo para encontrar allí un círculo de perros y gatos alrededor de una pequeña fogata. Dentro de ese círculo, había unos gatos sentados y tumbados alrededor de una mesita hablando entre ellos tranquilamente, habiendo siempre uno oscuro colocado en la parte presidencial... ¡Gatino! (aunque para Curra seguía siendo su Tete).

- ¿Habéis traído el pienso? – preguntó Gatino.

- Sí, patrón.

- ¿Los platos?

- En la mesa, patrón.

- ¿Y la sidra?

- Escanciada, patrón. Y si no, de malas, bebemos agua del río.

Gatino entonces alzó la voz dado un golpe seco en la mesa con la almohadilla.

- ¡Qué empiece la espicha, remiaus!

Los gatos comenzaron a beber a sorbos y a comer sin frenos, mientras Curra se preguntaba desde la distancia si nadie les habría dicho en la vida que más parecían caballos masticando. "Madre, esto un poco más y se monta un xiringüelu", se dijo en bajo la pobre, teniendo que ponerse la pata en los ojos.

- Bien... - Gatino tragó a lo bruto como pudo-. ¿Todo listo para ese gran golpe?

- En efecto, Gatino – contestó Coco, el segundo gato más poderoso del gran grupo-. Mis siameses y yo hemos orquestado todo para que sea entrar y salir... Es más, le debemos a Pelayín toda la información.

Coco se giró para contemplar a un gato de pocas palabras, vestido de marinero. Gatino se rascó la oreja con la uña pensativo y bajó la voz acercándose a Coco.

- Coco... No sé tú, pero hay algo que no me encaja... ¿Qué hace vestido de marinero?

- ¡Oh! Le ayuda a superar su miedo al agua, como estamos al lado del río.

Gatino asintió sorprendido y se refirió en alto a Pelayín:

- Muy bien, Pelayín. ¿Cómo conseguiste la información?

- De un par de profes que siempre suelen venir cada fin de semana – como Pelayín apenas hablaba, Coco explicó la historia por él-. Suelen ponerse ahí fuera. Gracias a ellos y por conseguir sus cosas poco a poco es por lo que nos asentamos aquí ahora.

Mientras Coco hablaba, Curra escuchó a Lara avisarla de la presencia de Paula y un profe amigo de Primaria afuera disfrutando del lago junto con unos pocos niños. Curra primero pensó en la visita que Paula y su compañero tenían planeada para hacer con los niños... Pero luego pensó en lo que dijo Coco: "¡Ya está! Ya sé cómo es que saben tanto de nosotros... Les usan para conseguir información a nuestras espaldas". Curra les susurró que se fueran poniendo de pie y que estuvieran preparados para irse en cualquier momento. Entonces, interrumpiendo sus susurros y la explicación de Coco, uno de los gatos escupió el pienso de forma maleducada.

- ¡Este pienso está pasado!

Gatino quiso hacer que se disculpara, pero Coco se le adelantó más severamente:

- Pelayín, ya sabes lo que tienes que hacer...

Justo cuando Curra pensaba en la voz grabada de aquel almacén abandonado y de cómo se parecía a la de Coco, Pelayín entonces cogió una piedra del suelo y se la lanzó al gato que se quejó:

- ¡Morrillazu! – exclamó al tiempo que la piedra golpeaba en la cabeza de aquel gato.

- ¿No crees que deberías haber consultado a tu jefe antes de dar esa orden? – preguntó Gatino a Coco.

- Somos el clan de los 30, Gatino. Debemos dar ejemplo. Nos ha costado mucho desestabilizar la escuela...

- Dirás que te ha costado a ti – le interrumpió Gatino-. Yo jamás habría puesto a un chiflado junto a unos animales para que les hicieran daño.

- Era una provocación que yo consideré necesaria – Coco sonrió maliciosamente.

- ¡Vaya! – exclamó Curra por lo alto, delatándose y haciendo sobresaltar al resto de gatos-. Así que esas historias son ciertas... Así que fuisteis vosotros quienes manejasteis a ese pobre pelele que necesitaba ayuda para hacernos sufrir al resto de animales buenos.

Un montón de voces se alzaron en contra de ella, pensando en hacerla muchas cosas malas, pero Gatino dio otro almohadillazo en la mesa y quedó mirando fijamente a Curra. Veía algo familiar en ella, no sólo por saber que era la perrita profesora... Había algo más, pero no alcanzaba a recordar bien el qué:

- ¡Bienvenida a nuestra morada, Curra! Tantas veces que nos hemos cruzado al pasar y hasta ahora no nos habíamos visto... ¿Por qué habremos tardado tanto?

- Quizás porque te escondías muy bien – le respondió ella medio enfadada, decepcionada al comprender que no la reconocía y triste por ver cómo de diferente era ahora-. Hace poco estuve en lugar en donde hubo mucho lío, y tu cara apareció de la nada.

- Me halaga que se hable de mí en la escuela...

- No fue en la escuela – Curra arrojó las fotos que había recogido de aquel almacén abandonado hasta la mesa de Gatino para que éste las viera.

En cuanto las vio, ese pensamiento familiar le daba vueltas en la cabeza con más fuerza. Miró a Curra fijamente:

- Ahora mismo, Curra, eres como una hormiga nadando en una cascada.

- Sólo quiero saber por qué eres así y por qué te molestas en hacer daño... No lo entiendo. Yo creo que eres bueno, y que sólo buscas llamar la atención. Ni siquiera Gatino es tu verdadero nombre...

El resto de gatos, con Coco a la cabeza, se miraron entre ellos insidiosos. Por ello, Gatino tuvo que tratar de acallarla:

- Tú haces lo mejor que sabes hacer: enseñar. Yo hago lo mejor que sé hacer: demostrar que no se aprende nada. ¿De verdad esperas después de todo esto que tú y yo nos llevemos bien?

- Se puede enseñar y aprender dando cariño y mimos, no sentado ahí haciendo obligado lo que los demás te dicen mientras se ríen de ti. ¿Es eso lo que tú de verdad quieres para ti? ¿Es así como quieres vivir?

- ¿Puedes...? ¿Puedes salir? – Gatino estaba empezando a perder la paciencia-. ¿Puedes salir ya de aquí, por favor? Estás interrumpiendo una reunión muy importante.

Curra se dio la vuelta y comenzó a andar mientras volvía a encender su brazalete. Antes de torcer la esquina de la cueva se giró a contemplar a todos esos animales y a Gatino. En verdad, su hermano Tete.

- Intentaré ayudarte pase lo que pase, pero sabes que si te veo haciendo algo malo no me va a gustar.

Gatino quedó callado viendo a la profe Curra, su hermana sin que él aún la recordase, marchar.

- No deberías dejarla marchar así por las buenas, Gatino – Coco empezó a tratar de convencerle malamente-. Sabe demasiado, y lo sabes.

- Pilladla, pero sin hacerla daño – ordenó y advirtió Gatino-. La quiero de una pieza.

Dando mucha marcha a sus patas, Curra iba corriendo a toda prisa hasta la abertura de la cueva, sabiendo que mandarían a animales a por ella. Avisó corriendo a Tamara y a Lara de que se prepararan para volver.

- ¡Cuidado, Curra! Te esperan unos pocos a la salida – la avisó Lara por el brazalete.

- ¿Parte de arriba o parte de abajo? – Curra ya veía la luz del sol, ya casi estaba fuera.

- ¡Arriba! – exclamó Lara.

Curra entonces pegó un gran salto justo al salir de la cueva, esquivando en el aire a los tres gatos que vigilaban la entrada y que se preparaban a cogerla estando agachados en el suelo. Consiguió despistarles y gritar a Tamara y a Lara:

- ¡Vámonos echando pelos!

Tamara entonces escuchó una marabunta de pasos galopantes en el interior de la cueva. Coco había mandado a todos los animales salir a por ellos. "No vamos a poder despistar a tantos, no llegaremos de nuevo al puente", pensó. Entonces, vio una caja de sidra apoyada junto a unas rocas. Era el sitio en donde los gatos la guardaban para sus espichas.

- ¡Idea! – exclamó-. Lara, vete yendo al puente. Yo espero a por Curra.

Curra atravesó el río entero a nado llegando casi sin aliento al otro lado. Allí se encontró con Tamara.

- ¡Ay, Curri! Preferí esperar por ti.

Aún con el frenesí, Curra sabía que a Tamara se le ocurrían ideas un tanto locas.

- Tamara, no habrás hecho nada raro... ¿no?

- ¿Qué dices? Yo soy mucho mejor que eso.

Sin tiempo a hablar, vieron como un puñado de animales salía de la cueva a por ellas.

- Allí están, ¡cogedlas!

- Bufff.... Tenemos mucha sed. Hemos gastado mucha energía corriendo en la cueva y ahora... ¡Ay, que agujetas!

Uno de los gatos era el pequeño director de ese equipo. Observó rápido al río de la olla.

- Venga, unos sorbos rápidos y a correr.

Pero si esos pocos perros y muchos gatos supieran que en verdad el agua color verdoso era en realidad otro líquido fuerte no se habría ni atrevido. A los pocos sorbos empezaron a dar tumbos tratando de moverse bailando de forma graciosa, desorientados y con la lengua fuera.

- Yu na so qui posa eqú...

Uno de los perros se vio reflejado en una de las botellas de sidra vacías:

- Miradme, ¡salgo en la tele!

Esa tropa tan fiera ahora no podían ni hablar, pero sí reír y mucho, tumbados entre las rocas y jugando a ser tortugas alzando las patas hacia arriba. En medio de la carrera, Curra se dio la vuelta escuchando ese escándalo y se llevó las patas a la cabeza nada más ver el color de la olla y las botellas tiradas.

- Tamara, ¡has vertido sidra en el río!

- Tenía que pararles, ¿qué podía hacer?

- Contaminar la olla desde luego que no...

- Anda Curra, que luego vengo a limpiarlo.

- ¡Más te vale! Somos maestras, no contaminadoras.

Mientras Curra y Tamara ya veían a Lara ondear la pata desde lo alto del Puente Viejo, Gatino y Coco junto con Pelayín salían a comprobar ellos mismos cómo su equipo especial había sido despojado de todo lo que tenía de especial.

- ¡¿Pero esto qué es?! – Coco no pudo evitar su malestar-. Casi me rasgo el pelaje por reclutar a esta pandilla, y mira para qué...

Uno de los perros mastines se acercó a él dando tumbos:

- Bonito pelo, muñeca...

Gatino no pudo evitar sonreír un poco viendo a todos los animales medio dormidos ya, pero Coco sin dudas perdió más la paciencia:

- ¡Se nos van a escapar del todo! UuuuuuuuuUUUUUUUuuuuuUUUUuuuuu – rugió para sus adentros molesto y con la chepa levantada se dirigió a Pelayín-. ¡Vamos, Popeye! ¡Muévete y haz algo!

Aunque Coco era el que trataba mal a sus compinches, éstos estaban tristemente acostumbrados a ese trato y obedecían. Ese era el caso de Pelayín, quién había vislumbrado una gran fila de piedras y ahora se movía hasta quedar justo detrás de ellas.

- ¡Morrillazu! – entonando su estrofa particular, Pelayín pegó una gran patada a la última piedra de la fila, haciendo rodar a esa y a las demás hasta la profunda olla, provocando que todas se cayeran al mismo tiempo y formando una gran ola que ponía su trayecto imparable en dirección al puente.

Lara, viendo la ola venir a lo lejos, alertó a Tamara y a Curra con éstos ya subiendo la cuesta del puente. Curra, al estar subiendo más rápido por el bordillo del puente, se puso nerviosa y tropezó quedando colgada por una pata de lo alto del puente. Tamara y Lara corrieron a cogerla de las patas y ponerla a cubierto, pero la ola al fin llegó y golpeó con fuerza las paredes del puente. Curra tuvo que agarrarse muy fuerte y cerrar los ojitos para que no le entrara nada de agua, mientras que Tamara y Lara se cubrían dentro del puente pero sin soltar a Curra. La ola poco a poco fue bajando hasta que el rio volvió a quedar al cauce normal. Entonces Curra, completamente empapada, consiguió poner las patas sobre el suelo del puente con ayuda de sus amigas y pudo sentarse a descansar con ellas un poco. Como solía ser habitual en ella, Tamara fue quien metió chispa a ese momento:

- Lo que es la vida, ahora gracias a todo lo que han armado ellos ni hace falta que limpie nada... ¡Con semejante ola!

Pero a Curra no se le escapa nada:

- Aún faltaban esas botellas tiradas – dijo con la voz medio apagada.

Un buen rato después, dentro de la cueva otra vez, Gatino estaba sentado reflexionando mientras Coco daba voces al resto de animales como de costumbre acerca de ese plan súper secreto del que poco se sabía aún.

- ¡Lo haremos esta semana y no hay más que decir! Entraremos todos y dejarnos todo tan sucio y tan roto que no querrán ni entrar ahí dentro.

- Bonita presentación, Coquete – contestó un gato persa-, pero nosotros seguimos órdenes del líder.

Apuntando a Gatino, el resto de gatos rió por lo bajo mientras Coco apretaba los dientes con más fuerza aún mirando al persa.

- Eres más inútil que tener una nariz en el talón, y ¿te crees con poder a burlarte de mí?

- Chicos, ¿por qué no dejáis que Coco descanse un poco? Tomaos un rato libre – anunció Gatino, viendo que ya Coco iba derecho hacia él.

En cuanto la cueva quedó despejada, Coco se puso a hablar con él más seriamente aún:

- Es todo por tu culpa, Tete. Te han desenmascarado, han escapado y los subordinados aún se burlan de mí por tu culpa.

- No te pases de listo, Coco – avisó Tete titubeante-. Curra tenía razón, me he limitado a hacer lo que tú me dijiste para tener todo esto...

- Exacto – le cortó Coco-, fui yo quien te encontré en la calle enfadado, fui yo quien te puso el mote de Gatino y fui yo quien te hizo subir puestos en el clan. Deberías tenerme más en cuenta.

- Hago siempre todo lo que tú quieres, no tengo libertad – se quejó Tete, diciendo la verdad-. Es como si fuese un mero altavoz, no tengo personalidad propia, no escogí ser lo que me fuerzas a ser ahora. Me engañaste con tus ayudas y ahora me tratas como una propiedad. Soy lo que tú quieres que yo sea, si eso no es tenerte en cuenta...

- ¡Basta de quejas! – Coco le dio un golpe en toda la cara, haciendo que Tete se callara. Le cogió vilmente de la piel y le obligó a mirarle: - Delante de los demás serás el jefe pero soy tu dueño y harás lo que yo te diga. ¡Punto!

A Tete le dolía tanto el golpe que tuvo que aguantarse las lágrimas, Coco por su parte se serenó más y habló más controlado:

- El próximo día que haya clase, daremos el golpe y tú apoyarás todas mis indicaciones...

- Pero... Por favor, hazlo cuando no haya nadie dentro. Cuando el cole esté vacío...

- Tete... - avisó Coco, bufando.

- ¡No diré que sí a nada si hay niños dentro!

Coco tuvo que cerrar los ojos y tragar saliva:

- De acuerdo, sin nadie dentro del colegio. ¿Qué te parece?

Una vez complació la exigencia de Tete, ambos salieron de la cueva (ahora con Tete como Gatino y Coco como un "mero" secuaz) para contarles el plan a llevar a cabo. Pero Coco tenía las pezuñas cruzadas en señal de trampa...

Unos días después, Curra estaba por los alrededores del cole corriendo a por un picho de una cafetería cercana cuando se encontró con Paula por el camino. Paula parecía preocupada...

- ¡Pau, preciosa!

- Gracias cosi, pero hoy no estoy de humor...

- Sí, pues los niños te necesitan de una pieza, o si no se encargarán de hacerte olvidar los problemas.

- ¿También pueden ayudarme a recuperar mi agenda?

Curra se sobresaltó tanto que se atragantó con el pincho, relamiéndose para limpiarse rápido.

- ¿Cómo que te desapareció?

- Sí, este fin de semana que fui con los nenes míos y de primer ciclo de Primaria con su profe para la olla de San Vicente. Vimos pasar un gato muy gracioso, vestido de marinerito, al lado nuestro pero a nadie más por allí... Y desde entonces no tengo la agenda conmigo.

Aunque Paula no le había visto, Curra sabía de lo que hablaba pues ella había estado allí con Miri y Lara tratando de desbaratar los planes del clan de los 30.

- Pau... ¿Qué había en la agenda?

- Las llaves de la puerta de atrás del cole... Ya sabes, el cuarto de limpieza que da al pasillo de las clases. Tenía que guardárselas al de la limpieza y ahora las he perdido. A ver como se lo digo...

Curra era incapaz de cerrar la boca del asombro. Mientras tanto, justo delante de esa puerta trasera, bien escondidos de miradas ajenas, Gatino metía la llave en la cerradura y abría la puerta para que esta vez sólo los gatos (entre ellos Coco) pasaran adentro. Conservando su paso firme, Gatino al fin se metió en el colegio, pero con un sentimiento de conciencia lejos de estar limpio.

Una vez atravesaron el cuarto de la limpieza, el clan de los 30 se adentró en el pasillo del colegio. Gatino miraba a los lados, sin ver a nadie, pero sí muchos dibujos colgados en la pared.

- Bueno, muchachos, esto es lo que hay – Coco tomó la palabra una vez más-: vuestro líder y yo os ordenamos que cojáis todos los dibujos que veis colgados en la pared y que los rompáis, dejando pedacitos en cada puerta del aula.

- Pero Coco, son los dibujos de los niños... Han trabajado mucho en eso. Son como sus premios, sus ilusiones...

- ¡Me dan igual sus ilusiones! Quiero ver todas sus ilusiones rotas desde ya. Es necesario...

- ¿No te olvidas de algo? – Gatino habló con la voz baja, renegando de Coco y mirándole éste último con desprecio-. No sólo hay dibujos, sino fotos y estatuas de gente.

Ahora mismo, estaban en el vestíbulo del colegio, en "El museo de la enseñanza". Ese era el lugar en donde Coco quería dar su "golpe" utilizando a Tete como Gatino.

- No se me escapa absolutamente nada, patrón. Empezaríamos por los dibujos, después por las fotos y acabaríamos mordiendo las estatuas – Coco sonrió maliciosamente.

- ¿Por qué haces algo tan malo? – le preguntó Gatino (dejando de comportarse como el patrón del clan para hablar más como Tete) triste.

- ¿Sabes, Gatino? Te empiezas a parecer a esa Curra con tus preguntitas. Sólo estamos siguiendo órdenes...

- Órdenes que has dado tú porque a ti te convenía.

Ante la discusión de los gatos, el resto se comenzó a mirar y a dudar de si lo que hacían era por cosa de su Gatino y de si estaba bien o mal.

- Espera, ¿entonces hemos venido todos hasta aquí sólo por tu capricho, Coco? – comenzaron a preguntarse entre todos.

Coco, viéndose atrapado, buscó a Pelayín para que empezara a darles lecciones a quienes se volvían en su contra. Pero esos maullidos y esos cabreos despertaron la curiosidad de un invitado más. En cuanto los demás se giraron detrás suyo, sin aún haber podido tocar nada, descubrieron a un niño de 4 años, mirándoles sorprendido. Gatino se dio la vuelta y en cuanto vio a ese niño y su mirada asustada comprendió que Coco le había engañado: el colegio estaba lleno de niños en un día de la semana como cualquier otro. Coco había roto su supuesta promesa y eso no sólo le hizo enfadar sino provocó que Tete dejara al fin de ser ese Gatino, patrón del clan de los 30, para ser Tete sin nada que esconder o que fingir.

- Coco...

- Gatino, puedo explicarlo.

- No soy Gatino, llámame por mi nombre. ¡Mi verdadero nombre: Tete!

El resto de gatos, sin saber qué hacer, comenzaron a recular.

- Vamos... Tete... Compréndelo, es un golpe a hacer daño. Teníamos que hacerlo con el cole lleno.

- ¡Me dijiste que estaba vacío! – Tete, cabreado, esta vez se lanzó hacia él hasta quedar justo delante de su hocico, intimidándole-. ¡Yo jamás hubiera hecho esto, y menos con niños dentro!

Pero Coco no parecía muy preocupado. Es más, parecía divertido.

- Bueno, a fin de cuentas, tú eres el patrón del clan.

- No – Tete apretó los dientes, aguantándose como podía-. Ya te he dicho que soy Tete. Estoy cansando de hacer caso a alguien que me miente siempre. A partir de ahora estás solo.

Pero antes de que Tete pudiera despedirse del que fuera su clan definitivamente, una alarma muy fuerte sonó dentro del colegio. Entre la discusión entre Tete y Coco, el niño había avisado a su profesora y ésta, dando el aviso por el brazalete a todas las demás, hizo saltar la alarma para ahuyentar a los gatos. Eran tan fuerte que se metía por los oídos.

- ¡Todos fuera! – exclamó Tete al resto de gatos-. ¡Rápido!

Justo cuando trataban de salir por la entrada principal, Curra y Paula entraban por la puerta con sus brazaletes llenos de avisos de dentro del colegio. Al verse de frente, Curra y Tete quedaron sorprendidos. Pero antes de que pudieran hacer algo, una de las maestras salía con la manguera de emergencia contra incendios. A los gatos el agua, precisamente, no les entusiasmaba.

- ¡Agua! – avisó un siamés-. ¡Cuidado!

- ¡Espera un poco! – Curra trató de evitarlo, pero la maestra ni siquiera pudo escucharla.

Justo cuando la maestra abrió la manguera, un chorro de agua salió disparado hacia unos pocos gatos, dejándolos en el suelo relamiéndose e intentando secarse. El resto que pudo escapar corría despavorido por el camino de vuelta al cuarto de limpieza. Curra los seguía de cerca en busca de Tete. Coco, dándose cuenta de que lo que Curra quería a su hermano, empujó a Tete haciéndole correr en el medio del clan y provocando que Curra se enfadara al no poder tenerle cerca. Entonces, otra maestra salió de una clase al final del pasillo con otra manguera. Otro chorro de agua que pasó por los pelos al lado de Curra, que tuvo que lanzarse contra la pared para saltarlo, y que fue derecho a por los gatos que ahora daban la vuelta despavoridos.

- ¡Esto nos pasa por planear cosas malas! – se quejó otro de los gatos al ser chorreado por el agua.

Tete, Coco y unos pocos se escondieron detrás de una puerta abierta que daba a la sala de profesores. Tete vio a un niño asustado salir al pasillo a ver qué pasaba. Justo entonces volvía el chorro de agua.

- ¡La puerta! – Tete alertó al niño para que se escondiera-. ¡Vuelve a clase y cierra la puerta!

Siendo bueno, Tete consiguió sacar a ese niño fuera de peligro.

- Siempre supe que eras demasiado sentimental para nosotros – Coco seguía picándole.

- No, no para nosotros – Tete aprovechó que el resto de gatos estaban distraídos para ir andando hacia atrás hasta estar completamente dentro de la sala de profesores y alzar la pata para cerrar la puerta-. Sólo para ti.

Dando tiempo a que otros dos gatos entraran con él, Tete cerró la puerta en cuanto la maestra enchufó el agua hacia ellos. Coco, Pelayín y otro gato saltaron a tiempo y fueron buscando otra salida. Dentro de la sala de profesores, Tete y los otros dos gatos empujaban la puerta contra el chorro, pues si dejaban de empujar el chorro abriría la puerta y les mojaría.

- ¡Tirad! ¡Seguid empujando! No puede echar agua eternamente.

Efectivamente la manguera paró y los gatos pudieron tirarse en el suelo a recuperar fuerzas y a pensar en cómo salir.

- Todo es culpa de Coco – se quejó el gato persa-. No debimos hacer esto, menos en un colegio y con niños.

- Tenemos que pensar en cómo salir... - exclamó otro gato.

En seguida vieron la ventana y esos dos se lanzaron rápidamente por ella.

- Tened cuidado – advirtió Tete.

Para entonces, Tete oía toda una multitud: todas las maestras de Infantil y Primaria estaban ahí fuera, junto con miembros de protección de animales.

Curra estaba corriendo por los pasillos, pasando entre charcos de agua y comprobando que "El museo de la enseñanza" seguía intacto, así como que no hubiese daños importantes. "Necesitaremos una secadora gigante para limpiar esto", pensó extasiada.

- ¡Volved a vuestras clases! – dijo a los niños de todas las edades que se encontraba por el medio-. No pasa nada, es un ensayo de emergencia ante incendios. Volved a clase tranquilos.

No quería alarmarles, pero tampoco quería mentirles más tiempo. Mientras se juntaba de nuevo con el gran grupo de maestras, no paraba de buscar información en su brazalete.

- Maestras, ¿quién es ese Coco? Necesito información de él. Por aquí no encuentro nada.

- Es un gato callejero de muy mal carácter – María le contestó de inmediato-. Escapó por voluntad propia de casa de sus dueños después de arañar muy malamente a su familia. Parece que no quiere que le eduquen, ni tampoco le gusta el colegio o la enseñanza.

- Por eso, buscaba gatos que encontraba en la calle aunque ellos ya tuvieran casa y se los llevaba para convencerles de que se comportaran como él – continuó Laura-. Si no eran como él, les pegaba y se burlaba de ellos hasta que hacían lo que él decía.

- Por lo visto, encontró a tu hermano por la calle – aclaró Marta-, y lo convirtió en el patrón o jefe de lo que se conocía como el clan de los 30, pero hecho como a Coco le gustaría. Usaba ese clan para ir en contra de la escuela y más aún cuando un animal como tú entró en nuestras vidas como una profe más.

- ¿De modo que los animales del clan de los 30 no tienen por qué ser de mal comportamiento? – preguntó Curra.

- Al contrario, son buenos. De hecho en sus casas aún preguntan por ellos, lo que pasa es que Coco se los llevó sin dejar que jamás volviesen – Paula terminó de contar la historia completa de ese gato y del clan-. Por eso hemos llamado a los de protección, para que vayan secando y reconociendo a gato por gato para llevarlos con sus dueños de nuevo.

Curra quedó pensativa mientras Paula remataba la explicación y entonces se acercó aún más a las maestras:

- Comprendo que haya que recuperar a todos los gatos, pero uno de ellos es Tete. Mi hermano. No puedo dejar que se lo lleven sin yo hablar con él antes.

- ¿Tú siendo perra tienes a un gato por hermano? – preguntó Laura confundida.

- Hermano de crianza, crecí junto a él en la misma casa. Es mi hermano, sea la raza o el tipo que sea. Y el problema es que creo que él no se acuerda de mí. Por tanto no se acordará ni de su familia y si le piden datos y él no dice nada temo pensar qué harán con él...

Las maestras entendieron y apoyaron a Curra completamente, pero no sin antes avisarla:

- Nosotras te ayudaremos, pero ten en cuenta que esto es ahora una emergencia. Hemos tenido que llamar a gente de fuera y están haciendo su trabajo muy rápido. Estás en una carrera, Curra. Tienes que encontrar a tu hermano antes de que ellos lo encuentren.

Coco iba corriendo con Pelayín y otro gato llamado Pipo por el gimnasio del colegio. Habían ido a esconderse tras unas colchonetas. Pipo y Pelayín escucharon por lo alto a cuidadores de la protectora coger a los gatos y mientras los atendían averiguar sus datos y llamar a sus familias para devolverlos a su casa.

- Pelayín, no son malos ¡Son gente buena! – exclamó ilusionado Pipo-. Nos van a llevar a casa, no hay por qué esconderse.

Coco, en cambio, le atrajo para la colchoneta empujándole:

- No nos vamos a ninguna parte, y desde luego no a casa.

- Pero, ¿qué te pasa? – preguntó Pipo contrariado-. ¿No te gusta estar en casa?

- ¡Abre los ojos! Por qué estar en una casa a gusto, cuando puedes ir por ahí haciendo lo que te parezca y a quien tú quieras.

Pipo entendió tan bien como Tete que Coco no era para nada un buen gato:

- Yo quiero irme a casa.

- ¿Ahora quieres irte? – preguntó Coco haciéndole burla para acto seguido propinarle un almohadillazo en la cara, arañándole a la vez-. ¡Pues ahora te quedas conmigo! Aquí mando yo... ¡Yo!

Según se dio la vuelta quitando a Pipo de su vista, Coco encontró un brazalete tirado en el suelo. Sonrió de oreja a oreja ocurriéndosele una idea.

Tete, mientras tanto, removía cosas en la sala de profesores al tiempo que pensaba cómo pudo equivocarse tanto como para haberse ido de casa y ser lo que fue en este tiempo.

- Tete, ¿estás ahí?

La voz de Coco le asaltó de nuevo. Tete vio un brazalete encima de un cajón abierto.

- No tenemos mucho tiempo. Si me ayudas a escapar, puede que me olvide de la escenita que me has montado antes – Coco se reía entre dientes-. Ponte esto en la pata, rápido.

Al mismo tiempo, Curra subía y bajaba escaleras en busca de alguna pista que le llevara a Tete.

- Raquel, no paro de cruzarme con gente de la protectora... Dime que tienes algo.

La profe Raquel estaba en su clase calmando a sus niños haciendo un proyecto en clase, mientras hablaba con Curra por su brazalete y buscaba alguna señal de Tete.

- Hemos mirado ya en muchos lugares... ¿La sala de profes la hemos mirado?

Justo cuando Curra iba a responderla, Raquel la interrumpió.

- Oye, ¿la profe de PT no había faltado hoy?

- Yo hoy no la he visto, ¿por qué? – preguntó Curra intrigada.

- Si hoy no ha venido y su brazalete lo dejó ayer en la sala, ¿por qué me aparece en línea?

Curra casi se desploma en el suelo de la emoción.

- ¡Tete! Es él o un animal cercano a él seguro. Conéctate en ese chat y no hables ni nada, sólo escuchemos de momento.

Mientras Curra bajaba trepidante las escaleras hasta la entrada para poder ir a la sala de profes, Tete estaba asomado a la ventana viendo si afuera había gente o no bajo órdenes de Coco.

- No hay nadie, Coco – respondió a través del brazalete-, podéis avanzar.

- ¿Seguro que no hay nadie por la salida del parque? – preguntó Coco impaciente.

Tete cerró por un segundo los ojos, tragó saliva y contestó de nuevo:

- Sigue avanzando.

- ¡Muy bien, Tete! Veo que al final has vuelto a ser Gatino de nuevo...

Las risitas de Coco no ya sólo molestaban a Tete, también a Pipo e incluso a Pelayín pese a que aún no había dicho nada. Coco ya acariciaba el manillar de la puerta.

- Te dije que ayudaría, amigo mío.

- No te preocupes Coco, ya me estás ayudando a mí y a todos.

Según Coco abrió la puerta, creyéndose el más listo de todos, se encontró de frente con todos los cuidadores de protección de animales, más María, Paula y Laura. La cara de Coco era indescriptible. Su cuerpo quedó congelado, ni siquiera respiraba.

- Damas y caballeros – la voz de Curra sonó a través del brazalete de Coco, habiéndolo configurado Raquel en silencio para que sonara en manos libres -, no tenéis ni idea de lo mucho que muchos hemos esperado este momento... Protectora de animales, maestras, os presento a Coco. El gato responsable de todo lo que ha pasado... Coco – para cuando Curra se refirió a él, Coco estaba ya temblando de furia-, te presento a tu destino: la protectora de animales y las maestras.

Coco se quitó el brazalete frustrado y miró a los lados en busca de ayuda.

- Pipo, detenles y yo te llevaré a tu verdadera casa.

Pero Pipo ya había echado a andar hacia la cesta con mantas de la protectora:

- Tete tenía razón, eres un mentiroso... ¿Por qué iba a creerte ahora?

- Uuuuuuuuuuuu.... – Coco volvió a levantar la chepa desafiante-. Pelayín... ¡Pelayín, haz algo!

Antes de volverse por completo y echar a andar, Pelayín le dedicó una última mirada:

- Ya no soy tu Pelayín.

- UUUuuuuuUUUUUUUUuuuuu... ¡Pelayín! – Coco estaba ya desquiciado.

- ¿Qué te creías? – Curra seguía hablando por el brazalete caído-. ¿Qué porque tú no quieres hacer algo todos los demás tienen que hacerlo como tú? ¿Qué porque a ti no te gusta estar en una casa y convivir en paz, tienes que llevarte a un puñado de animales y convertirlos a tu modo de ser?... Estás solo.

- ¡Cállate! – Coco gritó al brazalete, a tiempo de que uno de los de la protectora le envolviese en una manta.

Coco trató de revolverse, pero los de la protectora colocaron bien las mantas alrededor de sus patas y uñas y lo metieron dentro de la furgoneta.

- Cuidaremos de él. No le faltará de nada y podrá educarse sin problemas – prometieron los de la protectora a las maestras.

Tras haber visto todo eso, Tete al fin se apartó de la ventana. Se volvió hacia la mesa de los profesores y se sentó en ella. Pensando en qué hacer ahora, en si entregarse o no, en si de verdad tendría casa o no (pues no lo recordaba) dejó la vista caer en un sobre que había encima de la mesa. Era un sobre que iba a dirigido a la atención de Curra.

Curra estaba ya pegada a la sala de profesores:

- Raquel, ¿puedes ver por sui brazalete? ¿Sabes qué está haciendo ahora?

- Creo que está cogiendo un sobre...

Curra entonces sonrió.

- Vale, no hace falta que le diga nada entonces. Ya entraré yo ahí dentro.

- Genial, Curra – se despidió Raquel-. Pero no olvides que los de la protectora aún están buscando e igual entran ahí dentro... Si vas a hacer algo hazlo ya.

Si Tete hubiese sabido que ese sobre fue aquel que su padre mandó a Curra para que se lo entregase si lo encontrase de nuevo, lo hubiese abierto con más ilusión. Pero ni siquiera recordaba ahora si tenía familia. Había pasado tanto tiempo, tanto le había metido Coco en la cabeza... Introdujo el CD que había dentro en un reproductor y encendió la pizarra digital dentro de la sala para verlo. En cuanto la imagen de su padre saltó en el reproductor Tete quedó mirándolo tan fijamente como había hecho aquella vez con Curra. Había algo en esa cara realmente familiar para él. Su padre estuvo callado durante unos segundos en el vídeo, quizás porque no sabía por dónde empezar. Tiempo suficiente para que una perrita muy, muy pequeñita apareciese por detrás de él subida a la mesa y, al empezar a salirle los dientes, mordisquear una bandeja que había encima. En cuanto lo vio, Papá la tomó cuidadosamente en brazos:

- Ay, pequeña Curra... - Tete abrió la boca en cuanto comprobó que esa perrita bebé era Curra-. Sabes que tienes el mordedor ahí abajo.

En cuanto la bajó al suelo, la colocó junto a un gato pequeñito y oscuro que lloraba porque su mordedor se había caído muy lejos. Al verlo, Curra le dio el suyo para compartirlo. Ese gatín, muy agradecido, la besó y la abrazó cariñosamente.

- ¡Muy bien, Tete! – aplaudió papá-. ¿Viste que buena hermana es Curra contigo?

Tete ahora ya estaba empezando a recordar todo asombrado, descubriendo que Curra era su hermana desde cachorros y que ése era su padre.

- Bien, Tete, esto me ha ayudado a empezar... - Su padre al fin arrancó a hablar-. He grabado esto para cuando fueras mayor porque se me da muy mal pedir perdón en persona y más cuando aún eres pequeño y no lo entenderías.

Tete se acercó aún más a la pantalla.

- Es verdad que no he pasado mucho tiempo contigo y aunque no tengo elección porque estoy muy ocupado en el colegio, sí que pienso mucho en ello y quería decírtelo de algún modo... No quiero perderte, tampoco quiero que te hagas mayor tan rápido y espero que si alguna vez te enfadaras conmigo por todo esto, pudieras perdonarme en algún tiempo – se giró a un lado y señaló la pila de papeles que tenía encima de la mesa apartados-. Todo esto es mi trabajo: la enseñanza, el colegio, quién entra y quién sale. Soy profesor tanto tiempo que aún en casa muchas veces sigo siéndolo. Hay a quién le gusta, como a Curra, y hay a quien aborrezco como quizás a ti y a los demás... Sólo quiero que sepas que todo esto es para ti. Para todos.

Tete se estaba dando cuenta de lo que estuvo a punto de hacer, de estropear todo el trabajo no sólo de Curra y de las maestras, sino de su padre hacía ya mucho tiempo. Se agradeció el ser lo suficientemente bueno como para parar a tiempo.

- Tendrás muchas preguntas, y muy seguramente quieras irte de casa y ser independiente tal vez muy pronto... Al menos para mí – se sonrió ante la cámara-, pero espero que siempre recuerdes lo mucho que te quiero aunque no estuviera todo el tiempo que quisieras contigo, que protejas siempre a tus hermanos y amigos pues ellos te protegerán a ti y que cuides de todo el trabajo que ya está hecho. Y no, no me refiero sólo a estos papeles... Me refiero a que cuides de ti mismo, pues tú y tus hermanos sois mi mejor trabajo. Nuestra familia es lo que siempre será mi mayor logro.

Tete se limpiaba unas pocas lágrimas de los ojos mientras veía a su padre sonreír emocionado en el vídeo y éste cortarse ya acabado por completo. Sintió una presencia detrás suyo. Se giró sobre la silla para encontrar a Curra allí delante de él, sonriente tras haber visto el video en silencio con él.

- Tú y yo somos como la luna y el sol... No terminamos de encontrarnos, pero compartimos el cielo.

- Sí que podemos encontrarnos – dijo Curra animándole.

Ambos fueron corriendo el uno al otro, sabiendo por fin quién era cada uno, y se fundieron en un gran abrazo.

- Lo siento, Curra... Era muy pequeña y como no estaban mucho tiempo conmigo, pensé que no me querrían y al salir a la calle a dar una vuelta muy larga...

- No te preocupes, Tete. Estamos juntos de nuevo, y es lo que importa – Curra lo achuchaba como a una almohada llena de pelo.

Antes de que los de la protectora pudieran preguntar, aún Tete sabiendo todo ahora, Curra rápidamente le presentó como su hermano y al hallarse ya con un familiar le dejaron estar allí.

Unos días después, la familia había quedado al fin reunida tras llevar a Tete de vuelta a su casa para reencontrase con todos y recuperar tiempo perdido. Todos estaban más contentos que nadie. Curra, por su parte, tenía trabajo que hacer y tenía que seguir yendo al colegio para estar con sus maestras y sus niños. Pero eso no quitaba que cada mañana hablara con Tete por el teléfono del brazalete.

- ¿Cómo nos despertamos hoy? – preguntó su hermano ilusionado.

- Pues con mucho sueño – contestó Curra bostezando-. Pero las ganas de este día prometen más. ¿Y tú? ¿Cómo has despertado?

- Estando donde quería estar desde el principio. Tenías razón, ¿sabes? Hay perseguir lo que queremos y nunca dejarlo escapar. Aunque en vez de en un spring sea por una carrera de fondo.

Curra sonrió orgullosa de Tete.

- ¿Qué haces ahora? – le preguntó él.

- ¿Ahora? – Curra justo abrió la puerta de su clase y encendió las luces-. Entrar en casa.

Curra y Tete rieron risueños.

- Pasa un buen día, profe... A ver qué te cuentan los nenes – se despidió Tete.

- Bufff, creo que se fueron de acampada el fin de semana así que hoy vendrán cargados de historias.

Como cada mañana llena de aventuras y deseos, Curra recibió a los nenes con sus papás y familiares, habló un poco con ellos, les pidió a sus nenes que se pusieran el mandilón y se fueran sentando en la asamblea. Repartiendo cariño y escuchando, como todas las maestras compañeras le habían enseñado, y sintiéndose orgullosa de lo mucho que ella había aprendido hasta entonces Curra se sentó donde una silla y fue indicando a los encargados que fueran poniendo sus nombres y la fecha de hoy.

- ¿Estáis felices, niños? – preguntó.

- Contigo en clase siempre, Curra – contestaron muchos al unísono, mientras otros sonreían y se levantaban a darla abrazos.

A Curra le costaba recordar ya su primer abrazo por parte de uno de sus niños, pero aún tras muchos dados y recibidos seguía sorprendiéndose y emocionándose como el primero.

- ¿Y tu fin de semana cómo ha ido? – preguntó uno de ellos.

Curra se extrañó por la pregunta. Otra niña se explicó:

- Es cada asamblea va siendo más o menos igual siempre... Entonces hemos pensado entre todos que seas tú hoy la que empiece a hablar.

- ¿De verdad? – Curra sonreía impresionada.

Un gran "¡SÍ!" saltó de todos los niños. Curra quedó mirándoles sin saber por dónde empezar. Lo único que pudo arrancar fue a reír de alegría y no parar.

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