PARTE 2 "SERENDIPIA"
Había otra vez, ya pasado un tiempo... Los niños de 3 años tenían ya 4 y la perrita Curra era ya una maestra integrada en el cole. Había conseguido lo que nadie esperaría. Lo que sólo ocurriría en los sueños. Lo que nunca antes se había hecho. Todos los colegios del mundo trataban de hacer lo mismo: integrar animales que les encantasen a los niños y a los profesores para ayudarles a dar clase allí. Muy pocos entraban y casi ninguno sabía hablar como Curra. Pero todos sentían y amaban como ella. Los niños, por su parte, estaban contentísimos con ella en clase, así como también los de otras clases cuando iba a visitarlos o cuidarlos. Moreno o rubio, chico o chica, diestro o zurdo, pequeñín o grandón: Curra tenía tiempo, mimos, sonrisas y lametazos para todos y cada uno. Seguía dando clase como mejor la aconsejaron y más aprendió: conociendo primero a los niños y dejando que todos ellos la conocieran a ella. Educarlos desde las emociones, viviendo todas ellas y haciendo que fueran felices. Esto durante la asamblea siempre se materializaba por conversaciones en la asamblea o las maravillosas historias o consejos que muchas veces se daban entre todos ellos.
- No tengáis miedo de hacer lo que vosotros queréis, lo que todos vosotros mejor sabéis hacer y aprender, adonde donde queréis llegar. Si tenéis un sueño luchad por él ahora. Desde el principio. Aunque sea distinto a lo que los demás hacen. No tengáis prisa, ni os dejéis poner tristes por lo que os pueda decir mucha gente. No tengáis miedo a equivocaros una vez, dos o tres. Fijaros en lo que la gente que intenta que viváis la vida como ellos quieren que lo hagáis hicieron mal, para no cometer sus mismos errores. Sólo vosotros, en vuestro interior, sabéis lo que de verdad queréis. Y eso os hará volar libres.
Hablaba así siempre a las clases enteras, pero también pasaba mesa por mesa y nene por nene. Muchas veces se olvidaban de las mesas y los niños se ponían de pie o sentados en el suelo, haciendo formas geométricas o indeterminadas, hablando de sus vidas y gustos, así como sus inquietudes y curiosidades. En todo este tiempo habían llevado a cabo entre todas las clases un proyecto nuevo para el cole: "El museo de la enseñanza". Usaron la entrada del colegio para colocar allí estatuas de profesoras y dibujos de ellas en sus clases que los propios niños habían hecho, junto con fotografías de las profes y las familias juntas como si fuesen cuadros vivos a todo color. Incluso muchas fotografías escondían maravillosos secretos, y es que aunque muchos familiares no aparentaran ser maestros (fueran electricistas, dependientes, deportistas, bomberos, personal de limpieza, camareros o cocineros), en realidad habían estudiado tanto como Curra o cualquiera de los profes dentro de la escuela. Y tanto dentro de la escuela como fuera de ella todos ellos siempre se ayudaban e intercambiaban información continuamente. Habían convertido la enseñanza, el arte de enseñar, en algo más que un trabajo. Era un arte, una forma de vida, y el proyecto se hizo para que las maestras que se pasaban todos los días con sus niños quedaran ahí recordadas y a la vista de todas las personas que pasaran dentro, trabajaran o estudiaran allí o no.
Las reuniones con las profesoras, por su parte, se habían hecho mucho más íntimas. Habiendo ganado mucha más confianza, Curra ya formaba parte abiertamente del equipo de maestros del cole y tenían su propia habitación secreta para hablar y hacer planes tanto para con los niños, como para el cole y quienes lo rodean. Se sentaban en torno a una mesa alargada y rectangular, con Curra en un extremo de la mesa, todas las maestras sentadas a lo largo y una maestra finalmente colocada al otro extremo. También se mantenían siempre en contacto con los profesores de Primaria y los que pertenecían a otras especialidades, o en persona o por el brazalete electrónico que finalmente se había extendido a todos los brazos (y a la pata de Curra). Precisamente esa comunicación y esa colaboración era lo que les convertía en grandes maestras.
- Bien, Curra – habló la maestra a la cabeza de la mesa.
- Laura – Curra saludó a la maestra con una sonrisa sacando la lengua y achicando los ojos.
- ¿Cómo lo llevas por clase?
- Creo que tengo el cielo ganado. Atiendo a todos los niños, intento dar clase con cosas que a ellos les gusten y de momento van bien. Todas las peleas quedan en nada, cada día se abrazan más y hacen grupos más grandes para jugar.
Se notaba que no mentía y que le encantaba lo que hacía, pues las compañeras que le habían ayudado decían que sí con la cabeza.
- ¿Y qué me dices del niño que no para de moverse por clase? – Otra maestra, Paula, intervino en la conversación.
- Es cierto que tenemos que poner más atención en él, pero cuando le mando hacer cosas como repetir lo que digo o que me ayude a colocar y organizar la clase es excepcional. Creo que será un niño excepcional si seguimos por esas.
- Pues igual hago lo mismo con dos nenes que tengo en clase... Chica, no paran de coger balones y lanzárselos como quien tira bolas de papel.
- Podías pasármelos y los convertía en jugadores de vóley – Bromeó Sara, otra profe.
- Más quisieras, bobi... - las maestras empezaron a reírse-. De la que vuelva a la Olla de San Vicente organizamos un torneo allí.
- Por favor, controlémonos que aún no hemos acabado la sesión.
A Curra, entonces, se le ocurrió otra pregunta:
- ¿Y qué os parece a vosotras que ahora haya tantos animalitos circulando por los coles?
- Muy buena pregunta – aseguraron varias maestras-. Es verdad que antes ni se nos pasaba por la cabeza dejar entrar a perros, gatos u otros animales. Date cuenta que hay muchos factores: alergias de niños que les hagan sentirse mal, desorden, alboroto... Pero estamos muy contentas.
- Vienes a encantar a los niños, pero también a enseñarles a ellos y a nosotras. Eso hace tengan más ganas de venir aquí a ser felices y a aprender. Y también que se den cuenta de que hay que cuidar a los animales, que ellos también necesitan cuidados, cariño y respeto.
- Ahora sólo faltan que todos sean tan buenos como tú.
Curra no podía mover el rabo más rápido, ni cerrar los ojos de alegría mientras sus compañeras la piropeaban con mucho amor.
- Es cierto, esperemos que no haya rebeldes – exclamo Laura-. ¿Habéis oído rumores sobre el clan de los 30? Dicen que son un grupo de animales que se rebelan a sus dueños y a los niños y que andan vagando por ahí intentando hacer trastadas a los demás. Si eso es cierto, por eso amo mucho más a Curra. Ella es de las buenas y de las que hacen mucho por el cole y por el mundo.
Al salir del colegio, acabada la mañana-tarde de trabajo, Curra pensó por un tiempo en lo que había dicho Laura tomándoselo sólo como un rumor. "Si me pongo, podré hasta dar ejemplo a todos los animales que pueda para que vean que podemos estar todos juntitos y sin dar problemas", pensó. Recién llegada a casa no paraba de escuchar noticias en la tele, radio y ordenador sobre lo último que habían hablado en la sala de profesores: "¿De verdad algo tan sorprendente como que un animal doméstico se haya convertido en una parte inseparable de la escuela merece ser objeto de controversia?".
Curra seguía hablando con su familia por teléfono bastantes veces, eso tampoco había cambiado mucho.
- ¿Habéis oído lo que dicen de mí, papá y mamá? ¿Lo que dicen de mí y del resto de animales? Además, aunque siempre hablo con vosotros por teléfono ahora me doy cuenta de lo mucho que os echo de menos y de lo lejos que me siento de casa...
- Piénsalo bien, Curra. Cuando empezaste también había mucha gente en contra tuya, o que creía que nunca podrías. Y mírate. Cada persona siempre tendrá su opinión y será respetable. Tú haz tu trabajo y asegúrate de dos cosas: de hacerlo bien y de que sea lo que te lleve adonde quieres estar mañana – contestaron entre los dos.
- Dicen que si te dedicas a algo que te gusta, nunca lo sientes como un trabajo – añadió mamá-. Te encanta tanto que te sientes como en casa. Así que nunca te rindas y conseguirás que la escuela sea tu hogar.
El problema era que sí pasaba algo que su familia iba a decirle ahora, tras pasar un rato hablando:
- Curra, ¿te acuerdas aún de tus hermanitos? Ya sabes, los otros animales con los que vivías de pequeñita – preguntó su padre.
Al escuchar la pregunta, Curra se tomó unos segundos para pensar y luego contestar...
- Papá, entre lo que estudié, lo que me tengo que acordar cada día de clase y que mi cabeza tampoco es como la de una persona pues... No muy bien, la verdad. Además, pasé mucho más tiempo contigo y los niños... Y me fui de casa pronto...
La voz de papá se hizo un tanto preocupada:
- Es que Tete se marchó poco tiempo después de que tú empezaras a trabajar en la escuela, me hubiera gustado despedirme de él antes de que nos mudáramos y no sabemos nada de él...
Curra cerró la boca y achicó los ojos extrañada:
- No soy capaz de recordarle ahora mismo, pero me extraña que haga eso...
- Lo ha hecho. Y estamos preocupados por él. Escucha, voy a mandarte algo por correo. Es algo que grabé pensando en él hace ya mucho, mucho tiempo. Quiero que si consigues encontrarle hagas que lo vea, ¿podrás?
- Lo haré por ti, papá. Mándamelo al colegio, allí me lo guardarán hasta que lo tenga en mis patas.
Al mismo tiempo que esto pasaba, en la casa de una de las profes compañeras de Curra, esa profesora llamada María estaba con su novio, llamado Rubén, preparando la cena y hablando sobre Curra:
- No puedo creerme que una perrita pueda dar clase como una persona cualquiera – Rubén estaba tan, tan sorprendido que seguía teniendo sus dudas sobre Curra -. ¿Y si al final no funciona?
Rubén trabajaba también el colegio, estaba en los despachos asegurándose de que todo fuera bien y dando explicaciones a personas que hicieran preguntas de qué tal iba el cole y si todo marchaba bien.
- Ay, Rubén... No había una rata cocinera, no va a poder ser Curra una maestra – María bromeaba y le reñía un poco con cariño, pero buscando que se diera cuenta de en qué no estaban de acuerdo -. ¿Cuándo te darás cuenta que un perro, gato, cualquier animal puede sentir y padecer como uno de nosotros? Que también puede enseñar, que puede aprender y enseñar aún más... Y hacer que los niños vengan con ilusión a clase.
- Yo creo que no deberíamos pasarnos mucho de la raya... Es sólo un animal. Sólo llama la atención. Vamos, cariño... Por muy bonito que lo veamos, ¿Qué contestación daremos a alguien que no quiera que esté en las clases?
María quería mucho a su novio y él la quería a ella muchísimo, pero cuando no pensaban igual tanto él como ella se sentían un poquito mal.
- Me encantaría verte cambiar de opinión sólo para que lo entendieras como yo lo hago – le espetó ella terminando de poner la mesa -. Es una profesora excelente y un animal que demuestra mucha más amistad y alegría que otras tantas personas.
A la mañana siguiente, mientras todas daban clase en sus aulas, un gatito comenzó a maullar débilmente delante de uno de los cristales desde el patio. Con la patita trataba de rascar el cristal, llamando la atención de los niños y de Curra cuando terminaba de recitar la poesía de la primavera.
- Tenemos que ayudar a ese pobre amigo: ¡Ayudadme, cariños!
Rápidamente le pusieron a cubierto y haciendo que los niños recordaran paso por paso cómo se debía tratar y cuidar a un animal encontrado (dándole mimos para que no se asuste mientras le lavaban y veían si tenía heridas, si estaba encogido o con mucho frío taparle con alguna manta o toalla), Curra avisó a sus compañeras al mismo tiempo.
- Chicas, me parece que están apareciendo más animales con problemas en las puertas de todos los colegios – comentaba Paula a las demás cuando estaban en círculo.
- ¿Cómo es posible? – se preguntó Curra.
- Los están envenenando, poniendo clavos o tornillos en cachos de comida del suelo, y los están haciendo venir aquí.
Si una noticia así entristecía a cualquier humano, a Curra como perrita no le podía sentar peor.
- ¿Y qué se supone que gana haciendo eso? A los animales esas cosas también nos duelen – la pobre estaba disgustada -. No sabéis lo malito que vino ese gatín.
Mientras Curra se intentaba serenar y calmar a sus alumnos haciendo que jugaran a ser veterinarios maestros con el gato para que no se sintiera raro en clase y la fuera conociendo, se preguntaba con sus compañeras qué clase de persona haría algo así.
- Desde luego no una buena persona... Eso nunca se le hace a nadie, ni a ningún animal. Con lo mucho que nos quieren y lo muchísimo que nos necesitan.
- Tal vez alguien que quiera llamar la atención por todo lo que se ha estado hablando en la tele sobre Curra... Alguien que no le gustan los animales y ahora les hace daño.
- Sea quien sea, no podemos permitirlo – Curra tomó una decisión -. O lo intentamos parar ahora junto con más gente, o algo me da que se nos irá de las patas... Además los niños lo han visto. Una cosa es que sepan que ahí fuera puede haber gente que no se porta bien, y otra es ver cómo lo permitimos sin hacer nada.
Mientras por la radio y la televisión (las cuales se podían escuchar y ver por las pulseras de las maestras) saltaban las noticias y la gente lo comentaba sin cesar quedando atónita, María corrió a buscar a Rubén al edificio de Primaria. A medida que corría más y más rápido, una bandada de perros y gatos ladrando y maullando iban tras ella. Tenían sangre en la boca y en las patas. María entró en el edificio de Primaria con el corazón encogido; algunos animales tenían caritas tristes, como broma pesada, pintadas en su lomo. "Curra tiene razón, hay que parar esto", pensó. Justo se dio la vuelta y se encontró con Rubén:
- Cariño, menos mal que te encuentro...
- María – Rubén la interrumpió con la mayor delicadeza posible -. No podemos dejarles pasar aquí.
María abrió los ojos como platos.
- No puedes hablar en serio.
- Amor, esto es un colegio... No una perrera. Además, los de arriba me presionan. Creen que todo esto es por Curra... Están planteándose hasta echarla del colegio por un tiempo.
- Rubén, te estoy pidiendo ayuda. No podemos dejar a esos pobres animales ahí fuera. Hay madres, padres, hijos. Son como nosotros, ¿es que no lo ves? No es por Curra, es por alguien que les hace daño y sólo vienen aquí a pedir ayuda...
María trataba de poner todas las excusas posibles, pero Rubén era incapaz de ayudarla.
- María, me estoy jugando el puesto. Ellos no parecen entender lo que es el amor, sólo quieren ver el patio limpio y ya está...
- No, eres tú el que quiere ver esto limpio para no dar explicaciones – María ya se había puesto seria. Sabía que Rubén no podría hacer mucho, pero estaba segurísima que si lo hubiera intentado un poco más, podría haber cambiado las cosas.
- María no se nos permite ser héroes...
Antes de que María saliese por la puerta le dedicó una última mirada:
- ¿Somos profesores?... Entonces somos héroes – Y diciendo esto se marchó afuera con el botiquín en la mano, dejando a Rubén triste y solo.
Él realmente sabía que María tenía la razón, pero cómo podría hacer para... "Creo que tengo una idea", pensó rápidamente.
Al no dejar pasar a los perros y gatos heridos en el colegio (teniendo que sacar también al que encontraron antes), las maestras y Curra rápidamente se movilizaron todas con sus niños y entre todos se repartieron tareas de cuidado y alimentación de los animales, pues venían desnutridos. Algunos eran tan pequeños que los niños tenían que auparlo con cuidado en su regazo y darles biberón como bebés. Poco a poco a lo largo de la mañana y entre todos, los animales estaban acabando de ser lavados y curados. Improvisaron camitas adosadas con cojines y toallas para que se echaran a descansar si tenían que guardar reposo o estaban muy cansados. Curra estaba terminando de tranquilizar a un padre perruno con sus dos cachorros terminando de contarles un cuento al revés muy divertido y con ayuda de sus queridos niños. Cuando los calmaron la tristeza y consiguieron que se durmieran, Curra quedó mirando al horizonte pensativa. Quería hacer algo bueno para parar esto y llevar a quien lo había hecho ante las autoridades, pero al mismo tiempo estaba tan cabreada que se planteaba el morderle incluso cuando lo viera. Y es que si no hubiera sido nunca acogida por su familia, ella podría haber acabado injustamente como uno de esos animalitos que ahora estaban curándose. Sus niños se acercaron a ella poco a poco en semicírculo, como haciendo una asamblea al aire libre.
- ¿Estás bien, Curri?
- Si os tengo cerca, siempre estoy bien... Pero ahora mismo estoy bastante enfadada, no os mentiré... - respondió ella.
- Pero si estás enfadada tampoco te concentrarás... - entre unos y otros empezaron a tratar de aconsejarla a ella -. Así es como muchos empiezan a equivocarse: el enfado, la rabia, las ganas de dar golpes, de gritar...
- Seguro que así fue como empezó la persona que le haya hecho esto a los animales...
- Si sólo piensas en estar enfadada, puede que entonces olvides cómo ser buena con los demás.
Curra en ese momento supo que los niños tenían toda la razón. Como siempre.
- ¿Y qué podría hacer? – preguntó a sus alumnos, quienes respondieron sin pensárselo un segundo.
- Conviértete en una superheroína. Seguro que eso la persona rabiada no se lo espera y se le quitan las ganas de hacer más daño.
- Así lo tendrás más fácil para llevarle ante la policía o ante quien haga falta.
Como casi siempre, los alumnos de Curra se ganaron su ronda de lametazos y mimos como premio de su profe. "Pero no sé bien si puedo hacerlo sola", pensó al instante. Según fue corriendo hacia sus compañeras a proponerlas la idea, éstas también se preguntaban cómo lo harían si tenían que quedarse en el cole hasta que los niños saliesen y también quizás todo el día al comprobar que los animales tampoco tenían hogar aparente.
- Seguro que tienen casa, esto fue que la persona que hiciera esto se los llevó lejos de sus hogares para así hacerles daño. ¿Cómo sino iba a tener tantos? ¿Y para hacerles esto?
- Entre unas pocas les haremos fotos y las colgaremos en todas las redes posibles, ya verás cómo sus familias los reconocen.
Al ser un trabajo en equipo, todas no podían irse con Curra después. María se comprometió a acompañarla sin necesidad de que hubiera que echarlo a suertes:
- Creo en ti, Curra. No te dejaré sola.
- Me alegro de saber que tengo compañía.
Una voz tan gruesa y profunda como la un lobo hizo que las maestras se giraran para encontrar a alguien disfrazado con una armadura de colores, un casco con cristales cubriéndole los ojos y la boca y unas botas resistentes. Curra, María y las demás abrieron la boca asombradas al encontrarse delante de ella a un auténtico superhéroe disfrazado.
- He visto que estabais en problemas y quiero ayudaros para que se acaben. Era un día precioso hasta que pasó esto.
- ¡Haaaalaaa! – exclamó María -. ¿Y cómo te llamas?
El superhéroe se encorvó un poco rascándose el casco pensativo.
- Bueno... Tengo un nombre, pero pensaba presentarme cuando los tres estuviéramos ya listos. ¡Me gusta el trabajo en equipo! Buscad chaquetas y ropa resistente, pinturas y si tenéis algún antifaz, capucha o casco para cubriros la cabeza.
Así, en cuanto acabaron la jornada escolar y entregaron a los alumnos a sus familiares, las maestras cerraron el colegio para dejar descansar a los animales y seguir haciéndoles fotos para que sus familias pudieran encontrarlos de nuevo. Aprovechando que el colegio estaba cerrado, María y Curra se prepararon para irse con el superhéroe (aún sin nombre) más o menos como les había aconsejado. María fue la que más se cubrió con una capucha con cremallera que se cerraba a la mitad y cubría la cara por completo, así como una chaqueta de motorista y unos pantalones con rodilleras para no hacerse daño. Curra, por su parte, sabía perfectamente cómo iba a ir. Detrás de la puerta de su clase había dos prendas de ropa: un mandilón (que se ponía bastantes veces) y una chaqueta de cuero oscura. Agarró la chaqueta y unas gafas oscuras de sol.
En cuanto estuvieron preparados se reunieron en la salida y al fin se presentaron como superhéroes. El superhéroe saltó sobre el pavimento con destreza.
- ¡Justicia Man!
María saltó justo a su lado, haciéndose notar y provocando que él tuviera que apartarse.
- ¡Maestrina maravilla!
En vez de saltar, dar volteretas o deslizarse Curra prefirió ir corriendo pasito a pasito esquivando a uno y a otro hasta colarse en medio de los dos con picardía:
- ¡Curra Girl! La que más mola de los tres – acto seguido, se lamió una pata y la usó para peinarse el pelaje hacia atrás.
Justicia y Maestrina miraron a Curra sorprendidos, luego se miraron el uno al otro y encogiéndose de hombros los tres arrancaron su viaje heroico. Una de las particularidades en las que Maestrina se había fijado antes con mucho desazón era que los animales tenían caras tristes pintadas en sus lomos. Como si los usaran para mandar una broma que no tiene gracia, ni debería jamás hacerse. Recorriendo la ciudad a toda velocidad, el trío encontró un gran almacén con una cara triste gigante pintada en el portón.
- Seguro que es aquí... Voy a dar un rodeo y a ver si hay más entradas.
Justo cuando Maestrina daba la vuelta al almacén sin hacer ruido, Justicia y Curra se disponían a entrar. Curra se giró hacia él intrigada:
- A todos los superhéroes les sucede algo que les hace ser lo que son, luchar por lo que luchan. Se llama motivación. María y yo lo hacemos tanto por los niños como por los animales... Pero nunca antes he oído hablar de ti. ¿Tú por qué luchas?
Justicia miró a los lados:
- Prometo decírtelo después. Confía en mí.
Decididos a atrapar al villano, Curra y Justicia al fin abrieron la gran puerta del almacén sólo para encontrarlo aparentemente abandonado y lleno de jaulas vacías. Las jaulas tenían los barrotes magullados y doblados. "Ahí era donde los encerraba... Si no los tenía atrapados no habría podido con ellos", pensó Curra compadeciéndose de los pobres animales.
- ¿Ves algo, Justicia?
- De momento sólo sombras – Justicia se giraba y volteaba cada dos por tres, sólo para encontrar que nadie había cerca.
De la nada, una voz siniestra de pulso sombrío emergió de unos altavoces colocados en el techo del almacén:
- "Soy el peligro que no ves, aquella cuya voluntad ya está hecha. Ese escalofrío en tu cuello, aquel que no te deja dormir. Ni tú, ni ningún otro puede imaginar lo que se acerca. Yo diré dónde has de saltar y yo te dictaré cómo de alto. Los que vinieron antes que tú fueron valientes, altos y fuertes... Pero yo acabé con sus sueños, ahora esos sueños ya no se pueden salvar. Y ahora estás ahí, parado ante mí, sin ninguna ayuda... Dejaré que tengas tu oportunidad".
Mientras Curra y Justicia intentaban por todos los medio no tener miedo de esas palabras...
- ¡Está aquí! – Maestrina estaba gritando tratando de detener al villano en la salida de atrás.
Ni bien terminó de gritar cuando Justicia y Curra emprendieron la carrera. Pero justo cuando vieron a Maestrina arrojar una librería vacía en el medio del pasillo para cortarle el paso al villano, éste sin poder pasar más allá cogió un arma y disparó dos veces. Esto sirvió para detenerles a los tres: Maestrina cubierta tras la pared y Justicia y Curra justo delante de él tras la librería.
- Si dais un paso más acabaré con ella primero.
En cuanto Curra escuchó su voz, rápidamente cambió su temor por tensión. "Su voz no es la de la grabación". Miró a los lados buscando algo que les sirviese de ayuda, encontrando en la parte de arriba una mesa en lo alto de una pasarela con un gran acuario vacío. Estaba lleno de agua pero... ¡Qué extraño! No había peces.
- Tira el arma y no hará falta que te la quitemos.
- No sé quiénes sois, ni me importa. Esta es mi zona. Y en mi zona hago lo que quiero... Bien sea comerme a peces, torturar a animales o disparar a invitados inesperados.
Mientras el villano hablaba, Curra miró a Justicia:
- Justi, éste no va a rendirse fácil... Creo que sé cómo hacer para despistarle y que tú recuperes a Maestrina...
Hubo un silencio, y eso no hizo más que quebrar la paciencia del villano:
- Voy a contar hasta cinco. Si no habéis salido para entonces, yo decidiré cómo lo haréis.
- ¡Ahora, Justi! – Curra ladró fuerte lanzándose en dirección al villano.
El villano no tuvo tiempo de disparar otra vez pues Justicia le apuntó con un puntero láser a los ojos, obligándole a cerrarlo y taparse. Aprovechó eso para coger un taco de madera y lo lanzó con todas sus fuerzas al acuario vacío rompiéndolo en mil pedazos y haciendo emanar el agua a chorros hacia abajo. Según Curra le cogió del brazo haciéndole soltar el arma, el villano se vio bañado de la peor de las maneras. Empapado, intentaba ponerse de pie. Curra apartó el arma fuera de su vista y se puso a cubierto, mientras que Justicia cogió a Maestrina y se fueron del almacén.
- ¡Esto no quedará así! – bramó el villano echando a correr hacia la calle.
- Lo mismo digo – Curra tampoco iba a dejar que las cosas acabaran así y rápidamente encendió su brazalete-. Chicas, decidme que están listos por favor. Os doy la calle en la que estamos ahora... ¡Quiero que vengan corriendo con ganas!
El villano corría asustado como nunca en su vida. "Cuando me dijeron de hacer esto, no me dijeron que serían tan fuertes", pensaba lloriqueando.
GUAU.
"Oh, por favor, aún oigo esos aterradores ladridos".
GUAU. GUAU. GUAU.
Los ladridos se multiplicaban y multiplicaban. El villano al principio no se atrevía a mirar atrás, pero cuando lo hizo... Centenares de perros estaban corriendo detrás de él como si fuera un plato de comida andante. Corrían sin control, saltando encima de los coches aparcados, saliendo de entre las esquinas, pasando de ser cien a ser doscientos.
- Por favor... Lo siento... Noooo.... – El villano ya agotado fue reduciendo la velocidad acordándose del daño que había provocado y cómo ahora su moneda de cambio le estaba cobrando con intereses.
Descuidándose y sin mirar adelante, tropezó con Justicia Man en el camino y éste le echó al suelo impidiéndole continuar.
- Fin de trayecto.
Aterrorizado, arrepentido y viendo como los animales formaban un círculo y daban vueltas corriendo alrededor de él, ladrando y amenazando con pegarle bocados, el villano optó por hacerse un ovillo y esperar a que todo pasara.
- Seguro que ahora no te gustaría haber hecho todo lo que has hecho... Seguro que ahora sabes que lo que has hecho está muy mal, y que se lo has hecho a seres que sienten como tú.
Poco a poco, los perros fueron bajando la velocidad hasta quedar parados todos delante de ellos. Hicieron un pasillo para dejar pasar a Curra entre ellos. Ella hablaba con sus compañeras del colegio a través de la pantalla del brazalete:
- Gracias, profes. Han llegado sanos y salvos justo a tiempo. Esto no se hubiera hecho sin vosotras.
Pero su expresión alegre rápidamente volvió a borrarse cuando miró al villano tendido en el suelo. Justicia se acercó a Curra:
- ¿Le entregamos a las autoridades? ¿O haces algo con él?
- Que contesten ellos por mí – sentenció Curra, dejando la decisión a todos los perros allí presentes.
Estos no se hicieron de rogar. Todos los perros menearon la cabeza de un lado a otro al mismo tiempo. Siendo más pensativos y mejores que aquello que les había hecho daño y a lo que sólo podían hacerle ver lo que había hecho y entregarlo a gente que lo atendiera y tratara de "curarlo" lo dejaron.
Las autoridades llegaron muy rápidas y se llevaron al villano prometiendo a nuestros héroes que sabían perfectamente cómo tratarle y hacer que nunca volviera a hacer algo así. Mientras recogían las cosas del almacén, Curra se coló furtivamente en la pasarela en donde estaba aquel acuario. Era el centro de operaciones. Allí estaban recortes, papeles y fotos. Curra quedó mirando esas fotos y en ninguna encontró al villano detenido. En casi todas había un gato negro de más joven a más crecido, rodeado de otro grupo de gatos y perros. En los papeles, entre todo lo que había escrito, siempre se hacía alusión a un tal Gatino y Curra rápidamente dedujo que Gatino era el gato oscuro que veía en las fotos. Junto a las fotos, estaba la grabadora con la voz que había sonado antes por los altavoces: ¿la voz de Gatino? Pero, ¿entonces había sido él el que había mandado al villano hacer esto? Y eso no era lo más curioso... Lo más curioso era que a Curra le sonaba muchísimo la cara de Gatino. Sin que la viese nadie, cogió dos de las fotos y se marchó de allí.
Justicia Man se ofreció a llevar a Maestrina Maravilla al colegio para ver a sus compañeras y asegurarse que todos los animales ahora curados eran devueltos a sus familias, gracias a la campaña de fotos y ayuda que las compañeras y muchos de los niños hicieron con ellos antes en el colegio. En cuanto llegaron allí, comprobaron que personas importantes del colegio estaban allí. Justicia se refirió a ellos:
- A partir de hoy, las maestras necesitan toda la ayuda que puedan tener para hacer bien su trabajo. Y si esa ayuda son animales, pues tendremos a animales en los colegios. Hoy nos han dado una lección muy importante que muchas personas igual no darían. No quiero que haya ningún problema de ahora en adelante con Curra, ni con ningún animal más que pueda estar en las clases.
Nadie replicó nada a las palabras de Justicia y María (ahora sin su atuendo de Maestrina Maravilla) no podía estar más contenta.
- Ojalá Rubén pudiera estar aquí para escucharte y darte la razón como ellos...
- Déjame acompañarte a casa – se giró hacia ella y la tomó de la mano.
Una vez llegaron, ya al caer la noche, ella se fue acomodando tras las prisas del día mientras el superhéroe se confesaba:
- Antes Curra me dijo que todos los superhéroes tenemos algo que nos motiva, nos mueve a hacer lo que hacemos. Tenía toda la razón, y yo he mantenido los motivos en secreto hasta ahora...
Entonces Justicia Man se quitó la máscara... para descubrir la cara de Rubén. ¡Justicia Man era Rubén! María no podía estar más sorprendida. Dejando de arrugar la voz, Rubén esta vez habló normal:
- Tenías razón, mi amor... Siempre la has tenido. Tú eres lo que me hace especial, lo que me hace hacer las cosas bien. Por eso, mi motivación para convertirme en héroe siempre fuiste tú.
María corrió a abrazarle y a besarle. Rubén la correspondió más fuerte aún.
- Y también reconozco que si te hubiera dejado escoger nombre, tú habrías inventado uno mejor – ante sus palabras, María lo abrazó aún más riéndose.
Y, finalmente, mientras esta tierna escena se producía y todos en sus casas estaban felices y comiendo perdices, Curra estaba en albornoz, sentada en su sofá, con un tazón de agua al lado y con su mesa de trabajo llena de fotos y papeles. A un lado tenía las dos fotos de Gatino que había cogido hoy, y al otro extremo de la mesa estaban todas las fotos de su infancia en la casa de su familia y rodeada de más animales. Bebía lametazos de agua cada poco y movía las pezuñas pensativa y moviendo unas fotos con otras. Hasta que quedó petrificada, sin poder parpadear. Cogió una foto de Gatino en la cual aparecía sentado mirando a la cámara y la puso justo debajo de una foto familiar en la que aparecían Curra y el resto de animales. Poco a poco en su cabeza recordó palabras de su padre: "¿Sabes de tu hermano? Hace tiempo que no sé de él" y su contestación: "No me acuerdo, papá". Poco a poco su cabeza le dejó recordar anécdotas de su niñez y de quiénes estaban presentes... Y entonces Curra sólo pudo abrir un poco la boca y quedar mirando parada las dos fotos hasta darse cuenta de que en las dos se encontraba el mismo gato negro.
- Tete.
Su voz salió tan débil que prefirió ni hablar. Con el corazón embargado y la cabeza llena de preguntas, Curra miró entonces al frente cerrando la boca y pensando qué hacer ahora.
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