
≪❈Capítulo 6❈≫
Esteban rechaza a Suna y Rodrigo desquita su coraje con el omega
Los días pasaron y Esteban no regresó a Antro-bar. Se sintió ofendido, no fue porque había sido plantado por Rodrigo que nunca hizo acto de presencia en el lugar, sino porque se dio cuenta de sus verdaderas intenciones. Estaba claro que lo había citado para tentarlo con la variedad de omegas masculinos que inundaban el sitio.
—Ahora que recuerdo no han hecho comentario alguno de su reunión, ¿cómo les fue? —preguntó el Señor Arturo.
—Nada interesante que contar padre, tal reunión jamás se efectuó —respondió Rodrigo con decepción.
—¿Por qué? —preguntó abrumado.
—Bueno, es que mi primo no fue —contestó avergonzado.
El Señor Arturo volteo con desánimo viendo a Esteban quien de inmediato intercedió.
—Estás tan errado que me avergüenzas, sí hice acto de presencia. Fuiste tú el que jamás llegó a tal cita.
—Me retrase unos cuantos minutos, para cuando llegue al lugar no estabas ahí, si es que en verdad fuiste —reiteró con firmeza y descaro.
—Bueno eso se puede arreglar —interfirio el Señor Arturo para disminuir la tensión entre los alfas—. Qué les parece si vuelven a agendar su reunión para esta semana, eso sería una buena opción.
—Eso ya lo hice padre, pero es Esteban el que no quiere reunirse conmigo, me ha rechazado en incontables ocasiones, ya he perdido la esperanza.
—Bien ya que tanto insistes dime en dónde y a qué hora —dijo Esteban sin dudar, pues no quiso entrar en debate con el Señor Arturo.
Rodrigo sonrió triunfante mientras Esteban lo veía con rabia.
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—Las especificaciones fueron claras —decía Suna a Rafael que no dejaba de mirarlo con una expresión de inseguridad e impotencia en el rostro— Rodrigo necesita que esta vez mi seducción funcione, ya han pasado más de diez días desde que ese alfa vino a Antro-bar, esta vez no puedo fallar.
—Que perdida de tiempo —masculló impotente—. No olvides la loción —agregó mientras rociaba la botella en la piel de Suna.
—Innecesaria —exclamó sonriente— el alfa no es dominante, así que deja de desperdiciar el contenido. Está loción no serviría de nada, esa especie es capaz de olfatear a distancias abismales, además es casi imposible que un dominante visite Antro-bar.
De pronto un omega entró al camerino donde se encontraban Suna y Rafael.
—Su cliente ha llegado —expresó agitado— está en la barra y ha derramado una cantidad de feromonas asfixiantes a todos los que se le han acercado, es como si oliera a veneno, casi me desmayo al percibirlas.
—No vayas —dijo Rafael.
—Lo tengo que intentar —respondió Suna decidido a lograr su objetivo.
Después salió de la habitación y se dirigió a la pista que rebosaba de parejas bailando, camino y se mantuvo a una distancia considerable mientras visualizaba la ancha y musculosa espalda de Esteban.
«Esta es tu oportunidad, no la desperdicies».
Fueron las palabras que Rodrigo le dijo a Suna, las recordó como una especie de orden.
Finalmente se acercó lentamente contoneando sus caderas de un lado a otro. Mientras avanzaba, vários alfas se le insinuaban, pero los rechazó con una coqueta sonrisa. Al acercarse pudo percibir el hedor de las feromonas de Esteban; eran realmente asquerosas, casi le provocan el vómito, pero se contuvo. Pudo sentir como el hedor disminuía su fuerza permitiéndole respirar.
Sus ojos lagrimearon y al instante ordenó los martinis. Cuando el barman los colocó en la barra, Suna tomo uno y lo bebió cómo de costumbre, el sabor de la bebida inhibió un poco el amargo sabor que había dejado el hedor de las feromonas en su boca, después giró para ver a Esteban que claramente lo ignoraba.
—Pero qué tentador, luces mucho mejor de la última vez que te ví. Tienes un aspecto delicioso —dijo soportando el asco que le provocaba el seguir percibiendo las feromonas.
El alfa volteo y con sarcasmo sonrió desprendiendo más feromonas lanzándolas directamente hacia el omega. Fue como una especie de descarga que Suna sintió recorrer por todo su cuerpo. Como respuesta apretó fuertemente ambas manos en la barra y comenzó a toser.
—¿Te sigo pareciendo delicioso? —preguntó con una sonrisa malévola.
Suna no podía respirar, después sintió como las fuertes feromonas reducían el impacto, se dió cuenta de que Esteban estaba jugando con él.
—Quizás serían más interesantes si cambiarás de parecer, mantenerme asqueado no es sexy —sugirió mientras recuperaba su postura a la habitual.
—Solo quiero que seas consciente de cómo me siento en tu presencia, percibiendo el olor de esa fragancia barata que llevas puesta. Me asquea el solo pensar que pretendes que toque tu asqueroso y usado cuerpo. No tengo dudas sobre tu popularidad en estos bajos mundos, pero el imaginar que por tu mediocre cabeza pasó la ridícula idea de que «yo» sería parte de tu lista de clientes, me hace querer estrangular ese afeminado cuello hasta poder escuchar como cruje entre mis manos.
Suna quedó inerte al escuchar las palabras del alfa, sobre todo la expresión de su rostro era realmente intimidante. Trago saliva y se armó de valor para acercarse más a él.
—Agradezco el cumplido —respondió fingiendo que el comentario no le había incomodado— mi popularidad es reconocida en Antro-bar. Mis clientes me adulan, así que porqué no dejas esa actitud tan renuente y te animas a comprobarlo por ti mismo —dijo ofreciéndole el martini e invitándolo a beber.
Se acercó más dejando ver el interior de su blusa que estaba entreabierta, y muy disimuladamente paseo su mano en la pierna de Esteban recorriendo hasta casi llegar a su entrepierna. De inmediato fue fuertemente detenido por la mano del alfa que lo sujeto con mucha fuerza, fue tanta la presión que ejerció en su delicada piel que Suna emitió un quejido de dolor, el sonido de su voz fue agradable a los oídos del dominante.
—Tendré que romperte aquí mismo, ya que las palabras no son tu fuerte.
Suna sintió miedo, ya no sentía las feromonas del alfa, pero en su lugar permanecía la fuerza del hombre que se descargaba en su muñeca. Quiso zafarse del fuerte agarre, pero sus intentos eran cada vez más inútiles, entró en pánico al verse vulnerable ante Esteban. Sus oídos zumbaban al percatarse de que sus tendones estaban a punto de reventar, al momento de querer gritar fue soltado y cayó directo a la barra. Ignoró al alfa y su atención se enfocó en su muñeca que palpitaba, no la podía mover, estaba realmente asustado.
—Al parecer no eres tan resistente como presumes —dijo con una sonrisita burlona.
Suna volvió a sus cinco sentidos, no supo cómo actuar, estaba molesto. Se dió cuenta de que Esteban no lo tomaría en serio, al menos no se acostaría con él.
«Esto es una pérdida de tiempo, ¿cuántos clientes no he rechazado solo para ser humillado por éste fracasado?».
Pensó, después ignoró el dolor que aún persistía en su muñeca y volvió a ver a Esteban que no dejaba de burlarse de él.
—Usted gana, es evidente que no le agradan los omegas masculinos —dijo con una soltura y coquetería en su voz que hizo vibrar al alfa.
Esteban chisto y bebió su whisky.
—Te equivocas omega, es solo que tú me pareces desagradable en todos los sentidos de la palabra y eso no significa que no me agraden el resto de tu especie. El simple hecho de saber que le has abierto tus piernas a otros me hace verte como el ser más contaminado de este planeta.
Suna contuvo el coraje que emanó de su interior como una gran llamarada.
—Entonces lo complacere —dijo con arrogancia. Tomó el martini que le había ofrecido y con su mano libre le acarició la barbilla— Tú te lo pierdes, ya que puedo llegar a ser muy complaciente en la cama a tal grado de que jamás me olvidarías, pero como soy tan repugnante, pues eso jamás lo comprobarás.
Se retiró dándole la espalda al alfa que lo seguía con la mirada hasta que se perdió entre las personas que bailaban en la pista.
Volvió a beber lo que quedaba de su whisky y se levantó, estaba a punto de retirarse cuando fue abordado por Rodrigo.
—Hola, ya estoy aquí —dijo amistosamente.
—Este lugar es un asco —expresó con enojo— he venido y te he esperado como fue acordado, ahora me retiró y te prohíbo decir más mentiras al Señor Arturo, aquí el único sucio y tramposo eres tú.
Esteban se dió la media vuelta retirándose del lugar dejando a Rodrigo furioso en la barra.
Cuando Esteban caminaba hasta llegar a la salida, algo llamó su atención, giró hacia la derecha y vio un pasillo que profundizaba en Antro-bar; estaba iluminado por unas luces rojas de neón, camino por el y justo se detuvo en una puerta que estaba entreabierta, daba a una habitación y al observar con detenimiento pudo ver la escena que se suscitaba en el interior.
La expresión de su rostro no permitía definir si estaba disgustado, frustrado, contento o malhumorado por lo que sus ojos presenciaban, solo se quedó inerte, de pronto se comenzaron a escuchar gemidos de placer, la hermosa voz que había emitido un quejido que endulzó su oído por el fuerte apretón que le había dado a la muñeca de Suna, justo en ese mismo instante resonaba en aquella habitación al ser embestido por un alfa común.
La silueta de Suna se podía ver, su piel estaba teñida por las luces de neón color rojizo, su ojos segregaban lágrimas, no eran de dolor, sino por el placer que sentía en ese momento, estaba en una posición de en cuatro sobre una mesita de centro y el alfa que lo sujetaba de sus caderas, embestía con mucha vigorosidad. Suna decía toda clases de palabras embarazosas, incitando a qué su pareja no se detuviera y continuará con más fuerza.
Esteban apretó ambos puños y se dió la vuelta dejando el lugar.
El alfa levantó a Suna y lo volteo dando comienzo a su segunda ronda, cuando de pronto la puerta se abrió con un fuerte golpe, el alfa volteo sorprendido y dos enormes mastodontes lo sacaron a golpes de la habitación. Suna se asustó tanto que temió ser golpeado por ellos.
—Estupido inutil —resonó el grito de Rodrigo y Suna fue fuertemente abofeteado por él—. Cómo te atreves a dejar a Esteban solo para venir a complacer a ese degenerado.
La mente de Suna estaba hecha un lío, no podía procesar lo que pasaba y para cuando volvió en sí, Rodrigo siguió abofeteando con más fuerza.
—Ya basta no me pegues —dijo entre lágrimas.
—Jodido prostituto de mierda —refunfuñó el alfa.
—Ese alfa —dijo con su voz entrecortada—. No le gusto, le desagrado, es más mira —se levantó del piso y le mostró su muñeca que seguía roja por las marcas de los dedos de Esteban —casi me arranca la mano porque me atreví a tocarlo.
—Te vio fornicando con tú asqueroso cliente, ahora menos querrá que te le acerques —dijo ignorando todo lo que Suna decía— no sirves para nada.
Después salió de la habitación dejando al omega con lágrimas en los ojos provocadas por la impotencia de no poder defenderse.
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