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— ¿¡Qué te dijo qué cosa!?

— Shh, no grites. — Regañó al chico. — Te juro que casi me desmayo en ese momento, la forma en la que me lo dijo y su sonrisa al irse fueron tan... ¡Agh! Debería ser ilegal su sonrisa.

— Chaeyoung, ¿Segura que sí paso?, ¿No fue un sueño? Porque te digo que parece irreal todo lo que me estás diciendo.

— Minho, te hablo enserio, esto no es producto de un sueño.

— Bueno, bueno, bueno, ya se acabó su hora del almuerzo, ¿Qué hacen aquí holgazaneando? — Dijo el jefe de cocina, Bangchan

— Ya vamos. — Respondieron los dos.

— Rápido, o no les pago. — Los apuró. — Esta juventud de hoy en día, puro holgazanear es lo que saben. — Negó con la cabeza.

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Mina pensaba en la chica de la mañana, había quedado encantada con ella, tanto que hasta olvidó preguntarle su nombre.

— Momo

— Dígame alteza.

— ¿Conoces a la chica que estaba conmigo esta mañana? — Preguntó.

— ¿La omega? — La princesa asintió. — Se llama Son Chaeyoung, tiene dieciocho años y trabaja aquí hace seis meses.

— ¿Cómo fue que nunca me cruce con ella? — Se preguntó en voz baja.

— ¿Disculpe?

Mina negó con la cabeza.— Olvídalo, gracias. Puedes retirarte.

Momo dió una reverencia y se fue.

— Son Chaeyoung, tiene dieciocho años y trabaja aquí desde hace seis meses. — Repitió. — Son Chaeyoung, le tiene miedo a los ratones, es omega y huele a caramelos.

Sonrió al recordar el rostro de la chica una vez más.

— Son Chaeyoung, hasta su nombre es bonito.

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— ¡Achú!

— Están hablando de ti.

— ¿Qué?

— Dicen que cuando estornudas de repente es porque alguien está hablando de ti.

— Minho, tienes dieciséis años, ¿Aún crees en eso?

— Ay cállate que tú no tienes moral, me dices eso y tú crees que las hadas existen. — Contraatacó.

— Las hadas sí existen, yo lo sé.

— Mjum.

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