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Loreens

«Narra Naveen»

—¡Ya déjame salir Loreens! —continué  gritando, mientras mi paciencia llegaba a su límite.

Me preguntaba con desesperación cuando se acabaría todo esto. Pero algo en mi mente me daba la impresión que tal vez nunca se terminé.

—!Estuve tan cerca de hacerlo si no hubiera sido por ti! —me gritó.

—¡No es mi culpa que quiera recuperar la vida que estás quitándome! —respondí en segundos, elevando más mi vos. —No quieres hacer esto Loreens. Yo sé que no.

—Por supuesto que sí.

Era evidente que yo no podía detenerlo, ahora la lujuria se había apoderado de él y es el peor mal que podía existir. Tiempo antes se había apoderado de mi también, no obstante abrí mis ojos ante las duras reprimendas y consejos que Tiana me había dado.

Y luego recordé los  momentos tan sublimes y hermosos que pasamos juntos.

—No, no lo quieres. Hay cosas mejores en la vida que los lujos y el dinero. Ellos no te dan la verdadera felicidad como lo hace el amor. —exprese en nostalgia.

Fue en ese momento en que me di cuenta que ya nunca más volvería a ver a Tiana, si ellos concluían el plan yo no sería libre, es más podría morir en mano de estos dos.

—¿Amor? Eso no existe. El mundo se gobierna con billetes, oro, diamantes y lo más importante con un nombre reconocido. Eso es los que te hace feliz, el amor es pasajero. Las parejas vienen y van, sin embargo el dinero lo puede comprar todo. —concluyo. Orgulloso agitó la caja, haciendo que me mareada y me golpeará la cabeza.

—Estas muy equivocado, yo también lo creía pero un alma libre y valerosa no se compra ni aún con todo el dinero, oro o diamantes del mundo.

Escuché su risa incrédula. No lo culpo yo también me sentiría así si estuviera en su lugar. Pero ahora me preguntaba donde quedó ese confiable amigo con quién había pasado estos últimos años, aquel personaje que me ayudaba en mis momentos difíciles con mi padre y con todo el mundo. Esa persona respetable que era Loreens. O solamente era un faseta, una máscara. Ya dos años y hasta ahora veo su verdadero ser.

—Eres patético Naveen o debería decir Majestad. Aunque tú corona pronto será revocada de tu pequeña cabeza de sapo. —continuo riendo a carcajadas. Carcajadas que cada vez más se volvían sombrías y macabras.

—!Loreens, sacame, no lo hagas! ¡Loreens!

Mis golpes y mis esfuerzos por salir eran inútiles. Él embelesado en divertirse conmigo y yo esperaba salir de aquí lo antes posible.

—Loreens, Loreens —me imitó con una vos burlesca y chillona —Siempre gritando mi nombre para atenderte y ayudarte en todo. Eres un inútil y nunca podrás gobernar. Agradeceme porque te estoy haciendo un favor al robarme tú corona. Ya no seré la sombra de otros ¿Escuchaste?  Encontrare un lacayo que sea mi sombra y haré con él lo mismo que tú hiciste conmigo.

—Nunca te he lastimado Loreens. Nunca te... —mientras trataba de disculparme con él, no pude evitar escuchar una vos aguda y dulce a la lejanía seguida de golpes en la puerta de madera de la iglesia.

—¡Príncipe! ¡Abre la puerta por favor! ¡Tú tímida y reservada esposa se está preocupando! —escuche, apasible y llena de ternura.

Pronto los golpes suaves se convirtieron en graves, más de lo que pudiera imaginar, como si estuvieran tratando de tirarla.

—¡Príncipe Naveen abre la puerta! —Su voz ahora más pesada y llena de ira me daba escalofríos incluso a mí.

El fuerte ruido de la puerta abriéndose de un solo golpe me advirtió que ella ya había logrado su objetivo.

—Cielo, Papi y los demás nos esperan afuera —escuche la voz de la señorita Lavoud tratando de calmarse.

Prontamente la caja levemente se agitaba, pude sentir como si temblará y me desconcertó pensar que quien estaba temblando era Loreens. ¿Cómo podía ser posible, tenía miedo de ella pero no de la atrocidad que pasaba por sus vida en estos momentos?

Luego comprendí el porqué temblaba tanto. Había olvidado que hace unos minutos le había arrebatado el amuleto y ya no era Naveen, sino simplemente Loreens. El verdadero Loreens. Tanto físicamente como emocional, lo conocía y ahora recuerdo que al pasar algo desmedido se pone muy nervioso.

—Cariño, tenemos que salir —enunció la Señorita Lavoud.

Después todo paso muy rápido. No podía ver mucho ya que salí volando, sólo sentía vuelcos en mi estómago y pronto un gran golpe contra el suelo; gritos se escucharon aquí y allá, y una especie de ambiente indescriptible se podía presenciar en esos momentos.

Me levanté un poco aturdido por el golpe y pude ver, por primera vez, a la que pudo haber sido la futura reina de Maldonia. Era alta, a proporción de mi mini estatura de sapo, con ojos grandes, oscuros y llenos de vida, cabello rubio brillante, piel tersa y blanca cual nieve.

La señorita Lavoud era hermosa, magnífica, exhuberante. Si la hubiese conocido antes de ser un sapo, en un parpadeo me hubiera casado con ella, pues en ese entonces estaba obsesionado por las riquezas, la fama y la aprobación de mi padre. Él quería una esposa, yo quería vida de lujos y ella era perfecta para complacer ambas expectativas.

No obstante mi corazón ya le pertenecía a alguien más y me alegraba el hecho de que me sentía aliviado y en paz cuando ella estaba cerca.

Me levanté y la observé, estaba asustada y confundida. Claro, quién no lo estaría después de ver que su futuro esposo, el galante príncipe Naveen era un impostor.

Tome la oportunidad para terminar con todo este embrollo de una vez por todas. Al parecer era ella la princesa de la que hablaba Mamá Odih y quería regresar a ser un humano y buscar a Tiana, donde quiera que estuviese, así que tuve que acercarme.

—¡Señorita Lavoud! —grite saltando a un encimera.

Ella busco la voz que la había llamado con asombro y curiosidad.

—Aquí abajo —enuncie extendiendo mis brazos y agitandolos sobre mí para que pudiera notarme. Al ver hacia abajo pude observar cierto miedo en su rostro. —Permita presentarme señorita Lavoud. Yo soy el Príncipe Naveen. —exprese con orgullo. Debía tenerlo ¿No? De todas formas soy el verdadero.

Seguido de ello sentí como caía sobre mí un libro enorme y pesado.

Ella se sacudió y comenzó a asquearse. Yo con esfuerzo logré ponerme de pie.

—Señorita tranquila, yo soy el verdadero príncipe Naveen, del reino de Maldonia. —me levanté sobándome la cabeza y tratando de incorporarme.

Lista para volver a golpearme se detuvo al escuchar mis palabras y me vio con sorpresa y confusión

—Espera ¿Qué? ¿Tú eres el príncipe?

—El único.

—¿El verdadero Príncipe Naveen? —especuló.

—Asi es —volví a afirmar. —Ha sido engañada por un hombre malvado y mi ex sierviente señorita. Lamento que haya pasado por todo esto. Pero le aseguro que yo soy el verdadero Príncipe Naveen y que haré que paguen por lo que le han hecho.

Unos pasos tras ella me alertaron, si alguien más me veía podía asustarse y llevársela sin que yo pudiera explicarle lo que pasaba y que era lo que debía hacer para volver a ser humano. Ya no me quedaba mucho tiempo, Así que me escondí debajo de la mesa.

Vi a un hombre muy grande, tanto en estatura como en renombre, sin mencionar que estaba vestido como un rey. Tenía canas en su cabeza y barba, una enorme barriga y un semblante tranquilo.

—¿Querida? ¿Qué haces aquí? ¿Donde está el príncipe? — cuestionó extrañado.

—No lo sé, papi él no estaba aquí. —explicó.

—Vimos a un hombre salir corriendo y gritando de aquí hace rato. Los alguaciles lo detuvieron, está con ellos ahora. —mencionó.

Claro que se trataba de Loreens, dentro sólo estábamos él y yo y cuando la señorita Lavoud entro y lo descubrió entro en pánico y huyó.

—Papi, detén a ese hombre y encierralo, él nos ha tratado de engañar, no sé cómo pero está involucrado en la desaparición del príncipe. —expresó con cierta molestia en su voz.

—¿Querida estás segura? —pregunto dudoso aún.

—Claro que si; yo misma vi al príncipe entrar aquí y cuando lo vine a buscar ya no estaba y en su lugar se encontraba él. Así que hazlo papi, detenlo, no dejen que salga de prisión hasta que el príncipe aparezca.

Fue tanta su insistencia que al padre de ella no le quedó de otra que cumplir con lo que le pedía.

Agradecí lo que hacía, así cuando yo reaparecerá, si lograba hacer lo que mamá Odih nos dijo, entonces él y yo tendremos una larga conversación seguido de un seguro encierro en los calabozos de Maldonia.

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