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El Príncipe Naveen

Después de horas en busca de una tienda de disfraces y comprar uno con un precio aceptable, tome el autobús que me llevaría hasta mi trabajo a recoger los Begnes que llevaría al baile de disfraces de Lotte.

- ¿Listo Jim? - pregunte lista para caminar con todo aquello hasta llegar a la casa de Charlotte.

- Listo - dijo él. Abrimos la puerta del local, el cual a las seis ya estaba cerrado, y nos encontramos con el chofer del señor Lavoud.

- Permitame ayudarle señorita. El señor Lavoud me ha pedido que viniera por usted y su amigo a petición y amabilidad de él y la señorita Charlotte. - Tomo las cosas que tenía en mis manos y las colocó en el equipaje del auto y abrió la puerta para que Jim y yo pudiéramos entrar al auto.

- Gracias - dije con una sonrisa de agradecimiento.

- Muchas gracias - continuo Jim detrás de mi.

El chofer subio y emprendimos la marcha hacia la mansión Lavoud.

- Te ves muy bien como... - mencionó Jim observando mi traje.

- Creo que soy una plebeya de los años medievales. - dije observando el disfraz yo también - es un disfraz de última hora. Tu no te ves mal de dios griego.

Jim rió y se sonrojo un poco; se veía muy lindo sonrojado.

- ¿Cual de los dioses eres? - pregunte para abarcar el silencio entre el ambiente aburrido y tosco.

- Ares.

- ¿El dios griego de la guerra? - pregunte.

- Si, me encanta su historia, se dice que su hermanastra Atenea era tan poderosa que ni el mismo Ares pudo derrotarla.

- Bueno hemos llegado ya- habló el chofer.

- Muchas gracias - dije bajando del auto cuando este abrio la puerta.

Nos instalamos justo a un lado de la escaleras del gran patio donde estaba la fiesta.

- Uhm - saboreo el Señor Lavoud cuando le di un begnes, definitivamente eran sus favoritos - no dejes de servirmelos hasta reventar - y luego se carcajeo.

-Tia, me alegra que estes aqui, linda - dijo Charlotte abrazandome y dandome un beso en la mejilla.

Tomo un Begnes y se retiro.

Pasamos un rato sirviendo Begnes y evitando que Estela, la mascota de Charlotte, se los comiera todos.

- Aquí tiene - serví un Begnes a un chico vestido de pescado gigante.

Había personas que en verdad se lucían con sus disfraces y otros que, solo parecían haber sido sacados de un mal Show.

- Tiana, Estela - dijo Jim agripado, señalando a la mascota de Charlotte.

Por un rara razón Jim era alergico a los perros y cuando Estela estaba cerca se ponía muy mal, debiamos alejarla o él debía irse, una de dos.

- No, Estela , no me veas asi - Ella solo quería comer, puso una cara muy tierna que me convenció con unos ojitos de bebe,asi que tome un Begnes y lo lance lejos para que se fuera.

- ¿Como estas? - me dirigí a Jim, quien estaba sentado casi sin hacer nada.

- No tan bien. Lo siento Tiana, creo que tendre que irme - dijo sorbiendo su nariz.

¿En serio? ¿ Ahora? ¿Quien diría que hay personas alérgicas a los perros? He escuchado de personas que son alérgicas a los gatos o al maní, ¡incluso al glaseado de las magdalenas! Ah, ok, tal vez estoy exagerando. Pero nunca había conocido a una persona que fuera alérgica a los perros, y mucho menos a esa cosita tan hermosa como lo era Estela.

- ¿Crees que pueda irme a casa?- ¿irse? Suspiré, cerré mis ojos tratando de calmar mis nervios; no conocía a nadie en la fiesta, además de Lotte y su padre, y eso me hacía sentir extraña; aunque todos se ven y son muy amables. Claro era una fiesta de ricos y la única razón por la que estoy aquí es, porque soy la mejor amiga de la hija del dueño y debo encargarme de la comida que enamorará su futuro prometido.

- Está bien, vete a casa, te veo mañana en el trabajo - dije volviendo a la mesa.

Cuando Jim se marcho observe que Charlotte caminaba por las escaleras desesperada buscando algo.

Se veía hermosa, su vestido rosa, no se porque era fanática del color rosa; su cabello rubio, muy bien recogido en un gran moño alto y sus zapatos plateados. ¡Ah! se me olvidaba algo: su tiaraa perfectamente colocada en su cabeza frente al gran moño, que hacía que su cabeza se viera ovalada, pero es lo que a ellos, los ricos, les gusta.

- No Travis - oi decir a Charlotte, evadiendo al pobre chico, disfrazado de bufón, que quería bailar con ella.

- Pero, señorita Charlotte, me dijo en un rato hace dos horas - replicó el chico.

Charlotte se detuvo de su incesante caminar de izquierda a derecha, de derecha a izquierda sobre el penúltimo escalón y lo observo con cansancio.

- Travis, cuando una mujer dice en un rato, lo que quiere decir en realidad es jamás. - dio unos pequeños y suaves golpes con su abanico en la nariz del joven.

- Pero, señorita Charlotte...

- Anda y ve, ahi hay muchas chicas que mueren por bailar hasta el amanecer.

Decepcionado, el chico no tuvo otra opción que retirarse. En cuanto estuvo lejos, Lotte corrió hacia mi, me tomo por los hombros y se lanzó sobre las servilletas que tenía en mis manos.

- ¡Dame las servilletas! - tomó todas las que tenía.

- ¿Para que las quieres?

- Estoy sudando como langosta en una olla, ¿porque no ha llegado? se supone que deberia estar aqui ya. - dijo angustiada de la tardanza del principe y se desesperaba con cada minuto que pasaba y él no llegaba.

- Tal vez, solamente se ha retrasado un poco...

- Esto es injusto - y subió corriendo las escaleras - jamás consigo lo que deseo - y en todo eso la pequeña tiara plateada cayó en mis manos, sin mencionar que ella comenzó a llorar y a tirar todas las servilletas al suelo.

Llegamos arriba y seguia llorando. Creo que es una exageración de su parte decir que nunca consigue lo que quiere si su padre es millonario y tiene billetes por de más, no es de extrañarse al verla con un vestido o un sombrero nuevo cada semana.

- Solo tienes que tranquilizarte, no tardara en llegar.

Ella se detuvo y se preguntó si le habia pedido, con demasiada fuerza a la estrella del atardecer que le cumpliera su deseo de casarse con el príncipe.

- Por favor, por favor, ¿puedes? ¿ puedes? ¿ puedes....? - suplico a la estrella quien brillaba con esplendor en el cielo despejado.

Sonreí.

- Charlotte, esa estrella no te ayudara a ...

En eso unas trompetas sonaron en la parte de abajo. Ambas volteamos sorprendidas y vimos a un principe muy apuesto.

- Damas y caballeros, ante ustedes  el Principe Naveen.

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