Tabatha.

Bonita fantasía, ¿verdad?

Pero yo vivía en una torre de cristal con papá y tú vivías en una finca con mamá, en el pueblo a kilómetros de distancia. No podrías tomar tu corcel negro y cabalgar para venir en mi rescate, aunque yo siempre soñé que llegarías en un unicornio y convertirías mi día en algo extraordinario, totalmente fuera de lo normal.

Como aquella vez, cuando tenía once años, que te forcé a jugar a la Bella Durmiente. ¡Estaba obsesionada con ella! Decía que éramos idénticas y sabía que era verdad, al menos en apariencia. Para mí no era suficiente, quería vivir su historia. ¿Qué mejor forma que recreándola? Tenía once años y estaba un poco más chiflada que ahora, que aceptaras fue un milagro.

¡Saliste buen actor! ¡Hasta pareció que te divertiste! Eso sí... tardé unos diez minutos "dormida" hasta que te armaste de valor y seguiste con tu papel. No registré lo que sucedió, pero mi cuerpo si se petrificó. Entonces me gritaste preocupado y salí de la sorpresa. Fue la primera vez que sucedió algo extraordinario, totalmente fuera de lo normal: un niño me había besado.

Y corrí a decírselo a mis amigas.