¿Final?
Parker ha muerto.
En su ronda de reconocimiento de heridos, Viv y Gina han confirmado su defunción. Al final ha fallecido mientras Nueva York entera celebraba sus nuevas relaciones interurbanas en la calle, bajo un sol radiante, sin Divisoria que los separe ya jamás. Su mayor pesadilla le ha acompañado hasta la muerte.
Steven y yo subimos de nuevo al edificio en cuanto Viv nos lo comunica.
No es lo que yo quería, no deseaba su muerte, y más cuando ha tenido un atisbo de humanidad antes de cerrar los ojos. Al parecer se ha confesado con Gina.
La doctora nos espera en el propio salón presidencial.
—No se puede hacer ya nada por las personas que aguardaban para ser recipientes, sus cuerpos están vacíos, pero me ha dicho dónde podemos encontrar todos los estudios e informes que ha realizado a lo largo de estos diez años, sobre el ADN. Quería que tú personalmente los tuvieses.
Miro a Gina a los ojos cuando recibo de ella el mensaje. ¿Ha llorado? Supongo que ser mala persona no está reñido con ser un buen profesional al que echar de menos. Mira, después de todo, alguien lamentará la muerte de Parker.
—No quiero saber nada de eso. Destrúyelos.
—Son estudios que pueden servir…
—Para nada, Gina. Si ha tenido que morir gente inocente, no sirven de nada. Destrúyelos.
Gina me deja a solas para que me haga a la idea de la última voluntad de Parker, no tengo nada que pensar, no cambiaré de opinión.
Steven a mi lado me abraza, ha oído atento cada palabra. Está feliz y no por lo que le ha ocurrido a Parker, sino porque la destrucción de esos documentos supone un punto y final al legado que me dejó mi padre. Ahora más que nunca somos Jul y Steven, nada de cargos, nada de responsabilidades, nada de horarios impuestos para poder vernos. No al menos hasta que seamos padres y todo eso de los cargos, responsabilidades y horarios vuelvan. Sonrío, ¡qué poco nos queda para que llegue Liberty!
Steven me besa la frente, sé que está orgulloso de todo lo que he conseguido, perdón, hemos conseguido.
Tengo que decirle que ha sido gracias a él y a su apoyo, pero puedo esperar un poco más, me gusta que me haga sentir así de bien. Mimada. Steven me acaricia la barriga.
—Tengo algo que enseñarte. Estoy seguro que no has visto nada igual en tu vida, aquí en Manhattan —ríe como un niño pequeño a punto de abrir un regalo, y no sé por qué, si el regalo se supone que es para mí.
—No estoy de acuerdo. Si alguien tiene que enseñar algo al otro, esa soy yo. No hay nada que no conozca de aquí.
—Me juego contigo lo que quieras que aún te sorprendo.
¿Lo que quiera? Steven me besa para desconcentrarme, pero no lo consigue. Sé que ya he ganado de sobra. Han sido treinta y dos años admirando la belleza de Manhattan, cada ricón, cada esencia de ella, y Setven no va a venir a descubrirme nada nuevo.
—Hecho —le digo ofreciéndole mi mano. La aprieta con ganas y es cuando le digo mi apuesta—. Siete noches plenas en el norte. A solas.
Steven levanta una ceja. No está de acuerdo y sonrío por ello. Cuando se trata de ver las estrellas en el norte, soy yo quién las ve… uuuuna y otra vez.
Y no solo las del cielo.
No me deja saborear el momento de mi victoria. Steven tira de mi brazo y me sujeta por la cintura con la otra mano. Me sonríe. Saca la lengua en lo que parece que será un beso de los suyos. Pero no. Lame detenidamente el contorno de mis labios.
—Si gano yo, quiero una pelea como la del otro día.
Echo la cabeza hacia atrás y me río a carcajadas. ¡Que lástima que no vaya a poder ser! Me miro el vientre, y con eso hago que él también lo mire. Ahora soy yo la que levanto las dos cejas. Steven nunca pondría la vida de su hija en peligro.
—Me refería al final de la pelea. Justo cuando…
¿Final? ¿Quiere tenerme en el suelo, amarrada de brazos e imposibilitada por la cabeza para hacerme el amor… para que yo se la chu...? Descuelgo la mandíbula por el asombro.
—Sí, ese es precisamente el tamaño que necesito, mi amor.
—¿Qué? ¡Serás pervertido! —le digo con una sonrisa acompañada de un suave puñetazo en su pecho.
—¡Oh, venga Julia! Le has pedido siete noches en el desierto del norte ¿quién es el pervertido de los dos? Todos sabemos a lo que se va allí.
—¡¡Whesley!! ¿Has estado oyendo nuestra conversación?
Whesley está detrás de Steven. Lo veo por encima de su hombro. Steven sonríe sin volverse a mirarlo.
—No es mi culpa que os llevéis todo el día pensando en lo mismo. Estáis en público.
No, no lo estamos, seguimos en el salón presidencial. Miro la puerta ¡Que horror! ¿No estaba bloqueada? Mis amigos tienen que dejar esas costumbres de sabotear los dispositivos de entrada ahora que podemos llamar a cualquier puerta.
Hundo mi cara en el pecho de Steven. ¡Qué vergüenza! Whesley tiene razón. No hago más que desear a Steven, y a él le pasa igual conmigo. ¿Estamos enfermos? Golpeo suavemente su pecho con la frente, en golpecitos pequeños y rítmicos, tengo que sacar de mi cabeza la idea de querer estar todo el día en la cama con él.
Steven levanta mi barbilla con el indice.
—No tienes de qué avergonzarte, porque a mí me pasa lo mismo y me va a ocurrir cada día de mi vida, Jul. Y cuando ya no pueda ni con mi cuerpo —me guiña un ojo antes de seguir— tomaré Apirelina de tercer grado si hace falta.
¡Joder, no puedo quererlo más!
Me besa sin importarle Whesley, o todo el que quiera mirar a través de la puerta abierta.
Nuestro amigo no solo ha venido a jodernos el momento “apuesta”. Carraspea un poco para llamar nuestra atención.
—Es la hora, Steven, las ocho y cuarto de la tarde, como me pediste.
No entiendo.
Ya se han organizado las primeras guardias del nuevo Comité de Seguridad Urbano, junto con los cientos de voluntarios que van a atender necesidades de salud y alimentos de antiguos suburbanos. Se ha movilizado todo el transporte disponible para llevarlos de regreso a sus casas para la noche, y organizado horarios para días posteriores, y se ha puesto en funcionamiento las diferentes industrias que faciliten nuevos puestos de trabajo con las distintas entrevistas para ocuparlo. No tenemos tiempo que perder para levantar Nueva York.
También se ha emitido un Informe especial para comunicar el día en el que serán las primeras elecciones libres demócráticas de esta nueva era con la lista de candidatos abierta a todo el que quiera presentarse. Y no nos hemos olvidado tampoco de las personas en las cámaras de conservación. Se les ha organizado un entierro, para la mañana siguiente, bajo las ruinas de Central Park. Ahora que el sol sale en Manhattan cubrirá de vida a todas esas personas que perdieron la suya por vivir en la isla.
Entonces no entiendo, ¿para qué Steven le pidió que lo avisara?
Él ha dejado su comisionado, yo, el principado, ¿qué importa que sean las ocho y cuarto si no tenemos nada pendiente que hacer hoy? Hemos decido fundar un cuerpo humanitario que salve vidas en los posibles incendios, inundaciones y catástrofes varias, Steven lo dirigirá, yo entrenaré a su gente. Pero eso será cuando regresemos de nuestras vacaciones en el norte.
Steven le da las gracias a Whesley por el aviso. Me coge la mano, me pide con cariño que le acompañe y salimos del salón para entrar en un ascensor que programa para la planta baja.
—Me tienes intrigada.
—Esa es la idea si quiero ganar la apuesta.
—¿Y tiene que ser ahora?
—Tú eliges, ahora o dentro de seis meses.
—Sabes que no tengo paciencia.
—Lo sé. —Y me besa antes de que el ascensor se abra.
Al llegar al vestíbulo, aún se nota la resaca de la unión. Nadie de mi anterior Comité de Seguridad quiere abandonar el edificio. De repente todos aplauden en mi presencia. No falta ni uno, o eso creo. Los ojos se me han empañado de lágrimas. Esto no es necesario cuando ya no soy la Princesa, supongo que es un reconocimiento por mí, por Julia.
Viv, como siempre, se acerca a pellizcarme las mejillas. Acepto cada apretón sin rechistar. Quiero a esta mujer, será una gran tía abuela.
Las chicas, a lo lejos, me saludan con la mano en esos saltitos tan caracteristicos suyos, hasta Elisse está con ellas, ya despierta.
Steven me sostiene con el brazo por la cintura, de no hacerlo ya me habría caído de la emoción. Siguen los aplausos. Whesley me guiña un ojo desde su posición y me manda un beso con la mano mientras la sopla. ¡Qué enorme persona es mi grandullón!
Soplo yo, para ver si así paro de llorar.
¿Qué? Hotaru se inclina a mi paso para saludarme. Le sonrío. Naoko esta vez está más ocupada besando a Travis. Le digo a Steven que los mire, y cuando lo hace me sonríe y me besa él.
Conseguimos llegar a la puerta, donde me espera lo mejor. Rivera ha quitado el dispositivo y es él quien la sostiene abierta para que salgamos. Estrecha la mano de Steven y me besa la mejilla aprovechando un descuido de él. Me río de su atrevimiento, por eso me echo a sus brazos para darle personalmente las gracias. Rivera ríe también en mi oído, creo que ve la cara de disgusto que tiene que tener Steven.
Cuando le suelto, sigo a Steven al exterior. No me he dado cuenta hasta ahora que hemos salido, pero todos nos siguen a la calle 34th. ¿Qué ocurre ahí afuera para movilizar a más de doscientas personas detrás de nosotros?
Steven me sitúa en mitad de la calle. En cuanto el tráfico se restablezca en la isla le será imposible repetir semejante disparate. Cuando todos llegan junto a mí, Steven toma con ternura mis manos, las besa y me hace girar a la izquierda, al oeste.
¡No! ¡No tengo palabras!
Me tapo la boca y niego lo que ven mis ojos. Es precioso. Lo que estoy viendo parece increíble. La puesta de sol más bonita y espectacular que he visto y que veré nunca se está dando delante de mí, através de los edificios de la avenida. El sol está a mi altura.
Steven gira mi cabeza hacia él en un gesto de cariño. Quiere mirarme a los ojos.
—Este es el atardecer que te corresponde a partir de ahora y quiero que lo marques de nuevo en tu cuerpo con tinta, para que no lo olvides nunca.
—Sí, sí lo haré —le digo con palabras, con el movimiento de mi cabeza y con besos por toda su cara.
El sol continúa su descenso. El color naranja me ciega un poco, pero distingo perfectamente la gran bola de fuego. No sabía que se podía ver aún cosas tan bonitas como estas en Manhattan. Y Steven me ha dado el mejor atardecer de mi vida.
Ha ganado. Al final resulta que sí, que “tendremos que pelear” como a él le gusta.
~~~~~~~~~~🖤🖤🖤🖤🖤~~~~~~~~~~
Ojalá y os haya gustado. Le tengo un cariño especial a este libro porque lo escribí en un momento igual de especial e importante para mí. He confiado en él desde que lo pensé y no puedo sentirme defraudada por el resultado.
Este maravilloso mundo, creado para un amor tan grande como el de Jul y Steven, no podía desaparecer para siempre, no me lo perdonaría. Ya no se tratará de Suburbe o Eliturbe, de miserias o libertad, todo eso quedó en el olvido, pero sí se puede hablar de Nueva Urbe. Por supuesto, un escenario tan hermoso e increíble como este, será testigo de otro gran amor en:
LA SONRISA DEL ÁNGEL
Si has llegado hasta aquí y quieres conocer a la pareja protagonista, solo tienes que pedírmelo en un comentario. ⭐??
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro