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Capítulo 8

Steven me obliga a separar las manos de los oídos, empleando su fuerza, y me dice muy tranquilo:

     —No lo sé, Jul, no te puedo contestar a eso. Esperaba que tú al recobrar la memoria me dijeras a mí. Has estado llamándome Parker desde que despertaste en la clínica y no he querido sacarte del error, podrías llegar a rechazarme.

     ¿Por qué?, ¿por qué iba a hacerlo, si tan segura estoy de que le amo? Le bastaba con decirme su nombre, ese jamás lo olvidaré.

     Esta vez la imagen de Steven perdura algo más en mi consciente, haciéndose real. Su pelo corto y sus ojos oscuros no desaparecen y  en cambio Parker, con su melena rubia y el turquesa de sus ojos, se ha esfumado de mi vista, ¿o tal vez deba decir de mi cabeza? Ya no lo sé. 

     Acaricio su cara con cariño y me descubro a punto de volver a llorar, emocionada, porque no puedo amar más a este hombre que tengo delante. Entregado a mí. 

     Y yo lo amo, estoy segura al sentir mi corazón latiendo enfurecido por él. 

     Steven respira nervioso, seguro y espera mi próxima respuesta, impaciente. 

     Está desnudo y veo ese cuerpo moreno que esta semana me ha tenido desquiciada. ¿Moreno?  

     ¡Ay, no, por favor! ¿Moreno?

     No puedo dejar de mirar en él algo que no encaja. Es moreno. Abro aún más los ojos asustada. Tiene una cicatriz en la ceja y una marca de tinta en el hombro. ¡¡Y es moreno!!

     —Eres suburbano de verdad. ¡Oh, joder! Eres suburbano, y no es un sueño.

     Me levanto y corro hacia la habitación dejándolo solo. Tengo que alejarme de él.

     Tropiezo un par de veces, pero no dejo que eso me detenga para salir de la habitación, aunque vaya a hacerlo desnuda.

     Acabo de acostarme con un suburbano sin protección alguna. Si el Informe de Urbes no miente y los suburbanos no están inmunizados como nosotros, me ha podido contagiar cualquier enfermedad, y a saber si no es mortal.  

     Sé que no debo reaccionar así a la desesperada, porque amo a Steven, lo sé, lo siento en mí, ¡pero es que es suburbano y no puedo evitar rechazarlo! 

     Toda mi vida me han dicho que Suburbe es peligroso, que nos odian, ¿por qué tendría que ser diferente ahora y creer que son buenos?, ¿porque yo amo a uno de ellos?

     —No huyas de mí, Jul, no voy a hacerte daño, Princesa.

     Me gusta que Steven me llame princesa. Así que no llego a irme del todo, con esa simple palabra me detiene en mi huida. 

     Entonces, ¿a qué espero para darme la vuelta? , es Steven quien me lo pide.

     Confío, confío en él y eso es suficiente para darle una oportunidad. No fue un sueño. He estado en Suburbe y en ningún momento me he sentido amenazada como nos ha hecho ver la Élite a lo largo de nuestra historia, cada noche, a todas horas. Que luego yo quiera mantener relaciones con Steven no tiene que ser un problema para nadie más que para mí. 

     Y él no me hará nada, estoy segura. 

     Me giro y no dejo de sentirme mal al verlo allí en medio de la habitación, de brazos caídos y suplicando con su mirada que no le deje, que no me vaya. Que me ama como yo lo amo a él. 

     Este hombre despierta en mí algo que no sé definir. Siento que no quiero alejarme de él, que mi cuerpo reclama su contacto. Necesito tenerle cerca.

     Steven se arrodilla derrotado al ver que no le busco. 

     Y antes de que pueda hablar y me pida otra vez que regrese, sin saber por qué, corro al suelo junto a él.  

      Steven me espera con los brazos abiertos y yo me encierro en ellos. Me besa. Me besa por toda la cara, sin olvidar ojos, nariz y frente, mientras yo, como una idiota, rompo otra vez a llorar.

     —Te he echado de menos, Jul, no me dejes nunca. —Los labios de Steven secan mis lágrimas—. Me has asustado, creí que te ibas. Perdona por haber reaccionado así en la cama, pero necesitaba hacer que tus recuerdos volvieran, que me vieras a mí y no a él.

     —Sé que te amo, Steven, eso es todo cuanto puedo recordar. Ahora no me pidas más.

     —Me es suficiente con eso, mi amor. Te ayudaré con el resto, no lo dudes —me dice cuando me besa.

     No me importa que sea suburbano, es Steven, y con eso me basta. Confío en él. Me separo de su cuerpo y toco el dibujo que tiene marcado. La marca no es nada bonita, no tiene colores, da miedo incluso mirarla fijamente.

     —¿Qué es? —pregunto sin dejar de tocarlo.

     —Una mariposa.

     —¿Qué es una mariposa?

     Seguro que me habrá contado ya la historia, y espero pertenecer a ella, pero ahora voy a tener que ponerme al día si es el hombre que amo, y tenerlo desnudo frente a mí puede ser la mejor oportunidad para que me desnude su alma. 

     —Es un insecto, el que más te gusta de Suburbe, por su ciclo corto de vida. Es así cómo nacemos, crecemos y morimos.

     Vaya, tiene razón, eso es lo que pienso. Soy humana y como tal, moriré. No podemos pretender alargar una vida que no nos pertenece, nuestro cuerpo se deteriora y debemos dejarlo morir. 

     —Es un animal… —le digo mientras lo acaricio con una sonrisa.

     Hace años que los animales desaparecieron de Eliturbe, más concretamente, desde que vivímos confinados bajo la Divisoria. 

     —Sí, y en Suburbe hay cientos de especies que si me dejas, te voy a ir mostrando poco a poco. 

     Steven me besa. Yo sonrío, creo que me gustarán los animales de Suburbe que ya me gustaban antes.  

     —¿Y por qué es negra, y tan fea?

     Steven sonríe.

     —Porque es así como me hace sentir la Élite, un bicho raro al que aplastar. Lleno de oscuridad por dentro y por fuera. Y yo no quiero olvidarlo, no antes de que todo esto  de la división acabe.

     —¿Crees que acabará algún día?

     —Más pronto de lo que esperan, ya lo verás. Tú también tenías uno. Aquí.

     Steven señala la línea de mi pubis sin contener una caricia sobre él.

     —Una puesta de sol —continúa diciendo, sin dejar de mirar la zona que acaricia.

     —¿Por qué eso?

     —Tenías que elegir entre el amanecer o el atardecer de los que careces en Eliturbe. Escogiste la caída del sol que da paso a la noche estrellada de Suburbe. Te encanta pasar las noches allí conmigo. —Y ahora me guiña el ojo.

     —¿En serio? Debía de gustarme mucho para pintarme la piel —le digo yo intentando recordar lo que se siente al ver el sol aparecer y desaparecer por el horizonte que la Divisoria no nos deja ver aquí.

     —No más que los besos que yo te daba en él.

     Puedo imaginármelo venerando mi tatuaje como ha hecho un rato antes con todo mi cuerpo. Me excito de nuevo.

     —¿Cómo somos juntos, Steven?

     Él sonríe y vuelve a besarme. Le ha gustado mi pregunta y el giro que busco en nuestra conversación. Solo nosotros, el resto de la Urbe no importa. 

     Sin soltarme, se levanta del suelo y me conduce de vuelta a la cama. Me abraza y me cobijo en su pecho.

     —Somos una pareja demasiado explosiva, fuerte y comprometida. —Le miro asombrada—. ¿Qué pasa, no te lo crees? Pues sí que lo somos, Princesa, esos términos nos describen perfectamente.

     A ver, verás, que no me sorprende tanto que seamos explosivos, fuertes o comprometidos como que seamos pareja. ¿He elegido a un suburbano para tener descendencia? Eso bajo ley penal de Eliturbe debe de ser algo así como una condena de por vida en las catacumbas.

     —¿Pareja, nosotros?

     Trago saliva, no quiero pensar en el horror de las catacumbas, ¿Por qué sé como son las catacumbas? Aparto las imágenes que se quieren meter en mi cabeza de esos pasadizos oscuros, sucios y malolientes, y me concentro en Steven.

     —Sí. Te conocí hace cuatro años, cuando ingresé en el Comité de Seguridad y empecé a cruzar la Divisoria. Aunque no fue hasta meses después que me atreví a dar ese paso tan importante. Nos separaban ambos mundos, pero mereció la pena hacerlo, ¿no crees? 

     Me río y sé que ha sentido mi sonrisa en su pecho, porque de inmediato me acaricia la mejilla.

     —¿Yo ya te quería entonces?

     —¡Oh, sí, por supuesto! —Steven se ríe. Sé que recuerda algo que yo no puedo—. Desde el primer día que me viste. Y eso hizo que me decidiera yo.

     —¡Mmm! Así que fui yo. Eso significa que soy persuasiva.  

     —Es lo único que me gusta de tu sangre eliturbana, tu poder de convicción.

     Steven  tiene nuestras diferencias presentes. Es bueno saberlo. Si él intenta acabar con ellas con su amor por mí, eso me anima a hacer lo mismo. 

     No volveré a asustarme de que sea un suburbano nunca más, el hombre que amo es de Suburbe y es lo mejor que me ha podido pasar para desvincularme de Eliturbe para siempre, no lo  siento mi hogar. 

     ¡Qué se joda la Presidencia y sus elitistas normas de  mestizaje, porque voy a luchar por Steven!

     Horas después, no falta mucho para que amanezca, Steven se marcha antes de que Parker regrese. Al parecer hemos tenido una bonita historia, dura en su comienzo por culpa de los tabúes de ambos mundos, pero bonita al fin y al cabo si hemos llegado hasta aquí. Y algún día la recordaré por mí misma, lo juro. Hasta entonces, disfrutaré de todo cuánto Steven me vaya descubriendo, como ya hiciese con el cruce de la Divisoria. Quiero cruzar con él cada día de mi vida a Suburbe y ser libre, aunque para ello tenga que convertirme en una mariposa negra y fea. 

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