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Capítulo 5


Gracias por haber llegado hasta aquí 🖤 con tu apoyo y tus votos.
     Tal vez ahora todo empiece a cobrar su sentido y a tomar lugar en mi cabeza confundida. Tal vez ahora vea la luz donde no hay más que sombras, en mis sueños y recuerdos.
     Tal vez quieras ayudarme a descubrirlo.
🖤Un saludo, y mil gracias de nuevo :
Julia Klarence.

     Todo ha sido un sueño, estoy segura.

     Estoy a salvo en casa, acabo de despertar en mi cama.

     Recuerdo que la última noche que discutí con Parker hablamos de la Divisoria y mi cabeza ha debido mezclar conversaciones. Eso tiene que ser. Mis fantasías nocturnas con el desconocido de pelo oscuro y el Informe de Urbes que tanto sentimiento me da cada vez que lo veo, hicieron lo demás.

     Miro la hora, Parker estará por llegar. Ojalá no lo vea porque no quiero otra discusión, porque no dudo de que defienda a muerte a Suburbe esta vez de él.

     Pero no tengo el destino de cara.

     Parker entra a mi dormitorio sin ser invitado. Su cara de enfado hace que me cubra con las sábanas para tapar mi cuerpo casi desnudo.

     Ahora me queda todo muy claro, idealizo a un Parker simpático y preocupado por Suburbe en sueños en los que creo estar despierta.

     —Me voy a una reunión. Aquí tienes tu medicina, no te olvides de tomar la amarilla en el desayuno.

     —Podrías ser un poco más amable, ¿no? —le digo al recoger las pildoras, las ha tirado sobre mi cama.

      —No estoy de humor, Julia, ni si quiera para discutir contigo.

      Extraño. Eso es algo que siempre atrae a Parker de mí, la manera en que salto a sus insultos. Lo dejo correr, yo tampoco estoy de ánimos. He descubierto que todo ha sido un sueño. Desde ese desayuno, que no he debido de tomar junto a él, en realidad, hasta mi absurdo desmayo en Suburbe.

     —Y no te tapes, no tienes nada ahí debajo que yo no haya visto antes, recuerda lo que mis manos han hecho por ti.

     ¡Será imbécil!

     Miro las pastillas cuando se marcha. ¡Va listo si espera que me las tome! Y por cierto, a la amarilla que le den, no recuerdo si quiera haberme tomado la de esta mañana, así que, ¿qué más da si lo hago al día siguiente o no? ¡Si voy a acabar alucinando de todas formas!

     Cuando creo que me ha dejado a solas, Parker regresa y oigo cómo entra en su habitación. Me puede la curiosidad, necesito saber qué ha sido tan importante para hacerle volver a casa. Esto no me lo pierdo.

     Me levanto y salgo al pasillo de las habitaciones tras ponerme algo por encima, no va a verme desnuda nunca más. Pego la oreja a la puerta, está buscando algo. Puedo oír como se abren y cierran cajones y puertas, sin sentido.

     El ego de Parker es tan enorme que con poner NOVAVITA en la placa de su puerta, esta se abre sin complicación. ¡Menudo código de seguridad si hasta yo misma he sido capaz de averiguarlo!

     —¿Por qué has regresado?

     No se enfada, no me echa de la habitación y no me insulta para que yo misma me vaya para no oírle, al contrario, me mira más allá de la camiseta que llevo puesta y que deja mis piernas al aire. Una mirada que abrasa.

     —Contesta —me acerco a él para intimidarle, como si pudiera lograrlo con el metro ochenta que parece medir ahora—. Venga, Parker, estoy hartándome de todo esto. No diferencio ya cuándo estás de humor o cuándo no lo estás. Acabas de ser bastante desagradable conmigo, y sí, ya sé que no debería de extrañarme porque has sido así los últimos años. Pero luego has regresado, y aunque te encierres en tu habitación, sé que lo has hecho para que no pase la noche sola, ¿tengo razón o no? —Parker me mira callado, le doy un golpe en el hombro para que me diga algo—. Habla de una maldita vez, ¿tengo o no razón, y estás aquí por mí?

     —Todo lo que hago es por ti.

     Me deja helada, jamás hizo nada antes que no fuera aprovecharse de mi sangre eliturbana.

     —Demuéstramelo. —Y no sé por qué demonios le pido tal cosa. Levanto la cara y espero.

     Y espero.

     Hasta que en un arrebato Parker me besa, y mientras lo hace me arroja a la cama.

     Siento el peso de su cuerpo y me empiezo a excitar. Me gusta estar así con él, sintiendo sus labios apasionados en los míos y sus manos por debajo de mi camiseta tratando de alcanzar mis pechos, que sin permiso, masajea una y otra vez cuando lo consiguen. Excitándome, provocando mis gemidos.

     No me importa, lo necesito. Me urge su contacto en mi piel.

     Sus manos abrasan mi cuerpo en su recorrido y derriten mi interior hasta que sin ninguna duda me humedezco. Cierro los ojos y me recreo en ese roce, en esas manos que pueden hacerme perder el control sin más. Las siento ya dentro de mí, con cada caricia que sus dedos largos y finos me provocan.

     Ya no hay marcha atrás, y yo no quiero impedirlo así sea Parker.

     Porque es igual de bueno que cuando sueño con el hombre de cada noche, solo que esta vez el hormigueo que siento es tan real que puede ponerme el vello de punta mientras mi interior recibe latigazos de placer.

     Si quiere tocarme, que lo haga, si con eso va a acabar haciéndome el amor, que me toque.

     Que me acaricie, que me bese, y que me de todo lo que su miembro duro, en contacto con mi cadera, está deseando salir a darme.

     Yo le pondré otra cara. Una desconocida que me hace sentir bien.

     —No me puedo controlar, Jul —me dice con una voz que ya no le reconozco. Emplea un tono impaciente y agitado que me es muy familiar—, y no sé si estarás bien.

     —Claro que sí. Por favor, sigue.

     Jamás creí decirle nada igual a Parker, pero la fogosidad que me está demostrando tiene la culpa. Él arde por mí, por estar dentro de mí. A la mierda el pacto, lo rompo en este momento.

     Que me toque, que me bese, ¡que me penetre de una vez!

     Abro los ojos y me encuentro con los suyos llenos de deseo. Más oscuros que nunca. Negros. Húmedos en un llanto silencioso.

     Mi cabeza es mejor de lo que pensaba, no solo imagino, sino que puedo ver completamente a ese hombre que es mi locura.

     Respira igual de inquieto que yo. Se ha tomado un segundo para observarme. Sonríe, ¿se lo está pensando todavía y no se decide a tomarme?

     Agarro su cuello para que me bese, ha demostrado ya que no se puede contener a mis labios y eso hará que no tenga más dudas.

     Rodeo su cintura con mis piernas y le hago descender hacia mí. Apoya ambas manos a los lados de mi cabeza.

     —Necesitaba tanto tenerte, Jul —dice al quitarme la ropa interior, con una sonrisa tímida. Despacio, mientras yo le ayudo impaciente.

    Es todo tan perfecto como cuando que estoy entre sus brazos en mis sueños.

     Cuando me ha desnudado por completo admira, encantado, cada rincón de mi cuerpo antes de besarlo palmo a palmo.

     Me está atormentando la demora, y si no detiene esa maldita lengua que ahora quiere hacerse con mis pechos, va a obtener de mí un orgasmo sin que llegue a desnudarse él siquiera. Le meto prisa para que lo haga, su pantalón ya nos molesta demasiado. Se ríe de mi impaciencia. Se levanta y se lo quita él mismo, permitiendo que me deleite con su belleza al tiempo que cae su pantalón al suelo.

     Lo aguardo con las piernas abiertas, ansiosa como nunca.

     —Vamos, Steven —digo en un susurro que no puedo contener.

     ¡Mierda!

     Con un nombre que no es el suyo, acabo con cualquier recuerdo absurdo de Parker. Confío en que no haya acabado también con su erección.

     Pero entonces, me penetra.

     No solo ha pasado mi error por alto, sino que le estimula a dar mayor empuje. Se ríe, y es de felicidad, lo sé porque me besa la frente.

     Ahora lo entiendo.

     Steven es el que me está haciendo el amor, con arremetidas lentas y pausadas, pero a la vez intensas, que hacen que mi cuerpo se estremezca de placer. Parker, no.

     Ahora lo sé.

     Sé que amo a Steven desde siempre, con total desesperación. Que deseo sus manos en ardientes caricias sobres mis pechos o su boca al saciarse de la mía, y que necesito esos movimientos suyos que hacen que estalle de pasión entre mis piernas.

     Steven ya no es para mí ningún desconocido, me ha hecho el amor muchas veces, más de las que puedo recordar, y no solo en sueños.

     ¿Me estoy volviendo loca?

     Porque aunque el rostro del hombre que me enloquece, al llegar al límite de mi orgasmo, es el de Steven, segundos después, y cuando él también ha terminado, es el cuerpo de Parker el que se retira de mí.

     Los ojos se me empañan de lágrimas y salgo corriendo al baño donde me encierro.

     No quiero mirarlo a la cara, no sabiendo que amo a Steven y que de alguna manera lo que ha ocurrido en esa cama ha sido una traición a ese recuerdo. A ese hombre que amo.

     Me limpio con horror la huella de Parker que cae por mis piernas. Pero no puedo vomitar, no quiero tampoco.

     Me siento en el retrete, nerviosa, confundida. Quiero que mi cabeza vuelva a ser la misma, no puedo controlarla en esta dualidad.

     —Abrir —oigo que grita al otro lado de la puerta, se me ha olvidado bloquearla y Parker la abre.

      Y cuando entra, el que está frente a mí no es otro que Steven de nuevo, que se arrodilla a mis pies asustado.

     Tienen que dejar de aparecer y desparecer de mi vista, porque está claro que es solo un hombre ¿pero cuál de los dos es?, ¿cuál de ellos me ha hecho el amor?

     —Jul, mírame, soy yo, Steven. Siempre he sido yo, mi amor.

     Me tapo los oídos, es todo cuanto se me ocurre para no oír a Steven llamarme “mi amor”. Pero no es suficiente, le oigo, y habla asustado.

     —He sido un inconsciente ¡Mierda! ¿Qué he hecho? Mírame, por favor.

     Estoy teniendo una crisis, eso es. He tenido un accidente que me ha tenido en cama dos meses, y es algo de lo más normal, ¿verdad?

     No.

     No es normal si no han jugado con mi cerebro, previamente, confundiendo mis recuerdos. Porque sé que amo a Steven, no tengo dudas, ni de mi amor por él, ni del suyo por mí.

     Pero un detalle se me escapa. ¿Quién coño es Steven?

     —¿Qué me ocurre? ¿Qué me pasa? ¿Por qué estoy loca, joder?

     Necesito respuestas, y seguiré preguntando hasta que dé con ellas.

     Steven me obliga a separar las manos de los oídos, empleando su fuerza, y me dice muy asustado:

     —No lo sé, Jul, no te puedo contestar a eso. Esperaba que tú al recobrar la memoria me dijeras a mí. Has estado llamándome Parker desde que despertaste en la clínica y no he querido sacarte del error, podrías llegar a rechazarme.

     ¿Por qué?, ¿por qué iba a hacerlo si tan segura estoy de que le amo? Le bastaba con decirme su nombre, ese jamás lo olvidaré.

     Esta vez la imagen de Steven perdura algo más en mi consciente, haciéndose real. Su pelo corto y sus ojos oscuros no desaparecen y  en cambio Parker, con su melena rubia y el turquesa de sus ojos, se ha esfumado de mi vista, ¿o tal vez deba decir de mi cabeza? Ya no lo sé. 

     Acaricio su cara con cariño y me descubro a punto de volver a llorar, emocionada, porque no puedo amar más a este hombre que tengo delante. Entregado a mí. 

     Y yo lo amo, estoy segura al sentir mi corazón latiendo enfurecido por él. 

     Steven respira nervioso mientras espera mi próxima respuesta, impaciente. 

     Está desnudo y veo ese cuerpo moreno que esta semana me ha tenido desquiciada. ¿Moreno?  

     ¡Ay, no, por favor! ¿Moreno?

     No puedo dejar de mirar en él algo que no encaja. Es moreno. Abro aún más los ojos asustada. Tiene una cicatriz en la ceja y una marca de tinta en el hombro. ¡¡Y es moreno!!

     —Eres suburbano de verdad. ¡Oh, joder! Eres suburbano y no es un sueño.

     Me levanto y corro hacia la habitación dejándolo solo. Tengo que alejarme de él.

     Tropiezo un par de veces, pero no dejo que eso me detenga para salir de la habitación, aunque vaya a hacerlo desnuda.

     Acabo de acostarme con un suburbano sin protección alguna. Si el Informe de Urbes no miente y los suburbanos no están inmunizados como nosotros, me ha podido contagiar cualquier enfermedad, y a saber si no es mortal.  

     Sé que no debo reaccionar así a la desesperada, porque amo a Steven, lo sé, lo siento en mí, ¡pero es que es suburbano y no puedo evitar rechazarlo! 

     Toda mi vida me han dicho que Suburbe es peligroso, que nos odian, ¿por qué tendría que ser diferente ahora y creer que son buenos?, ¿porque yo amo a uno de ellos?

     —No huyas de mí, Jul, no voy a hacerte daño, Princesa.

     Me gusta que Steven me llame princesa. Así que no llego a irme del todo, con esa simple palabra me detiene en mi huida. 

     Entonces, ¿a qué espero para darme la vuelta?, es Steven quien me lo pide.

     Confío, confío en él y eso es suficiente para darle una oportunidad. No fue un sueño. He estado en Suburbe y en ningún momento me he sentido amenazada como nos ha hecho ver la Élite a lo largo de nuestra historia, cada noche, a todas horas. Que luego yo quiera mantener relaciones con Steven no tiene que ser un problema para nadie más que para mí. 

     Y él no me hará nada, estoy segura. 

     Me giro y no dejo de sentirme mal al verlo allí en medio de la habitación, de brazos caídos y suplicando con su mirada que no le deje, que no me vaya. Que me ama como yo lo amo a él. 

     Este hombre despierta en mí algo que no sé definir. Siento que no quiero alejarme de él, que mi cuerpo reclama su contacto. Necesito tenerle cerca.

     Steven se arrodilla derrotado al ver que no le busco. 

     Y antes de que pueda hablar y me pida otra vez que regrese, sin saber por qué, corro al suelo junto a él.  

      Steven me espera con los brazos abiertos y yo me encierro en ellos. Me besa. Me besa por toda la cara, sin olvidar ojos, nariz y frente, mientras yo, como una idiota, rompo otra vez a llorar.

     —Te he echado de menos, Jul, no me dejes nunca. —Los labios de Steven secan mis lágrimas—. Me has asustado, creí que te ibas. Perdona por haber reaccionado así en la cama, pero necesitaba hacer que tus recuerdos volvieran, que me vieras a mí y no a él.

     —Sé que te amo, Steven, eso es todo cuanto puedo recordar. Ahora no me pidas más.

     —Me es suficiente con eso, mi amor. Te ayudaré con el resto, no lo dudes —me dice cuando me besa.

     No me importa que sea suburbano, es Steven, y con eso me basta. Confío en él. Me separo de su cuerpo y toco el dibujo que tiene marcado. La marca no es nada bonita, no tiene colores, da miedo incluso mirarla fijamente.

     —¿Qué es? —pregunto sin dejar de tocarlo.

     —Una mariposa.

     —¿Qué es una mariposa?

     Seguro que me habrá contado ya la historia, y espero pertenecer a ella, pero ahora voy a tener que ponerme al día si es el hombre que amo, y tenerlo desnudo frente a mí puede ser la mejor oportunidad para que me desnude su alma. 

     —Es un insecto, el que más te gusta de Suburbe, por su ciclo corto de vida. Es así cómo nacemos, crecemos y morimos.

     Vaya, tiene razón, eso es lo que pienso. Soy humana y como tal, moriré. No podemos pretender alargar una vida que no nos pertenece, nuestro cuerpo se deteriora y debemos dejarlo morir. 

     —Es un animal… —le digo mientras lo acaricio con una sonrisa.

     Hace años que los animales desaparecieron de Eliturbe, más concretamente, desde que vivímos confinados bajo la Divisoria. 

     —Sí, y en Suburbe hay cientos de especies que si me dejas, te voy a ir mostrando poco a poco. 

     Steven me besa. Yo sonrío, creo que me gustarán los animales de Suburbe que ya me gustaban antes.  

     —¿Y por qué es negra, y tan fea?

     Steven sonríe.

     —Porque es así como me hace sentir la Élite, un bicho raro al que aplastar. Lleno de oscuridad por dentro y por fuera. Y yo no quiero olvidarlo, no antes de que todo esto  de la división acabe.

     —¿Crees que acabará algún día?

     —Más pronto de lo que esperan, ya lo verás. Tú también tenías uno. Aquí.

     Steven señala la línea de mi pubis sin contener una caricia sobre él.

     —Una puesta de sol —continúa diciendo, sin dejar de mirar la zona que acaricia.

     —¿Por qué eso?

     —Tenías que elegir entre el amanecer o el atardecer de los que careces en Eliturbe. Escogiste la caída del sol que da paso a la noche estrellada de Suburbe. Te encanta pasar las noches allí conmigo. —Y ahora me guiña el ojo.

     —¿En serio? Debía de gustarme mucho para pintarme la piel —le digo yo intentando recordar lo que se siente al ver el sol aparecer y desaparecer por el horizonte que la Divisoria no nos deja ver aquí.

     —No más que los besos que yo te daba en él.

     Puedo imaginármelo adorando mi tatuaje como ha hecho un rato antes con todo mi cuerpo. Me excito de nuevo.

     —¿Cómo somos juntos, Steven?

     Él sonríe y vuelve a besarme. Le ha gustado mi pregunta y el giro que busco en nuestra conversación. Solo nosotros, el resto de la Urbe no importa. 

     Sin soltarme, se levanta del suelo y me conduce de vuelta a la cama. Me abraza y me cobijo en su pecho.

     —Somos una pareja demasiado explosiva, fuerte y comprometida. —Le miro asombrada—. ¿Qué pasa, no te lo crees? Pues sí que lo somos, Princesa, esos términos nos describen perfectamente.

     A ver, verás, que no me sorprende tanto que seamos explosivos, fuertes o comprometidos como que seamos pareja. ¿He elegido a un suburbano para tener descendencia? Eso bajo ley penal de Eliturbe debe de ser algo así como una condena de por vida en las catacumbas.

     —¿Pareja, nosotros?

     Trago saliva, no quiero pensar en el horror de las catacumbas, ¿Por qué sé como son las catacumbas? Aparto las imágenes que se quieren meter en mi cabeza de esos pasadizos oscuros, sucios y malolientes, y me concentro en Steven.

     —Sí. Te conocí hace cuatro años, cuando ingresé en el Comité de Seguridad y empecé a cruzar la Divisoria. Aunque no fue hasta meses después que me atreví a dar ese paso tan importante. Nos separaban ambos mundos, pero mereció la pena hacerlo, ¿no crees? 

     Me río y sé que ha sentido mi sonrisa en su pecho, porque de inmediato me acaricia la mejilla.

     —¿Yo ya te quería entonces?

     —¡Oh, sí, por supuesto! —Steven se ríe. Sé que recuerda algo que yo no puedo—. Desde el primer día que me viste. Y eso hizo que me decidiera yo.

     —¡Mmm! Así que fui yo. Eso significa que soy persuasiva.  

     —Es lo único que me gusta de tu sangre eliturbana, tu poder de convicción.

     Steven  tiene nuestras diferencias presentes. Es bueno saberlo. Si él intenta acabar con ellas con su amor por mí, eso me anima a hacer lo mismo. 

     No volveré a asustarme de que sea un suburbano nunca más, el hombre que amo es de Suburbe y es lo mejor que me ha podido pasar para desvincularme de Eliturbe para siempre, no lo siento mi hogar. 

     ¡Qué se joda la Presidencia y sus elitistas normas de  mestizaje, porque voy a luchar por Steven!

     Al parecer hemos tenido una bonita historia, dura en su comienzo por culpa de los tabúes de ambos mundos, pero bonita al fin y al cabo si hemos llegado hasta aquí. Y algún día la recordaré por mí misma, lo juro. Hasta entonces, disfrutaré de todo cuánto Steven me vaya descubriendo, como ya hiciese con el cruce de la Divisoria. Quiero cruzar con él cada día de mi vida a Suburbe y ser libre, aunque para ello tenga que convertirme en una mariposa negra y fea. 

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