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Capítulo 49

La terraza está despejada, no hay nadie en ella, de este a oeste desierta. No he estado acertada con mi intuición. 

     Regreso corriendo por donde he venido, y es cuando me acuerdo del enorme ego de Parker, pero también de su descomunal cobardía. Estará observándolo todo tras un cristal, a resguardo, nada de terrazas al aire libre. 

     ¡El mirador de la ciento dos! 

     —¡La planta de abajo! —grito a Steven, que se deshace de otros dos agentes del CAE. 

     Al fondo de él veo a los hermanos Nishi, que también me han oído porque levantan sus catanas para hacérmelo saber. 

     Bajo por las escaleras corriendo, y antes de abrir la puerta que da al pasillo, una unidad nueva del Orden sube por ellas para darme alcance en el mismo hueco. Me cogerán antes de que la puerta se abra del todo. 

     Los espero, impaciente. Respiro hondo, y apoyando mis manos en la barandilla y la pared, respectivamente, levanto mis piernas unidas para golpear en el pecho al primero de ellos, que en efecto dominó arrastra al resto de sus compañeros en su caída por los peldaños.

     Steven y Hotaru llegan hasta mí desde arriba.  ¿Y Naoko? No puedo lamentarme por su ausencia, tengo que buscar la salida al observatorio.

     —Te cubro, cariño, continúa. —A Steven le da tiempo a sonreírme antes de que me vaya. 

     Y entonces salen al pasilo detrás de mí. 

     Beso a Steven y corro hasta dar con una puerta que me oculta de la unidad de hombres del orden que se acercan a nosotros. Sé que se trata de un salón que carece de muebles. Pero no de otras salidas al fondo. 

     Delante de mí hay varias puertas y me decido por la más alejada a la que he entrado. Corro tratando de no resbalar por el mármol recién pulido y derrapo en él con facilidad en cuanto freno. 

     La puerta desde el interior carece de bloqueo. 

     Para mi alivio salgo al pasillo de nuevo, esta vez a treinta metros por delante de la refriega que llevan a cabo Steven y Hotaru.  Se les acercan más unidades.

     Estaba en lo cierto. El CAE no protegería de esta manera una planta vacía, cuantos más hombres armados encuentre, más cerca estaré de Parker.

     Me quito de encima a un par de agentes nuevos evitando sus balas de ácido. El miedo a morir esta vez, me ha dado el valor y la astucia. He saltado al techo, desde donde yo les he disparado a ellos. 

     Es caer al suelo, ahora, y necesito golpear a otro que me esperaba tras una esquina. 

     No van a dejar que me acerque a Parker, y agradezco que Steven esté tan cerca ya de mí. 

     —¡Sigue, Jul, nosotros nos encargamos! 

     Comienza a clarear el día. La luz me llega a los ojos, estoy cerca de las enormes ventanas de cristal del observatorio. Sonrío a Steven y me decido a entrar. 

     Aminoro la marcha hasta caminar, sé que Parker me espera en algún lugar, no irá a ninguna parte.

     Si no he calculado mal desde que entramos por la 34th, estoy ahora en la cara norte del edificio. Recorro el mirador con la precaución de no exponerme a la barandilla de seguridad, porque en cualquier momento pueden hacer que traspasase el cristal con un empujón al vacío.

     Me detengo justo en la esquina noreste, y sin poder impedirlo, mi mano derecha empuña el arma que tengo oculta en la cadera. Creo que Amy se une a mí para acabar con Parker.

     Levanto ambas manos y doblo la esquina con las armas en alto. Apuntado sin perder los nervios. 

     Veo a Parker a lo lejos y me encamino a él.

     Está tranquilo, aparenta una extraña calma para saber que está siendo asediado, seguro que tiene una unidad del Comité Armado custodiando su espalda, tiene las manos cruzadas tras ella. Contempla el mundo que dirige. 

     Me acerco a él por su izquierda, con reservas. No sé hasta qué punto su soledad es cierta, puede que esté armado y que finja para darme confianza.

     Parker echa la cabeza hacia atrás y aspira profundamente.

     —Has tardado, Julia. Pero sabía que podrías con todo mis hombres, que nada te impediría llegar a mí.

     No quiero escucharle más. 

     —Quedas detenido por el Comité de Seguridad de Suburbe, Parker. Sepárate del cristal y retrocede cinco pasos.

     No va a obedecer mi absurda orden. Es el Presidente de Eliturbe, por favor, nadie da órdenes a semejante institución. 

     Parker sigue en el mismo lugar mirando el horizonte. A través de la Divisoria se adivina el ascenso imparable del sol en su amanecer.

     —Me alegra de que vayas a ser tú.

     Veo de perfil cómo sus labios se estiran en una mueca ridícula. Las heridas de su cara casi han desaparecido, pero no le restan un ápice de su belleza.

     —¿Yo, quién? —pregunto entrando en su juego.

     —Quien me mate.

     —No voy a hacer eso, Parker. Vas a ser juzgado en una nueva Urbe por todos tus crímenes contra la humanidad.

     —No lo permitas, eres su Princesa ¿no?

     No sé qué le hace pensar que facilitaré su muerte después de todo lo que ha hecho. No hablo de la condena al hambre de Suburbe, eso lo heredó del que fuera el anterior Presidente y él solo se benefició y siguió el legado criminal. Me refiero al trasplante de ADN y a la muerte de todas esas personas que mantiene en cámaras de conservación. De eso él es el único culpable. 

     —¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué ocupar los cuerpos de otras personas?

     —Porque no basta con arreglar nuestra piel sin un cuerpo que funcione luego. Nos deterioramos demasiado deprisa sin el sol y no podía permitirlo. Lo que hizo que me preguntara entonces, como tantos otros a lo largo de nuestra historia, por la eternidad. ¿Es posible alcanzarla?, ¿puede el hombre vivir joven y vital eternamente? Claro que sí, Julia, solo había que hacerlo. Que alguien se atreviese a hacerlo.

     —¿Sacrificando miles de vidas?

     —Eso no era vida alguna, son animales suburbanos. 

     —Eres despreciable, Parker. Tu odio y tu vanidad han podido contigo.

     Parker se ríe.

     —Mira esto, y dime… —me dice extendiendo su brazo y señalando a Eliturbe, mientras despierta en esta mañana del doce de Julio—. ¿Acaso no deseas vivir aquí eternamente?

     —¿Y cómo lo haría?, ¿abusando de los demás o confinada en esa lúgubre eternidad que pretendes darnos? No, Parker. He conocido Suburbe y me tiene cautivada. Y déjame decirte que ninguno de tus pacientes pensaría igual de conocerlo ellos, solo basta con abrirles la Divisoria y el sol hará su función. 

     —Te equivocas. Todos buscamos la eternidad y el poder, ¿no es eso mismo lo que se pretende con el avance en medicina, en recursos alimentarios y en consumo energético? El tercer mundo no desapareció por casualidad, Julia, fue condenado por el primero, ya estaba muerto. Y apuesto a que cualquiera de tus suburbanos que viva aquí en Eliturbe, opinaría igual. Mira a Amy. 

     Mi mano derecha tiembla. He de calmarla desde mi interior. Ella cometió el error de querer más y su propia vanidad la destruyó, pero supo reconocerlo antes de morir. Concedo a Parker esa misma oportunidad. 

     —¿Es por eso por lo que te sientes poderoso? ¿Porque puedes con ellos que son pobres?

     No quiero saber más, ni si quiera que me conteste. Impongo mi autoridad y le pido de nuevo que se aparte de la barandilla y del cristal.

     —Vamos, Parker, obedece. No voy a dispararte.

     Por un instante creo que lo he logrado, que Parker se viene conmigo. Pero cuando menos lo espero, en un rápido movimiento, ya me está apuntando con su arma. 

     Mis manos se tensan aún más con las mías.

     —Si tú no lo haces, lo hará Lars. No va a juzgarme esa manada de animales.

     El corazón me late acelerado. Es la manera que tiene Amy de revelarse ante esa afirmación de Parker. Pero no dudo con ella. No voy a apretar el dispositivo de fuego con el índice derecho. Acudo a la última opción, a su amor por mí, a lo único que mantiene viva a esa pequeña parte de humanidad en él.

     —No me harás daño nunca, tú me lo has dicho.

     Los ojos de Parker se humedecen, pero en un leve parpadeo los seca.

     —Pero eso Lars no lo sabe. Puedo estar todo el día así hasta que él, o uno de tus hombres, venga a rescatarte.

     Y yo. Tengo mi fuerza y la de Amy para enfrentar a Parker.  

     Nos medimos con nuestras armas en alto. Es impresionante saber hasta qué punto Parker odia Suburbe. Está pidiendo su muerte para no ser juzgado por ellos. Pero no le voy a complacer, la Princesa debe abandonar este mudo con la mejor de sus decisiones. Entregar a Parker a la nueva autoridad de la Urbe Unida y Democrática.

     —Diez años juntos y jamás te creí capaz de esto.

     —Creo que tu padre siempre lo supo.

     Abro los ojos al escuchar que nombra a mi padre. Tal vez y con suerte me desvela el mayor interrogante de mi vida. Nuestra pareja.

     —¿Qué tiene que ver mi padre? —Quiero saberlo, necesito saberlo. 

     —Por aquel entonces, tú aparecías en NOVAVITA y mi corazón se paraba. La bella Julia, la hija del gran jefe, me sonreía al verme en el laboratorio, a mí, a un eliturbano sin ascendencia ninguna. ¡Eras tan hermosa sin cirugía, que yo me enamoré de inmediato de tu sonrisa y de ti! Estaba tan enamorado que para nadie en la clínica fue un secreto, ni si quiera para tu padre. 

     —No entiendo qué tiene que ver eso ahora, yo nunca te correspondí. 

     —Lo sé, por eso obligué al doctor a que me diera tu mano. 

     —No lo dices en serio, mi padre jamás me entragaría de esa manera. 

     —A esa edad yo ya era molesto para él. Mis preguntas sobre el ADN suburbano y  las funciones vitales que ellos realizan bajo el sol se convirtieron en una obsesión, que hicieron que tu padre, en todo su poder, sospechara de mí. Sí, Julia, él te vendió por su maldita Causa, siempre le importó esos animales más que tú. 

     Está tratando de confundirme. Es eso. Quiere que dispare, que le haga el favor de acabar con él. Pero no lo voy a hacer. Mi padre jamás haría tal cosa. 

     —Pregúntale al tío Whesley, él fue testigo de nuestro acuerdo.

     La bilis se acumula en mi esófago queriendo salir. No puede ser cierto.

     —Me daba un heredero emparentado con la Élite, si yo a cambio dejaba de investigar sobre el maldito ADN suburbano, no hacía más preguntas y miraba hacia otro lado. 

     —¿Mi padre? —Soy incapaz de decir nada más, pienso en todo lo que él hizo siempre por Suburbe. 

     —Pero fueron muchos años esperando, y ese heredero no llegaba —dice Parker empeñado en contármelo todo, aunque yo no quiera oírlo—. No iba a permitir entonces que tu padre siguiera imponiéndome algo con lo que yo no tenía recompensa, no después de que te negaras a tener relaciones conmigo por culpa de Lars. 

     —Me dabas asco, ¿no pensaste nunca que fueras estéril? —le digo para lastimarlo, pero él es quien lo consigue conmigo. 

     —Así que cuando Amy apareció para contarme lo que había entre Lars y tú, aproveché la oportunidad. ¡Te tirabas a un suburbano, joder! ¡Qué más asco que eso! Ese animal iba a tener el heredero que tú me estabas negando, por eso delaté a tu padre y me hice con la Presidencia. Ya nada impediría que investigara con el ADN suburbano, ese que tanto parece gustarte fuera y dentro de una cama —Parker escupe estas últimas palabras con repugnancia. No me afectan, soy más fuerte que todo eso. 

     —No hables así de Steven. 

     —O qué, ¿vas a apretar el puto gatillo de una vez? 

     —Todavía puedo entregarte a los Suburbanos sin previo juicio, ellos te despellejarán. 

     Me repongo de su confesión. No voy a llorar por mi padre. Ese hombre intachable me canjeó por la defensa de Suburbe, por la defensa de la vida humana. ¿Qué le voy a reprochar yo entonces, ahora que estoy en su lugar? ¿No es eso mismo lo que ha estado a punto de ocurrirme a mí con Steven? Al menos él ha sido fuerte para imponerse a los designios de la Princesa, yo no lo fui y dejé que mi padre me convenciese para entregarme a ciegas a la Causa.

     Parker busca un tiro entre ceja y ceja, pero se va a quedar con las ganas. Acaba de darme la excusa perfecta para terminar definitivamente con la Princesa. Julia Klarence  ayudará a la Unión de Urbes, porque cuenta con un equipo cualificado para ello. No la va a liderar sola.

     —Siento que todo esto acabe así para ti, Parker. Las personas que más odias decidirán qué hacer contigo.

     Se oye una explosión que nos pone en alerta. 

     Oigo de inmediato cómo corren por el pasillo. Tanto por la cara sur, como por la norte. Los pasos se acercan a nosotros, y no sé aún de quiénes se trata, si de los suyos o de los míos. 

     Ya están cerca. Ahora es cuando Parker los oye, lo veo en su cara. 

     Y sabiendo con certeza que no le haré nada de lo que me pide, se atreve a cogerme del cuello para girarme y ponerme como escudo ante lo que sea que viene hacia nosotros, apuntando con su arma a mi cabeza.

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