Capítulo 48
Siempre me olvido de ellas. Tiene que ser por su reciente incorporación al Comité, no me perdonaría nunca que fuera por no considerarlas aptas. Elisse, en contra de lo que es habitual en su carácter, no sonríe.
¿Lo está diciendo completamente en serio?
—No, Elisse —intento persuadirla.
—Julia, nunca he hecho nada útil en Eliturbe, y lo sabes.
—Y no vas a empezar ahora.
—Déjame intentarlo, por favor.
Steven me coge la mano, yo lo miro cuando me habla.
—Déjala, Jul, necesita entrar en unión con Suburbe.
—Vamos, amiga —me dice ella a mí—, me has dicho que pertenezco a tu Comité, y como miembro que soy de tu grupo, quiero hacerlo. Quiero hacer algo por ellos, por Eliturbe.
Puede permanecer viva para disfrutar de la Unión, que no me pida que exponga de esa manera.
Miro a Steven y pido su apoyo en esto, pero baja la cabeza, no me lo da. A continuación miro a Viv, por su edad, para ella debe de ser algo así como una sobrina más. Pero no recibo su apoyo tampoco.
Nadie dice nada, ni siquiera Dona o Megam, que tan unidas están a nosotras. El resto del Comité permanece alerta, pendiente de mi decisión, son ellos los que tendrá que aprovechar esa confusión que deje el explosivo, los que llevan años preparados para luchar y no podemos tener bajas entre ellos antes de empezar.
Entonces, y cuando todavía no he dado mi consentimiento, Elisse levanta la cabeza y tiende la mano hacia Whesley, quien sonriendo, saca de su mochila una pequeña cajita negra.
—Haz que revienten, nena —le dice mientras le guiña un ojo—. Tienes que tirarla lo más cerca de ellos como te sea posible, para que entremos cerca del edificio.
Elisse sonríe nerviosa.
Y antes de que yo se lo impida, porque Steven me abraza para que no lo haga, corre hacia el centro de la primera línea del CAE.
Nunca pensé que alguien pudiera correr de esa forma. Recorre en pocos segundos la avenida. Si no supiera que es Elisse, juraría que se trata de una sombra, con su malla negra es lo que parece. Cierro los ojos antes de la detonación, que si Whseley no ha calculado mal, se dará… ¡en este instante!
Todo el Comité de lucha sigue a Elisse bajo el plan de ataque, excepto mi unidad, que vamos en sentido contrario hacia las catacumbas. Queremos a Parker.
Cojo la mano de Steven para correr a su lado de vuelta por la Sexta para entrar por la 33th, en la que tan solo hay media docena de miembros del CAE desorientados por la explosión en la puerta principal.
No han sacado aún sus tasers cuando Rivera ha reducido a dos, de un golpe seco en la garganta a uno y de una patada en la columna vertebral al otro.
Steven hace lo propio con otros dos. Se agacha a ras de suelo y, con una puñalada certera, a cada uno, en la zona desprotegida de su uniforme en la entrepierna, los abate. Lleva meses entrenado ese movimiento con las planchas y me siento orgullosa de que lo haya conseguido.
Los otros dos que quedan son para… ¿Dona?
Mi amiga se impulsa en los hombros de uno, para con las piernas en el aire hacer palanca y partir el cuello del otro. Y cuando el primero reacciona, ella ya ha golpeado su cara para tenerlo vencido antes de utilizar su propio taser y suministrarle un electrochoque. Vaya con Dona, me alegro de que lleve su banda de refuerzo en los pechos, porque si va a moverse de esa manera, va a ayudarla a conservarlos sanos.
Hotaru y Naoko no han perdido el tiempo. Ya han abierto la puerta de los túneles de las catacumbas. Me acuerdo de ella y de las lágrimas que le he visto cuando Travis corría hacia la explosión de Elisse. Ojalá y mantenga la cabeza fría para su propia lucha, a mí me ha costado años y todavía no dejo de pensar en Steven cuando peleo.
Nos deslizamos al interior, en orden. Como hasta ahora, Rivera abre el grupo y Steven lo cierra. Elisse no ha vuelto, espero que se encuentre bien. No quiero pensar en lo que le ha podido pasar y ahora me concentro en los que quedamos aquí, nuestras vidas son lo importante.
En tan solo unos metros, llegamos a la altura del vestíbulo. Lo tenemos encima. Miro a Whesley. Una nueva explosión es lo que nos hace falta y no se la voy a negar.
De su mochila saca una docena de cajitas como la que le dio a Elisse y se me encoje el corazón de pensar de nuevo en ella. Steven, tan atento conmigo como siempre, me besa para animarme. Le sonrío y miramos juntos lo que está a punto de pasar.
Whesley dispone los explosivos en círculo, pegados al techo, y nos aparta lo suficiente. Steven me abraza para evitar que nada me alcance.
Tras la cuenta que lleva a cabo Whesley, cae a nuestros pies el trozo de suelo de mármol macizo que nos permitirá llegar a la superficie del vestíbulo.
El primero en subir es Hotaru, para piratear la puerta principal de la calle, le sigue Rivera para cubrirle, y Whesley es el encargado de subirnos a las mujeres, mientras Steven nos ayuda desde abajo. Los dos metros y medio de altura hasta salir, no son fáciles de salvar.
Subo la última, antes de Steven, y me alegra ver ya a Hotaru bloqueando la puerta que da acceso solo a los nuestros con el código previamente establecido. Ahí entra Travis que sonríe a Naoko cuando ella es la que va a bloquear los ascensores que no vamos a utilizar.
Nos hemos decidos solo por dos de ellos. Pisos pares e impares será suficiente, el resto del comité sube las escaleras hasta que nosotros les dejemos libre los ascensores.
Rivera no parece contento con su subgrupo. Ojalá sea porque si encontramos a Parker nosotros, no lo tendrá para él, no porque le haya tocado Whesley con el ruido de sus explosivos, Viv con su edad o las chicas con su inexperiencia. Para ellos es la sala Presidencial en la planta ochenta y seis.
Naoko, Hotaru, Steven y yo cogemos el otro sin saber a dónde ir. No puedo perder el tiempo en cada planta, no sería lógico y me decido de pronto.
—A la terraza del piso ciento tres —digo sin pensarlo cuando tecleo el número de la planta en el panel de ascenso. Les miro y me encojo de hombros—. Es un presentimiento, tiene acceso VIP al exterior.
—Está bien con eso. Es lo mejor que tenemos hasta ahora. Luego podemos ir bajando por plantas —me dice Steven con una sonrisa.
Hotaru y Naoko piratean el cuadro digital para no ponerlos sobre aviso de nuestra llegada, los números desaparecerán de la pantalla informativa. Porque si tengo razón, y Parker está allí, no solo nos esperará una unidad del CAE. Apuesto por un escuadrón de seis unidades, mínimo.
Estamos a punto de pasar de largo del piso ochenta y seis. Todos nos acordamos del otro ascensor con nuestros compañeros, ninguno quiere mirar las caras de los demás.
Hotaru se inclina hacia su hermana, que le devuelve el saludo, y ambos lo repiten conmigo. Estoy nerviosa con este ceremonial, ¿piensan que van a morir?, ¿que morirán nuestros amigos?, ¿o que seré yo quien lo haga? Lo respeto, acojonada, y me inclino con ellos.
El elevador se para de un golpe seco. Comienza todo.
Steven me aparta para cubrirme con la puerta. Hotaru y Naoko sacan sus katanas y los dos primeros miembros del Comité Armado caen al suelo, degollados. Ha sido un corte limpio justo por debajo del casco.
Steven y yo salimos sin problemas detrás de los hermanos.
Hasta que aparecen los siguientes miembros del CAE a toda velocidad por el pasillo.
Doy gracias de que sean cuatro, uno para cada uno. Steven tiene al suyo controlado de un lanzamiento de cuchillo antes de que él se atreviera a tocarle. Yo le he disparado al mío, y de nuevo los hermanos Nishi dejan K.O a los suyos de un corte, esta vez en los tobillos libres de la protección del uniforme.
Me giro a buscar el pasillo que nos llevará al mirador y es entonces cuando aparecen corriendo hacia nosotros no menos de ocho agentes del orden. Buen número.
Steven grita para hacerme saber cuales son los suyos. Izquierda. Así que me corresponden los de la derecha.
Naoko corre con su katana en alto, y aunque recibe un electrochoque, se deshace de los suyos. Yo acabo con los míos. De un disparo acido, uno, de un golpe en la garganta con la culata del arma, el otro. Steven sigue en pie y Hotaru levanta a su hermana, que se repone con dificultad del ataque del taser. No me da tiempo a preguntarles nada, llegan más.
Miro a Steven que me asiente sin palabras. Sonríe.
—Te quiero —me dice, sacando su nuevo par de cuchillos.
Y antes de ver el miedo en sus ojos por mí, desaparezco por una de las puertas. Ojalá no haya visto en los míos el terror por perderle.
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