Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 43


No sé cómo hacer para que Rivera desista de llevarme al sur.

     Lo miro preocupada cuando me abraza. Este hombre está desvariando, y no creo que lo haga por voluntad propia. Cuando se separa para mirarme, veo que sus ojos están distintos, que están vacíos. Intento recordar cómo era con Amy y no puedo más que sentir pena por él. Está enamorado de ella, siempre lo estuvo, y creo que para mirarme así en este momento, siempre lo estará. 

     Intento tranquilizarme cuando le enseño mis muñecas, he de ganar tiempo mientras me quita el dispositivo de prisión. Rivera parece asustado.

     —¿Qué te ha hecho? ¡Voy a matar a Steven!

     No se lo voy a permitir.

     Su miedo da paso a la rabia. No soporta que me hagan daño, bueno, que se lo hagan a Amy. 

     Está bien, si Rivera no me ve a mí, sino que ve a Amy, puede que tenga una posibilidad. Me concentro y hurgo en mi memoria. Ya no sé si es la mía o la de Amy, pero necesito todo lo que ella me pueda aportar.

     Veo a Rivera jugando cuando era un niño, a lo que un niño de Suburbe puede jugar, a la guerra, al anhelo de la libertad. Entre escombros y miserias se divierte conmigo, que también soy una niña feliz junto a él.

     Un momento.

     Esa niña es Amy, estoy segura, porque jamás viví en Suburbe con esa edad.

    Pero entonces crecen y se acaba el juego de niños. Amy termina por emparejarse con Steven y se convierte en un sueño para Rivera. Un sueño bonito, pero inalcanzable, porque Amy jamás lo amaría cómo él la ama.

     La visión que tengo ahora cambia con los años y siento que un dolor me aprieta el pecho.

     Es la despedida de ambos la noche que Amy abandonó Suburbe. De nada sirvió el llanto que veo en Rivera, Amy no se detuvo. La Divisoria la trasladó a su nueva vida en Eliturbe, en la que él no tenía cabida. Lo abandonó.

     —Gael, espera. —Cojo sus manos, que agarran las mías, y le miro como lo haría ella. Tiro de los recuerdos que tenemos juntos y del orgullo suburbano que compartimos—. No podemos irnos cuando por fin vamos a ser libres. Ahora no. Has luchado por mí, pero también por todos ellos. Has defendido sus vidas, ¿qué van a hacer ahora si los abandonas? Tú necesitas verlos libres, te lo debes a ti, si no, nunca te lo perdonarás.

     Al menos he sembrado la duda. Rivera parece no querer irse ahora con tanta prisa. No me sueltas las manos, y con enorme cariño, me lleva hasta la cama. Se sienta y hace que yo haga lo mismo.

     —Sufrí mucho cuando te fuiste de Suburbe. Cuando estabas con Steven, al menos, te veía cerca. —Rivera me acaricia el pelo, y coloca el que me cae por los ojos por detrás de la oreja—. He tenido que luchar día tras día para no cruzar y llevarte conmigo de vuelta, ¿pero qué podía yo ofrecerte en un exilio de hambre y miseria en el sur, cuando tú misma habías decidido vivir como una reina en Eliturbe?

     —Perdóname por todo, Gael —le digo de corazón. Ambas lo hacemos, sé que yo le pido perdón por haber desterrado a Amy y quitársela, y Amy lo hace por abandonarlo. 

     ¡Joder! Si ya me era difícil coordinar mi vida con la  de la Princesa, ahora con Amy voy a terminar loca.

     —Lo hago, mi amor, te perdono. Pero comprenderás, que ahora que te he recuperado, no permita que nos separen de nuevo. Parker tiene razón. Steven no ha dejado de amarte nunca y te quiere para él solo.

     ¡No! ¡Maldito sea Parker! Esa mentira ha desquiciado a Rivera.

     Intento levantarme, pero no me deja. Agarra mis manos y me vuelve a sentar. Está desquiciado. De nada me ha servido razonar con él, está obsesionado con Steven. No tengo dudas ya de que está drogado. Si se trata de alguno de los potingues del CAE, cuando termine el efecto acabará muerto. 

     Me tira sobre la cama y se sitúa encima de mí. Vale, acabará muerto, pero antes me llevará con él al sur y me matará a mí también cuando lo haga con mi hijo.

     De repente ya no siento su peso encima. 

     Steven ha entrado en la habitación y como si se tratara de un animal acorralado, ha sacado sus garras para apartarlo de mí.

     Rivera cae al suelo. El golpe ha debido dejarlo noqueado por un instante, pero creo que la droga es demasiado potente como para que sienta nada de dolor. Se incorpora de un salto y se abalanza  sobre Steven. Ambos caen. Forcejean en el suelo.

     Veo como Steven abre uno de sus bolsillos para sacar un cuchillo. Rivera le golpea la mano y él lo suelta a más de tres metros. 

     Me siento impotente, los condenados brazaletes hacen que no pueda moverme de la habitación para pedir ayuda, ¡pero qué más me da, si no sé donde estoy!, ¡no puedo traer a nadie! 

     Steven se deshace de un último agarre de Rivera, se levanta y le patea la cara antes de que él pueda defenderse.

     Del impulso, choca con la pared, y es entonces Steven le da otra patada en el estómago que lo dobla por la mitad, ni droga ni nada, el dolor ha de se insoportable, y cuando ya lo tiene incapacitado, le carga los puños en la columna vertebral a Rivera.

     Este cae de rodillas, dando tiempo a Steven de coger otro de sus cuchillos. No dice nada y echa mano de su pelo. Se sitúa a su espalda y le tensa el cuello, lo suficiente para exponerlo a la hoja del cuchillo.

     —Detente, Steven —le ordeno con el tono de la Princesa.

     Steven se detiene y me mira sin comprender. Sé que está deseando acabar con su vida, que no va dejar viva a la oveja negra de Suburbe. Y si además lo ha pillado forcejeando conmigo, eso ha sido suficiente para cegarlo en su ataque.

     —Está enfermo, no lo hagas.

     —¡Pero, Jul, ha estado a punto de matarte! Lo ha planeado todo, la llamada ha sido falsa, no había disturbio que controlar en la Divisoria. 

     —Lo sé, Steven, pero está drogado por Parker.

     Steven no me cree e intenta seguir con lo suyo. Tira del pelo de Rivera y su cuello se expone aún más para el corte limpio de su cuchillo.

     —¡He dicho que pares, joder!

     —¿Vas a perdonar a Rivera?

     —Él no me hubiera acorralado si yo hubiese estado libre.

     Steven abre la mano y el cuchillo cae sin vida al suelo. Acabo de culparlo a él del asalto de Rivera y le está doliendo en el alma. ¡Pero es que es verdad! Estoy embarazada, no imposibilitada para haber salido corriendo cuando lo tenía controlado.

     Rivera comienza a reaccionar y se aleja de Steven, que se ha quedado de piedra.

     Corro a socorrer a Rivera que no puede ponerse en pie. Steven nos mira en silencio. Tengo que alejarlos a ambos o alguno acabará muerto, no se me olvida que Rivera sigue bajo los efectos de las drogas programadas del CAE, y en su esquizofrenia, Steven es su enemigo número uno.

     Steven rompe el silencio de la habitación. 

     —Tenía que protegerte —me dice sin levantar su mirada hacia mí. 

     —Pero no siempre lo haces bien. 

     Oigo un crujido en mis muñecas y siento como se desprenden los brazaletes de ellas. Rivera gruñe mirando a Steven, en su locura piensa que se lo ha hecho a Amy. 

     —Gracias —le digo levantando a Rivera del suelo.

     Steven se aparta para que podamos pasar, nos vamos de la habitación, y si descubro dónde estamos, también nos iremos de aquí.

     —Siempre seré el último para la Princesa, ¿verdad? Siempre habrá otros humanos antes que yo. Y cuando no sean miles los que me arrebaten tu cariño, será uno solo.

     No termino de salir. No. Creí que toda esa mierda de la Princesa y Julia estaba olvidada entre nosotros, pero al parecer Steven no lo ha hecho. Aunque lo niegue odia a la Princesa, ¡Si hasta le ha dicho que se joda! ¿Cómo le digo entonces que esto lo hago ahora por Amy? ¿Qué poniendo a salvo a Rivera de él, es mi agradecimiento personal a ella?

     —Eso no es así, Steven, pero tenemos diferente manera de enfrentar nuestros miedos por perder al otro. Yo nunca te hubiera encerrado como a un animal.

     —No, claro, a ti te basta con enfrentarte a todos por defenderme, como el día de las catacumbas, o el día de la Presidencia, ¿no? Pero da la puta casualidad, que todo eso hace que te pongas en peligro una y otra vez, y lo siento, Jul, es una espiral enfermiza en la que no pienso seguir entrando.

     —¿Qué quieres decir?

     Steven nos adelanta a mí y a Rivera en la misma puerta y la atraviesa. Se gira a nosotros con su insignia en la mano y la deposita tranquilamente en la mesa que hay junto a él. No va hacerlo, ¿verdad?

     Cierro los ojos para no verlo, porque es cierto que lo hará.

     —Le devuelvo a la Princesa su comisionado de seguridad. Si pudiera arrancarme el corazón, se lo entregaría a Julia. Siempre fue suyo. 

     No es tan difícil de hacer, se puede arrancar un corazón. Él acaba de hacerlo con el mío. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro