Capítulo 42
El reloj parece haberse parado dando comienzo a la tan esperada lucha por la libertad🖤, como dirían hace miles, y miles, de años, alea iacta est🖤.
El reloj marca la que es mi hora, para que me levante y lidere la Urbe🖤 que tanto me necesita.
Y yo necesito que no te rindas y me acompañes en este tramo final 🖤.
LA SUERTE ESTÁ ECHADA.
FDO: Julia Klarence.
Pues sí que tenemos un problema.
No logro entenderlo. Debería estar achicharrado. El escáner que dejé de sus constantes vitales tenía que calcinarlo si se hubiese movido del dormitorio. A menos que alguien lo desconectara previamente.
Alguien que supiera que lo tenía detenido, como alguien presente en la última asamblea. Un miembro del CSS.
—Hay un traidor en Suburbe, Steven.
—¿Qué?
Sé que no me cree.
Se levanta dejándome vacía de él para pasear por la habitación como una fiera enjaulada. Dos años después aún no soporta que la traición que estuvo a punto de hacer desaparecer al CSS proviniera de Amy, una suburbana.
Steven se pasa la mano por la cara, quiere despertar de esta pesadilla que no termina.
—¿Por qué no puede ser eliturbano? —pregunta dando una segunda opción. Se ve tranquilo, pausado, pero sé que pronto estallará.
—Porque en Eliturbe necesitamos la unión.
—¿Tanto como en Suburbe, para poder comer? —me pregunta con un tono irónico.
—¡No, para poder pensar, opinar o hacer lo que nos salga de las narices!
Ya estamos, tirándonos diferencias a la cara. No vamos a empezar a pelear por defender nuestros mundos, no lo voy a permitir porque pronto será uno solo. Como lo seremos nosotros en nuestro hijo.
—Eso no es razón de peso, Jul. Tal vez, quien sea, no está dispuesto a perder sus privilegios de Eliturbe.
—Si todo lo reduces a lo material, piensa que a lo mejor han pagado demasiado a un suburbano para que sabotee el cruce, después de todo con dinero se vive mejor en Suburbe ¿no crees? ¡Se pueden ver las putas estrellas!
Steven se queda mudo. Me he pasado de argumento con algo tan importante para él, su mirada me lo dice.
Claro, sigue sin creer que el traidor sea de los suyos.
Él pondría la mano en la Divisoria por cada uno de sus miembros del CSS suburbano. Pero es que resulta que yo la pondría por los míos, los de Eliturbe, incluso por los que no he reclutado personalmente, como es el caso de las chicas.
No vamos a solucionar el problema de la huída de Parker hasta que no aclaremos quién de los dos tiene razón.
Me cruzo de brazos cuando me levanto de la cama. Estoy esperando una propuesta de unión para dar con el traidor. Steven sigue callado. Imita mi gesto y se cruza de brazos. ¿Me está retando? Su comunicador suena y lo atiende sin dejar de mirarme, a la espera de mi siguiente paso.
—Creo que volveré a casa a ver que se me ocurre de la desaparición de Parker. Necesito enterarme bien de lo que ha pasado estos dos días —le digo cuando ha dejado de hablar con Rivera.
Antes de salir, he de vestirme. Cuando estoy buscando mi ropa, que si no recuerdo mal, estará manchada de sangre por el corte del cuchillo, Steven me agarra a la fuerza.
—No voy a dejar que esta vez hagas lo que te dé la gana mientras yo estoy fuera en la Divisoria, controlando los altercados que Eliturbe está provocando ahora.
—¿Ah, no? —me río en su cara.
—¡No! Tienes a mi hijo dentro y no te lo voy a permitir. Voy a protegeros. A los dos.
No me dice más. Me pone un brazalete de prisión en cada muñeca. Los miro alucinada y luego lo miro a él. ¿Desde cuándo lo tenía pensado hacer?
Estoy enfadada, muy enfadada. Creo que nunca lo estaré tanto como en este momento.
Está coartando mi libertad, esa por la que sabe que lucho desde los diez años. ¡Lo mato!
Intento agarrarlo del uniforme pero es más rápido que yo y sale por la puerta. Seguro que en ella se encuentra el dispositivo de prisión. ¡Las dos manos, joder! La mía y la de Amy.
¡Será cabrón, se ha acordado!
—Quítame esto, Steven.
Me niega con la cabeza. Por lo menos no parece feliz de verme en esta situación.
—Perdóname, Jul —me dice, desde el otro lado de la puerta—, tú me has obligado. No quiero morir si tú me dejas otra vez. Te quiero demasiado.
Me importa una mierda su nueva declaración de amor. ¡¡Es egoísta!! Steven me está encerrando, y no tengo idea de dónde.
—Vas a dejarme fuera del conflicto y esto no te lo perdonaré nunca.
—¡Prefiero verte viva y enfadada, aunque no me hables en la vida, que muerta! Y por cierto... dile a la Princesa de mi parte... —Steven saca el dedo corazón y lo pone a la altura de su cara— ...que se joda, no puede controlarme en esto.
Abro los ojos al ver su mensaje. Me deja helada, no puedo hablar. Siento unas ganas enormes de reír, sin saber si soy yo o es Amy quien me empuja a ello.
Steven se ha ido de verdad, y yo intento calmar la ira que me ha dejado. Destrozo la cama y tiro todo lo que tengo por delante al suelo.
Respiro cuando acabo.
El alivio que debería sentir no me llega. Echo un vistazo a la habitación destrozada y lo siento mucho. Es preciosa.
La habitación se parece tanto a la que siempre deseé compartir en un futuro con Steven, que me asusta. Todo es blanco, el color que elimina la oscuridad.
Muy bonita, sí, pero me obligo a centrarme en mi cabreo, en mi encierro.
Me asomo por la ventana y... ¡nada de sol! ¿Estoy en Eliturbe?
Sí. Steven ha tenido el detalle de dejarme un holograma de televisión conectado. Pido el canal de Informes y que suba el volumen al sesenta por ciento, quiero ver los disturbios. No sé la reacción que tuvo Eliturbe tras nuestro comunicado de hace dos días. Si Steven ha dicho que siguen los problemas en la Divisoria, ha tenido que hacer daño de veras.
Tras los patrocinadores, comienza el informe matutino.
Lo que estoy viendo no tiene nada que ver con lo que Hotaru o Naoko hicieron para la Causa. Esto es real y nada ocurre en la Divisoria, los altercados son en la Presidencia. ¡Qué extraño!, ¿a dónde ha ido Steven, entonces?
Abro las manos para que el holo crezca y me muestre todo, no quiero perderme nada de las revueltas bajo el edificio de la Presidencia. No es pirateo de la Élite, es auténtico.
Los eliturbanos quieren explicaciones de su Presidente mientras luchan con el CAE, que intenta disuadirlos con el empleo de tasers. Se está librando la primera batalla, y es aquí, en Eliturbe, sin la presencia de suburbanos.
Escucho la puerta y me alegra saber que Steven se ha arrepentido. Quizá me lo coma a besos después de partirle un poco la cara, solo un poquito. Es tan guapo que me dolería hacerle más de un rasguño.
Me río y corro a tirarme en la cama, quiero que crea que estoy dormida y que me ha importado poco que me dejara presa esta media hora.
—¿Amy?
No, esto no es un sueño.
Puedo oler el perfume de Rivera cuando entra en la habitación. Oigo también su corazón excitado, y a medida que avanza hacia la cama parece desbocarse más.
—Amy, ¿es verdad que eres tú?
Estoy de espaldas. No sé lo que hará cuando vea que no soy Amy. Si ha sido capaz de burlar el sistema de seguridad, que seguro Steven colocó fuera de esta habitación, es porque sus intenciones no son muy buenas.
Puedo demorar la espera un poco más, pero eso solo sería el tiempo que tardara en dar la vuelta a la cama para mirarme de frente.
Así que haciendo acopio de todas mis fuerzas me levanto corriendo y lo enfrento de pie al otro lado de la cama.
—Amy, mi amor, no te asustes.
Rivera no ve que soy yo, la Princesa, ¿por qué? Y ¿qué sabe él de mí y de Amy, de nosotras juntas?
Steven no ha podido decírselo, conociéndole, no se habrá separado de mí en los dos días de mi letargo. A lo mejor Whesley le dijo... No, el grandullón no lo divulgaría de saberlo, su lealtad hacia mí es indestructible. Quizá Viv en mi reconocimiento médico se enteró del embarazo y ató cabos. Pero no, mi tía lo mantendría en secreto hasta que acabase el conflicto.
Miro a Rivera y recuerdo que es suburbano, como el traidor que, creo, ha liberado a Parker.
—No puede ser cierto, ¡estás viva! Ven acércate, no te haré nada. —Rivera me tiende la mano, que por supuesto yo no tomo.
Creo que se ha enfadado por el desplante, porque veo cómo los orificios de su nariz se dilatan. No sé si podré con él.
Acabo de despertar de un letargo, no hace ni dos días le di una paliza tremenda a las planchas del CAE, que dejaron mis nudillos para el arrastre, y me atravesaron con un cuchillo el brazo. ¡Ah, sí!, y lo más importante, estoy embarazada y por nada del mundo quiero recibir un golpe en el vientre.
Rivera ha olvidado mi negativa y lo intenta de nuevo:
—Vamos, Amy, voy a sacarte de aquí. —Él me espera con la mano tendida.
Si le llevo la contraria, tal vez se enfurezca y quiera llevarme por la fuerza. No tengo otra.
Me acerco despacio, no quiero que se altere o que, en el peor de los casos, descubra que no soy Amy y termine por pagarla conmigo.
—¿A dónde vamos? —le pregunto cuando me coge la mano.
—Lejos, al sur. Necesitamos ponernos a salvo antes de que todo esto estalle.
No, no puedo cruzar la Divisoria, Gina fue muy clara al respecto. ¡Mi bebé!
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