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Capítulo 41

Steven está guapísimo con su uniforme y su insignia en el pecho. Pero su mirada hacia mí es fría, distante, como si no le importase lo más mínimo que esté a su lado.

     No puedo reconocer en qué momento ha ocurrido esto, sé que es el pasado porque aún no he teñido su pelo, su color es oscuro. A lo mejor es un sueño y empiezo ya a distinguirlos de la realidad. Sí, eso es. Steven nunca me miró así, ni cuando le oculté a su hijo la rabia de sus ojos demostraban ese asco por mí. 

     Siento alivio de que así sea. Un sueño.

     Supongo que los últimos acontecimientos, y mi sentimiento de culpa por aquello al estar de nuevo embarazada, han forzado a mi cerebro a crear esta imagen dura de Steven hacia mí.

     —Di lo que tengas que decirme, Amy. No tengo toda la noche.

     ¿Por qué me llama Amy?

     —Necesito regresar a Suburbe, aquí me matarán —digo yo sin sacarle de su error.

     —No me hagas reír. —Steven intenta irse de mi lado.

     Siento pánico, no sé cómo describirlo. Es una sensación de ahogo, sé que pronto voy a morir y que no habrá manera de evitarlo. Me encuentro sola, repudiada. 

     —Está bien, cálmate. Estás muy nerviosa.

     Whesley me habla desde la puerta, no lo había visto hasta ahora, está vigilándola, inquieto.

     —No son nervios, Whesley, es miedo lo que tengo. Ayúdame tú, por favor.

     Whesley baja la cabeza, eso me dice que no me ayudará en lo que sea que le estoy pidiendo. Me dirijo de nuevo a Steven antes de que salga de la sala, que por cierto es una de las enormes salas de la Presidencia.

     —Por favor, escuchadme. He convencido a Parker de que no he oído nada de lo que hablaba la Élite en el observatorio, cuando los sorprendí. Al menos eso creo. Pero le conozco, y no puedo estar segura aquí en Eliturbe ahora. Se chivará de mí.

     —¿Qué has oído, Amy? 

     Steven aparta esa frialdad que me tiene y está dispuesto a oírme. Su expresión se suaviza, me mira ahora con lástima. Se empeña en llamarme Amy. ¿Qué ocurre con él? 

     —Necesito volver a Suburbe, allí lo contaré todo.

     —Aquello no te gusta, ¿recuerdas?

     Bajo la cabeza, los ojos me escuecen por las lágrimas que luchan por salir. Acierto a ver entre ellas un vestido que llevo puesto de color amarillo. No uso el color amarillo, palidece aún más mi piel eliturbana. 

     ¿Qué me pasa? No me gusta este sueño y no sé cómo despertar.

     De repente la puerta se abre, sorprendiéndonos a los tres. Es… bueno en verdad... soy… ¡Soy yo! 

     Tengo que ver cómo aparezco vestida de rojo, este color si me gusta. Estoy enfadada, muy enfadada. Whesley se marcha. No oígo nada de lo que digo con ese enfado. Solo sé que me arrepiento ahora de estar en esta sala a escondidas. 

     Steven grita, no le oigo tampoco pero sé que es así porque yo misma, la de rojo, le estoy enfadando también con esos gritos sordos. 

     Él se acerca a mí ahora para consolarme en mi llanto, y entonces las imágenes pasan demasiado rápido para que las analice. Mi otra yo, la de rojo, arranca la insignia del uniforme de Steven, le amenaza con ella y le golpea la cara antes de salir corriendo. 

     Me he quedado sola, él la ha seguido. 

     No sé a dónde ir. Salgo detrás de Steven y de mí misma. Tengo que huir de la Presidencia.

     Pero cuando estoy a punto de atravesar la puerta de salida, recapacito y freno mi huída. 

     De eso nada, no soy una cobarde. Soy suburbana. 

     Este vestido que llevo no es más que una farsa. Me miro las manos y los brazos, son demasiado blancos para mí. Me toco la cara y siento que es suave, pero yo no soy así. ¡Soy suburbana! Y voy a ayudar a que acabe toda esta división de una maldita vez. 

     Entro de nuevo al edificio. Cojo el ascensor y ordeno que suba a la planta donde se encuentra la sala presidencial. Desactivaré la Divisoria, lo haré yo. Si es lo último que voy a hacer, moriré orgullosa de ser suburbana.

     Veo al Comité Armado pasar por delante de mí cuando el ascensor abre las puertas. Algo ocurre. Les sigo sin que noten mi presencia, y entonces veo sin ninguna duda cómo disparan al techo. Un vestido rojo cae de él.

     No voy a permitir que le toquen un pelo. Corro hacia ellos y los aparto de la mejor manera que sé, a golpes, patadas y ataque de taser. Hasta llegar al último  de los miembros del CAE, que contempla con asco el bulto rojo. 

     Yo.

     Sí, lo sé, yo también estoy alucinada de verme en el suelo, ensangrentada. Recojo mi propio cuerpo y sonrío a la mujer que llevo en brazos cuando me pide que cuide de Steven, no tiene que pedirlo, lo haré porque lo amo.

     Pero antes debo ponerla a salvo a ella. Ponerme a salvo a mí. 

     —No te llevarás a Julia. Es mi mujer. 

     ¿De qué habla Parker? Le he oído  detrás de nosotras, me giro y es cuando me da una descarga con su taser. Me mantengo en pie hasta el segundo electrochoque. El peso de ambas me vence y caigo al suelo.

     —Era tu último desafío. —Y ya no oigo nada más. 

     Quiero despertar. ¿Por qué no lo hago? Ahora me duele todo el cuerpo, pero consigo abrir los ojos. No puedo hablar, ni moverme. No sé dónde estoy.

     —Bienvenida a tu muerte, Amy.

    ¿Parker también me llama Amy? Su cara aparece ante mí, tiene que inclinarse porque estoy tumbada. Ya no viste su esmoquin de la fiesta, tiene su uniforme de la clínica. 

     —¿Pensaste que me lo había tragado? ¡Qué ilusa! Eres como todos ellos, por mucho que tu apariencia diga lo contrario.

     Sigo sin poder hablar y quiero decirle unas cuantas cosas.

     —Para que veas que te aprecio, voy a tener un último detalle contigo, ¿qué te parece? Voy a explicarte que te haré. —Reconozco lo que tiene en las manos, es su láser de operaciones—. Primero cortaré por aquí —me dice mientras toca mi frente—, y luego lo haré por aquí—. Ahora toca la parte trasera de mi cabeza, no es que lo sienta, de hecho no siento nada, es que puedo ver su dedo describiendo la línea.

     Estoy a punto de llorar.

     —No llores —me dice con voz autoritaria—. Cuando traicionaste a Julia no lo hiciste. ¿Por qué vas a hacerlo ahora que tienes la oportunidad de devolverle la vida? Sí, lo siento por tí, pero no voy a permitir que tú o ninguno de los tuyos me la quitéis por segunda vez. Ahora quiero que te relajes para que te duela lo menos posible, lejos de lo que pensáis, yo no soy un animal.

     Cierro los ojos deseando despertar.

     —Parker, no. Parker, por favor, no lo hagas.

     Abro los ojos y al que veo es a Steven. Lloro desconsolada, no puedo volver a caer en lo mismo. 

     ¡La doble imagen de ellos en mi cerebro otra vez no, por favor!

     —Tranquila, tranquila, mi amor. Soy yo.

     Los brazos de Steven me envuelven con decisión, para calmar mi miedo. Es él. 

     Steven lleva de nuevo esa barba de dos días, que no recuerdo que se dejara y que tanto me gusta sentir en mi cara. Está sentado junto a mí en la cama y me mece en un consuelo que parece no llegar. 

     Y no creo que llegue nunca. 

     He visto morir a Amy. No, más bien, he sentido morir a Amy. 

     —Lo siento. Lo siento tanto. No debí de ser tan cruel con ella. Ahora sé que Amy luchó por nosotros hasta el último momento. Y la mató, Steven, Parker la mató por mí. Sé lo que le hizo.  

     —Lo sé, mi amor. Tienes que calmarte, por favor.

     —¿Lo sabes?, ¿cómo?

     —No abandonaste el coche, el día del cine. Has vuelto a entrar en un letargo. Hemos tenido tiempo de descifrar cada expediente de NOVAVITA que sacaste de allí. Tenías razón, todos son suburbanos desaparecidos.

     ¡La Causa! 

     Estábamos a las puertas de iniciar el conflicto, ¡no puedo habérmelo perdido! No he podido perder dos meses de mi vida dormida, o de la de Amy, ¡no sé ni cómo hablar ya! 

     Me aparto de su pecho para mirarle a los ojos. Un momento. No parece que haya sucedido mucho en mi ausencia si Steven está a mi lado y no luchando. 

     —¿Cuánto tiempo ha sido esta vez? –pregunto mirando la habitación, no es la mía.

     —Un par de días. Vivian te ha reconocido, y en contra de lo que podamos pensar, dice que es normal, que estás habituándote a tu nuevo cuerpo. Parece que todavía tendrás algún que otro desmayo, porque Amy se resiste a irse. Y sinceramente, no me importa, por lo menos despertarás de ellos.

     Respiro aliviada, ahora me siento mejor al saber la verdad. Si no me separo de Steven nunca, no me encontraré sola cuando me ocurra. Me gusta la idea. Al menos esta vez recuerdo quién soy, la de verdad, a quién amo y por quiénes vivo. 

     Me toco la barriga. Es él, junto a Steven, quién me mantiene viva. 

     —Todo está bien con él, mi amor. No tienes de qué preocuparte. —Steven me besa la frente y yo le devuelvo una caricia en su mejilla—. Pero hay un problema.

     Muy bien, ya tardaba. Sin paños calientes. Se nos fue demasiado tiempo en el anterior despertar. Creo que Steven se siente culpable por eso y no quiere retrasarse en este. Pero de ahí, a hacerlo con la palabra “problema”…

     —Parker ha escapado de tu casa.

   

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