Capítulo 39
Y ahí está ella.
Tan guapa como el día que la condené a muerte en la Presidencia, con su pelo corto, en ese peinado que veo cada mañana en el espejo al mirarme.
Amy no sonríe al receptor que captó su rostro, parece triste. Pero nadie puede negar el buen trabajo que Parker hizo, dos años atrás, con ella.
Es hermosa, ¡y se parece tanto a mí ahora que he despertado de mi letargo!
Me agarro el estómago, empieza a contraérseme en repetidos espasmos. Megam toma las riendas de la situación. Se ha dado cuenta de todo, pero se mantiene en silencio. Se lo agradezco, porque vomitar, llorar y maldecir a Parker es incompatible con explicarle nada a nadie.
Ha terminado la grabación de los once expedientes que no hemos podido abrir, y cuando Megam recoge la copia de archivos, me obliga a ponerme de pie para salir al pasillo.
Me repongo de la impresión que he sufrido, voy a desfilar ante cámaras que no pueden detectar la más mínima lágrima en mi rostro. La Princesa no llora.
Me despido de Megam con un beso cómplice en la mejilla, Elisse y Dona están a punto de reunirse con nosotras en la entrada. Ha entendido que no debe decir nada hasta que cerciore nuestras sospechas. Mi amiga será una gran miembro del CSS, lástima que pronto deje de existir con la Unión de Urbes que más que nunca llevaré a cabo. Lo juro sobre los cadáveres de mis padres y mi hijo.
—Cuídate —me dice Megam cuando estoy a punto de deshacer mis pasos hacia el interior de NOVAVITA de nuevo.
Paso de largo del control de acceso, no necesito mentir ahora que me dirijo a ver a una doctora de la clinica.
Tomo el ascensor que me llevará a la planta de consultas y me permito, ahora que no me ve nadie, venirme a bajo de la impresión que he sufrido. ¿Amy?, ¿yo? No es posible.
Salgo sin perder tiempo cuando llego a mi destino. El pasillo está desierto, no es habitual. Se nota la ausencia de Parker, él jamás permitiría perder tiempo y dinero con esta inactividad.
No llamo, tan solo me deslizo por la puerta cuando la desbloqueo.
La cara de Gina es de terror. No debe de asustarse, ella ya sabe que he despertado de aquel letargo, me vio en la Presidencia el día de la fiesta.
—He recuperado la memoria y tengo muchas preguntas.
La doctora corre a cerrar la puerta detrás de mí. Está bien que sea precavida, que descubran que es del CSS puede ser un problema para su salud en las catacumbas.
—No he podido dar contigo desde la noche de la cena, ¿estás bien?
Asiento. Recuerdo cómo quiso hablar conmigo y que junto a ella me desvanecí. Así que ahora es su momento, la escucho.
Gina toma asiento frente a mí y me invita a imitarla. Lo hago, cualquier cosa que me diga sobre mi recipiente, Amy Walson, será mejor oírlo sentada. ¿Por dónde empiezo?
—¿Qué sabes de mi operación? No fue simplemente de estética, ¿verdad?
—No puedo asegurarlo, pero lo sospecho ahora que no se nos permite entrar a la planta de habitaciones. La confinaron mientras estuviste dormida, incluso la vigila el Comité Armado. Solo unos pocos privilegiados tienen acceso.
—¿Qué es un recipiente? —no me ando por las ramas. A preguntas directas, quiero respuestas claras.
—Cuerpos.
Respuesta rápida, clara y estremededora, vamos bien.
—¿Y qué hacen con los cuerpos?
—Trasplantes.
—¡Oh, venga, Gina! No me vengas con chorradas. Sé que Raimond I no está en NOVAVITA solo para un transplante, lo he visto hace menos de una hora. Se usan los órganos sintéticos desde hace más de setenta años…
—De vida.
Las palabras salen de su boca para acallar mi errónea teoría del transplante de óganos. ¿Vida?, ¿cómo?
—Ven —me dice cuando me conduce a la parte trasera de su despacho.
Tiene montado en la pequeña sala un laboratorio minúsculo, pero que conociendo a Gina, alumna aventajada de Viviam, no carecerá de nada. Coge mi mano y sin pedir permiso me aguijonea el dedo índice de la mano derecha. Suelto un gritito estúpido, más por el asombro que por el dolor. No me mira en el proceso y mete mi sangre en un lector de ADN.
—¿Ves?, Julia Green —dice leyendo el resultado al cabo de veinte segundos.
Pues claro, ¿qué esperaba? Levanto una ceja, no creo que esta mujer haya perdido facultades, pero si no me explica pronto…
—Transplante de ADN. Es el último avance de Parker. Si era capaz de transfomar el exterior, ¿por qué no intentarlo con el interior? Tu cuerpo, Julia, ya no es el tuyo, no te pertenece. Aquella bala ácida te mató de verdad.
Me río, creí que era algo más complicado. ¿Muerta?, ¿en serio? Esto es demasiado, ya no siento ganas ni de vomitar. Me dispongo a salir y alejarme de Gina, está loca. Todos se han vuelto locos y a mí me ha pillado en medio esa locura.
No. No soy Amy, y voy a demostrárselo a ella y a todos los demás.
—Julia, no te aconsejo que atravieses la Divisoria, ni ahora, ni durante nueve meses. Acuérdate de la última vez.
Soy la Princesa de la Urbe, nadie va a aconsejarme nada. El conflicto está a las puertas y tengo que liderarlo.
—Lo digo por el bebé. No tiene ni veinticuatro horas de vida. —Y me lo ha dicho mirando la gota de sangre en su escáner.
La noticia de un embarazo se sale de mi razonamiento. ¿Por qué no heredé un poco más de la inteligencia de mis padres? Al menos así ahora comprendería cómo es posible que esté embarazada, cuando me dijeron que jamás volvería a estarlo porque la Divisoria me destrozó por dentro y que ni siquiera el láser de Parker en NOVAVITA podría reconstruir mi matriz.
Creo que floto, y que no camino, cuando abandono por fin la clínica, media hora, y un par de explicaciones, después. Le agradezco toda la información a Gina, pero voy a comprobarlo por mi cuenta.
Quizá esté lejos de la verdad, y yo no soy Amy.
Llamo a Steven sin dudarlo, es lo primero que hago. Él más que nadie va a ayudarme a entender todo esto, estaba a mi lado el día que nos lo comunicó tía Viv.
Tras escuchar una serie de maldiciones de Steven por haber salido de casa otra vez sin él, —¿en qué quedamos, Steven? dentro con Parker, no me tienes segura, fuera en la calle, tampoco, aclárate ya— me dice que tarda solo veinte minutos en recogerme donde le he citado.
La dirección no es otra que las ruinas del cine que visitamos la primera vez que atravesé la Divisoria cuando desperté del letargo, está lo bastante desierto.
Mientras espero a Steven no dejo de pensar tonterías que seguro son alucinaciones de una cabeza demasiado expuesta a estrategias y dilemas de conflictos. En algún momento tenía que tocar fondo con los disparates que pienso, y creo que ha llegado el día. Porque, ¿cómo es posible que lo hayan hecho? No puede ser cierto. ¿Cuándo, si yo en ningún momento he notado nada? ¿Significa eso que estoy muerta de verdad?
Vale, desde que he despertado Amy ha estado más presente que nunca en estos dos años en mi vida, es pensar o hablar de ella y mi cabeza reacciona con ese dolor raro, haciendo cosas que no quiero hacer.
Si es verdad que estoy en ella, que me lo demuestre.
Steven aparece y me abraza con fuerza. No entiende mi llamada a la desesperada y está asustado, seguro que él también ha pensado un montón de mierda mientras venía a verme, pero ninguna de ellas se asemejará a la que empiezo a creer que es la cierta.
Me mira extrañado cuando le aparto de mí y le ordeno:
—Vas a hacer lo que te diga sin preguntar nada. No te vas a negar, porque te lo pide la Princesa de Urbes —Steven sonríe mientras relaja su expresión de pánico, pongo los ojos en blanco—. No se trata de eso, pervertido —le digo con un manotazo en el pecho.
Me dirijo a una pared de la que cuelga una especie de gancho a la altura de mi cabeza y meto la mano izquierda por él. Mi mano dominante.
He tenido tiempo de pasar por casa a recoger mi mochila, que le tiro a los pies sin vacilar.
—Coge la cuerda, la cadena y las correas que hay dentro.
Steven me hace caso. No puede creer que lo que le estoy proponiendo no vaya encaminado a nada sexual, pero sin vacilar las coge. Me mira esperando nuevas instrucciones.
—Fija mi mano al gancho.
—Pero, Jul…
—Hazlo, Steven, sin preguntas.
Steven se acerca y pasa primero la cuerda entre el gancho y mi muñeca, la ata con un par de nudos siempre procurando no hacerme daño. ¡Es un amor!.
¡Pero ahora necesito que la apriete fuerte, coño!
Puedo deshacerme de este nudo en un abrir y cerrar de ojos.
—Aprieta más —le digo cuando ahora coge las correas.
La mano se me empieza a oscurecer por la falta de riego sanguíneo, pero no tendrán que amputármela por una opresión de nada.
Steven no disimula la incomodidad que siente viéndome así, pero continúa. Ahora coge las cadenas. Me mira sin saber qué hacer con ellas, por el gancho no entran. Le explico que las cadenas son para mis pies, una para cada uno, no debo moverme del mismo sitio bajo ningún concepto.
—Esto es demasiado, no sé a qué juegas, Jul.
—No es un juego, te lo demostraré. Ahora quiero que te alejes unos cinco metros, es tu mejor marca con los cuchillos. Y sin dudar, lánzamelos lo más cerca de la cara, el pecho o el abdomen, que puedas. No me digas en que orden los vas a lanzar.
Steven alucina, no le culpo. Le estoy pidiendo que ponga mi vida en peligro y no hace más que mirar mi mano. Soy zurda, lo sabe de sobra y también sabe que no podré hacer nada con la mano izquierda fuera de juego. Pero ese es mi propósito.
—No podemos estar todo el día aquí —le digo para apremiarle— quiero llegar a casa para el Informe de Suburbe de esta noche.
Consigo relajarle porque sonríe. Bien, él también me relaja con esa sonrisa que me derrite.
Steven echa mano de sus cuchillos, si no me equivoco son media docena dispuestos por todo su cuerpo en los distintos compartimentos ocultos del uniforme. Se aleja de mí, no sin darme antes un beso de esos que hace que odie estar atada y no poder enredar la mano en su pelo. Pero si estoy en lo cierto, saldré de esta y será lo primero que haga cuando me quite la cuerda y las correas. Acariciarle.
Asiento para indicarle que estoy preparada, la voz no me sale de la garganta.
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