Capítulo 38
Julia Green no es enfermera de NOVAVITA y Raymond I lo sabe. No puede verme.
Megam, al igual que yo, mira la puerta del baño cuando empieza a deslizarse en su apertura. Le hago un gesto para que mantenga la calma, se está poniendo nerviosa. Luego hago que mire su uniforme, nos da la coartada perfecta, no tiene de qué asustarse. Bien, me ha costado, pero parece que al fin consigo que se tranquilice cuando comienza a respirar.
Me giro hacia la pared y la dejo sola ante el peligro. Le deseo toda la suerte posible. En sus manos está la Causa, no pueden descubrirme.
Si todo sale bien, después de esto tendré que adelantar la graduación de Megam en el CSS, así vaya a desaparecer cuando la unión se lleve a cabo.
—Hombre, ya era hora de que viniese alguien.
—Señor Raimond —dice Megam acercándose a él.
—Déjese de historias. Díganle a Green que no voy a esperar un minuto más, que si no viene a darme mi nuevo recipiente en menos de una hora, que se vaya olvidando de mi patrocinio para sus jodidos inventos.
Carácter no le falta a este hombre. Confío en que Megam lo aplaque, de lo contrario con sus gritos hará que acuda el CAE a su rescate, y nos pillen con él.
Megam aparta su melena y deja al descubierto sus pechos. Raymond no puede evitar mirarlos. Si hubiese sido Dona después de su arreglo, no quiero ni pensar que haría este hombre, ¿es baba lo que veo en la comisura de su boca?
—No puede gritar así, Raymond —Megam sale en mi ayuda para que deje de mirar esa boca. Presto atención a su siguiente paso—. Me ha dado un susto de muerte, mire lo que ha conseguido.
Sin cortarse un pelo, Megam se lleva la mano de Raymond al corazón, él no piensa precisamente en que está tocando su corazón. Los latidos deben de tenerle hipnotizado, o la suavidad de la piel de Megam más bien, porque no se mueve de su lado.
—Ahora debería calmarse y acompañarme hasta la cama.
Tampoco creo que piense de igual manera que Megam al oír esa palabra. Pero como un niño pequeño, hace mucho que Raymond dejó de serlo, se deja guiar hasta la cama. No grita más. Mi amiga lo ha conseguido.
Salimos de la habitación sin que Raymond nos reclame, sigue soñando con el beso que Megam le ha dado en la despedida.
—No podemos perder más tiempo, pronto empezaran a buscarnos cuando no nos vean abajo.
Dejamos atrás el pasillo de las habitaciones y llegamos al despacho de Parker.
El enorme despacho de Parker.
Supongo que en algún lugar ha de entrar su ego, su envidia y su estupidez.
En cuanto calculo el ángulo muerto de la cámara que hay justo encima de la puerta, la desbloqueo. Megan ha notado mi asombro, pero es que no todos los días comprueba una que el despreciable de su pareja oculta la mitad de su vida bajo el código mixto 10U21IA. ¿Desde cuándo lo tendrá? Debí haber entrado antes, pero siempre me resultó más interesante llevarme medicinas o material sanitario para Suburbe, que archivos médicos de un despacho, con los que poco podría aliviar el dolor de nadie.
Reacciono rápido. Entramos, y bloqueo la puerta. Al menos estoy tranquila porque Parker no nos pillará. Dejo que Megam recupere el color que le falta desde nuestro encuentro con Raimond.
Vaya, impresionante. En esta habitación no solo entran Parker y sus defectos, sino que lo hace todo el historial médico de NOVAVITA desde su fundación en el año 2085, después de todo, pueden estar en información comprimida en cualquiera de los tres ordenadores que hay. Empezaré por ellos. Supongo que el Presidente, siendo consecuente con el deterioro de nuestra piel y la ralentización de nuestros órganos habrá pasado en alguna ocasión por el laboratorio de Parker para seguir vivo.
Después de ordenar el encendido de cada holograma de ordenador, me encuentro las primeras trabas. Las contraseñas.
Descarto de inmediato escáner ocular o lector de ADN, Parker ha de imaginar que llegar a su despacho ya es algo imposible. Disfrutaré contándole que no cuando todo esto acabe.
Cierro los ojos. Si Parker ha sido capaz de poner “Julia” en su puerta, pruebo con el mismo código en los holos.
Nada, demasiado fácil hubiera sido. Pruebo con algunas fechas, algunos nombres en la vida de Parker. No es ningún secreto que lo conozco desde hace diez años, aunque desde hace más de cuatro no sé gran cosa de él y puede descolocarme su nueva vida. Ya me descolocó la otra noche.
—¿Qué buscamos exactamente?
Me había olvidado de Megam, sigo concentrada en las contraseñas. He logrado dos. Creo que para empezar, y que ella vaya buscando en esos ordenadores, está bien. Le hago sentar frente al primer holograma y le ofrezco un teclado digital.
—Cualquier cosa que te resulte extraña, empecemos descartando lo ilógico. Si algo es así, no encaja en la perfección de NOVAVITA.
No puedo dejar de pensar en las contraseñas de Parker ¡¡son tan infantiles!! La primera es la fecha del día de nuestro emparejamiento junto la del día que heredamos la clínica de mis padres, o lo que es lo mismo, el día de su ejecución. Y la segunda son los nombres que algún día hubiese puesto a nuestro heredero, masculino y femenino. Va a darme algo. Si ahora descubro que el tercer código tiene que ver de nuevo conmigo, vomito.
Jamás pensé que Parker sintiera algo por mí de esa manera tan obsesiva.
Respiro aliviada cuando encuentro la clave, y entro en el ordenador. No tiene que ver conmigo, pero sí con Amy Walson.
Ha sido poner su nombre y emerger de mi interior una rabia contra Parker que no puedo describir, si fueran celos podría decir perfectamente que lo son. Pero no, es algo peor. Odio. Rabia. Muerte.
—¿Julia? —Megam está resultando eficiente. De no ser por ella, no estaría avanzando en nada de lo que he venido a buscar, llevo demasiado tiempo pensando en Parker—. He probado varios archivos de los que tienen fechas más recientes. Y en ellos me ha llamado la atención una subcarpeta oculta en tan solo una docena de expedientes. Mira.
Megam mueve la mano y el holograma se gira hacia mí, dejándome ver once carpetas enumeradas, llamadas recipientes.
La miro a continuación a ella, sé que ha tirado de ese hilo por lo que escuchamos a Raymond I.
—¿Hombres o Mujeres?
—Aún no las he abierto, de hecho te lo he comentado precisamente porque se ocultan tras un nuevo código que tendrás que abrir.
—No tenemos tiempo. Ten, grábalos aquí y Hotaru las descodificará en Suburbe.
Le doy el dispositivo de memoria y espero que termine de grabarlos.
Recipientes.
La palabra no deja de taladrar mi recuerdo, yo he oído eso antes de que Raymond dijese nada.
Cojo la mano de Megam en el aire cuando se dispone a insertar el transportador. ¡Acabo de recordarlo! La noche de la cena Presidencial, aquellas voces…
—Espera, deja eso—. Bato mi mano en el aire para abrir otras carpetas y digo alto y claro: Raymond I.
La subcarpeta a nombre de Raymond comienza a desplegarse y el holo muestra hojas de informe con tecnicismos médicos que no entiendo, Viv me los descifrará en Suburbe. Muevo la mano más rápido pasando cada una, hasta que aparece lo que me interesa. Una imagen facial. Una que no pertenece a Raymond I, no al menos el que Megam ha dejado hechizado con su beso en la habitación.
Me llevo la mano a la boca. No quiero mirar a Megan, pero sé que está tan impactada como yo. El hombre que nos muestra el holograma es suburbano.
El corazón se me saldrá por la boca si retiro la mano de ella. Esto es demasiado inhumano. Apuesto que si Travis me localiza cada nombre en el censo, de los que Hotaru descifre en los expedientes llamados recipientes, me dirá que son algunos de los desaparecidos de estos dos meses en Suburbe.
—¿Julia?
Megam me regresa de nuevo al despacho de Parker con su llamada. Me enseña algo. La miro y con un solo movimiento de mi mano derecha, abro la carpeta con un grito. La que tiene bien claro escrito mi nombre de emparejada: Julia Green.
No tengo fuerzas para ver lo que me voy a encontrar dentro. Así que le pido a mi amiga, con un hilo de voz que apenas me sale del pecho, que la abra ella y vaya directa a la imagen facial. Por lo que sé tuve un altercado con el CAE, dejemos de llamarlo accidente, en el que no solo perdí el hígado, ¿no?
Megam bate la mano a tal velocidad que la imagen ha pasado por nuestras narices sin que nos percatásemos de algún detalle. Cuando avanza en sentido contrario, lo hace más lento. El corazón me late fuerte, pero ahora le acompaña en el ritmo, sincronizado, un dolor agudo en la parte trasera de mi cabeza.
Ojalá y no vaya a desmayarme.
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