Capítulo 34
No he sido capaz de salir tras él, no lo he detenido y se ha marchado dejando un vacío enorme en mí. Un vacío que solo la rabia, la ira y el coraje pueden llenar.
A falta del hombre que más odio en mi vida, me desquitaré con el hombre que conozco más cercano a él.
Subo corriendo las escaleras, atravieso el pasillo y entro en la habitación de equipamiento. Después de acceder al armario y a la sala oculta, recojo el par de cosas que necesito y salgo de nuevo al resto de la casa.
Sin perder un segundo entro en la habitación de Parker.
—Esto es muy sencillo.
Parker está relajado después del susto que se ha llevado. Me mira sorprendido mientras coloco los diversos aparatos que he traído en el mueble que hay frente a él. No entiende de qué va esto.
—Se te ha acabado la libertad de movimientos en la casa, no vas a volver a amenazarme con tu vida.
—¿Ah, no? —pregunta con ironía.
—No, porque te necesito vivo, tú vas a llevarme hasta ese bastardo del Presidente. Así que ni se te ocurra salir de la habitación, o te freiré yo misma cuando todo esto acabe.
Enciendo la cámara que he colocado y en cuanto parpadea la luz de aviso, sé que ha escaneado el cuerpo de Parker mientras está tumbado en la cama. Ajusto los parámetros de la distancia hasta la puerta y fijo las coordenadas de la habitación.
—Esto va a matarte antes de que atravieses la puerta de esta habitación. Cuando estés hambriento, te lo pensarás dos veces. —Le vendrá bien experimentar en carne propia lo que viven a diario miles de suburbanos, ¿a ver cuánto dura él sin comer?—. No has debido joderme con Steven, Parker.
—¡Espera! —grita cuando ya he salido. Me giro por pura curiosidad—. No lamento lo que ha ocurrido ahí abajo. No soy yo quien le quitó su pareja a ese animal, y volvería hacerlo de tener la oportunidad.
Ya claro, como si Parker lamentase de verdad la intrusión de Steven entre nosotros porque sinceramente me ama.
Entro de nuevo a la habitación, corro hacia la cama y antes de que reaccione a mi arrebato ya estoy encima de él.
—No vuelvas a llamar animal a Steven, es humano, ¿me oyes? Como tú y como yo.
Sus ojos azules me miran asombrados porque mis manos agarran firmemente su cuello. Aprieto más y esa mirada azul se intensifica, ¿y si lo mato de una puta vez? Total, como diría Amy, un eliturbano menos.
Me asusto de lo que estoy a punto de hacer, de lo que he pensado. Es como si alguien estrujase su cuello por mí. Me relajo y mi fuerza desaparece.
Parker puede hablar.
—¿Por qué no? —me pregunta procurando respirar. No espera respuesta y sigue hablando—. Me ha quitado a mi mujer.
Me aparto como un resorte del cuerpo de Parker. ¿Cuándo he sido su mujer? Él tose, se esfuerza en mantener la vida que he estado a punto de quitarle. Espero que pueda hablar, me tiene que dar una explicación a esa locura.
—No me mires así. ¿Qué tiene de extraño?, eres mi pareja, ¿no?
—Pero nosotros jamás nos quisimos…
—Habla por ti —me interrumpe con otra tos seca—. Sabía que no me amabas, pero te tenía cada día. Me era suficiente con tus migajas para procrear. Y entonces aparece Lars y comienzan las excusas, las salidas a media noche que me dejaban solo.
Si me pinchan en este momento, no sangro. El arrogante, soberbio y orgulloso Doctor Green tiene su corazoncito, y no solo eso, sino que este late por mí desde el primer día.
Me estoy mareando, no puede ser sano procesar una ruptura con uno y semejante declaración de amor del otro, en menos de quince minutos.
Parker se acaricia el cuello que yo le he magullado, creo que pretende seguir esta charla. Ya poco me asombrarán sus palabras después de su confesión.
—¿Cómo crees que me sentí al saber que se trataba de un suburbano? ¿Eh, dime? ¿Un suburbano me quita a mi mujer en mis narices y yo no voy a hacer nada? No, cariño. Esperé paciente hasta tener la ocasión que me brindó Amy, no solo era tu pareja sino el miembro más buscado del CSS. He aprovechado mi momento, eso es todo.
Puedo recordar los golpes que dio a Steven. Con cada uno se aseguraba de recomponer su ego herido.
Tengo que salir de aquí, si Parker continúa hablando…
—En cambio a ti, Julia, jamás te haría nada, eso sería acabar conmigo mismo. Es egoísta, lo sé, pero así soy yo. El cerdo de Parker, ¿no?
Camino de espaldas a la salida. Tropiezo con el mueble que tiene el escáner que se encargará de matar a Parker si piensa si quiera en moverse de la habitación. Lo esquivo y llego al umbral de la puerta. Parker no deja de mirarme a los ojos y tengo miedo. Miedo de ver en los suyos, en la profundidad de ese azul turquesa, el sentimiento puro y limpio del que me habla.
—¿Julia? —No me vuelvo, no puedo—. Yo también soy humano, no lo olvides. ¡No lo olvides! —grita cuando la puerta se desliza en su cierre.
Creo que no voy a poder dormir hoy.
No se me permite una pataleta por la ausencia de Steven, ni por el encierro de Parker. Tengo que ver los avances del comité en estas veinticuatro horas que han pasado desde la votación, como el informe de los Nishi o la adjudicación de tareas. Además de elaborar turnos de cruce a Eliturbe. A las puertas de un ataque, como estamos, no podemos desaprovechar que la Divisoria se abrirá varias veces en los próximos días.
Eso es lo que la Princesa debe hacer, trabajar, llevar a su pueblo a la victoria, no llorar. Nada de lamemtos.
Me visto sin ganas, ya no las tengo de nada. Estoy cansada de ser la Princesa y no haber conseguido la Unión de Urbes aún, estoy cansada de ser la mujer de Steven y defraudarlo una y otra vez, y por supuesto estoy cansada de ser Julia y existir en este mundo dividido.
Pero me obligo a continuar.
He cruzado sola, no lo hago desde que conozco a Steven y me siento extraña. Dos veces en dos días es muy doloroso, ¿será ahora siempre así? Me falta su calor, su cuerpo, el latido de su corazón, que es el mío. Y por un momento pienso que si me muevo acabo con todo de un manotazo.
Pero entonces recuerdo a Steven y cuánto le quiero, y aunque entre nosotros se abra el abismo de la Princesa solo la mataré a ella, poco a poco, no voy a acabar con mi vida.
No tardo en llegar a la nave, hoy se ha abierto la Divisoria junto a ella, en Queens. Si hubiese sido al otro lado del distrito, hubiera pensado seriamente en darme la vuelta, porque me aterra todo lo que se nos viene encima a partir de ahora.
Nadie me presta atención al entrar y me resulta gratificante. Están demasiado entusiasmados con el primer ataque a Eliturbe de mañana por la noche, o al menos con la primera estrategia de ataque, el sabotaje al Informe de Urbes. Me complace verlos a todos trabajando unidos en hermandad, sin distancias que salvar de sus mundos. Por primera vez mi gente no ve colores de pieles, distintos, ni marcas oscuras u ojos y pelos claros que los difieran a ellos. Ven personas unidas por un fin. La Causa.
Cuando dejo atrás el pasillo central, me recibe una tía Viv exaltada, feliz, y me da qué pensar. Ha vivido aquí en Suburbe, a escondidas, desde que hizo los sesenta y la exiliaron, no habrá nadie más feliz que ella de volver a Eliturbe, una vez que se dé la Unión, para terminar sus días.
—Julia, mi amor —me dice con una sonrisa después de darme su ración de besos y pellizcos en las mejillas—, tienes que probar la crema protectora que hemos conseguido para las radiaciones del sol, después de todo es algo que en Eliturbe necesitaremos cuando la Divisoria desaparezca. Empezaremos con pocas dosis, solo para los miembros del comité, ven.
Me lleva a rastras a su laboratorio, todos los presentes, de su equipo mixto, se inclinan al verme. Les sonrío y acepto el tarro que Viv me da.
No lo había pensado. Estaba tan obsesionada por devolver la libertad a los suburbanos, que lo que pudiera pasarle a los cientos de miles de personas de Eliturbe no se me pasó ni por la mente. Tenemos la piel tan clara y delicada que espero que la nueva crema solar de Viv y su equipo nos proteja del sol y sus quemaduras, si no sería, al contrario de lo que sucede ahora en Suburbe, condenar a la oscuridad de la noche a todos los eliturbanos.
¿Y qué sentido tendría entonces la Unión si la mitad de la Urbe no puede salir de sus hogares en la mitad del día?
Me enorgullezco de que mi discurso de ayer haya puesto en órbita las mentes de todos ellos. Ahora somos el equipo que debemos ser. El que mi padre jamás logró, visto el abandono de Amy.
Ya estamos preparados.
Y esa energía tan poderosa que siento en mí, cuando pienso en ella, me hace sonreír.
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