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Capítulo 33

Abandono la nave en compañía de Parker, mi prisionero. No dejo de pensar en Steven y su marcha sin decirme nada. Y menos ahora que voy a atravesar la Divisoria de regreso a casa. Parker me abrazará y siento como si traicionara a Steven solo con eso, con nuestro momento tan íntimo. No quiero mirarle después a los ojos sabiendo que Parker puso sus manos en mí. 

     Pero no puedo arriesgarme a cruzar individualmente, cuando ya me hallase al otro lado, Parker puede tratar de escapar. Así que no me queda otra que pedirle a Rivera que nos acompañe, porque no localizo a Whesley tampoco.

     Rivera me deja a Parker en el lado de Eliturbe, yo he cruzado primero. Le pido antes de que se marche que me haga llegar el control del reparto de tareas que cada uno va a realizar en cuanto esté listo, porque la temperatura de los siguientes días va a permitir cruces de la Divisoria sin necesidad de esperar mucho, y no tenemos que malgastarlos.

     Parker espera junto al coche que nos llevará a casa, ¿o debe de ir pensando que es ya su prisión?

     —Cierre de puertas, cien kilómetros hora, destino: casa —ordeno al coche en cuanto subo. Siento la mirada de Parker a mi lado—. ¿Qué te ocurre? —pregunto lo más calmada posible teniendo en cuenta que solo por ser Parker no puedo calmarme.

     —¿Por qué este estúpido viajecito? ¿Querías enseñarme de lo que eres capaz, que controlas el CSS o que me controlas a mí?

     —Has sido un trueque colateral, eso es todo, y cuando deje de necesitarte, lo sabrás.

     Bloqueo la casa entera al llegar. Obligo a Parker a subir a su dormitorio, por si lo ha olvidado después de su pequeña excursión a Suburbe, sigue prisionero. Conecto sus brazaletes en la planta de arriba para que no me moleste en unas horas y me relajo en el salón. 

     No he parado de pensar en Steven, ¿a dónde ha podido ir desde que he salido de la nave del Comité? Se me ocurren tantos disparates, que el que se haya ido con otra mujer para su consuelo, es el más inofensivo. Steven capturado de nuevo en las catacumbas, muerto a manos del CAE o huyendo de mí hacia el sur, son los más dolorosos.

     Quiero cerrar los ojos y descansar.

     Me despierta el grito de mi nombre. 

     Es Parker desde la escalera. Idiota. Como se le haya ocurrido atravesar la línea de seguridad, puede estar asfixiándose. 

     De un salto, me encuentro a los pies de la escalera, y de otro más, subo los veinte escalones.

     Y Parker no solo no se ahoga, sino que me sonríe apoyado en la pared de brazos cruzados.

     —He comprendido que no vas a dejar que muera si me defiendes de Lars de esa manera, ¿no es cierto?

     —¿Y has llagado a esa conclusión tú solito en seis horas? —pregunto dando un bostezo—. Tienes un doctorado, por favor. 

     No sé cuánto he dormido, pero de lo que estoy segura es que después de velar su recuperación durante dos días, necesito hacerlo de veras, y él no va impedirlo así tenga que atarlo a la cama para que no se le ocurra amenazarme con atentar de nuevo contra su vida.

     —Tengo hambre.

     —No, Parker, no juegues conmigo.

     El muy cínico avanza hasta la línea segura. Puedo dejar al menos que compruebe el dolor tan intenso que se siente con esas agujas clavadas en las venas del brazo, pero no tengo la intención de realizarle maniobras de primeros auxilios para devolverle la vida si me paso en el tiempo de punción. 

     Puedo disfrutar cómo agoniza y olvidarme de su integridad física. 

     ¡Mierda!

     —Espera un momento —le digo sobrepasándole en los últimos metros. Desbloqueo el dispositivo de sus brazaletes—. Adelante, la cocina es toda tuya.

     —¿Comes conmigo?

     No, de veras que el sol de Suburbe a frito su cerebro. Levanto una ceja en plan “no me jodas, Parker”, pero creo que no me entiende.

     —Sí, cenas conmigo.

     ¿Cuándo ha dado un giro todo esto y ahora es él quién manda?

     —¿Qué piensas hacer ahora si me niego, meter la cabeza en el congelador?, ¿o dejar de respirar sin más?

     Parker ríe a carcajadas y termina por cabrearme. Baja sin esperarme y entra en la cocina.

     La verdad es que hace una eternidad que no me siento a comer en condiciones, pero solo por el hecho de no darle la razón me voy de nuevo al sofá.

     La comida congelada de Eliturbe tiene una enorme ventaja respecto a la carencia de color, olor y sabor de la de Suburbe, su alto contenido en nutrientes y el escaso tiempo que se emplea en tenerla lista. Tres minutos para cualquier plato. Por eso no es de extrañar que tenga a Parker junto a mí en tan poco tiempo. 

     Se sienta a mi lado y activa el holo de televisión sin consultarme, creo que no le queda claro que carece de cierto tipo de privilegios.

     —Desconectar holograma de televisión.

     Parker me mira indiferente, se lleva un trozo de lo que se ha preparado de cena a la boca y sin esperar a tragar, con la boca llena aún, grita:

     —Activar holograma de televisión.

     De nuevo en el salón aparece la imagen del holo en lo que parece ser un film de entretenimiento.

     —Desconectar holograma de televisión —repito.

     Y antes de que lo vuelva a activar me lanzo sobre él y le tapo la boca.

     He caído sobre Parker en el sofá. La situación es muy incómoda. Me mira a los ojos, no aparta mi mano de su boca. En el silencio de la habitación puedo oírlo respirar excitado, y mi sentido del tacto siente la calida expiración de su nariz. 

     En menos de un día, demasiado cerca hemos estado Parker y yo. 

     Voy a terminar con esto ahora mismo. Pero Parker no opina igual y traba mi cintura, logrando que de nuevo caiga sobre él.

     —He venido a traerte el control de funciones que habías pedido esta tarde.

     Steven, y su maldita manía de entrar por la puerta principal. 

     He estado demasiado concentrada en Parker y no he oído que él entraba. Me incorporo de un salto, no sin echar antes una mirada de odio a Parker. ¿Qué puedo decirle que no sea el absurdo y manido “no es lo que parece”? 

     ¡Porque es que lo parece! ¡Yo estaba encima del que es mi pareja de verdad!

     Steven me ha visto encima de Parker, ambos en silencio y sin que yo me opusiera a esa intimidad en el sofá de nuestra propia casa.

     —Steven, necesito hablar contigo.

     —¡Joder, Lars!, tú no entiendes cuando sobras, ¿verdad?

     Steven se está aguantando por mí, o por la Princesa, que más da, lo veo en sus ojos encendidos de rabia y su mandíbula tensa. Aprieta los puños hasta blanquear sus nudillos. ¡Parker es tan fantasma, que por un segundo deseo que se los estampe en la cara!

     —Parker, vete a tu dormitorio —le ordeno sin recordar que no es uno de mis hombres del Comité y que no lo hará sin más. 

     No va a estropear lo que tengo que decirle a Steven, o se va, o se asfixia.

     Parker no se mueve del salón, se queda quieto y emite su risa odiosa. 

     No me esperaba a su lado y se sorprende al verme junto a él. He sido tan veloz que no me ha visto. Sujeto sus muñecas, y al contacto de mis huellas digitales, las agujas de los brazaletes se activan. Parker abre la boca, necesita de ese aire que no le llega en cantidad suficiente a sus pulmones. Me separo de él y veo cómo se arrodilla sin poder soportar el dolor.

     —O subes, o mueres. He mejorado el sistema, tienes poco tiempo.

     Con tremendo esfuerzo, Parker se pone en pie, y a tropezones sube a gatas cada escalón con dificultad. 

     Steven contempla la escena sin inmutarse. Y no tiene que decírmelo, sé que disfruta con lo que está sintiendo Parker, que una vez más, nos sorprende y consigue llegar al límite de la línea de seguridad. Lo que haga, ahora que desaparece por el pasillo, no me preocupa.

     Steven me mira, espera una explicación.

     —No sé lo que ha ocurrido Steven —comienzo a decirle—. En un momento estábamos discutiendo y al otro…

     —Te lo estabas tirando.

     Steven termina la frase a su manera. Nunca me ha hablado así. No puedo negarle lo que ha visto. Es imaginarme la perspectiva desde su punto y sentir asco de mi misma por no evitarlo, pero tiene que confiar en mí, ¿no es eso lo que precisamente tanto me pide él? ¿Confianza?

     —Voy a hacer que no te he oído, si no, puedes llegar a lamentarlo.

     —¿Es una amenaza de la Princesa o de Jul? Porque si es de la Princesa, ahora mismo puedo entregar mi insignia para que no se moleste en degradarme, pero si es de Jul, lo que me haga jamás me hará tanto daño como lo que he visto ahora.

     —¿Y qué has visto, Steven?, ¿a caso me ves desnuda?, ¿ves que halla besado mis labios y los tenga aún irritados?, ¿o es que respiro excitada, porque me has interrumpido el mejor de los orgasmos? ¿Qué coño ves?

     —¡¡A mi mujer con ese cerdo, eso es lo que veo!!

     —Te he repetido hasta la saciedad que Parker es la pieza que necesito para llegar al Presidente, ¡nada más! —le grito para hacerme oír por encima también de sus gritos—, y que no lo pondré en manos del Comité hasta que no me diga lo que quiero saber.

     —A eso me refiero, si al menos te lo tiraras hasta lo entendería. Pero no. No piensas en otra cosa que no sea tu puta Causa de Unión, aunque para ello tengas que convivir con ese tipo despreciable. Te has olvidado hasta de mí.

     —¿Eso es lo que te tiene así? Sabes desde el primer momento quién soy, no ha sido ningún secreto.

     —Lo sé, y jamás te pediría que renunciaras a tu cargo, porque eso es lo que más me enorgullece de ti. Pero necesito a mi mujer, Jul, y no la veo. No la tengo a mi lado. No la he tenido desde que ocurrió aquello, la pérdida del bebé.

     —No tienes derecho a hablar de él. 

     —¡También era mío! 

     —Pero ¡nunca lo quisiste! —le grito a la cara. 

     —Eso no es así, Jul, ¡porque era tuyo, algo nuestro! 

     Nos quedamos callados, en un reto de miradas hirientes. 

     —Lo siento, Steven, pero aquel día morí con él.

     —¡Claro! Lo entiendo, pero a cambio nació la Princesa, ¿no es así? La que no deja salir a la mujer que eres. 

     —Esto se nos ha ido de las manos. Hoy no quiero discutir contigo de la Causa, de mi rango o del bebé. 

     Steven no permite que abandone la sala y me alcanza en las escaleras. Me retiene por el brazo.

     —¿Cuándo, entonces? 

     —Suéltame. —Y me deshago de su mano. 

     —Corre, huye. Planea cuantas guerras quieras para tener tu mente ocupada, se te da muy bien. A lo mejor en la próxima te pegan un tiro y desapareces, como de verdad quieres hacer desde hace año y medio, para reunirte con él. Pero haznos el favor a los dos de no fallar esta vez y muere de verdad. 

     Le golpeo en la cara con todas mis fuerzas. Me está haciendo daño y es consciente. 

     Corro, sin mirar atrás, escaleras arriba, pero su grito me detiene justo cuando llego al pasillo de las habitaciones. Es un tono de voz diferente.

     —Jul, ¿quieres saber por qué no comuniqué al Comité que habías despertado? ¿Por qué no te saqué del error el primer día? —como no respondo, ni me vuelvo a mirarle, Steven continúa—. Porque me llamaste Parker. Y entonces pensé que si no me recordabas, a lo mejor tenía una oportunidad de recuperarte sin que la Princesa y su Causa te alejasen de mí. Pensé en mostrarte todo lo que te hacía feliz de Suburbe, lo que nos unió una vez, para que te enamorases de mí de nuevo, para verte sonreír siempre conmigo. Pero supongo que la Princesa es más fuerte que yo y me ha ganado.

     Steven se va de casa. 

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