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Capítulo 28


No quiero imponer mi rango a Steven y Whesley, esto es algo que solo Julia Klarence va a solucionar. Pero lo haré, se lo ordenaré a ambos si no tengo más remedio, para que me dejen de atosigar.

     Me cuesta convencerles. Un hombre puede ser testarudo, pero dos, y en época de conflictos, no se dejan persuadir tan fácilmente. 

     ¡Hasta que lo he conseguido y han aceptado que Parker se viene a mi casa!

     Tienen que entender que si Parker, con toda su arrogancia, no detectó nunca mis pasadizos secretos, no voy a temer ahora al CAE, cuando sin una orden del propio Parker no pueden entrar en la casa. 

     Y yo tengo a Parker. Amordazado. 

     Con Whesley ha sido más fácil, quiere ver lo que voy a hacerle después de mi exhibición de las catacumbas y me da un par de ideas para las que se necesitan sus explosivos en ciertos conductos funcionales del ser humano. Con Steven no tengo tanta suerte, de hecho creo que no está muy de acuerdo aún. 

     Steven no comprende por qué Parker desactivó mi brazalete de prisión y por qué me permitió escapar, está convencido que todo ha sido un señuelo para que lo rescatase a él.

     —Traer a ese tío contigo de nuevo, es un error. Debe de estar en Suburbe, a disposición del tribunal del Comité —me dice Steven cuando entramos en casa.

     Whesley carga con Parker, lo drogamos para que no diera problemas al salir de las catacumbas, está inconsciente. Yo ayudo a Steven a caminar, sirviéndole de apoyo con mis hombros.

     —Te he dicho que Parker es asunto mío. Es algo personal lo que tengo con el Presidente, me ha dejado libre y va a lamentarlo.

     —¡Muy bien, estupendo!, —me grita sin necesidad, porque le oigo estupendamente. Supongo que es una machada más de las suyas—. ¿Y a quién crees que culparán de su desaparición? ¡A mí! Acabas de provocar el conflicto antes de que estemos preparados. Llevamos meses con un vacío de poder que no pondrá nuestras filas al día. ¡Pero a ti qué más te da ¿no?, si tú tienes tu venganza particular! 

     —No me hables así, Steven. He estado ausente tres meses y sí, es cierto, hay un vacío de poder porque no he sido capaz de recordar lo que significaba para mí Suburbe. Pero ahora que sé quién soy y el lugar que ocupa tu mundo para mí, sería incapaz de poneros en peligro.

     —Deja que lo dude, Jul, esconder a Parker en tu casa, no solo es una amenaza para Suburbe, tú también estás en riesgo. 

     —No quiero perder más tiempo del que ya he perdido mientras dormía. Parker me entregará al Presidente, no tengo más que decirte.

     Steven corta mi avance a las escaleras, por la que ya sube Whesley con Parker hacia su dormitorio.

     —Escúchame, Jul…

     —No, escúchame tú a mí. Convoca al CSS para una reunión urgente. En un par de días se abre de nuevo la Divisoria, hay que aprovechar la temperatura, y necesito un reporte de todo lo que haya sucedido en mi letargo. ¿Está de acuerdo, co_mi_sio_na_do?

     —Puedo hacer todo eso como tu comisionado que soy, pero como tu pareja, vas a escucharme. ¡Ahora mismo!

     Steven me coge por sorpresa y me carga en su hombro, intento escapar pero sin ejercer toda la fuerza que soy capaz, recuerdo que ha estado casi muerto hace menos de dos horas, no seré yo quién le haga más daño.

     Whesley se gira en el pasillo de las habitaciones cuando oye mis gritos, él carga con Parker en la misma posición en la que yo me encuentro.

     —Esa es la Apirelina, Princesa. La pediste de tercer grado y ahí tienes la consecuencia: Un troglodita excitado —me dice mientras se ríe—. Creo que no quiero ver esto, voy a dejaros solos.

     A grandes zancadas, Steven entra en mi dormitorio. La puerta se ha deslizado en su cierre y él se precipita a bloquearla sin soltarme aún. 

     Dejo de oír la risa de Whesley.

     —No sabes lo que he pasado estos días que has estado en sus manos —me dice Steven al arrojarme sobre la cama. Reboto en ella de la fuerza que ha empleado—. Cada vez que pensaba que estabas presa por la Presidencia, moría un poco más. Y ahora vienes tú y me dices que no solo te quedas en esta casa en la que el CAE puede entrar en cualquier momento a apresarte, sino que lo haces con él. Créeme, Jul, que no me gusta dejarte con ese partidario de la Élite.

     —¿Se trata de eso? ¿Crees que no puedo defenderme de ese patán de Parker y sus hombres del CAE? ¡Sin su Comité Armado no es nadie! —le grito desde la cama.

     Me levanto, no voy a discutir tumbada en una cama mientras él parece tan poderoso de pie, delante de mí. ¡Porque vaya si voy a discutir!

     —No olvides quién soy. Puedo dirigir el Comité, puedo luchar como cualquiera de tus miembros de seguridad en el conflicto y puedo encargarme de Parker con solo hacer esto —le digo mientras chasqueo los dedos pulgar y corazón delante de su cara, un par de veces.

     Miro a Steven y veo todo lo que le han hecho en las catacumbas. Su rostro está pálido y demuestra exceso de sudoración. Parece no poder respirar y sus ojos me  miran extraño, se le han dilatado las pupilas. 

     —Se pueden encargar de él en Suburbe.

     —No voy a darles un juguete eliturbano a tus hombres para que me lo destrocen antes de sacarle el partido que quiero.

     —¿Puedes dejar de hablarme como una jodida estratega? Tener aquí a ese tío te traerá problemas y no voy a dejarle a mi mujer ahora que la he recuperado.

     Steven habla excitado. Me gusta ese timbre de voz, es el mismo que tiene cuando lo tengo debajo de mí en la cama y me pide que no pare hasta alcanzar su límite. Y si le sigo escuchando un segundo más puedo abalanzarme sobre él antes de que emita la siguiente exhalación. Procuro seguir con lo que estábamos y alejo de mi cabeza la imagen de Steven desnudo, entregado a mí y complaciéndome en todo.

     —No solo soy tu mujer, Steven, soy la Princesa de la Urbe de Nueva York.

     —¡Argg! Eres terca como tú sola —Steven se pasa compulsivamente las manos por la cabeza para revolver su pelo. Está guapísimo con esos ojos desencajados, fijos en mí—. Sabes que tu rango no te da derecho a elegir por tu pueblo sin hablarlo antes con el Comité, no creo que hayas olvidado eso, ¡¿verdad?! —me grita pegando su nariz a la mía.

     —Puedes gritar lo que quieras, ¡Parker se queda en esta casa, y conmigo! —le digo de igual manera—, ¡y si me sigues provocando con el Comité, te quito el comisionado!

     —¡Joder, Jul!

     —¿Qué te ocurre? —le digo al ver que respira peor y que va a enloquecer.

     —No lo sé —consigue decir entre espasmos.

     ¡Apirelina! 

     Intento recordar los efectos secundarios. La inyección no solo ha activado la sangre en el flujo sanguíneo de Steven, la está hirviendo. Tiene que deshacerse de ella, regulando su respiración. Tiene que calmarse.

     —Steven, cálmate. El exceso de Apirelina en tu sangre solo desaparecerá si consigues mantener el control de tus latidos.

     —¿Calmarme? —me dice quitándose la camiseta sucia, que ha manchado en las catacumbas. Su pecho está golpeado y las heridas comienzan a sanar cubiertas de suciedad—, no puedo hacerlo después de decirme que me dejarás fuera de todo esto por lo que luchado toda mi vida.

     —No lo haré, te lo prometo, pero cálmate ahora.

     —No puedo. Tengo calor.

     —Una ducha, Steven. Vamos a darte una ducha fría, ¿estás de acuerdo?

     Steven mueve la cabeza para decirme que sí. Consigo llevarlo a tropezones al baño. No puedo pararme a quitarle los pantalones y lo meto en la ducha vestido. Yo le sigo. El agua helada sale en cuanto grito la temperatura de cinco grados centígrados, e intento que Steven permanezca bajo ella, porque empieza a tiritar y quiere marcharse. 

     —Cálmate, por favor —le digo mientras froto las heridas y elimino la porquería que se ha pegado a su sangre coagulada—. Respira conmigo.

     Emito exhalaciones pausadas, tiene que hacer lo mismo que yo. Steven me mira mientras ambos acompasamos el ritmo de su respiración.

     —Deja de hacer eso.

     —¿El qué?

     —No me toques de esa manera, o en la vida me calmaré. 

     Steven sigue respirando conmigo. Vamos a conseguirlo.

     —Puede ser una solución, ¿no crees?

     —No te entiendo.

     —Piensa en cómo te sientes cuando terminas con tu orgasmo —le digo besando una de sus heridas— y en cómo te derrumbas y te quedas relajado, mi amor —le digo mientras beso otro golpe—. Permaneces tan tranquilo esos segundos de satisfacción, que puedo hacer contigo lo que quiera. 

     Él sonríe mientras lo recuerda. Hace días que no lo hacemos. 

     Escucha atento sin decir nada, sin hacer nada. Mi única salida para reactivar a Steven es meter la mano por dentro de su pantalón. De nuevo la respiración de Steven se acelera al contacto con mi piel. No tengo de qué preocuparme, porque su corazón no va a estallar, ¿verdad? 

     Necesito unos minutos nada más, y va a dármelos sin que le pase nada para conseguir nuestro propósito. Mantenerlo con vida. Su corazón va a resistir.

     Steven no se hace de rogar. Su miembro se endurece de inmediato y la humedad del agua hace que se deslice sin dificultad por mi mano. Hace meses que no estoy con Steven en pleno conocimiento de nuestra vida juntos. Y es excitante saber por cuanto hemos pasado para llegar hasta aquí, ambos regresando de la muerte, el uno por el otro.

     Tan excistante es que voy a enloquecer yo también si no me lo hace pronto. 

     Saber que en cualquier momento podemos dejar de ser uno, hace que pare de tocarle.

     —¿Qué haces? Ibas muy bien, Jul, no pares ahora.

     Me quito el uniforme en un par de movimientos. Nada va a hacer que yo no disfrute de esto de tener a Steven conmigo. Salgo de la ducha y camino de espaldas, sin perder a Steven de vista. Dejo por el suelo un rastro húmedo que no tiene que costarle seguir.

     —¿A dónde crees que vas?   

     Steven sale también y sigue mis pasos, lo hace como si estuviese  hipnotizado por el contoneo de mis caderas. Se va quitando su pantalón y ropa interior mientras avanza por el baño hasta llegar al dormitorio. He llegado a la cama, tropiezo con ella y me siento. Con el descaro que me da ver lo excitado que está Steven conmigo, apoyo las manos en las rodillas y abro mis piernas. Steven se muerde el labio inferior, sé que intenta respirar tranquilo sin conseguirlo.

     —Vamos, Steven, hazme ver las estrellas sin salir de aquí, mi amor.

     Steven se lanza contra mí sin tregua, y no me importa. Mete el brazo por debajo de una de mis rodillas y me coloca la pierna en su hombro. Me mira a los ojos, yo le miro a los suyos. Y de un solo ataque, me penetra. 

     El frote de su pecho mojado endurece los míos y me va hacer ver las estrellas antes de lo previsto. Steven se mueve deprisa, todo lo que su corazón exaltado le pide que haga. Son movimientos bruscos, rápidos y dinámicos. Pero yo quiero más. 

     Hago que Steven meta su mano entre ambos y que sus dedos me estremezcan de placer.

     Ahora soy yo la que no puede respirar, la que quiere que no pare, que mantenga el ritmo duro, tanto dentro como fuera de mí. Las manos de Steven estan por todo mi cuerpo y están a punto de acelerar mi final.

     Sí, hoy no solo las veré. Hoy tocaré las estrellas.

     Y Steven lo ha hecho conmigo, porque lleva un rato agotado en mi cama del esfuerzo de alcanzarlas. 

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