Capítulo 27
Steven abre los ojos y la boca, y hace que del susto me caiga de espaldas. Su cuerpo se arquea buscando ese aire que necesita y que desgraciadamente tanto apesta en esta celda.
Whesley reacciona, como no he podido hacer yo todavía, y le coloca una mascarilla de oxigeno.
—¿A dónde vas? —le pregunto cuando veo que me deja sola con Steven.
Whesley registra los uniformes de los miembros del Comité Armado y parece que no me ha oído. Coge algo de ellos y pretende irse de veras. Cuando le repito la pregunta, ya está mirando a un lado y a otro de la puerta para salir por ella.
—Necesitará unos minutos para recuperarse —me dice al fin—. Y yo soy más útil buscando una salida despejada.
He pasado por encima de él cuando he dispuesto qué hacer con Steven, él cree que está dolido por eso, pero es por el miedo que ha sentido al ver muerto a su amigo. No puedo dejar que se vaya así.
—Ey, grandullón —le digo para que se gire a mirarme. Lo hace, no puede desobedecerme—. Steven está vivo gracias a ti, no lo dudes nunca. Me has traído hasta aquí con vida y eso es algo que te agradecerá siempre.
Sus labios se curvan en una sonrisa única, de esas suyas que se contagian.
—Gracias —le digo, aunque sé que odia sentirse reconocido en lo que es su obligación. Pero es verdad que se lo agradezco y quiero que lo sepa.
Me arrodillo delante de Steven cuando estamos a solas. Parece haber estabilizado el ritmo de su respiración. Le cojo la mano y como él me hiciera tantas veces, se la beso. Yo doy un paso más y dejo que mi mejilla la acaricie, quiero que me sienta a su lado con el roce de mi piel. Le acaricio el pelo. No sé si recuerda que me ha visto fuera de las celdas, por eso necesito que sepa que estoy aquí, que no me he ido, que estaré a su lado para siempre. El tiempo que esta absurda guerra con Eliturbe nos permita.
Recuerdo cada beso que me ha dado, cada roce intenso que mi piel ha sentido de sus manos, y no tendré vida para devolverle cada uno de ellos. Acaricio su frente, su mejilla, sus labios.
—Pronto seremos libres, Steven.
Veo a través del plástico transparente de la mascarilla una sonrisa de lo más bonita, sé también que es sincera. Está consciente.
La Princesa no llora, pero la mujer de Steven se va a dar el lujo, y no pienso parar hasta que mi corazón elimine la angustia de haberlo visto más muerto que vivo.
La mano libre de Steven me retira la lágrima que amenaza con salir. Y en mi más puro egoísmo, sonrío al verlo preocupado una vez más por mí. Se retira el oxígeno para poder hablar.
—Perdóneme, Princesa.
—Schh —trato de que no hable. Pero no lo consigo.
—Debí acabar con todo hace tres meses, cuando tuve la ocasión en aquel despacho.
Ese formalismo en las primeras palabras de Steven al regresar de la muerte, hace que se me hiele la sangre. No distingue a Julia frente a él.
Me duele ver que se siente atormentado, que carga todavía con la culpa de lo que me ocurrió en la Presidencia y que por eso pone barreras institucionales conmigo, como no hizo aquella noche cuando lo encontré con Amy.
No acepto su derrotismo. El Steven que yo conozco ya me hubiera besado. Prefiero ser Jul para él. Siempre Jul. Que me llame así siempre, cada vez que quiera.
Pero entiendo que ha de redimir su insubordinación, y llamarme Princesa, ahora que su vida ha estado en mis manos, es su manera de hacerlo.
Una lágrima se abre paso por mi rostro, yo no soy quién para lastimarlo más.
Le perdono, ambas, la Princesa y yo lo hacemos.
—No tengo nada que perdonarle, comisionado. Si algo me complace descubrir en las personas que me rodean en mi equipo, es que pueden equivocarse y cometer errores porque son humanos y no perfectos. ¿O no es eso lo que usted mismo me enseñó en el momento más amargo de mi vida?
—Lo recuerdas. —Steven cierra los ojos, ese dolor de mi recuerdo le alcanza.
—Hasta el último detalle, es como si volviese a vivir todo aquello.
—Pero el día de tu accidente yo no…
Cierro sus labios con un leve contacto de mis dedos, y a continuación de mis labios. Un beso que ya necesitaba.
Ahora soy yo quien va a pedirle perdón y no le voy a dejar que me interrumpa más.
—Esa noche yo misma erré con Amy. Ella enmendó su traición al poner a salvo a la Princesa, y con ella a la Causa de Unión de Urbes. Por eso, en cuanto regresemos vamos a buscarla para llevarla de regreso a Suburbe. ¿Qué te parece?
Steven no responde y me esquiva la mirada, le conozco lo suficiente para saber que me oculta algo, algo que no va a gustarme. El estómago me da un vuelco.
El olor nauseabundo de la celda y la cara blanca de Steven, van a hacer que vomite. No tengo que pensar mucho, hablábamos de Amy.
—¿Qué ha pasado con ella? Steven, contesta. Si no puedes hacerlo a la que es tu mujer, no quieras que tu Princesa te lo ordene. ¿La mataron?
—Solo sé que Amy está desaparecida desde la noche de tu accidente. No puedo confirmar su muerte al cien por cien, por eso necesito saber si hay un historial de ella en NOVAVITA.
¿Mi accidente? Parker se tomó muchas molestias para ocultarme tras mi agresión, ¿habrá hecho lo mismo con Amy por orden del CAE? Recordar a Amy hace que tenga sentimientos contradictorios, tan enfrentados que no se cuál predomina. No puedo odiarla ya después de todo lo que hizo por mí aquella noche, sigo viva, y junto a Seven, pero ¿sentir su desaparición hasta el punto de llorar por ella?
—No llores, Jul.
Steven me agarra con pasión del cuello y me inclina hacia él. Se bebe mi llanto a besos.
—¡Oh, parad de hacer eso delante de mí, por favor!
La puerta se ha abierto sin que ninguno de los dos la oyésemos, Whesley entra por ella y se arrodilla junto a Steven, que le sonríe abiertamente. Es lo que estaba necesitando, una sonrisa de las suyas tan bonitas
—¿Todo listo? —le pregunto a Whesley.
—Despejado. Nos vamos, parejita.
Cuando Steven trata de levantarse Whesley lo retiene.
—Espera, principito. Tengo que realizar la comprobación de posición de satélite, no queremos tragarnos el cebo ¿lo entiendes, verdad?
Agarro la mano de Steven, para que no se mueva.
Whesley desplaza el detector de chip posicional por todo el cuerpo de Steven sin que emita ningún sonido extraño. Está limpio, hemos llegado a tiempo de tener que extirparle de su cuerpo el objeto que pueda delatar sus coordenadas. Steven me sonríe, sé que se alegra de que no tengamos que rajarle en un lugar tan asqueroso.
—Menuda sorpresa, Julia. Si llego a saber que vienes con el tío Whesley yo mismo os hubiese abierto las puertas de esta humilde morada, no teníais que haber entrado como animales —Parker nos ha descubieeto, el cebo al final me lo he tragado yo.
Todo ocurre muy deprisa. Ahora que le recuerdo perfectamente, no tengo tiempo que perder.
Solo tengo que concentrarme en la rabia que Parker hace que emane de mí.
Me levanto del suelo, corro hacia él, que sigue en la puerta, y antes de que emita un grito que pueda delatarnos en las catacumbas, golpeo su garganta de una patada lateral en salto. Lo desplazo fuera de la celda. Parker se agarra el cuello para mitigar el dolor mientras se tambalea. No va a tener manos suficientes para lo que viene a continuación.
Engancho su detestable melena rubia, y de un rodillazo le reviento la nariz. Su sangre ha manchado mi uniforme nuevo, pero vale la pena la mancha para recordarlo siempre. Él cae de rodillas y yo me subo a su espalda para que termine en el suelo todo lo largo que es.
Debido a mi cólera no oigo a Steven. Ha salido a la puerta, apoyado en Whesley. Me pide que pare, que nos vayamos ahora que estamos a tiempo.
—Una última cosa —digo, y no admito reproches.
Si nos vamos, nos lo llevamos.
De uno de mis bolsillos del pantalón saco una cuerda que, tras pasar alrededor de su cuello, tenso hasta anudarla en sus muñecas apresadas en la espalda.
Este cerdo se viene a casa con nosotros.
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