Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 24


Abro los ojos y tía Viv está conmigo. Sonríe por no llorar, lo veo en su cara. Me besa compadeciendo algo que no logro entender, y de inmediato pienso en mis padres y su encierro. 

     Es todavía pronto para su ejecución, no ha pasado el año de su condena, pero todo es posible en Eliturbe para controlar a los Suburbanos rebeldes, y han podido adelantarla para hacernos recapacitar. 

     Lloro con ella, pues ya no ha podido evitar mirarme sin derramar sus lágrimas. Después de todo, me derrumbo, aunque lleve desde el día de su detención preparándome para esta noticia.

     —Lo siento, mi vida, no hemos podido hacer nada por tu bebé.

     Para esta otra noticia no estaba preparada. ¡No lo estaré nunca, joder! 

     No sé cuánto tiempo después, sigo llorando en brazos de Viv. Ahora más que nunca quiero que me acaricie el pelo como si fuera todavía una niña, esa que tiene menos de diez años y no sabe nada de Suburbe aún. Quiero que me diga que voy a tener una infancia normal, despreocupada, y que no me la arrebataran para hacerme un títere más de la Causa. 

     No es que vaya a culpar a mis padres de algo que yo quise hacer siempre, pero creo que estoy en mi derecho de tener una pataleta infantil cuando acabo de perder lo único que podría hacerme olvidar el odio de este mundo. La sonrisa de mi hijo. 

     Me quedo dormida en ese llanto, porque cuando despierto, estoy sola. 

     Miro alrededor intentando averiguar que hora del día es. No alcanzo a saber si es de día o de noche. 

     De inmediato pasan por mi habitación para que pueda preguntarlo. Las ocho de la tarde. Es Whesley, que por primera vez no se siente capaz de bromear conmigo. Después de los lamentos de pésame y las muestras de apoyo de toda defunción que se preste, Whesley se toma su tiempo para comunicarme lo que de veras le ha hecho llegarse a verme. 

     Tras la votación de anoche, a la que obviamente no pude asistir, ya hay nuevo líder para llevar a cabo la Causa. 

     Yo. 

     Soy la Princesa electa de la Unión de Urbes.  

     No lo asimilo todavía. 

     A la visita de Whesley le sigue la de todos los miembros del CSS para demostrar su fidelidad a la nueva Princesa. Doy gracias de que solo se trate de los altos cargos, los doce de cada mundo, porque estoy agotada y quiero quedarme a solas. A solas para olvidar quien soy ahora, 

     Pero ante todo, olvidar que Steven todavía no ha pasado a verme. Ni como comisionado del Comité, ni como mi pareja, ni mucho menos, como el padre de mi hijo fallecido.

     Ceno lo que Viv me ha traído, sin mucho apetito. Se sienta a mi lado para que termine todo lo que hay el plato, así que me tomo mi tiempo. Le dejo contarme, de mientras, todo lo que se dice de las elecciones, de mi nombramiento como Princesa y de la muerte de mi bebé. ¿Por qué ahora se sienten todos con derecho a hablar de él? Si oculté su existencia fue precisamente por ellos, porque si ya no querían que sus padres estuviesen juntos, ¿cómo iban a aceptar al primer mestizo de Urbes en su comité?

     Miro a Viv, que continúa hablando entusiasmada. Lo que está diciendo me recuerda que soy la Princesa y que dispongo de autoridad para cambiar las leyes. Vaya. Muy interesante. Eso me motiva para mi reinado. Necesito la aprobación del comité, de acuerdo, pero yo sabré manejarlos con sutileza. Steven siempre me lo recuerda, mi sangre Eliturbana me domina en convicción. 

     Abro la boca, y no sé si por aburrimiento de tanta cháchara o por sueño.

     —Ha sido un día agotador, necesitas descanso.

     Vivian me besa y me deja a solas para que intente conciliar el sueño. No hace más que desaparecer y ya estoy dormida de nuevo. 

     Las puertas en Suburbe siguen siendo del siglo pasado, no tienen dispositivo de seguridad. Así que no me extraña que alguien haya entrado en mi habitación y me observe detenidamente a un par de palmos de mi cara. Joder, ¿ni un día llevo en el cargo y ya quieren acabar conmigo? 

     Puedo oírlo respirar junto a mí y oler su esencia desagradable a sudor y alcohol. Estoy segura de que si abro los ojos, veré que no ha venido precisamente a interesarse por mi estado de salud.

     Mi cuerpo se tensa y se pone en alerta como siempre que intuyo peligro. No abro los ojos, no quiero darle tiempo de reacción. Así que levanto mi mano izquierda a ciegas para propinarle un buen puñetazo que me permita levantarme para dar la voz de alarma.

     —¡Joder, Jul!

     La voz de Steven me hace abrir los ojos. Me alarmo cuando lo veo lleno de sangre por la nariz. ¡Se la he roto! 

     Miro su ropa, es la misma de ayer, solo que hoy está bastante más sucia y con algunos rotos. Su cara está sin rasurar y llena de golpes. Lo que más me impacta ver en ella son sus ojos penetrantes de un rojo intenso por haber llorado. 

     —¡Mierda, Steven! ¿En qué estabas pensando para venir a verme a estas horas y en tan lamentable estado?

     —Disculpe, Princesa, si mi apariencia no es de su gusto —dice con las manos puestas en la nariz para contener la sangre. 

     —No me llames así. —De su boca ya no me gusta. 

     —Pero lo eres, ¿no?

     —¿Por qué no has venido antes? —pregunto para que la princesa desaparezca y hable con su mujer.

     —Porque me he llevado toda la noche buscando pelea con el CAE, de ahí “mi lamentable estado”. 

     —¿Y por qué has hecho eso? —No quiero discutir, juro que no, pero me lo está poniendo fácil.

     Me levanto de la cama con dificultad y le ayudo a sentarse en ella, junto a mí, para ayudarle también con la herida.

     —Necesitaba que alguien lo pagase. 

     Hago que se eche hacia atrás para poder examinarle la herida. Ha sido un rasguño alarmante, solo eso. Pero me preocupa más lo otro, eso de pagarlo con alguien a golpes.

     —Te hubiera gustado pelear conmigo ¿verdad?

     —¿Tú qué crees?

     No digo nada, creo que sí. 

     —Llego aquí contigo medio muerta por culpa la onda de la Divisoria, y tengo que enterarme por Whesley que se ha interrumpido tu embarazo de veinte semanas. Cinco meses, Jul, ¡Joder! ¿Cuándo pensabas decírmelo?, ¿cuando lo hubieras parido sola?

     Ahora sé que no hice bien en ocultárselo, pero ya no hay vuelta atrás, ya no hay de qué preocuparse, no hay niño ¿no?

     —Un bicho raro no debe tener crías ¿recuerdas? —digo en mi defensa.

     Steven se incorpora para hablar sin tener que estar tumbado.

     —Soy humano, joder, ¿no es eso lo que tú me recuerdas a cada instante? 

     —¿Y qué tiene que ver eso ahora? Lo de bicho raro lo dices tú. —Al final discutimos, ya verás. 

     —Pues que tengo derecho a equivocarme, a pensar diferente. Pero eso es algo que ya no podré hacer por tu culpa. 

     —Solo respetaba tu opinión, porque te amo. 

     —No me vengas con eso, Jul. Esto no se trataba solo de nosotros, de si quiero vivir contigo escondido en Eliturbe o condenarte a ti a la miseria de Suburbe. Se trataba de un hijo, tuyo y mío, algo nuestro que nos hiciera libres por primera vez, ¿no lo consideraste importante, como para que yo pudiese cambiar de opinión? La Élite jamás me permitió tener una familia, Jul, a lo mejor ya va siendo hora de no dejar a nadie más decidir por mí en eso.

     Tiene razón, la culpa es mía. Al menos yo he disfrutado cuatro meses de la esperanza de ver nacer a mi hijo en un nuevo mundo, libre y democrático, lo he sentido crecer en mí y he visto mi cuerpo prepararse para acogerlo en él mientras lo hacía. He soñado con su sexo, su color o su sonrisa. 

     Pero Steven no tiene ni eso, ni un recuerdo de lo que se siente al ser padre, ni la esperanza de luchar por facilitarle ese mundo mejor que él no tuvo. Ni un sueño con el que sonreír dormido. 

     No evito el llanto, llevo haciéndolo horas, y me sale natural cada vez que pienso en lo que no va a ser de él. 

     Oculto mi cara con las manos, por vergüenza. De nuevo la caprichosa Julia Klarence ha dispuesto a su antojo de la vida de las personas, es ese aspecto no soy mejor que la Élite que Steven odia. 

     Y no quiero pensar que la persona más importante de mi vida no vaya a perdonarme nunca, porque si él se muere sin verme, yo no soy menos.

     Steven me agarra fuertemente en sus brazos. Me mece en ellos como estaba necesitando desde que me enteré del aborto de nuestro hijo. Y sin que me de cuenta, empieza a susurrarme al oído:

     —Perdóname, mi amor. Predóname. 

     —Steven… 

     —Te amo, Jul, y nada en esta mierda de mundo podrá separarnos. Me prometiste luchar a mi lado y eso vamos a hacer, pero juntos. 

     —Sí, siempre, tú y yo. 

     —No quiero verte nunca derrotada así, y si alguna vez quiero volver a pelear contigo tendrás que darme una buena paliza a cambio, para que no me olvide otra vez de la mujer tan fuerte, increíble y hermosa que tengo al lado, y que ahora es mi única familia.     

     —¿Puedo darte de veras?, ¿muy fuerte? —le pido como súplica. Steven me abraza más y ríe. 

     —Y en los huevos si quieres —me contesta con un beso en la cabeza. Y yo dejo de llorar al fin para reír con él. 

     

Me ahogo en llanto al recordar esto último, sabiendo ahora lo que Viv nos dijo a la mañana siguiente. 

     Nunca en la vida podré darle un hijo a Steven, porque mi matriz ya no existe. Más que nunca seremos él y yo. Solos. Nadie más. 

     Me siento estúpida, Steven va directo a las catacumbas y yo no hago más que lamentar mi desgracia de aquel día. ¡Y tengo tantas cosas que decirle ahora! 

     La primera y más importante: que he recordado la historia de cuánto lo amo. 

                             

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro