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Capítulo 21

Grito que Amy repite para que todos callemos.

     —No lo entiendo, Doctor Klarence, de verdad que no —le dice Amy a mi padre. 

     —Pues es muy sencillo, Amy. Protegeremos los recursos. Este verano vamos a intensificar las guardias, la cosecha de primavera ha sido buena y me consta que la Élite conocen los índices de pesca marina del anterior verano. Habrá que esconderlos para que no los descubran.

     —Sigo sin estar de acuerdo con esa propuesta, no hacemos más que escondernos como ratas, no peleamos por ellos —dice Amy, frente a mí, al ponerse de pie, lo que me hace dar un respingo y prestar más atención a lo que vaya a largar. ¿Acaba de contradecir una orden de mi padre?

     Todos los altos miembros del comité, sentados a la mesa, guardamos silencio. Rivera, a su lado, quien cumple las funciones de Whesley, pero en Suburbe, le agarra del brazo para hacerla sentar de nuevo. 

     —Amy, por favor. Escucha al Doctor.  

     No lo consigue. Amy en un ágil movimiento, se deshace de ese agarre.

     —Suéltame, Gael —le dice a Rivera con demasiada energía. Enfadada—. De nada nos sirve esperar a un lado o a otro de la Divisoria y luego dejarlos atravesar sin más para que vengan a saquearnos. No provocamos un conflicto desde hace meses, creerán que nos tienen atemorizados.

     —En cuanto la atraviesen para llevarse la comida o recaudar sus impuestos, nos defenderemos. Pero antes no, Amy —le dice mi padre—, no vamos a matar a seres inocentes en Eliturbe, ¿o acaso crees que su Comité Armado es responsable directo de lo que digan desde la cúpula los cobardes de la Élite? En esta mesa no somos como ellos. 

     —¿Defendernos? —pregunta con una mueca de prepotencia—. Eso es precisamente lo que hace que vengan y se marchen con total impunidad, nuestra pasividad y sentido de la vida humana. ¿Han tenido ellos esa deferencia con nosotros, mientras nos morimos de hambre?, ¿mientras hemos muerto a lo largo de los últimos ciento veinte años? —Amy da un golpe con sus manos sobre la mesa para enfatizar su propuesta de ataque. Me mira directamente a mí. 

     Y yo miro a Steven, su pareja. 

     Se mueve hacia ella, pero reacciona al instante, se queda clavado en su lugar. Él permanece de pie, en fila de ataque, como cualquier miembro sin rango del Comité, siempre detrás de la mesa de Suburbe.

     Amy está muy nerviosa y está provocando que todos nos pongamos de los nervios. El diálogo con mi padre se intensifica. 

     —No podemos volverles a quitar lo que ya es nuestro desde un principio. 

     —Pero tampoco atacaremos primero. 

     —¿Por qué no? Acabemos con ellos antes de que crucen. Es Eliturbe quién tiene su población mermada sin descendencia y con sus recursos bajo mínimos debajo de esa onda, ¡no nosotros! Un eliturbano muerto, es un eliturbano menos.

     Y en su cara se puede ver el odio hacia nosotros. Bueno, me mira solo a mí, soy yo a la que odia. 

     Whesley se levanta de su asiento en un impulso y provoca que Rivera haga lo mismo en defensa de su gente, ambos se miran en un reto de miradas para ver quién es el primero en agredir al otro. Les separa tan solo el metro que mide la mesa, y la altura de Whesley no será problema para los reflejos de Rivera. 

     Hay que impedir un enfrentamiento entre ambos que nos provoque la rabia al resto. 

     Tía Viv, como eliturbana afectada por las palabras de Amy, la mira alucinada. Todos los demás integrantes de Eliturbe se revuelven en sus lugares, sentados o de pie, pidiendo que ella se retracte de sus palabras. Sé  que la mayoría está luchando por mantener la lealtad a mi padre y la promesa de respetar su ley: No hacer daño a ningún suburbano. Está claro que se contienen para no arrancarle la cabeza a Amy en este momento. 

     Mi padre no puede acallar la revuelta, y controlar las opiniones de más de setenta personas enfadadas le va resultar imposible, sobre todo cuando el otro cincuenta por ciento de la sala no está dispuesto a ayudarle porque prefieren defender a su compañera Amy.

     Sí, Suburbe se mantiene alerta para enfrentarse a Eliturbe si hiciera falta

     A mi padre se le escapa la situación de las manos, esta sublevación interna puede dar al traste con la verdadera Causa que nos mantiene unidos. Solo yo tengo autoridad sobre Amy, como comisionado de mi Comité que es. 

     Mantengo la calma, y sin provocarla más de lo necesario, me quedo quieta para no se sienta atacada, la conozco y eso es algo que terminaría por hacerla explotar. 

     Elevo la voz para que me oiga por encima de todos lo gritos.

     —¡Amy, somos diferentes a ellos! Valoramos la vida humana, provenga de donde provenga. Y si no has visto aún esas diferencias, tal vez me equivocara cuando te di el comisionado de Seguridad de Suburbe.

     Todos se callan para escuchar lo próximo que va a salir por su podrida boca.

     —No, Julia, no me hagas reír. Tú menos que nadie eres diferente a esa maldita Élite. Dispones de nosotros cuando se te antoja y tomas a tu capricho cuanto quieres, sin importarte nada. Y encima eres capaz de aparentar inocencia de todo ante tu queridísimo padre y el resto de tus subordinados, igualito a como hacen ellos en su Informe de Urbes. ¡Pura fachada de mentiras!

     Esto no se trata de la Causa, sus propuestas de ataque o las leyes de mi padre. Y todos lo han oído. 

     No quiero airear mis sentimientos delante de más de cien personas, y mucho menos hacerlo ante Steven. Yo, que no le tengo miedo a una onda electrofilomagnética en la que cualquier momento la fórmula de cruce puede fallar, tengo pavor a la vergüenza por lo que pueda pensar de mí un hombre. 

     Pero no es uno cualquiera, es el hombre del que estoy profundamente enamorada desde hace un año. No soy ni mandona ni caprichosa ni mentirosa, solo soy una mujer enamorada que ha metido la pata en cuanto el planteamiento de sus sentimientos. 

     Nunca tuve que dejar que lo que Steven despierta en mí influyera en mi misión, y nunca tuve que aprovecharme de la Causa  para provocar un acercamiento con él.

     —Si esto que tienes conmigo no se trata de la Unión de Urbes, Amy, te pido que lo solucionemos en privado —consigo decir roja como un tomate.

     —Todo tiene que ver con la Causa. Apuesto a que si somos capaces de entrar en Eliturbe, unificando mundos, todos vosotros seguiréis por encima de nosotros, ¿me equivoco? —pregunta Amy a nadie en concreto, pero sin dejar de señalarnos a todos los eliturbanos presentes.

     —¿A dónde quieres llegar a parar, Amy? —pregunta mi padre. Ambas nos olvidamos de la otra y le miramos a nuestro lado.

     —Disculpe, Doctor. No me cabe duda de que sin usted nada de lo que hemos conseguido hasta ahora hubiese sido posible, pero no voy a arriesgar mi vida de esa manera tan ridícula sabiendo que de todas formas, cuando todo acabe, siempre habrá alguien por encima de mí. Y si eso tiene que ocurrir, cuanto antes sea mejor. Voy a disfrutarlo ahora. Por eso —Amy se vuelve, mira a Steven, que parece a punto de estallar, y continúa hablando—, no es que Julia se equivocase al darme el comisionado, fui yo quién lo hizo cuando lo acepté. 

     ¡Joder, la envidia, la ambición y la soberbia han corrompido a Amy! 

     Bajo la mirada de todos en la sala, ella se arranca del uniforme la insignia identificativa de su cargo  y la pone sobre la mesa. Nadie reacciona a semejante insulto a la Causa. 

     Me levanto y corro tras ella que ya ha desaparecido de la nave. Espero poder alcanzarla antes de que salga al exterior, de lo contrario, todos nosotros corremos peligro y los años de lucha por la Causa acabarán en el olvido de un bonito sueño.   

     —No puedes irte y dejarnos. Sabes demasiado de nosotros.

     Se gira para darme la cara. Siempre me gustó su arrojo y coraje, me alegra saber que nuca se dejará intimidar por el CAE si la llevan a las catacumbas.

     —¿Y qué vas a hacer para impedírmelo? —pregunta con una sonrisa de maldad que comienza a enervarme. 

     —No me hagas actuar, Amy. 

     —No puedes matarme, no es vuestro sentido de vida. Mientras no os ataque yo primero estoy a salvo, es lo que hacéis siempre con  Eliturbe, ¿no es así? —me dice con su nariz demasiado pegada a la mía.

     —¿Por qué nos haces esto, Amy?

     —Vamos, Julia, deberías alegrarte. Ahora puedes tener una pareja a cada lado de la línea —me dice al tiempo que se aleja de mí para darme otra vez mi espacio.

     —¿De qué estás hablando?

     —La inocente y noble princesita Julia, con su máscara hipócrita, ¿no sabe de qué hablo? —dice con un tono cómico, que no me hace gracia en absoluto, para cambiarlo luego por otro más agresivo—. Hablo de tu poder y de cómo lo has empleado para arrebatarme al único hombre que he amado —me dice con desprecio. 

     Steven. Ese hombre es Steven. Intento mantener la calma, las piernas me tiemblan, pero no voy a darle el gusto de verme indefensa ante ella por haberlo nombrado.

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