Capítulo 17
Noto que mi cabeza está a punto de estallar, para darme las respuestas que busco tan ansiosamente🖤.
Noto que mi cuerpo ya no podrá relajarse como ha hecho hasta ahora, que sufrirá daños que un descanso no podrá recuperar🖤.
Noto que mi corazón tiembla en su pulso acelerado por el miedo de enfrentarme a mi identidad🖤.
Noto que puedo volver a morir.
¿Te consideras ya mi compañer@ en el Comité? Gracias, por permanecer junto a mí.
Fdo: Julia Klarence
No he logrado contactar con Whesley, ni averiguar la identidad de Gina, después de todo lo que conseguí ayer con mi brazalete de prisión. Y por primera vez desde que he descubierto mis habilidades, me siento impotente y frustrada. Aunque no dejo de sentirme también esperanzada, ya que el Informe de Urbes no ha dicho nada de la captura de ningún suburbano durante todo el día de ayer y la mañana de hoy.
Creo que Steven está a salvo.
No tengo ganas de levantarme de la cama, no es que pueda ir a ningún otro lado.
Mis amigas vienen a visitarme a eso del medio día, y no es algo que me apetezca. No quiero escuchar hablar de lo bien que estuvo la Cena Trimestral de la Presidencia, porque desde entonces no sé nada de lo que les pudo pasar a Steven o Whesley en su caída por la fachada del edificio.
No me resulta extraño que Parker me conceda visitas, después de todo no puede ocultarme ahora sin justificar antes que me tiene prisionera, sin pruebas, y en mi propia casa.
Oigo los pasos de mis amigas por el pasillo. Con sus risas nerviosas, llegan a la puerta, aunque el primero en entrar es Parker.
—Julia, mi amor, las chicas se han empeñado en subir a verte ¿estás visible? —me pregunta enfadado y mirando mi mano izquierda. No soy una inconsciente y la oculté en cuanto oí que subían.
—Sí, Parker —le digo con una sonrisa hipócrita para enfadarlo más.
—No te agotes demasiado, necesitas descanso —el muy cretino me guiña un ojo antes de largarse. Va listo, de poder retener yo a la fuerza a estas tres, para que no me dejen a solas con él, lo haría.
Elisse, Megam y Dona entran sin esperar a que Parker les dé permiso, y solo con eso me hacen reír.
Son buenas chicas, un poco cabezas locas, despreocupadas y caprichosas, pero de buen corazón. Criarnos en Eliturbe sin aspiración alguna, más que divertirnos y encontrar pareja con la que procrear, para permanecer bajo la protección de la Divisoria, es lo que tiene, que no da muchas opciones a tu cerebro de pensar. Y eso que todas tienen algo que yo no quise nunca, una carrera, un trabajo que las mantiene ocupadas en algo más que no sea acatar las normas de la Presidencia. Una vida de la que sentirse orgullosa.
—¿Estás bien? —Dona es la primera en hablar. Se ha cortado el pelo en los dos días que no la veo, imitando mi nuevo corte. Le queda muy bien, le hace más sexy, si eso es posible en ella, que es hermosa ya.
—Sí —contesto con una sonrisa. Tengo mi brazo oculto, si no lo muestro, me creerán.
—¿Estás bien? —Megam la imita.
Sé que no son muy habladoras, pero no pensé que fueran sordas. Vuelvo a decir que sí sin dejar de observar que parecen distintas hoy, que en su mirada hay algo diferente. ¿Ilusión?, ¿esperanza?, ¿coraje?
Megam fue siempre la más tímida de nosotras cuatro, pero me mantiene la mirada sin cortarse.
De repente, y cuando todavía miro a Megan, porque me mira muy raro, Elisse se sienta en la cama junto a mí, me coge la mano, que doy gracias de que sea la derecha, y me la besa. Me deja asombrada, nuestra amistad no llegó nunca hasta ese punto.
—¿Estás bien, Jul?
Oír el diminutivo de mi nombre, hace que se disparen las alarmas de mi cerebro. No permití a Elisse tal cosa nunca, ni a ella ni a nadie. Solo Steven puede llamarme así.
—Llevo dos días queriendo venir a verte. En la cena casi no hablamos y me quedé con ganas, no creas. ¿Qué te pasó al final, por qué te fuiste?
Miro a Elisse desconcertada, me está hablando entre líneas, ¿se ha dado cuenta? ¡Que extraño! Es poner la voz de Steven a sus palabras y saber que me habla él: Llevo dos días queriendo venir a verte, ¿que te pasó al final?
—Ya estoy bien, Elisse, no fue nada, solo necesitaba salir a tomar aire —digo tratando de olvidar ese disparate de que Steven me habla.
—Estamos preocupadas, Jul. No olvides que estuviste dormida más de dos meses. Por cierto ¿Qué te hicieron? Seguro que Parker te operó, ¿a qué sí?
Cierro los ojos, anulo la voz de Megam y oigo perfectamente a Steven: Estamos preocupados. ¿Qué te hicieron?
No tengo otra opción, si Steven me ha mandado mensajes en clave con las chicas, he de responder de igual manera, pero antes me río con la risa despreocupada que puede tener una mujer de treinta años en Eliturbe. Una risa tonta.
—Claro que me puse en manos de Parker. Recuerda que es el mejor. Pero eso tiene un pequeño inconveniente, chicas, no os lo aconsejo. Ahora soy una esclava de NOVAVITA. Estoy deseando hacerme mis próximos arreglitos.
Mis amigas me siguen el rollo y ríen conmigo. Bien, la conversación ha tomado su curso, espero a el siguiente movimiento de ellas y me impaciento.
Tal vez me haya precipitado y después de todo mis amigas siguen siendo eso, mis amigas, no una espías de Steven y su CSS, tal vez deliro, y no es como si Parker pudiese tener micros y cámaras en mi habitación.
—Quiero que me ayudes con algo. Sé ya que te lo pregunté, pero no consigo hacerlo. ¿Cómo hago para pasar de nivel en Pac-mam? Este video juego es dificilísimo. —Abro los ojos y apunto estoy de sacarlos de sus cuencas.
Elisse no ha jugado en su vida al Pac-man yo no he jugado en mi vida al Pac-man y no sé quién coño juega ya a ese video juego en Eliturbe si es de hace dos siglos.
—No me mires así, mujer, tú tienes la culpa de que nos guste esto, nos dijiste que volvería a ponerse de moda. —¿Yo, en serio? Están de coña.
Yo no las recluté para el CSS ni por asomo, a menos que fuera yo quien se las presentara a Steven antes de la cena.
Las miro y trato de averiguarlo en mi memoria.
—Enséñale cómo lo haces, Elisse —interviene Megam.
Elisse no se lo piensa y pone encima de la cama su tableta. La enciende y el comecocos aparece en pantalla. Amplia la imagen del laberinto a recorrer. Esta vez todos los fantasmas son de color rojo. Flipando estoy de conocer este video juego tan arcaico y añejo.
—Voy por aquí —me dice Elisse señalando el color verde de las bolitas— ¿por dónde crees que debería seguir y acabar con todas del mismo color?
Dona se ríe. ¡Gracias amiga! Creí que yo era la única que alucinaba al ver a Elisse jugar a esta tontería creyendo que son enviadas del CSS para mi protección. Me río con ella sin echar cuenta a las otras dos.
—Céntrate, Jul.
Eso es una reprimenda de Steven, ¡Joder!, pues sí que no alucinaba.
Me concentro en la pantalla.
El laberinto se parece a un plano, y no uno cualquiera. Es el de esta casa. Steven quiere saber hasta dónde puedo caminar con libertad en ella, teniendo luz verde en mi brazalete. Pienso un segundo, y señalo sin vacilar los puntos donde las agujas golpean la placa de titanio.
—Aquí ya te salen los fantasmas —le digo mientras arrastro el dedo por la tableta.
¿Me he salido del guión? Elisse está confusa sin saber qué decirme ahora, no esperaba mi respuesta e intenta memorizarla. Estoy increíblemente alucinada con la actuación de mis amigas y no puedo evitar guiñarle un ojo para calmarla.
—Vale, ya lo haré en casa después. ¿Nos pintamos las uñas? —me dice sonriendo.
—De los pies —contesto entre risas para evitar enseñarle mi mano.
Después de hablar de nuestras cosas, sin más “Jul” de por medio, que sinceramente me relaja, les llega la hora de irse. Me ha encantado su compañía, descubrir que tengo aliadas ha sido gratificante después de la locura que ha supuesto los últimos días.
Las chicas me besan y se dirigen a la puerta. No me he levantado en la hora y media que hemos estado juntas, no he querido que vieran el brazalete, así que permanezco en la cama sin acompañarlas.
—Elisse —digo cuando está a punto de salir detrás de Donna y Megam. Ella se gira para mirarme— gracias por venir. De verdad, estoy bien.
Se rie y yo puedo ver en su sonrisa que ha sido seducida por Suburbe.
La puerta se cierra cuando sale y puedo oírlas reír felices a las tres, lo han hecho bien y se alegran. Ahora solo espero que puedan transmitírselo a Steven.
Nadie más viene a verme. No tengo mucho que hacer encerrada en la habitación todo el día. Después de comer, leer un rato, fingir que me pinto las uñas de las manos, a juego ahora con los pies, y ducharme un par de veces para no aburrirme, conecto el holograma de televisión.
Es la hora del Informe, las diez de la noche, y no me gusta el especial que están dando en primicia.
Es como si Suburbe hubiera declarado la guerra a Eliturbe.
Pego un bote de la cama por la impresión.
Ya no solo quieren atravesar la Divisoria a la desesperada, sino que se enfrentan a todo aquel eliturbano encargado del control limítrofe. Están matándolos.
Este tipo de noticias solo hará que el odio de los eliturbanos por Suburbe aumente, que los quieran sacrificados como animales.
No puedo creerlo, no quiero. Los suburbanos no harían eso jamás, ¿matar? No, Steven y su comité no lo permitirían, su lucha protege toda vida humana que lo precise. Se derrama sangre solo por defensa, nunca por ataque.
Me he cabreado tanto con la mentira del Informe que no oigo que Parker está junto a mí, con la cena y la pastillas en una bandeja.
—Suburbe te hace mal.
—Lo que me hace mal es esto —le digo levantando mi brazo izquierdo—, y los eliturbanos como tú. Y no digamos ya las mentiras del Informe.
—¿Mentiras? No debes de decir eso en voz alta, Julia. Estás acusada de traidora a la Presidencia y lo que menos te conviene es que te rebeles aún más.
—Lo que diga o haga en mi propia casa no es asunto de nadie ¿o es que tú piensas delatarme?, ¿también tengo escuchas?
Ya sabía yo que hacía bien en hablar con mis amigas de manera codificada.
Parker deja la bandeja en la cama, se ríe.
—No pensé que también fueras una espía, ¿qué más sabes hacer?, ¿saltas a la patita coja?
—Imbécil. Quítame esto y te lo demuestro.
—No, no soy tan tonto, cariño —me dice con un guiño de ojo—. Por si acaso, tú procura no hablar así o te llevarán a las catacumbas. Recuerda lo poco que te gustan desde la muerte de tus padres.
No me permite continuar con la discusión, se va antes de que pueda contestarle.
Me ahogo.
¿Catacumbas? ¿Mis padres?
Me levanto de la cama de un salto y recorro la habitación una y otra vez. Me falta el aire ¡Las catacumbas no! Ya he vivido esta misma amenaza, y el ahogo que me provoca. Es cierto. Y los recuerdo a ellos, ejecutados. ¿Por qué?, ¿fueron traidores de Eliturbe?
¡No puede ser, yo también he estado allí!, pero no recuerdo qué me hicieron a mí.
Me miro el cuerpo. Tengo un cuerpo nuevo que no tiene marcas de abusos ni torturas, nunca sabré qué me pasó.
Espero nerviosa e impaciente a que Parker se vaya de casa, y cuando lo hace, salgo yo de la habitación vestida con mi característica malla negra, que tanta seguridad me da. Necesito ver a Steven y que me cuente de mis padres, no creí que él los conociera, pero ahora no tengo dudas.
Confío en que la placa de titanio funcione y que Parker no haya cambiado las funciones del brazalete, porque voy a pasar el límite de descarga de la casa, al exterior. Nadie va a llevarme a ese infierno, antes muero asfixiada.
Avanzo por el pasillo a toda velocidad. Siento las agujas golpear la placa y me paro. Me miro la muñeca y doy otro paso, las agujas no la traspasan.
¡Lo he conseguido de nuevo!, la placa sigue intacta antes de descender las escaleras.
Las bajo corriendo, atravieso la sala principal y tecleo sin perder tiempo el código de la puerta que me va a dar la libertad. Espero a que se abra y la atravieso.
Pero no puedo salir. Un cuerpo de acero y de metro ochenta de estatura me impide alcanzar la salida.
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