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Capítulo 15

Abro los ojos. Steven me observa, con ese temor que adivino en sus ojos y que últimamente tanto tiene por mí. Mira, igualito que yo por él, que no dejo de estar preocupada por si lo apresan.

     Pero ahora, lejos de enfadarme o hacerme la valiente, me gusta saberme protegida, amada. Saber que no estoy sola.

     Acabo de tener una sensación muy angustiosa, creyendo que no volvería a verlo, que con mi desmayo lo abandonaba y condenaba a estar sin mí. No quiero hacerle pasar por eso, no quiero volver a sentirme así.

     Veo que no está enfadado por el juego ridículo con mis amigas, su cara es más bien de preocupación.

     Cierro los ojos, supongo que estoy en casa y ha sido todo un sueño. Porque vamos a ver, ¿llevar yo a Steven a la Presidencia? ¡Qué locura! Aún no estoy tan chalada como para arriesgarme con el CAE de ese modo.

     —¿Ha abierto los ojos?

     La voz de Whesley hace que los abra del todo.

     —Sí, lo ha hecho —le dice Steven sin dejar de mirarme. Creo que de sueño ya nada, llamarlo pesadilla es más acertado—. ¿Cómo estás, Jul?

     —Bien..., creo... ¿Qué me ha pasado?

     No estoy en mi casa. Ese gusto patético por las luces fluorescente en el techo, solo es de un sitio triste, impersonal y vulgar. La Presidencia.

     Tampoco estoy sobre mi cama, no, es una mesa, al menos es lo que parece cuando recibo el frío del mármol en mi espalda. y por la sobriedad de los armarios de archivos que diviso al frente, debe ser un despacho.

     —Te has desmayado de nuevo.

     Sin esperar a que nadie me ayude, me incorporo sobre los codos. El dolor de cabeza es insoportable. Sigo con el vestido de la fiesta y me alegro que haya sido solo unos minutos. Porque ya están siendo penosos estos desvanecimientos. No sé qué los desencadena, qué hace que mi cabeza se cortocircuite y desconecte. Ahora tengo en mi vida a Steven, y por él es que empiezo a asustarme de no despertar una próxima vez.

     —Y vas a pagarme este mal rato —me amenaza, Steven, con una bonita sonrisa.

     Sonrío yo. Con lo guapo que es, habrá revolucionado el corral de las chicas.

     —Siento haberte dejado así en manos Elisse, Megam y Doña.

     —No me refería a eso, eso ha estado bien —me confiesa con una sonrisa. Me merezco los celos que me hace sentir, pero le doy un golpe para que no me haga esas bromas—. He vuelto a verte dormida, Jul, y me he asustado—. Steven coge mi mano como hiciera el día que desperté de NOVAVITA.

     Ya sé que fue él. Que el Parker guapo, preocupado, sincero, y que despertaba mis instintos, siempre fue él. Que estuvo a mi lado cada noche de mi letargo, desafiando al CAE y la seguridad de la clínica, solo por ser el primero en verme despertar.

     —Lo siento, Steven, no me volveré a ir sin ti.

     —Está bien parejita, os doy diez minutos, luego, nos largamos de aquí cagando leches. Qué menudo show has montado fuera, guapa —me dice Whesley cuando Steven comienza a besarme.

     —Dime que no he llamado mucho la atención —le pido con la boca pequeña. No tiene que decírmelo, es todo lo contrario.

     —Un poquito —dice sonriendo—, menos mal que Gina estaba contigo. Pertenece...

     —A tu comité —termino yo por él.

     Desde que supe de Whesley a las órdenes de Steven, también sé de la cantidad de eliturbanos que pertenecen al CSS, desconozco las identidades y sus funciones de ayuda humanitaria, Steven no quiere ponerme en peligro.

     Whesley abandona el despacho sin que le cueste abrir la puerta ¿Por qué todo el mundo sabe los códigos de seguridad?

     ¡Si pueden abrirse, ya no son seguros, coño!

     —Un desmayo más y juro que acabas conmigo.

     Steven centra su atención en mí cuando estamos solos.

     Me siento en la mesa. Levanto mi mano libre y la echo a su nuca, la enredo en su pelo y tiro de él hacia mi boca. No me rechaza esta vez, y cuando Steven se sube a la mesa conmigo y se posiciona sobre mis piernas, siento que la vida vuelve a mí.

     Seguro que en esta posición somos un digno espectáculo para el que esté encargado del circuito cerrado de cámaras. Sonrío mientras me olvido de quién pueda vernos a punto de intimar, no tengo dudas de que Steven las ha desconectado antes para besarme de esta manera tan profunda e intensa.

     Abro las piernas para recibirlo, todo lo que el vestido me permite.

     —Empiezo a odiar la ropa de Eliturbe —le digo con una sonrisa mientras subo con impaciencia el vestido por mis piernas, hasta llevarlo a mi trasero.

     Steven se ríe y apoya las manos a ambos lados de mi cara para no hacerme daño con su peso. Me besa de nuevo al tiempo que con una de sus rodillas se abre paso, separando ahora mis piernas por completo.

     —Me has dejado solo con tres mujeres hermosas de Eliturbe, ¿no te preocupa eso?

     Digo que no con la cabeza y sonrío como una niña traviesa. Levanto mis caderas y obligo a Steven a restregar en mí su miembro duro, todavía oculto en sus pantalones.

     —No vas a volver a dejarme nunca, prométemelo, Jul.

     —No —le digo con el primer gemido.

     —Y no vas a salir corriendo nunca más.

     Excitada por completo, le digo lo que quiere oír.

     —Sí, sí. Lo juro. —Y este es mi último gemido. Porque Steven se incorpora, apoyando sus manos para depegarse de mi cuerpo.

     —Bien. Y ahora que ya lo has entendido, y como parece que estás mejor, debemos irnos.

     —¿Qué? —respiro acelerada por la excitación que me ha negado. Veo cómo se retira de mí y me tiende la mano para levantarme.

     —No vamos a exponernos de esa manera aquí, ya te lo he dicho.

     —Eres idiota.

     —Eso podemos discutirlo en casa luego, nos vamos ahora.

     Doy un manotazo a su mano extendida y me levanto sin su ayuda, pongo mi vestido en su lugar original y compongo mi cabello. Con mi calentón no puedo hacer nada, me consume, así no él me haya tocado en profundidad.

     —¿Qué casa, Steven? —le pregunto para herirlo, esta vez con pleno conocimiento de que le haré daño. Y es que sigo calentita—. ¿La que comparto con otro hombre en Eliturbe, o esa escombrera en la que tú vives de Suburbe?

     —No sabes lo que dices.

     —Lo sé muy bien. Nunca podremos tener una casa juntos, asúmelo.

     —Chicos —Whesley interrumpe de pronto con su mochila en la espalda ¿de dónde la ha sacado?—, tenemos problemas.

     La cara de Steven se descompone cuando me mira, pero yo mantengo la calma. Ya tengo olvidado nuestra pequeña discusión.

     Mi cuerpo se prepara para el ataque, ese que tanto he descubierto que necesito. El dolor de cabeza regresa con fuerza, pero no voy a desmayarme ahora, no dudo de eso.

     No sé como puedo hacerlo, pero oigo pasos que se acercan.

     —Jul, vamos —me dice Steven dispuesto a desaparecer con Whesley por alguna salida oculta, porque por la principal no pueden, alguien viene hacia nosotros.

     Se están poniendo un calzado que me resulta familiar. Abro los ojos. ¡Van a salir por la fachada de la Presidencia!

     —No —digo con autoridad sobre ellos. Y no es miedo a descolgarme por un edificio sin arnés o red de seguridad.

     —¡Oh, venga, Princesa!, deja de dar problemas.

     Whesley me da ternura cuando se dirige a mí de esa manera, pero no, no me muevo de aquí.

     —Jul, hablemos con calma, ponte el calzado y confía en mí.

     Miro a Steven. Siempre igual con eso, confía en mí. Confía y confía. Y ¿por qué no confía él en mí, ahora?

     Si me quedo es porque siento que debo de hacerlo, para protegerlos a los dos desde aquí dentro.

     Sonrío, feliz, ilusionada. Acabo de verme en mi función del CSS. Desviar al atención. Yo también pertenezco a él.

     Me dirijo a Steven y con un tierno beso en los labios, le digo:

     —Corre, mi amor, espérame en casa. En nuestra casa. Porque donde tú estés, estaré yo.

     Veo cómo sonríe antes de salir por una ventana, sabe que me refiero a su hogar en Suburbe. El que también siento mío.

     Respiro profundamente, al menos no veré su captura si no logra huir. Arreglo lo que puedo de mi vestido arrugado y levanto la cara. La puerta está deslizándose, y en dos segundos se abre completamente.

     Nuca pensé que me alegrara de verlo precisamente a él.

     ¡Un momento, ¿por qué él?! ¿Me ha traicionado?

     Parker está frente a mí, rodeado de un escuadrón del Comité Armado. Espera encontrar a alguien conmigo y no puede ocultar su desconcierto cuando ve que estoy sola.

    Con disimulo, bloqueo la visión que tiene de la ventana, por la que ha desaparecido Steven, y atraigo su atención con mis palabras.

     -—¿Qué ocurre, Parker?, necesitaba un descanso, ¿es que ya no puedo tener unos minutos en paz?

     —¿Dónde está, Julia?

     —¿Quién? —pregunto con mi mejor cara de ignorante.

     —Steven Lars, ese cerdo que se cree tu pareja.

     Si me caigo desmayada en este momento, es de lo más comprensible ¿no? Mi pareja sabe de mi otra pareja, y no solo eso, viene a darle caza acompañado del CAE.

     Sabe que es suburbano.

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