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36 - 🗡️Milhan🗡️

Salí volando del agua a una velocidad imposible. Me sentí de nuevo majestuosa. ¿Ese era mi cuerpo? Bueno, en parte era el cuerpo de la dragona, supongo. La transformación no era dolorosa como parecería, solo brillabas y al segundo siguiente eras un dragón gigante y... rosa.

—¿Por qué tardaste tanto? —preguntó la dragona.

Por alguna extraña razón sentía que la extrañaba.

—No pude comunicarme —le respondí—. Estaba en una isla de rocas y luego subí a un barco cubierto de caucho.

—Aislantes —murmuró ella—. Pero qué desgracia. —Soltó un bufido. (¿Es posible soltar un bufido en la mente?)—. Bueno, había que poner un límite a la magia, ¿no? Sino el mundo sería peligroso.

—¿Cuánto dura? —quise saber—. La trasformación, digo. La última vez fueron unos minutos. No tenemos mucho tiempo.

—Eso es por la misma razón que lo de los aislantes, chiquilla —me respondió—. El aire no es buen conductor de magia. Si flotas pierdes tu magia, es así. Debes estar lo más pegada posible a la tierra siempre. Tienes suerte de que sea un ser ancestral y pueda soportar estar alejada del suelo unos instantes.

Escuché el sonido de la batalla y me alerté.

—Entonces aprovechemos estos instantes.

Me lancé hacia el barco del hermano de Ibrahim. A pesar de la distancia pude ver a la tripulación. Eran muchos, bestias principalmente. Nunca había visto a tantos juntos.

Desde el punto de vista de un dragón, todo se veía más diminuto, como si se tratara de un parque de juegos. En cuestión de longitudes, el barco del hermano de Ibrahim era un poco más grande que el tamaño de mi cuerpo temporal.

Parecía tarea fácil.

Al verme venir muchos se lanzaron al agua, y otros, en cambio, decidieron atacarme.

Planeé alrededor de la fragata asechando la nave, pensando en cuál sería el siguiente paso. Mis alas se agitaron y accidentalmente tumbé una asta. No pude distinguir muy bien a los tripulantes. ¿Dónde estaba Ndu Womba? ¿Dónde estaba Visia?

Al instante en el que pensé en ellos sentí como algo me pinchaba el estómago. Una lanza.

Solté un rugido de dolor y volví a elevarme por instinto. Creí que iba a morir y que sería una muerte estúpida e innecesaria, pero el dolor se me pasó. Solo estaba exagerando.

Volví a fijarme en el barco y pude ver a Ibrahim al fin. A su lado un hombre corpulento y sin camisa me miraba sin el menor miedo. Entonces logré divisar a Visia arrodillada y al lado suyo un cadáver de piel oscura que tardé en reconocer. Otto.

Me dolió verlo así, hace solo unos días estábamos charlando sobre cosas que no entendía de la gravedad y qué tenía que ver la luna con el movimiento de las olas. Ahora estaba...

Al otro lado, bajo un mástil estaba el cuerpo de Ndu Womba aplastado por la mitad. Había llegado tarde.

Mierda. Enfurecí.

Soltando un rugido bestial me volví a lanzar hacia el barco, esta vez con la intención de llevarme unos cuantos escarchosos Desafiantes con mi ataque. Al verme venir de nuevo, dejaron de lanzarme cosas y decidieron huir.

—¡No huyan, cobardes! —les gritaba el capitán.

Ibrahim aprovechó la distracción y dio un golpe sorpresa a su hermano; un gancho tan fuerte que lo desequilibró y lo dejó en el suelo. Pero al instante se levantó y se puso en posición de lucha. Visia, no muy lejos de ahí, también comenzó a repartir golpes, esta vez contra una maga del sonido, como Moati.

Yo logré agarrar con mis garras a un par de ellos y aplastarlos con facilidad. Mi intención era elevarlos al cielo y dejarlos caer, pero no controlaba muy bien mi fuerza aún. Volví a bajar y repetí el ataque. Muchos ya habían abandonado la idea de quedarse en el barco. Bueno, era comprensible.

—Dime si quieres lanzarles fuego —me dijo la voz de la dragona—. Es una cosa divertida.

—Hagámoslo —le dije.

Entonces comencé a sentir el ardor en la garganta, pero no dolía; era como el sentimiento de beber vino altari. En pleno vuelo me incliné hacia estribor y escupí. Una pequeña bolita de fuego se lanzó, pero ni siquiera llegó a tocar la cubierta. Aun así, unos saltaron al agua por el miedo.

—Bueno, no fue lo que creí que sería —dije.

—Ya iremos practicando eso —me respondió la dragona.

Entonces caímos. ¿De nuevo?

Se había vuelto a terminar el tiempo.

En la caída destrozamos la mitad del barco, que quedó más destruido de lo que estaba anteriormente. Creo que caí sobre alguien, pero esperaba que no fuera uno de los míos. ¿Sí podía llamarlos así?

Logré transformarme de nuevo en humana, pero esta vez sin desmayarme, lo cual era un avance. De nuevo en el agua, como no podía ser de otra forma, nadé buscando un pedazo de madera para descansar. Las olas me arrastraban, pero logré aferrarme a una tabla que quizás fue una pared alguna vez.

Toda mojada y con la ropa pesándome, busqué con la mirada a alguna persona viva. No logré encontrar señales de Visia por ninguna parte, pero estaba segura de que estaba viva.

Logré escuchar el sonido de metales chocando. En el fuego de la mitad intacta de la fragata seguían peleando los hermanos. No tenía idea de dónde habían sacado espadas, pero luchaban con ellas como en uno de esos duelos de las novelas.

Ibrahim parecía estarle ganando, pues su hermano había perdido la espada y estaba desarmado y retrocediendo. Ibrahim parecía estar discutiendo con él, pero de pronto...

Soleim sacó un revólver del cadáver de uno de sus tripulantes y disparó a Ibrahim.

El miedo me invadió, así como el eco del balazo.

Ibrahim se tambaleó como ebrio y luego cayó por uno de los lados del barco. La escena pasó lentamente frente a mis ojos.

—¡No! —intenté gritar, pero me detuve. Ahogué el grito tapándome la boca con ambas manos. Si alguien me escuchaba vendría por mí.

No me dejes, idiota.

Me acosté en la tabla y miré al cielo oscurecido por la tristeza. ¿A caso había quedado sola?

Vi como el hermano de Ibrahim se marchaba en un pequeño bote de remos hacia el norte. El asesino de Ibrahim. El asesino de Ndu Womba y de Otto.

Comencé a lagrimear. No debía llorar por mi captor; era una ironía. Se suponía que estaba a salvo. Podía regresar a casa, ¿no? Pero en mi mente ya me había hecho con la idea de viajar con ese pirata para recorrer el mundo. Íbamos a reparar La Aurora.

Iba a ser feliz en serio. En ese momento, como no había otra manera, me puse a llorar desconsoladamente.

Sin embargo, casi dándome un infarto, una mano se elevó desde dentro del mar.

—¡Mierda! —grité y me erguí a un lado.

Ibrahim salió del agua agitado y sin apenas poder hablar.

—¿Así me recibes? —me dijo.

—Estás vivo —le dije.

—Eso parece —bromeó—. O quizás estás viendo mi fantasma tratando de atormentarte.

—Pero te dispararon...

—Soleim es malo con las armas —argumentó el capitán—. Nunca tuvo buena puntería.

Se subió a la tabla conmigo y se acostó.

—Entonces lo fingiste —supuse—. ¿No querías vengarte?

Se quedó pensando en mis palabras. Mientras las olas agitaban nuestra improvisada balsa, su pecho luchaba por recibir un poco de aire. Se notaba en su mirada que estaba cansado. De pronto giró la cabeza hacia mí y me miró seriamente.

—He visto morir a dos amigos por mi estúpida idea de venganza —dijo y sus palabras sonaban como si sintiera rabia consigo mismo—. No dejaría que te pasara lo mismo. No lo perdono, y no olvido lo que hizo, pero no creo que mi padre quiera que dedique mi vida a perseguir a ese idiota.

Me acosté a su lado de nuevo y lo acompañé, tomándole la mano. Supuse que era una buena respuesta.

—Lo siento mucho por lo de Otto y Ndu.

—Murieron en batalla, no hay mayor honor. Me hubiera gustado morir a su lado.

—No digas eso —le dije—. Dieron su vida por ti y les debes eso. Debes vivir para honrarlos. No los olvides. Nadie muere hasta que es olvidado.

—Gracias —me respondió.

Entonces oímos algo grande acercarse. Nos giramos y ahí estaba el barquito mercante de Alalim.

—¿Necesitan una mano? —preguntó Mosakev lanzando una cuerda, asomándose a la borda.

Nunca me había alegrado tanto ver la cara de un dracónido.

—Yo sí que necesito un par de manos —dijo otra voz delante de nosotros y nos pusimos de pie.

Visia venía nadando hacia nosotros, esquivando los escombros del barco destruido. Traía algo, o más bien alguien, estirado con una mano. Un sátiro.

NOTA: aaaaaaaaaa. Gracias por acompañarme a esta aventura. Espero les haya gustado el dinal, mmmm. Enseguida se viene el epílogoooo.

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