
33 - 🗡️Ibrahim 🗡️
Vi el desastre que estaba dejando el ataque del barco enemigo. La bandera de Soleim todavía se encontraba como a trecientos metros, pero el barco tenía unos cañones de largo alcance que fastidiarían el encubrimiento de cualquier nave por más veloz que fuera esta.
Alalim se me acerca con los brazos cruzados y viéndose extrañamente relajado a pesar de la situación. Tenía una mirada dura e inquisidora.
—Mi tripulación no está preparada para estas cosas, capitán. No son piratas como ustedes.
Yo estaba dubitativo. No sabía qué hacer.
De repente apareció Visia con Milhan a su lado. La princesa se veía desconcentrada, como si estuviera enojada con ella misma. Visia, en cambio, tenía los ojos brillosos. Sabía que a ella le emocionaban las batallas y tenía la ansiedad de antes que comience, sedienta e sangre.
Me preocupaba Milhan, me preocupaba también esos inocentes que pelearían mi batalla. No era momento de eso. No podía dejar que les ocurriese nada.
—Iré a enfrentarme a mi hermano —dije.
—¿Tu hermano está aquí? —se preguntó Ndu Womba.
Otto le dio un codazo.
—Claro que sí, esa bandera es suya.
—Iré contigo —dijo Visia.
—No esperaba menos de ti —le dije.
—No te dejaré toda la diversión. —Levantó sus pistolas—. Hace rato que no disparo estas cositas.
—Bien —dijo Ndu Womba—, iré también. Alguien debe proteger a Otto.
—¿Quién dijo que yo iría? —preguntó Otto, pero recibió un golpe de Sátiro.
—También iré —dijo Mosakev. El dracónido aún sostenía en la mano su libro. Seguramente había pasado mucho tiempo estudiando. Después de todo, si sabía leer.
—No —le dije—. Serás más útil aquí. Protege a Milhan e intenta invocar una bestia del mar.
El caradelagarto asintió.
Entonces nos pusimos en marcha. Nos lanzamos al agua en un intento por llegar nadando hasta la nave enemiga, lo cual era de por si una locura, pues se encontraba a cien metros. Mis brazos no daban para tanto, pero si los de la altari, quien iba delante nuestra a gran velocidad.
Cuando llegamos no se lo esperaron.
Subimos por la borda gracias a unos ganchos y unas cuerdas. Estaban tan concentrados en cargar los astilleros que nos metimos, con ayuda de la noche, a la cubierta inferior sin problemas. Fui el último en subir, y noté que tenía poca tripulación y que apenas habían reparado en nosotros.
El sátiro acabó con un par desde lejos, los que estaban vigilando desde las almenas. Visia se metió entre los barriles y se ocupó de los oficiales desconcentrados.
A lo lejos pude ver el barco de Alalim, que era una pequeñez al lado de este.
El barco de mi padre era tal y como lo recordaba, como cuando era niño y jugaba con..., con Soleim. La madera negra recubierta, el torreón principal estropeado y los mástiles como rascacielos. Las velas ondeaban, siendo empujadas por el viento nocturno. Ya se sentía el frío.
Entonces repararon en nosotros.
Uno de los oficiales gritó y Ndu Womba le clavó una flecha en el cuello, intentando callarlo, pero ya era tarde.
Más hombres comenzaron a venir. Y noté otra cosa. No eran hombres, eran Ogros, Gigantes y Orcos. Parecía una tripulación traída del Imperio Desafiante. Era de entender, Soleim trabajaba con ese Imperio desde hacía años.
—Esto no me lo esperaba —musitó Otto. El muchacho negro de las islas secas desenvainó su espada.
Imité el gesto.
—Pues es mejor de lo que creí —dijo Visia emocionada.
Pronto nos rodearon.
Y atacaron.
—¡Alto! —ordenó una voz.
Y lo vi, desgraciadamente. La sangre me comenzó a hervir de solo pensar que estaba tan cerca. Casi se parecía a mí, solo que más fornido y mucho más feo.
—Te pesan los años —le dije.
Él me sonrió.
—Hola, hermanito.
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