
32 - 🗡️Milhan🗡️
Ya estaban muy cerca. Nos alcanzarían en cuestión de minutos y no tendríamos escapatoria alguna si no encontrábamos soluciones pronto. En momentos como aquellos me eran difícil pensar, porque todo pasaba muy deprisa.
—Vamos, aparece. Vamos.
Pero nada. Había intentado invocarla, llamarla, imaginarla y no venía. Algo malo estaba pasando. Aquello me hacía dudar si en serio me había convertido en un dragón o solo fue parte de un extraño sueño, un sueño muy real.
—¡Prepárense para ser abordados! —gritó Ibrahim en el fondo, en la parte del barco que le llamaban popa.
Me alejé lo más posible de él, yendo a la parte superior de la torre del capitán que estaba desocupada.
Necesitaba intimidad.
Los hombres de Alalim se veían nerviosos y asían las cuerdas de los mástiles con fuerza, como si eso hiciera a las velas más funcionales. Se veía claramente que ninguno de ellos estaba realmente experimentado en temas de piratas. Quizás eran tan inútiles o incluso más inútiles que yo.
—Vamos, muévanse —añadió Alalim, hablando con su tripulación—. Busquen cuchillos o escobas.
Vi a Ndu Womba correr al otro lado de la nave con un carcaj en la espalda. Le quedaban al menos una treintena de flechas. Por otra parte, Mosakev estaba revisando un libro suyo de invocaciones, averiguando cual era el correcto. Era raro que no haya invocado ya a una bestia.
No pude ver a Visia por ningún lado.
—Princesa —dijo una voz.
Me quedé paralizada. Vi a la altari detrás de mí, espada en mano. Me había asustado.
—Por toda la nieve del mundo —dije—, no aparezcas así de la nada. Al menos has un ruido, Visia.
Ella sonrió.
—Lo siento —dijo—, es que estabas tan concentrada hablando sola. No he querido molestar. Apuesto que estás ensayando lo que vas a decir cuando tu esposo venga a buscarte.
—No creas eso —la enfrenté—. No pienso casarme.
Ella estaba muy cerca de mí, frente a frente y pude notar la diferencia de alturas entre una humana como yo y una altari. Con cuernos y todo seguro que medía casi dos metros. Era normal con ese cuerpo moverse como una serpiente cuando peleaba.
—¿No? ¿A caso no es tu deber como princesa?
—No —dije y dudé un segundo—. Bueno sí, pero no lo haré. De todas formas, no nos atraparán.
—¿Nos? Eres la prisionera, Milhan, no la capitana.
Bufé soltando aire.
—Ya no soy prisionera, lo dijo Ibrahim. Y ya no seré princesa. Planeo convertirme en pirata y dominar...
—Pues bienvenida a la tripulación, pirata Milhan. —La altari me rodeó con sus largos brazos orgullosa—. Ahora que estás en el equipo ya no seré tu guardaespaldas, ¿entendido? Ahora debes aprender que soy la segunda al mando, por lo tanto, eres mi subordinada y harás lo que yo ordene... —Me miró con los ojos achinados y con una sonrisa curiosa.
—Su-supongo —musité liberándome de su agarre.
Esa cálida bienvenida me pareció extraña, como si esperara que eso ocurriera y buscara algo.
—Bien —dijo—, como tu superior te ordeno a que me expliques algo. —Luego dijo más bajito—: ¿Qué es eso de que te puedes convertir? Eso que dijo Ibrahim hace un momento. ¿A caso eres una druida? Creí que eso era un mito.
Acercó la cara a mí para intensificar la pregunta, haciendo de esa charla un interrogatorio. Me puse roja.
—No —le dije—. O sea, más o menos.
—Decídete.
—¿Recuerdas ese dragón de hace unos días que destruyó el barco del Tuerto?
Ella asintió.
—Puedo convertirme en ese dragón.
Ella guardó un largo silencio.
—Santos glaciares —susurró—. Eso es mejor que un druida. Esto nos salvaría los traseros, Milhan. Conviértete.
—Ese es el problema —contesté—. Ya no puedo convertirme.
Entonces el silencio fue invadido por el sonido de un disparo. La bala había atravesado la bodega inferior. El barco se tambaleó un lado y supe que ya era tarde. Nos habían alcanzado.
Las astillas a un lado de la nave flotaron en el aire con una hondeada de humo gris. Quedé paralizada.
—Mierda —musitó la altari.
—¡Prepárense! —gritó Ibrahim.
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