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23 - 🗡️Milhan🗡️


Una parte de lo que antes era el camarote de Ibrahim, estaba destrozada. Los muebles eran astillas, la cama estaba manchada de carbón, la pared que daba al este estaba llena de agujeros, a través de los cuales pude confirmar que nos estaban atacando. Eso además de los gritos del capitán.

¿Iba a morir en medio del mar? Me puse a sopesar. Quizás eran barcos de la armada marina de Creciente, enviados por Shoyoi. Al fin iban a rescatarme. Una parte de esa idea hería mi orgullo. Pude haber escapado sola, ¿no? No, no tenía sentido. Mi prometido no atacaría el barco en el que probablemente esté cautiva. ¿Sigo estando cautiva después de...?

—Milhan. —Escuché una voz.

Miré para todos los lados habidos. Miré hasta el techo, pero estaba completamente sola. ¿Me estoy volviendo loca?

Entonces, como si fuera una afirmación de mis dudas existenciales, una figura aparece en medio del cuarto echando humo blanquecino que le rodeaba. Muy espectacular, claro. Muy extraño también.

Quedé en silencio. Lo que estaba viendo era una especie de serpiente rosado con cabeza de dragón. Sus alas eran del tamaño de un halcón y tenía plumas por todas partes. De sus patas salían garras afiladas como clavos y en su rostro de reptil pude distinguir lo que parecía una sonrisa.

—¿Eres un dragón? —pregunté, aceptando mi evidente descenso a la locura. Era claro que un hospital mental sería mejor lugar para vivir que un barco con hombres peligrosos.

—Así es, Milhan y...

—Creí que eran más grandes —interrumpí.

Ella (suponiendo que era hembra por su tono de voz) se mantuvo callada y con el ceño fruncido. Me recordó a mi madre. Su larga cola se movió inquieta por el camarote.

—Tienes frente a ti a un ser ancestral y ¿le dices eso? —dijo con un bufido un tanto ofendido—. Milhan, hieres mis sentimientos. Aunque, por lo que he visto de tu infancia, lo haces muy continuamente.

¿Esto estaba pasando realmente?

—No tiene sentido —susurré fuera de mí misma—, en definitiva... En definitiva, Ibrahim me drogó con una de esas frutas... Eso explicaría lo que...

—Lo que pasó hace unos ratos atrás —dijo la Dragón—, al igual que lo que pasa ahora, es tan real como el Desierto de Hielo.

—Entonces sí besé a un pirata.

—Eres muy extraña, Milhan.

—Lo dice el ser ancestral —me burlé. ¿Estaba bien burlarse de algo que muchos consideraban un ser divino?

—Sí, eso mismo —convino ella—. Estás en medio de una batalla, frente a un dragón fosforescente y en lo único que piensas es en ese capitán al que besaste...

Entonces volví a la realidad luego de escuchar cañonazos de nuevo. El sonido llenó mis tímpanos.

—¡Mierda, nos están atacando! —recordé.

—¿Nos? —dudó ella. Se rascó la cabeza con la cola—. No sabía que también era tu tripulación.

—¿Puedes ayudarlos? —pregunté. Era un ser divino, ¿no? Si no estaba delirando, y ella existía, podría ser lo que nos faltaba.

—¿A tus captores? —preguntó—. ¿A los que te tienen de prisionera? —Al ver que no respondí a su pregunta, continuó—: Lo haría, pero ahora mismo soy un ser incorpóreo. Además, eres la única que puede verme. No ayudaría en mucho.

Solté aire por mi nariz. Mi iris se tiñó de amarillo.

—Entonces haré algo yo —dije y me dispuse a salir del lugar.

Tomé lo que parecía un trozo de pared que tenía la forma perfecta para golpear a alguien y utilizarlo como una especie de bastón improvisado.

—Em, Milhan —llamó la dragón.

Me detuve. Giré y la miré. Seguía en medio del cuarto luciendo su cuerpo fantasmal.

—No aceptaste el trato del día anterior —me dijo.

—¿Trato? —dije y luego recordé. Ella era la voz de la vez que el Tuerto intentó sobrepasarse—. Ah, eras esa voz.

—Esa misma —dijo—. Habito en tu interior.

—¿Desde cuándo?

—Hace tiempo —contestó—. Siempre, en realidad. Soy una herencia familiar. Mira, hay mucho que explicarte, pero no tenemos tiempo. Es mejor que aceptes el trato.

—No puedo hacerlo sin saber de qué se trata.

—Solo tomaré tu cuerpo por un corto tiempo. Estoy, digamos, encadenada a ti, así que lo que harías sería liberarme. Liberarme temporalmente.

La estudié con la mirada. Mis ojos cambiaron a mi color natural. Cualquier cosa sería útil. Si estaba cometiendo una locura, me daría cuenta. La dragón parecía no mentirme.

—Quieres ser corpórea —supuse.

—Sí, en definitiva. —Ella sonrió.

—¿Servirá de algo? ¿Salvarás a...?

—¿A Ibrahim? Niña, haré más que eso. —Miró hacia arriba y lanzó fuego que no logró incendiar nada porque era incorpóreo también. Me miró dramáticamente—. Salvaré a todos.

—Entonces acepto —dije. Y comencé a brillar.


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