Capítulo 7 "Sólo amigos"
Todas las miradas se clavaban en la princesa que bajaba descendiendo por la enorme y principal escalera, o sea yo.
Sólo unos escalones más...
Al llegar al último escalón, el príncipe se inclinó poniendo la mano frente a su pecho, con una enorme sonrisa en su rostro. De igual manera, tomé los costados de mi vestido y realicé una reverencia. ¿Y ahora? Me pregunté. Todo se había borrado de mi mente...
El joven me extendió la mano y yo la tomé... y así comenzamos a bailar.
La orquesta tocaba en su rincón y nosotros nos moviamos al ritmo de la musica. Todo hubiera sido perfecto, si no fuera por los nervios que sentía por dentro. Siempre fue incómodo que me miraran... imaginen lo que sentía en ese momento.
—Es un placer conocerla en persona, princesa Elisabeth —dijo él con un tono de voz grave y firme, bajando solo sus ojos para verme.
—El placer es todo mío... —Me quedé callada.
¿Era tan tonta que no sabía su nombre? Que vergüenza.
—Principe Erick —dijo él sonriendo.
—Oh si, claro —sonreí también.
El resto de la canción fue en pleno silencio. Terminamos con las reverencias finales y ambos caminamos afuera del circulo, cada uno por su lado. Las demás personas continuaron bailando con sus respectivas parejas.
—Que horror. —Susurré a la señorita Florinda en el oído.
—De maravilla, de maravilla. —Asintió para luego alejarse.
Me quedé de pie con mis manos cruzadas entre si. Algunas personas pasaban y se inclinaban en respeto.
"Se ve radiante, alteza".
—¡Eli! —gritó Leticia al verme a lo lejos y correr hacia mi. Inmediatamente su tutora la reprendió y ella soltó una risita.
—¿Cómo estás? —pregunté abrazandola.
—Perfecta. El baile de maravilla, al menos Erick no te pisó —Ella se encogió de hombros.
—Su alteza. —Un hombre de baja estatura se inclinó y extendió su mano para que la tomara.
¿Más baile? ¿En serio?
Me alejé de Let con mirada de molestia, pero la quité al estar frente a aquel hombre. Resultó ser el embajador de no sé donde y... al parecer, creyó que yo era una bailarina, una especie de elástico que podía hacer girar cuantas veces quisiera. Nunca di tantas vueltas en mi vida.
—Oiga, estoy cansada. —Sonreí falsamente—-. Continuamos luego, ¿si? —Me incliné rápidamente y caminé hacia Let, que se hallaba tapando la boca para no soltar una carcajada.
—Ay, por dios —dije jadeando de cansancio—. Casi me mata. —Me lancé en una silla y caí rendida, Let se sentó a mi lado mientras dos sirvientas me abanicaban velozmente.
A mi mente llegó Marco nuevamente. ¿Habría visto el baile? ¿Dónde se encontraba?
—Eli... —dijo Let mirando a un punto desconocido—, siento mucho lo de tu amor prohibido —rió sin ganas—. Yo creí que tal vez podía ayudarte, pero no fue así.
—Él esta bajo este mismo techo, querida amiga —dije mirándola de una manera cómplice. Ella me miró con sus grandes ojos y tapó su boca ahogando un grito.
—¿En serio? Estás de broma —rió.
—En serio. —Apoyé ambas manos en mi falda intentando ser casual, intentando esconder la felicidad y brillo de mis ojos.
—¿Y dónde está? ¡Debes mostrármelo! — estaba emocionada.
—Princesa... ¿Caminamos?
Erick había aparecido repentinamente de atrás de una columna, interrumpiendo el momento. Let sonrió e hizo un ademán de que fuera, de que no le importaba quedarse sola. Tomé su brazo y caminamos hasta el jardín, iluminado por lindos candelabros. Él era mucho más alto que yo y, como la gran mayoría de los ingleses natales, era rubio con ojos bastante claros. La verdad que sin mentir, no era nada feo.
—Y cuénteme, además de ser una chica hermosa... ¿Cómo es usted personalmente? Gustos y esas cosas, cuénteme, por favor —Él habló de una manera tan cortés, tan perfecta... me sentía inferior, intimidada.
—La verdad es que... —pensé.
No tenía demasiadas aficiones en si, aficiones que me apasionaran, más que cantar. Si bien sabía gran cantidad de cosas, nada me apasionaba tanto como el canto. La señorita Florinda contrataba a los mejores profesores, para que vinieran al castillo y me enseñaran cada uno por su lado... pintura, dibujo, bordado, cultura en general, canto, así como una infinidad de idiomas. Tal vez no debería contarle en que utilizaba mi tiempo, animales, cabalgar y cantar...además de huir, pero... de esa manera, no iba a conocerme como realmente era.
-—...amo cantar, cabalgar y sobre todo conocer el pueblo y la gente que allí vive —-dije encogiendome de hombros—, ah y leer —agregué sonriendo.
Erick me observó con el ceño fruncido, con una mirada pensativa, intentando entender a la extraña chica que tenía frente a sus ojos. Seguramente pensaría que me dedicaba a cepillar mi cabello, modelar miles de vestidos, recoger flores y bordar como lo hacía mi hermana.
—Eso es bastante único, nunca había conocido a alguien con esas inclinaciones —Él se apoyó en la pared, con una pierna apoyada en ella y la otra sosteniendo todo el peso de su cuerpo, adoptando una posición mas relajada—. Explíqueme más eso de conocer gente.
—Oh estem... —Sufrí una liberación de pensamientos—, aveces odio la vida en el palacio, es demasiado aburrida, demasiado formal y estructurada. En momentos de "liberación" —reí mientras recalcaba las comillas—, cabalgo con Bony y ambas vamos al pueblo.
—Oh, interesante. ¿Qué sucede con los guardias? —fruncía el ceño aún más y mostraba preocupación, pero al mismo tiempo mantenía una sonrisa divertida en el rostro.
—Bueno... ellos corren por mi-me encogí de hombros, logrando que él soltara una sonora carcajada, que detuvo al instante que un mayordomo volteaba...
Marco se hallaba observando la escena mientras servía unas copas en la mesa del exterior. Una punzada de incomodidad recorrió mis extremidades. Sus ojos mostraban frialdad y su boca formaba una línea recta.
—Eres única, Elisabeth —dijo él limpiando una lágrima provocada por la risa—. En serio, nunca conocí a nadie igual.
Su tono de voz y el hecho de que no me haya tratado de "usted", llamaron mi atención. Al momento, sentí una extraña curiosidad por seguir la charla. Las ganas de volver con Let a tomar unas copas habían desaparecido, él me había caído bien, aunque de todas formas... el hecho de que Marco se hallara a lo lejos observando la escena, no me permitía desenvolverme del todo.
Pero no debía molestarme para nada, ¿no? Él y yo no eramos nada, además se suponía que estaba enojada.
—Gracias —contesté con una sonrisa.
—Disculpa —él se dirigió a ese mayordomo, sí, justo a él.
—¿Si señor? —Marco sacudió levemente su cabeza y se acercó dando largos pasos hacia nuestro encuentro.
—¿Podrías traernos... —su mirada fue hacia mi—, ¿Qué deseas beber?
—Nada, gracias.
—Bueno en ese caso, para mi una copa de vino, por favor —Erick habló cortésmente y Marco se dirigió a traerla, se la dio y se retiró con paso ligero.
—¿Te encuentras bien? —me preguntó, bebiendo un pequeño sorbo de la copa.
—Si, claro que sí —sonreí de forma forzada—. ¿Caminamos?
Me brindó un asentimiento y nos introducimos en los jardines reales. Iluminados por algunas farolas y luz de luna. El clima estaba precioso, y se podían escuchar grillos en el silencio de la noche, a medida que nos alejabamos de la música festiva.
Silencio...
—¿Deseas casarte?
Esa pregunta me tomó totalmente desprevenida. ¿Debía decirle la verdad?
—Esa pregunta tiene dos respuestas —dije dirigiéndole una mirada—. Casi la gran mayoría de las mujeres desea encontrar un amor. Siempre hay casos aparte, claro —sonreí—. La cosa está en, ¿con quién querría casarme? Obvio, que no con cualquiera. — Y agregué—. La idea de que sea un completo desconocido no me atrae para nada pero... es lo que me toca.
—Entonces... —él detuvo su paso y me miró sonriendo de lado—, la idea de que tal vez, llegáramos hacia el altar, ¿no te atrae para nada, no es cierto?
Este chico podía leer mis pensamientos, claro esta.
—No —respondí con sinceridad—. No es que tenga algo en tu contra —me apresuré para aclarar—, pero los príncipes que conozco o son insoportablemente egocéntricos, aburridos o... no lo sé, sabes, nunca llegó a gustarme ninguno. Recuerdo a uno en especial que tenía un grano en su nariz tan grande, que no podía mirar sus ojos sin preguntarme por aquella cosa. Temía que cobrara vida y saltara encima mío.
Erick abrió la boca de par en par y comenzó a reír, soltando sonoras risotadas. Él había caído en un ataque de risa. Era tanta la gracia que le había causado, que se lanzó al suelo. Se estaba quedando sin aire.
—¿Estás bien? —bajé a su altura y di palmadas en su espalda, mientras sonreía. Tenía una risa en extremo contagiosa.
—Es que... es que... Eres tan sincera, por dios—Rió esta vez más "normal" y se sentó en el césped limpiando sus aguados ojos.
—Lo siento, lo siento —negué con la cabeza mordiendo mi labio inferior—. Es que...
—No... —él me interrumpió—, es perfecto. —Su sonrisa de lado apareció nuevamente, provocando que me sonrojara.
—¿Señorita? ¡Señorita!-la insoportable tutora apareció y ahogó un grito al verme tirada en el suelo-¡Su alteza!-volvió a gritar al ver a Erick también en el suelo.
Él se levantó rápidamente sacudiendo sus ropas y me extendió una mano para que me levantara.
—¿Qué les ha pasado? —Ella corrió hacia nosotros—. ¿Todo en orden?
—No se preocupe —rió él—. Todo en orden. —Me dio unas palmadas en la espalda y la mujer se espantó, logrando que ambos rieramos y nos alejaramos. Florinda se quedó allí, en el caminito, con ambas manos en la boca.
...
La noche había pasado rápido, extremadamente rápido. Nos la habíamos pasado riendo, bailando y hablando, junto con Let, que se unió a nosotros. Estaba bañada y acostada en mi cama, agotada, por todo el movimiento que esto había provocado.
Al apoyar mi cabeza en la mullida almohada... mis ojos se cerraron, pero... no pude dormir. Ese maldito insomnio aparecía nuevamente y permitía que mi mente volara, haciendo así que miles de preguntas cruzaran mi cabeza. Me estaban taladrando.
Me levanté de la cama y caminé junto con Príncipe hacia la puerta, saliendo al pasillo. Quería tomar aire y recomponerme. La brisa era fresca y agradable. El silencio de la noche era relajante y los grillos y sapos que llenaban el ambiente, eran la mejor orquesta que podía escuchar ahora. Ambos nos acostamos en el césped y observamos los estrellas que brillaban frente a nuestros ojos.
El silencio de la noche permitía escuchar la fuerte respiración de Príncipe, que estaba por quedarse dormido... hasta que se levantó y a mis espaldas comenzó a ladrar soltando pequeños hilitos de saliva.
—¿No mata y luego come? —preguntó la voz.
—No lo sé, tal vez huela el miedo —dije dándome la vuelta de forma despreocupada, para cruzarme con él. Ya no llevaba puesta la ropa de mayordomo, sólo una camisa desabrochada, unos pantalones y botas hasta las rodillas.
—No. En serio. —Su tono de voz fue preocupado, haciéndome reír.
—Sentado. —El can se sentó sin quitar su mirada de desaprobación hacia él.
Marco tomo asiento a mi lado y puso sus brazos hacia atrás, en forma de apoyo. Un saludo algo incómodo nos invadió, y me preguntaba que pensaba decirme, y porque estaba aquí, después de todo, fuera de las habitaciones para la servidumbre.
—Así que lo hacías reír bastante...
—Así que mi hermana es atractiva...
Ambos hablamos al mismo tiempo.
—Bueno hablaré yo —dije levantando una mano—. ¿Nos estabas espiando? —pregunté con una ceja levantada.
—Ay, por favor, como si me interesara lo que haces —Él resta importancia con un ademán.
—Entonces concordaras conmigo en que era muy atractivo, ¿no es así? —Sonreí de lado.
—Oh claro, mucho más que yo seguro. —Me dirigió la mirada por un instante y luego la volvió al frente.
—¿Por qué te comparas?
—No me estoy comparando, sólo dije algo que esta más que claro —refutó.
Mi mente tenía más preguntas en ella que antes. Si me hubiera quedado acostada, seguramente me habría dormido, pero no, siempre tenía que empeorar la situación. Llegué al límite.
—Está bien, no discutamos más —agregó luego de unos instantes—. Hagamos las paces, ¿te parece? —él extendió su mano y yo la tomé—. Amigos.
¿En serio? ¿Amigos que se tenían celos, se hacían reproches y se andaban espiando? Nunca escuché algo así. Me levanté con una falsa sonrisa en el rostro y comencé a caminar hacia adentro. Pero me detuve, un instante, y grité la última frase del día.
—Sólo amigos.
Él se levantó y se quedó quieto en su lugar con una sonrisa de lado, mientras levantaba la mano en forma de saludo.
—Claro está. Buenas noches, Elisabeth.
—Buenas noches, Marco.
Al llegar a mi habitación, me recosté en la cama peor que antes. Mi cabeza estaba más revuelta y consideré que había sido una mala idea bajar al jardín. ¿Sólo amigos? ¿Se puede ser amiga de una persona que te gusta? Sólo amiga, ese era el detalle.
Mis ojos se fueron cerrando y me dí por vencida, mañana sería otro día. Basta de pensar.
...
Perdón por la tardanza en correcciones. Esto toma tiempo porque lo hago uno a uno y también sigo escribiendo Líneas Raciales, así que... Ustedes saben. Gracias por la paciencia ♥️
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