Capítulo 5 "Ay, dios mío"
Llevábamos casi una hora caminando por los alrededores con la princesa Leticia. Ella resultó ser más agradable de lo que pensaba, eramos prácticamente iguales. Ambas estábamos hastiadas de ciertas cosas, como las formalidades y que nos obligaran a casarnos con una persona totalmente superficial y que ni siquiera conociéramos bien. Aveces parecían puros malos sueños.
Principe corría a lo lejos, como siempre, tras unos pobres e indefensos conejos. Él había sido entrenado para cazar, por lo tanto eran sus instintos, los cuales yo odiaba.
-Así que próximamente seremos familia. ¿No? -rió ella. Yo sin embargo hice una mueca que no ocultó para nada mi desagrado ante tal comentario-. Sabes, él no es tan malo como lo aparenta... creo que se podrían llevar bien.
Leticia quería ser positiva y presentarme a su hermano como lo mas lindo que existía, pero la verdad es que ese no era mi problema. Yo estaba encaprichada con el muchacho del mercado. Tenía algo que me había llamado la atención completamente. ¿Su mirada? ¿La forma en que me trataba como nadie lo había hecho antes? Claro, todo se arruinó en cuanto supo quien era. Era un pequeño dolor en el pecho que me molestaba todas las noches que miraba el amplio techo. Pensaba en él constantemente. Quizás sea la idea que metieron en mi cabeza aquellas novelas de "Amores prohibidos". Dos corazones unidos por un mismo sentimiento, pero separados por las circunstancias exteriores. Nadie los comprendía... y eso dolía mucho. Aunque, lo extraño de todo, era que solo lo había visto dos veces, y no sabía nada absolutamente de él...
Esperen, ¿era la princesa o no era la princesa? Teníamos los datos de todos los ciudadanos en manos de el ayudante de padre. Él se encargaba de seleccionar que ciudadanos estaban en condiciones de pagar los impuestos. Nuestro reino se caracterizaba de ser bastante justo. A diferencia de los demás, daba cierto plazo a aquellos que no poseían el dinero, y no arrebataban a la fuerza injustamente.
Pero... ¿cómo los podía conseguir? Con un poco de ayuda podría entrar allí, lograr conseguir aquellos papeles y ver donde vive, como es su posición social, no lo sabía claramente. ¿Debía contárselo a Leticia? Había demostrado ser divertida y dispuesta a cualquier cosa extraña que se le propusiera.
-Let -dije con la cabeza baja mientras mordía mi labio inferior.
-¿Qué pasa? -Ella me miraba inspeccionando mis preocupadas facciones.
-¿Estarías dispuesta a ayudarme en una loca aventura de amor prohibido? -reí un tanto nerviosa por lo que pudiera llegar a pensar, de todas formas, me acababa de conocer.
-Sería divertido -respondió, y se encogió de hombros, sonriendo de lado-. ¡Cuenta, cuenta! -Ella se transformó repentinamente, dando aplausos y saltitos de emoción, pero al descubrir que los demás la podrían haber visto, retomó su compostura.
-Bueno... ¿no vas a matarme? -Mordí mi labio de nuevo. Maldito habito.
-Ay, claro que no. -Y luego me tomó del hombro y se me acercó al oído-. Yo pasé por lo mismo.
-¿En serio? ¿Y qué pasó? Oh, no espera, vamos a buscar esos papeles y me lo cuentas en el camino, ¿si? Vamos. -La tomé del brazo y corrimos por el corredor externo, con enormes columnas del lado derecho. Un jardín se encontraba mas allá.
...
-Creo que es aquí -dije mientras asomaba mi cabeza espiando las habitaciones que se extendían a lo largo.
-Pero, son mas de veinte. -Se quejó-. ¿Cómo vamos a saber cuál es?
Era algo bastante agotador, aunque era divertido. Me sentía en un libro de espías, que se encargaban de robar papeles del reino, para ser utilizados posteriormente en guerras. Ya saben.
Llevábamos recorriendo todo el palacio. Habíamos encontrado habitaciones para todo, menos la que buscábamos. Hasta que se nos ocurrió preguntar a la señora cocinera, ella conocía más que nadie todas las ubicaciones. Era la mujer más cotilla que conocía. Ella nos supo decir el pasillo, pero no conocía la habitación exacta. Así que ahí estábamos... perdidas completamente.
-Vamos.
Ambas caminamos abriendo puerta por puerta, obviamente, antes nos cersiorabamos por el rabillo de la cerradura que no habría nadie dentro, buscando las vacías en busca de papeles de datos o documentos. No habíamos pisado nunca esa parte del castillo.
-¿Cómo vamos a saber cuál es? ¿Lo conoces? -preguntó Let mientras paseaba su mirada por una habitación llena de extraños artefactos.
-Claro. Es un hombre delgado y con un fino y raro bigote. Lo reconocerás enseguida, pero recuerda que no debemos buscar al ayudante, debemos robar esos papeles... él nos lo daría, pero luego informaría a mi padre de tan extraña acción. ¿Comprendes? No podemos permitir que él nos delate -dije en tono sepulcral y algo exagerado. Ella asintió muchas veces y continuamos nuestra labor.
Media hora después...
-Me doy por vencida -dije recargando todo mi cuerpo en una pared. Eran muchas habitaciones, no se podía encontrar revisando una por una. Debíamos preguntar a mi padre, pero esa no era una opción.
-Vamos, ya quedan pocas -ella me tomó del brazo y me guío hacia una nueva puerta. La paciencia de esa joven era de resaltar-. Valdrá la pena.
Al abrir la pesada puerta de madera, observamos un enorme escritorio de caoba tallado en pequeños detalles. Miles de repisas adheridas a la pared se extendían por toda la habitación. Sólo con una larga escalera podían ser alcanzadas. Nos dividimos y rápidamente empezamos a revolver todo lo que había allí, de forma ordenada, para que luego nadie se diera cuenta.
Papeles que tenían los nombres de las tierras con la firma de mi padre, herencias a personas que ni conocía... más tierras... hasta un libro de leyes antiguas que ya no se aplicaban.
-¡Mira esto! -dijo Let del otro lado de la habitación mientras señalaba una pared con miles de repisas ordenadas por letras. En cada una había una enorme caja.
-¡Ayúdame a subir! -dije dando saltitos mientras estiraba mis brazos para alcanzar la M.
Ella arrastró la ligera escalera y la colocó para que pudiera subir. Al subir, la caja tenía lo que tanto buscábamos, el tesoro...
Rayos. La frustración me invadió al ver que estaban acomodadas por apellido. Yo no tenía idea de su apellido. Maldije y maldije de nuevo.
Misión abortada.
-Debemos irnos Let, están por apellido, no tengo idea de cual es el suyo. -Bajé decepcionada-. Vámonos antes de que nos descubran.
Ella asintió lentamente mientras caminábamos hacia la puerta...
-¿Su alteza? ¿Qué hace usted aquí? -dijo el delgado hombre del bigote mientras se inclinaba ante la dos.
Ambas nos dirigimos la mirada de reojo... ¿Justo ahora tenía que volver?
-Oh... es que... -Pensé- estábamos aburridas y como yo nunca había venido para estos lugares... -Él frunció el ceño, aparentemente no creía ni una sola palabra -. De todas formas, no debo darle ninguna explicación a usted, con su permiso. -Luego de un asentimiento con la cabeza caminamos lentamente intentando contener el corazón en nuestro pecho.
Yo no solía ser descortés con ninguno de los miembros del castillo, sean importantes o no, sólo que ese hombre nunca me había parecido agradable... y lo mas probable de todo eso era que seguro le contaría a mi padre lo ocurrido. ¿Más mentiras y excusas a mi mente?
-No te preocupes. Si están hechos para estar juntos, el destino los unirá nuevamente -dijo Let intentando darme animo.
-Si, ya no creo esas frases. Mi destino es casarme con tu hermano, debería aceptarlo --asentí mientras le dirigía una sonrisa de lado. Ella me la devolvió y allí culminó nuestra conversación...
...
Al llegar nuevamente a la sala de té, la señorita Florinda se abalanzó hacia mi. Había traído cinco guardias. Probablemente nos habrían buscado por todas partes.
-¿Adónde se encontraban? Estábamos muy preocupadas, Elisabeth -dijo ella mientras las sirvientas le daban aire con abanicos, rápidamente.
-Ya le dije señorita. Nos habíamos ido a caminar.
A Leticia también la habían regañado.
-Debemos irnos. Mañana es el baile de bienvenida, así que nos veremos mañana nuevamente -habló la reina dirigiéndose a mi hermana y luego hacia mi.
Antes de retirarnos, Let me dirigió una mirada y una sonrisa para luego agachar la mirada y retirarse con su madre y la servidumbre que las acompañaba. Era estupendo encontrar a alguien así en la realeza, era un hecho casi único, los demás eran todos iguales.
Luego de que me regañaran nuevamente, quise ir a recorrer un poco más del palacio. Toda la aventura de ahí me dio unas gran curiosidad por saber que había más allá de estas paredes que solía recorrer vez tras vez. Tenía habitaciones que nunca me había molestado en recorrer de pequeña y que ahora podía ver. Aunque lamentablemente ya era muy tarde, según Florinda. Así que después de comer, me acosté junto con el fugitivo Príncipe y me quedé dormida.
...
Era el baile.
Que miedo.
Mejor dicho, que aburrimiento.
Me levanté de la cama con mi largo camisón y caminé hacia la puerta, Príncipe me siguió. Era extraño que nadie hubiera ido a despertarme. Seguramente estarían ocupados en todos los preparativos.
Me asomé por la barandilla que me separaba de caer pisos abajo, y observé desde mi elevada posición. El lugar estaba hermosamente adornado para la ocasión, pero lo que más sobresalía, era el salón principal, lugar donde yo bailaría con el hombre arruina-vida.
Telas doradas colgaban de forma elegante en las paredes, enormes arreglos florales de orquídeas y rosas se combinaban de una manera muy exótica. El lugar donde estarían los músicos de la orquesta se situaba en un rincón del lugar. Todo era color crema y dorado,
Más aburrido.
Caminé hacia las escaleras y luego de bajar, me dirigí a la cocina. Príncipe corrió hacia un mayordomo y comenzó a ladrarle haciendo que se sobresaltara.
-¿Qué haces? Ven aquí -dije con voz firme mientras apuntaba un sector de suelo a mi lado.
El muchacho, un poco confundido, dirigió una mirada hacia mí. Al verme, sonrió de par en par.
Oh no. Oh no. Oh no.
¡¿Qué hacía él aquí?!
Oh, dios mío.
...
-¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? -dije sentándome rápidamente.
Mi hermana se hallaba sentada al lado mío con su cabeza apoyada en una extremo de la cama. Al verme, corrió hacia la puerta y gritó.
-¡Ya se despertó!
De esa manera, atrajo a la señorita Florinda, al doctor y a mis dos sirvientas.
-¿Qué pasó? ¡¿Puede alguien contestarme?! -espeté ya enojada por su silencio.
-Te desmayaste, Elisabeth. Uno de los nuevos mayordomos me avisó y te trajo hasta aquí. -La señorita Florinda contestó a mi pregunta con los ojos cerrados mientras asentía repetidas veces. El doctor me examinaba rápidamente.
-¿Él me cargó hasta aquí? -grité mientras tapaba mi boca.
-Si, Elisabeth.
-¡Ay, dios mío! ¡Pensé que estaba soñando!--reí y me levanté rápidamente corriendo hacia la puerta, apartando al pobre doctor.
-¿Qué te pasa? ¿Estás loca? -Mary Jane me tomó del brazo y no me dejó salir.
- Que tengo que ir a agradecerle ahora -dije soltandome de su agarre-, déjame.
-Usted no ira a ninguna parte. Esta noche es el baile y debe estar lista para bailar con su futuro amor. Acuéstese aquí y no se mueva.
No me podía quedar aquí, maldición. Era mi sueño hecho realidad. Él era un mayordomo del castillo... o sea... ¡Estábamos cerca e iba a poder verlo! Me solté del agarre de la señorita Florinda y corrí afuera de la habitación.
-Señorita, usted no irá a ninguna parte -Ella corrió atrás de mi y me arrastró a la habitación.
¿En serio ?
¡Me habían encerrado con llave!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro