Capítulo 27 "Vamos"
—¡Vas a casarte, Elisabeth! ¡No te estoy dando opciones! —Mi padre gritaba y yo lloraba.
—¡¿Es que no lo entiendes?! ¡Marco! ¡Marco es el elegido! —grité.
—¿El mayordomo? ¿Estás jugando conmigo?
—¡No papá! ¡Deja de decir eso! —Mis nervios estaban cada vez más arriba.
Mi padre se acercó y quedamos frente a frente. Podía ver que en su rostro el enojo y la furia misma crecían cada vez más.
—No creo que quieras escoger eso. —Habló apretando los dientes—. Si lo quieres, no escogerás esa opción.
—Porque lo quiero no pienso dejarlo y casarme con Erick...
—No elegirás a ese mayordomo, créeme que no lo harás.
—Es mi vida, papá...
—Si no te casas con el que estás prometida, estaré obligado a firmar su sentencia.
Mis ojos se cristalizaron de manera automática. Toda la habitación se nubló y solo esa última oración se escuchaba en mi cabeza.
Él lo condenaría a muerte.
Si yo no me casaba, moriría.
—¡Nooo! ¡Basta!
Estaba teniendo una pesadilla.
Me desperté en mi habitación y recordé en que situación estaba. Príncipe estaba a mi lado y debido a mis gritos se había despertado. Miré el reloj y comprobé que eran las 11:50 de la noche.
Solo faltaban diez minutos para mi encuentro.
Me apresuré a salir de la cama y ponerme el vestido y abrigo que había preparado. Tomé mis cosas y acerqué la oreja a la puerta para cerciorarme que no hubiera nadie despierto o cerca. Nada. Cuando moví el picaporte, Príncipe corrió a mi lado y con su boca, tiró de mi abrigo...
¿Cómo no podía despedirme de él?
Dejé la valija y le di un fuerte abrazo, al igual que a Michifusina.
—Serás el perro guardián. ¿Sí? Vas a cuidar a mi hermana y todos los demás —Él lamió mi cara y como tonta comencé a llorar...
—¿Qué es papi? ¡Déjame verlo! —decía saltando para poder alcanzar la enorme caja que se movía en los brazos de mi padre.
—Tranquila —rió bajándola lento.
Cuando abrí la armazón, un perrito manchado salio de su interior y saltó encima de mi, provocándome un gran susto.
—¡Ahhhhh! ¡Es un dinosaurio! —Corrí a esconderme detrás de papá, y el pequeño me siguió dando ladridos y saltitos.
—No Elisabeth, mira. —Él lo tomó en sus brazos y lo sostuvo del collar que tenía para que no huyera—. Es un perrito, ¿ves? Quiere ser tu amigo.
El can ladró feliz mientras sacaba su lengua para afuera mirándome con esos hermosos ojos de cachorro. Estiré mi manito dudosa y acaricié su cabeza, recibiendo un lametazo de su parte.
—¿Quieresh sher mi amiga? —Papi imitaba su voz—. Estoy sholito.
—Si, seamos amigos. —Sentí la seguridad y amor en su mirada así que me abalancé a abrazarlo.
—Deberíamos ponerle un nombre... ¿Arturo? ¡Lo tengo! ¡Rafael! —Ambos nos dirigimos una mirada cómplice y negamos con la cabeza.
—Lo llamaré... Príncipe, es declarado desde hoy... ¡El perro real! ¡Vamos! Tengo un jardín hermoso que mostrarte, ven.
Y así, fue como comenzó nuestra amistad. Toda la tristeza que había llevado por la muerte de mi madre, fue desvaneciéndose poco a poco. El amor que un animal puede dar, es grandísimo y no pide nada a cambio.
Volví a abrazarlo y sollocé, sabiendo que nunca volvería a verlo.
—Te quiero —Sonreí aun en esa misma situación—. Rawr.
El can obedeció y puso sus orejitas para atrás. Como sabiendo que era una despedida, dejó de hacerlo y aulló bajito, pidiéndome que no me fuera. No lo pensé, sabía que cuanto más me quedara, mas difícil iba a ser para los dos. Abrí la puerta y tapé mi boca para no hacer ruido. Bajé las escaleras con el máximo sigilo y llegué a la puerta de salida.
Estaba dejando todo en este lugar. Pero era lo que siempre había deseado. Si seguía aquí, nunca lo experimentaría.
La campanada del gran reloj, retumbó en todo el castillo. Salí al jardín y el frió casi que cortaba. Estaba nevando, pero por suerte no era una tormenta. Caminé rápidamente hasta llegar al bosque y me introduje con el farol que había traído. De otra manera, no habría visto nada y me habría llevado un árbol por delante.
Y en el alambrado, estaba él.
Con los dos caballos.
—Llegas cinco minutos tarde —susurró en mi oído, dándome las riendas de Bony.
Reí y me detuve al pensar algo.
—¿Cómo se supone que los caballos van a pasar por abajo?
Marco levantó un dedo y levantó unas pinzas sonriendo. Luego movió el impedimento con las manos y así pude soltar el aire de mis pulmones.
—¿Lista?
—Lista —dije, saliendo del alambrado con Bony a mi lado.
Colocamos las cosas en los costados de los caballos y luego de unos minutos estábamos listos para partir.
—Su alteza —Sonrió ya arriba del caballo—. Será un placer escoltarla a lugares totalmente desconocidos para usted y para mi. Me alegra que sea yo el que tenga ese gran honor.
—El placer es mío, milord —hablé exagerando el acento ingles.
—Vamos.
Cerré los ojos fuertemente y suspiré.
—Sí, vamos.
Mi vida cambiaría por completo. ¿Qué pasaría con la princesa de New Castle? La expectativa estaba a las puertas.
...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro