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Capítulo 17 "Toda la vida"

Él me abrazaba y el tiempo se había detenido. Sólo eramos él y yo. Su fragancia y sus brazos fuertes alrededor de mi espalda baja.

—Tranquila —susurró—. No te diré que no llores porque es estúpido. Siempre es bueno descargarse. —Su mano libre acariciaba mi cabello, y yo no estaba menos cuerda que en ese momento.

—¿Alteza? ¿Alteza, se encuentra usted bien?

Mientras que por unos segundos estaba flotando en las nubes, con solo esa voz sentí que caía de nuevo a la realidad. Tal vez mi cuerpo si estaba cayendo del cielo y yo no me equivocaba. Me aparté con molestia de él y quité las lágrimas de mis ojos, sorbí de mi nariz y saqué todas las fuerzas de voluntad para callar mi llanto. Se suponía que no debían ver llorar a la princesa. Solo se permitía eso en los velorios, o casos extremos.

Claro que yo nunca me contenía.

—Estoy bien. —Arreglé mis cabellos que se habían desordenado en la corrida—. Vuelva al trabajo. —Aparté la mirada hacia la multitud de servidumbre que miraba el espectáculo—. ¡Todos vuelvan al trabajo! —-Como si fueran militares asintieron y caminaron, casi corriendo, retomando sus labores.

—¿Qué sucedió? —preguntó él, cuando todos se habían ido.

—No quiero hablar de eso. —Negué con la cabeza—. En realidad... —suspiré—. Te lo cuento en el camino.

Marco asintió y yo lo tomé, sin tan solo pensarlo, de la mano. No estaba meditando mis acciones desde que salí de la oficina de mi padre y eso estaba mal. No era nada recomendable hacer esas cosas y menos en público. ¿Qué pensarían si vieran a alguien de la realeza tomada de la mano con el chico de los establos? Para la gente enamoradiza o romántica sería algo... tierno, un amor imposible, pero para los que habitaban el castillo era algo inapropiado e inaceptable.

Algo que arruinaría nuestro honor.

—¿Elisabeth? ¿A dónde crees que vas? —La voz de mi padre se escuchó a mis espaldas y solté la mano de mi acompañante automáticamente.

—Él me tenía que mostrar algo. —Mi voz sonó nerviosa—. Vamos. —Mi acompañante se quedó tieso al ver que yo volvía a tomar su mano y mi padre estaba ahí, observando.

—¿Qué haces? —Su mirada se dirigió a nuestras manos y nos miró incrédulo—. ¿Qué se te pasa por la cabeza?

—Marco, ¿tienes alguna enfermedad que se me pueda contagiar por agarrarte de la mano?

Su mirada era baja. No miraba a mi padre, no me veía a mi, era como si quisiera desaparecer. Me sentí mal por ponerlo en esa peligrosa situación.

—¡No pueden sostenerse de las manos! —gritó, revolviéndose los pocos cabellos.

—¡Bueno, entonces iremos sin tomárnoslas!

Y así fue como tomé a Marco del brazo y lo arrastré hacia afuera. Brazo y mano había un poco de diferencia. ¿No? Mi padre soltó un gruñido de exasperación y pude escuchar sus zancadas perderse en el camino.

—¡¿Estás loca?! —gritó él cuando salimos—-¡Podía matarme!

—Ay, papá no haría eso. —Rodé los ojos—. Además ni que nos estuviéramos besando.

¿Por qué no pensaba antes de hablar?

—Para poder besarnos tendríamos que estar en el bosque fuera de toda mirada.

Levanté la mirada y lo ví esbozar una sonrisa de lado, como si el comentario no me hubiese producido miles de cosquillas.

—¿Qué? —pregunté frunciendo el ceño, lo había escuchado, pero... Esa declaración era bastante extraña... Bueno no...

¡Pero si! ¡Ay! ¿Saben qué? Creo que si todo eso seguía así, iba a terminar en un lugar para gente desquiciada en no mucho tiempo.

—Olvídalo, cabecita —dijo, dándome un golpecito en la sien. Los árboles ya estaban entre nosotros y se podía divisar la sección de bosque a unos pocos metros—. Supongo que ya ahora puedes comenzar a contarme la historia... ¿Por qué llorabas?

—No lo sé —dije negando con la cabeza—. Fue un conjunto de cosas que me hicieron estallar... ya mi día había sido bastante fuerte como para más y más cosas.

—Bueno... —Él miró para todos lados, suspiró y pasó su brazo por encima de mis hombros—. Soy todo oídos.

Y así, con su brazo por encima mio, y mi corazón algo palpitante en exceso, fue como comencé el relato, empezando por la inauguración y siguiendo por la charla... Esa ultima fue la que más lo confundió.

—¿No estás feliz de casarte? —Ya habíamos llegado al bosque y ambos estábamos sentados en unos troncos secos.

—No, ¿por qué tendría que estar feliz? —Solté una risa desganada.

—Y bueno, porque se supone que todas las novias son felices el día de su boda —habló como si fuera la cosa mas obvia del mundo—. Y más si se trata de una princesa... Usar el vestido mas caro de todos, una fiesta con miles de invitados, ser reina... —Y cuando iba a culminar... —Erick El Perfecto. —Eso último lo dijo con tono burlón.

—Muchos nervios y demasiada responsabilidad —respondí en voz baja—. Y Erick ni siquiera es mi tipo.

Wow, ni yo sabía que tenía tipo.

—¿Y cómo sería tu ideal entonces? —Marco sonrió y apoyó sus dos brazos en las rodillas para luego apoyar su cara... mirándome fijamente.

Intenté explicarme, pero mi lengua se hizo un ovillo. El que me viera de esa manera acentuaba mis nervios. ¿Cómo se responde a eso cuando te lo plantea esa persona?—¡Ay, es que no sé! —No tenía idea de como explicarme—. Creo que él es demasiado perfecto, todo lo hace bien, me trata estupendamente y yo... Yo me quejo cuando mi padre dice que viene al castillo. ¿Entiendes como me siento? Creo que se merece algo mucho mejor que yo. 

Y esas palabras sonaron tan sentidas...

Tenía toda la razón.

—Bueno, pero aun no respondes a mi pregunta —dijo, a lo que yo suspiré—. ¿Qué es lo que no te gusta de él?

—Es complicado... Yo soy complicada. —Reí bajito—. Creo que mis metas y las de él son totalmente diferentes... Él piensa en gobernar, prosperar, formar una familia y cumplir con lo que todo el mundo espera de él. ¡Pero lo espera feliz! ¿Acaso no viste su cara de felicidad constante? —Mordí mi labio mientras negaba con la cabeza.

—No me interesa su cara. —Rodó los ojos—. ¿A qué te refieres entonces?

—¿No es eso obvio? Odio esta vida. —Bajé la mirada y sentí un pinchazo al decirlo en voz alta—. Odio que manejen cada detalle y no ser capaz de poder salir... Es como un circulo vicioso. Todo lo arruino intentando tomar buenas decisiones... —Fuí interrumpida por su mano tocando mi barbilla y obligándome a mirarlo.

—No digas eso. —Sus ojos estaban clavados en los míos y sonreía calladamente—. Nunca te creas incapaz de hacer algo, porque esa es la única manera de cortarte las alas. Somos nuestros peores enemigos, cabecita. —Apartó un mechón rebelde y lo acomodó en mi cabeza—. Cuando pienso que mi vida es un asco pienso que hay personas que están peor que yo, de todos modos nosotros tenemos una familia que nos ama y cuida sea donde sea que estén. —Iba a hablar pero él prosiguió—. Estoy seguro de que tu madre estaría orgullosa de todo lo que estas logrando. ¿Creías que no me enteré lo que pasó en el pueblo? ¡Te amaron! —Su sonrisa baja era como una cosquilla a mis oidos—. Y no creas que estás encerrada en esto... Al menos te puedo asegurar que no estás sola.

Ahora si que no tenía palabras para responder todo eso. Sus palabras habían sido tan hermosas que no quería arruinarlas con algo que se me saliera sin pensar...

—¿Prometes no dejarme sola? —pregunté en un hilo de voz, mis mejillas se sonrojaron, pero no me arrepentí de lo dicho...

—Prometo —dijo el acortando la distancia, y dejando una caricia suave sobre mi mejilla—. Toda la vida.

Sentí su respiración tan cerca de la mía que creí estar soñando. Cerré mis ojos esperando...

Pero la imagen de la vez pasada en el bosque apareció fugazmente en mi cabeza "Somos amigos".

Ábrelos, Elisabeth, no seas tonta...

Pero eso nunca pasó, él nunca se alejó. Puso sus dedos delicadamente en mis parpados cerrando mis ojos y...

Ya saben que pasó después.

Sí, estaba pasando al fin.

...


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