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[24]

—¿Repasamos el plan una vez más?

Dylan quería que todo saliese perfecto, pues sentía que era, en parte, su culpa que el padre de Luca estuviera en el castillo. Greta asintió con decisión, aunque ya tenía todo memorizado.

—Bajamos sin hacer ruido hasta que lleguemos a la puerta del despacho de papá —dijo Dylan—. Allí es donde nos separamos. Tú tienes que conseguir que nadie pase por ese pasillo hasta que intervenga en la conversación que estarán teniendo Ander y Azariel.

—Sí, probablemente tanto mamá como los guardias y algunas personas del servicio estarán en el comedor —añadió Greta—. Solo tengo que inventarme algo.

—Confío en ti en ese aspecto —dijo el príncipe—. Desde luego, la improvisación se te da bastante mejor que a mí.

Greta sonrió y se sentó en su cama.

—¿Cómo piensas entrar en el despacho? —dijo la chica—. No puedes hacerlo de cualquier manera.

Dylan lo meditó un momento.

—Ya lo tengo pensado, y el hecho de que seas tú la que le está sacando dudas al plan, me asusta —dijo el darmado mirando fijamente a su hermana.

—Necesito que esto salga bien —dijo Greta con decisión dedicándole una mirada de reojo a la pulsera con la que les había espiado su padre, que estaba sobre la mesa.

—No te preocupes —dijo Dylan sonriendo de lado—. El plan no va a fallar.

Greta se obligó a sonreír y se levantó de su asiento.

—¿Vamos? —propuso la princesa.

—Vamos.

Dylan abrió la puerta intentando hacer el mínimo ruido posible. Salió el primero de la habitación, y Greta le siguió. Se dirigieron a las escaleras, donde se cruzaron con un guardia que iba en la dirección contraria a la que necesitaban. La princesa comenzó su actuación desde ese momento, cuando le dijo al darmado que había visto algo extraño en el exterior. El resto pasó rápido, Dylan se quedó un poco más atrás que su hermana y el guardia, pero les siguió escaleras abajo. Entonces, Greta y el hombre desaparecieron al girar tras una puerta. El chico esperó pacientemente a que su hermana se asomase por esa misma puerta para indicarle con un gesto que estaban todos donde querían, solo quedaba que ella se inventase algo que les entretuviera. Dylan entró en acción, avanzó un poco y se paró ante el despacho de su padre. Se escuchaban voces dentro.

—Habían mil maneras más de hacerlo —reprochó una voz.

El príncipe agarró el pomo.

—Lo sé, no elegí la mejor opción, pero no podía contarle algo que no entiendo —respondió Azariel.

El chico se detuvo antes de girarlo.

—Eso no es excusa —dijo la persona que Dylan supuso que era el padre de Luca—. Apuesto a que si usted le hubiese explicado todo, habría tomado otra decisión.

—No podía convencerle sino le decía eso —dijo el rey.

Se escuchó una silla arrastrarse por el suelo y algunos pasos. Dylan se alejó un poco de la puerta y se pegó a la pared.

—¡Espera! Las palabras de mi abuelo solo son una excusa para juntarlos —dijo Azariel, probablemente deteniendo a Ander justo en la puerta.

Dylan frunció el ceño. ¿Qué quería decir su padre con eso?

—Os escucho, pero mi paciencia tiene un límite —dijo Ander, su voz se alejaba de la puerta—. Y os aviso de que ya lo habéis pasado.

El príncipe se pegó un poco más a la barrera que le separaba de la conversación. No le sorprendía que Ander le hablase de usted a su padre, pero sabía que el rey no estaba acostumbrado a los reproches que le estaba lanzando como una flecha directa a su orgullo. Sin embargo, Dylan sentía que se los merecía.

—Son una excusa, porque el verdadero problema es más grande —explicó Azariel—. Luca y su hermana tienen poderes, pero creo que no son los únicos.

Dylan aguzó más el oído, ¿desde cuándo había estado ocultándoles aquella información su padre? Si habían más como ellos, ¿cómo es que aún no lo sabían? Su corazón empezó a latir con rapidez.

—La dificultad en todo esto, es que no creo que sean darmados —dijo el rey como si hubiese leído la mente de su hijo.

—¿Qué? ¿A qué te refieres? —dijo Ander dejando las formalidades.

—Los hubiésemos encontrado —añadió Azariel—. Tienen que ser de distintos sitios.

—¿De dónde exactamente?

Dylan procuró escuchar con más atención, si era posible.

—Eso es lo que desconozco —dijo el rey—. Solo sé que, en teoría, los poderes son peligrosos.

De repente, el príncipe sintió una mano en el hombro. Se sobresaltó y se tapó la boca, procurando no hacer ruido. En un segundo, todas las posibilidades se formaron en su mente. ¿Y si Greta no había podido entretener a todo el mundo? Se giró y se encontró cara a cara con su hermana, que le dirigió una mirada acusadora.

—¿Por qué aún no has entrado? —dijo señalando la puerta.

Dylan la hizo callar, les iban a descubrir si su hermana seguía gritándole de esa manera.

—Estaba escuchando —susurró el príncipe.

—¡Ese no era el plan! —dijo Greta estallando, pero sin elevar la voz—. Tenías que...

Justo entonces, un ruido la interrumpió. Se escuchó cómo una silla se arrastraba dentro de la habitación, y los príncipes sintieron que aquella era su señal para salir corriendo. Dylan agarró a Greta del brazo, que no reaccionaba, e inició la carrera. Llegaron a la parte más alta de las escaleras cuando la puerta del despacho se abrió. Ander y Azariel cruzaron un par de frases más, y todo se quedó en silencio. ¿No iban a hacerle nada a Ander? ¿Todas las amenazas habían sido mentira? Su objetivo era que el padre de Luca saliera ileso de aquella conversación. Había pasado, pero no gracias a ellos. Los príncipes se miraron, probablemente pensando lo mismo.

—¿Qué has escuchado? —preguntó Greta.

—Te vas a sorprender.

Ander salió del castillo con una sensación extraña en el cuerpo. No se esperaba que la conversación siguiese ese rumbo. ¿Qué había pasado allí dentro? No lo sabría decir con seguridad, pero sí sabía lo que iba a hacer en ese momento. Caminó en dirección a casa de Luca. Sí, pensaba contarle todo lo que se le había estado ocultando. ¿Cómo reaccionaría? Eso era lo de menos. De repente, el darmado fue consciente de que ya no tendrían que esconder que son padre e hijo, pues el rey ya lo sabía. Podían volver a su vida de antes, o a una parecida, porque sabía que ya nada sería igual, que lo que le iba a contar respondía a unas pocas preguntas, pero formaba bastantes más. Si, de verdad, habían más personas con poderes, ¿estaban conectados de algún modo? ¿Cómo que los poderes eran peligrosos? Hasta antes de tener que separarse, los poderes de Luca habían sido inofensivos. Aquello podía haber cambiado, claro, pero... En un instante, sus pensamientos viajaron hacia el momento en el que siguió a su hijo hasta el callejón. Allí había descargado toda esa energía, ¿sería verdad que podían crear destrozos?

Intentó olvidar aquellas teorías, que se iban formando poco a poco en su cabeza, mientras que centraba toda su atención al sonido de sus pasos. Luca no le haría daño a nadie, no a propósito. Llevó la mano a su bolsillo, donde llevaba las cosas de Luca. El rey le había hecho prometer que volvería al castillo para solucionar aquel problema, y, a cambio, le devolvió el colgante, la foto y el sobre con la carta en su interior. Sinceramente, Ander estaba decepcionado con el rey. No se esperaba que fuese capaz de jugar así con la vida de una persona y, menos, amenazarla de esa manera.

Se encontró frente a la puerta de la casa de Luca. Recordó cómo pasaba por la acera de al lado para sentir que estaban cerca. Eso, tan solo, había pasado unos días antes. Tocó, esperando con ansias poder contarle todo lo que sabía. Cuando la barrera que les separaba se abrió, Ander no tuvo tiempo de reaccionar.

Luca se abalanzó hacia él y le abrazó. La simple aparición de Ander ante la puerta, lo decía todo. Aquella unión era una promesa de que nunca más se separarían, pasase lo que pasase.

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¡Hola! ¿Qué tal?

¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Alguna duda hasta ahora? ^^ Os leo.

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