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[12]

Nadaban a toda prisa hacia la orilla. Tardarían bastante, pero al menos se alejarían de allí. Habían pasado unas dos horas desde que Alexia había descubierto que la figura que la solía perseguir era Verónica, su madre. Por supuesto, también habían pasado dos horas desde que los dos chicos las habían sorprendido.

Alexia apretó el puño, agarrando con fuerza una piedra azul. Tampoco había pasado mucho desde que se había asomado a la barca de los dos submarinistas y había descubierto que tenían una parte que encajaba a la perfección con la piedra de su collar.

—¿Paramos aquí? —preguntó Verónica.

Alexia asintió. Se quitó el collar que había hecho y lo juntó por los bordes con la nueva piedra.

Brillaron intensamente al tocarse, lo que hizo que sus ojos también. No tenía nada claro que tenían que ver esas piedras con ella, pero sabía que era algo importante.

—Encaja perfectamente —susurró la chica.

—¿Crees que hay más piedras? —preguntó Verónica.

Aunque su nueva adquisición tenía un borde redondeado, todavía se notaba que quedaba mucho para completar el círculo que se estaba formando.

—Me parece que sí —dijo examinando detenidamente las dos piezas—. Cuando las toco se intensifican mis poderes, ¿piensas que tiene algo que ver?

Esta vez fue Verónica la que asintió.

—Es muy probable...

Alexia suspiró.

—Además, he vuelto a ver una imagen al tocarlo por primera vez.

—¿A qué te refieres? —Se interesó la mujer.

Alexia se puso de cara a ella.

—La otra piedra, esta —La señaló—. Me enseñó dos puntos amarillos, pero la nueva ha hecho algo diferente.

—¿El qué?

—Me ha enseñado un camino, pero se ha cortado a la mitad —Miró a su madre a los ojos—. ¿Y si lo sigo?

Verónica abrió mucho los ojos y negó.

—No sabemos si es peligroso, ni siquiera has podido adivinar que eran esos puntos, ¿cómo asegurarnos de que es seguro?

Era cierto que aún no tenía ni idea de qué eran esas dos luces amarillas rodeadas de vacío. No podía demostrar que fuese precavido ir. No podía ni saber dónde se encontraban los trozos que faltaban del círculo que formaban las piedras, pero algo la llamaba a hacerlo, a seguir el camino que tenía grabado en la mente.

—¿Y cómo lo sabremos si no lo intentamos? ¿Si no exploramos las posibilidades? —preguntó Alexia mientras seguía dándole vueltas a la cabeza.

Alexia veía algo bueno al final del camino que le había mostrado la piedra, pero Verónica seguía insistiendo en desistir.

—De acuerdo, será mejor descubrir qué son estas piedras primero —dijo Alexia sacándole una sonrisa a Verónica.

Pasó un rato hasta que decidieron volver a avanzar.

—¿A dónde se supone que vamos? —preguntó Alexia.

—A hablar con tu padre —explicó Verónica—. A lo mejor sabe algo.

Alexia paró en seco.

—No podemos —dijo Alexia—. Acaba de ser luna llena, así que aún queda un mes...

—¿Quién dice que tenemos que esperar a que sea luna llena? —preguntó Verónica aún avanzando, por lo que Alexia aceleró para llegar a su altura.

—¿Qué quieres decir? —Se sorprendió la chica.

—Yo sé un sitio donde nadie nos verá —dijo la mujer mirando a Alexia—. No pongas esa cara, anda. Hay una cueva acuática que conecta con unas piedras que hay cerca de la costa. Si alguien encuentra el agujero, se escuchará desde abajo y podremos irnos. Aún así, es muy poco probable, porque por esa zona no suele ir nadie por lo empinada que está.

Alexia intentaba recordar si alguna vez había visto esa entrada a la cueva, pero no le sonaba.

—¿Y por dónde se entra desde el agua?

—La entrada está tapada por piedras, pero eso no será un problema —le explicó Verónica.

La chica decidió confiar en ella y seguirla hacia donde la guiara. Por el camino, le preguntó a su madre cómo era posible que solo ella la viese, pero Verónica no supo la respuesta.

—Es cuestión de ir descubriéndolo con el tiempo —Se encogió de hombros la mujer.

Alexia miró al frente, todavía les quedaba un buen rato caminando para llegar hasta su destino, pero todo por descubrir qué eran las piedras azules y, así, entender qué eran los dos puntos amarillos y a dónde llevaba ese camino...

—¿Queda mucho?

Era Mark, que había avisado a Sebastián de las pruebas del equipo de rescate. Rápidamente, se subieron a su barco y empezaron a navegar en dirección a la zona D. Llevaban bastante rato en el barco, y Mark no tenía muy claro qué distancia les separaba de esa área.

—Poco —informó Sebastián—. Tú tranquilo.

Mark salió de la sala donde estaban los mandos para controlar el barco y recibió el aire fresco. Se acercó a la barandilla que había en uno de los lados de su transporte y apoyó los brazos.

El barco era de color azul por los laterales y blanco por la parte de arriba. En uno de los lados habían unas letras blancas "V+S". Su padre le había explicado que lo habían comprado él y su madre, así que suponía que ese era el significado de las letras: Verónica + Sebastián. Las letras estaban justo al lado de un dibujo de olas del mismo color que las primeras.

—¿Cuánto haces que no navegas? —preguntó Mark de repente, y ante la mirada de su padre decidió continuar—. Nunca he visto el barco, así que como mínimo no lo has usado desde que nací.

—Hace ya tiempo, sí —contestó Sebastián—. Pero tal vez podríamos aprovéchalo más, ¿no?

Mark se acercó de nuevo a donde estaba su padre para hablar sin tener que alzar tanto la voz. Sebastián seguía conduciendo el barco mientras que Mark se había puesto a mirar por la ventana.

—¡Mira! Allí hay otro barco —dijo el chico señalando un punto pequeño en la lejanía—. ¿Esa es la zona D?

Su padre asintió lentamente.

—Vamos.

—No ha habido suerte —Suspiró Erik—. Podríamos buscar también en esta cueva.

Esto último lo señaló en el mapa. Dani miró con atención, se refería a un agujero que había dentro de las montañas.

—He intentado encontrar la entrada de ese sitio por todos los mapas posibles —Estiró muchos mapas y una foto que enseñaba la zona desde el aire.

—Por lo que veo, no se puede entrar por arriba... —dijo Erik.

—Exacto, y por mucho que buscásemos por aquí y por aquí no encontraríamos nada.

En todo momento acompañaban sus palabras con movimientos en el mapa.

—¿Por abajo hay algo? —preguntó Erik—. Tú estás mirando los lados y la parte de arriba.

—Por abajo solo hay arena.

—¿Y si hubiese un túnel? —dijo Erik—. Dijeron que nos lo iban a poner difícil, y no veo sitio más complicado de encontrar que ese.

De repente, dentro de la mochila de Dani se escuchó un pitido. La abrió, había sido su movil informándoles de que tenían que acudir al encuentro de su entrenador, que iba a ver cómo llevaban su misión.

—Podemos mirar allí cuando volvamos, márcalo en el mapa —dijo Dani mientras giraba su lancha en dirección contraria.

Erik hizo un gran círculo rojo en el papel y miró a su alrededor.

—Dani, ¿dónde has dejado la piedra?

—La dejaste justo al lado de mi mochila —respondió el chico sin girarse.

Erik removió las cosas de alrededor del objeto, y luego miró dentro.

—No está —Se acercó a él.

—¿Seguro? —preguntó Dani mirándole esta vez—. Tal vez sea mejor así, no teníamos ni idea de qué era.

—De acuerdo —dijo mientras se sentaba—. Pero igualmente no me gusta que las cosas desaparezcan así.

Charlaron un rato durante el camino, pero también habían momentos en los que, simplemente, se quedaban en sus pensamientos o escuchando el sonido del agua provocado por los motores de la lancha.

—Ya llegamos —avisó Dani cuando vio el barco de su entrenador.

Lo identificó por el característico signo del cuerpo de rescate que tenía dibujado al lado, al igual que su lancha. Pararon cerca y subieron una escaleras del lateral que les llevaron a la parte de arriba.

—Ya pensaba que no íbais a llegar —les dijo el entrenador cruzándose de brazos.

Dani no se acordaba de su nombre, puesto que solo lo había mencionado una vez hacía muchos años atrás. Tenía el pelo rubio y el traje que daba referencia de que era superior a ellos.

—Llevamos media hora esperándoos —dijo señalando a los demás—. Debería penalizaros por ello.

Si lo hacía, era muy probable que no les dejasen competir, y por tanto, no podrían llamar la atención de Mateo.

—¿Cómo qué...? —Erik perdió los nervios, pero Dani le detuvo.

—Perdone su reacción —dijo Dani tranquilo acercándose al entrenador—. Pero debo de comunicarle que nuestra zona estaba muchísimo más alejada que la de cualquier otro equipo, y añado que no hemos parado en todo el camino, por lo que podríamos haber tardado bastante más.

Lo dijo todo con un respeto y tranquilidad que sorprendieron a Erik, que miraba directamente al entrenador.

—De acuerdo —dijo—. Vamos a empezar, no perdamos más tiempo.

Dani sonrío cuando el hombre se giró y ya no le pudo ver. Erik le miró sin esconder su admiración y avanzaron tras él.

Se sentaron en unos asientos que había en el exterior del barco junto con otras tres parejas.

—Saldréis todos a la vez, pero primero tengo que ver qué tal váis. Hablad por turnos —dijo el hombre.

—Entrenador Fran —dijo una chica recordándole su nombre a Dani—. Nosotros ya hemos rastreado toda la zona en busca de nuestro objetivo.

Al lado suya, había un chico que asentía a cada palabra que decía.

—¿Cuál es vuestra zona? —preguntó Fran.

Le dijeron la letra y el entrandor se encogió de hombros.

—Dijimos que os lo pondríamos difícil —Sonrió—. Esmeraos todos y lo encontraréis antes o después. Recordad, esto va a contra reloj, la pareja que antes encuentre a su objetivo podrá tener más puntos en nuestra evaluación sobre el tiempo.

Todos se pusieron a dar ideas a su compañero.

—Pero... —prosiguió el entrenador—. No es lo único que se evalúa. No lo olvidéis. Si corréis demasiado podéis fallar en muchas otras cosas.

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