[11]
—¿Quién eres? —preguntó Alexia sin entender del todo lo que estaba pasando—. ¿Qué eres?
La mujer se acercó a ella, pero la chica retrocedió.
—No me tengas miedo, por favor —pidió, Alexia no recordaba haber escuchado su voz nunca.
Alexia la miró de arriba a abajo, analizándola. La había visto, pero no sabía de qué, y eso le estaba volviendo loca la cabeza.
—Será mejor que vayamos por partes... —dijo la mujer tendiéndole la mano—. Soy Verónica, ¿te suena mi nombre?
La chica recordaba el nombre, recordaba su cara, su voz no...
—Sí, creo que te he visto en algún sitio, pero no sé dónde —dijo en susurros, estaba segura de que en cualquier momento la recordaría, pero no sabía si sería para bueno o para malo.
—De ese modo, llevamos algo. A ver cómo te explico... —La miró a los ojos y sonrió—. Tengo que contarte muchas cosas.
Verónica se sentó, y la invitó a hacer lo mismo. La chica lo hizo mientras que Dharma se acercaba.
—Dime qué prefieres que te explique: ¿Qué soy o quién soy?
Alexia lo tenía claro, era una cosa que la tenía bastante preocupada. Quién era, era una pregunta que podía pasar por un rato, pero sin saber qué era...
—Lo primero —dijo, estaban cara a cara.
—Buena pregunta —dijo Verónica—. Antes tengo que contarte lo poco que sé de tus poderes.
Alexia frunció el ceño, no entendía la relación.
—¿Qué tienen que ver mis poderes con esto?
—Mucho, creéme —explicó la mujer—. Está la parte de ellos que entiendes, los exteriores, pero sin querer has activado la otra parte... No te asustes, ¿vale?
Esa pregunta sola la preocupó más. ¿Qué eran los poderes interiores?
—Soy consciente de que me has podido ver desde siempre —Alexia asintió—. Tu magia tiene un lado más grande de lo que crees. Sabes hacer rayos azules, que los humanos respiren en el agua... Y puedes ver los fantasmas.
Alexia pensó que era una broma, que no iba en serio. Miró a Verónica a la cara, estaba sería, no parecía tener intenciones de reírse en ningún momento. Por un segundo sintió miedo, miedo a no conocer del todo sus poderes, de haber dejado pasar una cosa como eso.
—Entonces... —No terminó la frase.
—Soy un fantasma.
Alexia sintió ganas de correr, de escapar de sus poderes un momento, de dejarlos atrás, pero no se movió.
—A ver, escúchame —intervino Verónica—. Cuando te diga quién soy, seguro que entiendes más la situación.
Alexia obligó a su mente a centrarse en la mujer y dejar de pensar.
—Seguro que te he recordado a alguien —dijo Verónica, que recibió una asentimiento de cabeza como respuesta—. ¿A quién?
—A mi hermano —Tuvo que empujar las palabras para que saliesen.
Verónica sonrió.
—Vas por buen camino —aclaró—. Estoy segura de que sí sabes dónde me has visto.
Estar segura de que tenía algo que ver con Mark, la ayudó a empezar a buscar. Recorrió su memoria, ¿la había visto con él alguna vez? Observó con atención el rostro de Verónica y entonces, recordó algo. Sacó el teléfono y viajó a través de sus fotos. Paró en una, ¿ella era Verónica?
—¿Eres la madre de Mark?
La mujer asintió.
—Bueno, y viéndolo así, también tuya, ¿no? —dijo Verónica.
Alexia recapituló, sabía que Verónica había muerto cuando nació Mark... Claro, era un fantasma. Sintió que todo a su alrededor daba vueltas.
De repente, escuchó el ruido de un motor en el exterior. Se giró y se asomó por la entrada de la cueva. Arriba se veía la sombra del barco que había visto antes. Alexia miró a su alrededor, si los humanos iban hacia la cueva... podía esconderse en un saliente de una de las paredes de roca que había cerca.
—Vámonos —dijo Verónica entendiendo la situación.
Salieron rápidamente de allí, justo cuando los buceadores se giraron al agua y empezaron a nadar. Se metieron tras las rocas y Alexia intentó que no se escuchara su respiración. Alexia, con Dharma en la mano, vio cómo los dos pasaron frente a su escondite y entraban en la cueva. En un rápido movimiento, salió de allí y empezó a correr en dirección contrario. Verónica la seguía de cerca, así que cuando la chica frenó, la traspasó.
—¿Qué pasa? —susurró la mujer.
Alexia miraba hacia la sombre negra de la barca, la piedra que llevaba al cuello se encendió y flotaba hacia la figura. En el borde del transporte se veía una luz azul exactamente igual a la suya.
—Espera...
—Rápido, no sabemos cuánto tardarán —insistió Verónica.
Alexia pensó las posibilidades, pero el brillo que salía de la barca la hizo decidir. Empezó a nadar hacia allí...
—No sé si es muy buena idea —dijo Luca mirándose al espejo.
—Yo creo que sí, seguro que cuela —dijo Greta contenta con su trabajo.
Dylan observaba la escena convencido de su plan. Iban a ayudar a Luca a salir del pueblo, entre todos intentarían encontrar a su hermana, y si no era posible, rediseñarían sus ideas y convencerían a los reyes de que así era mejor. O eso creían. No tenían muy claro cómo saldría, así visto era demasiado fácil, cosa que sabían que no se adaptaría a la realidad, pero por intentarlo no perderían nada.
Estaban en casa de Luca, en la que estaban disfrazando al chico. Le habían puesto una peluca y una gorra para que no se le vieran los ojos. Por mucho que le habían intentado poner unas gafas, el color amarillo no disminuía, sino que iba a peor.
—Tened esperanza —dijo Dylan—. Si no sale, tenemos más posibilidades.
Llevaban planeando esa escapada desde hacía una semana, así que ya podía salir bien o habrían malgastado su tiempo. Hacía una semana que se conocían, y se habían dado cuenta de muchas cosas. Las apariencias engañan. Dylan y Greta se encontraron un corazón de oro debajo de la capa de frialdad que cubría a Luca por el exterior. Este último, había descubierto que ninguno de los dos; ni príncipe ni princesa, eran tan inexpresivos como se mostraban ante todos.
—¿Qué pasará si no funciona? —Esa pregunta llevaba carcomiendo a Luca desde que empezaron a planear su huida.
Dylan se sentó en el sillón que tenía detrás al ver que su hermana abría la boca, probablemente tardaría un rato. Greta se apoyó en ese mismo sofá.
—Si nos descubre el guardia de la puerta, mientras que quede ahí, no habría nada más que aclarar algunas cosas —Lo pensó—. El problema sería que se lo comunicase a nuestros padres, en ese caso, estamos muertos.
Luca se giró de repente hacia ella, apartando su vista del espejo.
—Pero... —Se adelantó Dylan—. Ese no tiene porqué pasar.
—¿Creéis que una peluca y una gorra serán suficientes? —preguntó Luca.
—Deja de darle vueltas, ¿vamos o no? —dijo Greta—. Lo único que tenéis que pensar es que todo va a salir bien, tampoco es tan complicado.
Se miraron entre ellos un momento, si no sacaban un poco de valor, no lo conseguirían ni en un millón de años.
—En marcha —dijo Luca abriendo la puerta—. O ahora o nunca.
Greta se cruzó de brazos y sonrió.
—¡Así se habla!
Salieron de la casa de Luca, pero a cada paso se sentían más inseguros y le sacaban más ángulos muertos al plan. Llegaron cerca de la puerta de salida. Justo a un lado había un guardia con el uniforme común mirando de un lado a otro. No era el mismo que la otra vez.
—¿Soléis salir vosotros? —preguntó Luca cuando una duda asaltó su mente, si nunca abandonaban el pueblo, sería más sospechoso.
—No te preocupes por eso, de vez en cuando nos escaqueamos de todo esto y damos una vuelta —dijo Greta observando con detenimiento al guardia.
—¿Y si nos pregunta quién es? —preguntó Dylan señalando a Luca.
Greta se giró molesta y les miró a los ojos.
—Si fuese por vosotros, este plan no avanzaría nada —Intentó no hablar muy alto—. No le saquéis más fallos a nuestra idea, o sino, no pondremos en marcha lo de salir.
Dylan y Luca se miraron, aún con muchas dudas, pero asintieron. La chica les hizo un gesto para que avanzasen con ella.
Luca seguía dándole vueltas a preguntas que podrían hacerles para preparar alguna respuesta convincente. Evidentemente, no le pediría su opinión a Greta, porque era capaz de enfadarse hasta tal punto de abandonar el plan.
Sin darse cuenta, llegaron frente al guardia. Luca bajó la cabeza en un intento de que el hombre no viese sus ojos.
—Príncipe, princesa —dijo el guardia justo después de una reverencia—. ¿Desean salir?
—Sí —contestó Greta con una seguridad con la que nunca la había visto—. Venimos acompañados, ¿habría algún problema con que pasase?
—Por supuesto que no, ¿podría identificarse? —dijo el guardia.
Luca maldijo para sus adentros, ¿qué se suponía que debía hacer?
¿Qué os ha parecido? Siento mi desaparición.
¿Alguna idea de lo que puede pasar a continuación? =)
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