
Capítulo 19
-¿Cuál es el trabajo? - A veces le sorprendía la capacidad del hombre para adaptarse a la situación. No había necesitado más de dos semanas para seguir su ritmo y eso la alegraba.
-¿Sabes contar al blackjack? - El moreno asintió. Una media sonrisa adornó sus facciones. Ella adoraba jugar, odiaba perder-. Esta noche ese es nuestro trabajo y, sino, conseguir lo que se juega en esa partida de una forma menos clara.
-¿Menos clara? - Se sentó en el asiento de piloto, tras ello se colocó bien los guantes. La sirena, ataviada en un vestido rojo que hacía que James perdiera la concentración, se sentó en el asiento contiguo.
-Utilizaré mis poderes.
-¿Por qué es tan importante? - Puso el GPS para que supiese llegar antes de analizar su perfil. No estaba segura de poder contarle la razón real de aquello, pero si quería que las mentiras empezasen a no pesar debía hacerlo.
-No se puede perder el favor de la realeza cuando te han ayudado durante años. No cuando te aseguran que es un asunto importante para la seguridad nacional-. Era la verdad, maquillada porque no había hablado del vibranium ni de las miles de cosas que escondía Wakanda-. Además, me está ayudando a encontrar a Ophrant.
-O sea que en realidad te cae bien ese hombre. - Estaba completamente perdido en lo que a las relaciones sociales de la morena se referían. El soldado de invierno había creído que no se fiaba nada de aquella gente y que los odiaba, no obstante, estaba muy equivocado.
-Me ha ayudado mucho a lo largo de los años, pero aquellos que están más cerca son los que más poder tienen para atacar. - Selene huyendo de sus padres y atacando todo lo que representaban como reyes era el ejemplo más claro. Conocía lo suficiente a su amigo para saber que él también era capaz de todo con tal de asegurar el futuro de su país.
-No pareces confiar de forma fácil en la gente, ¿por qué me cuentas estas cosas? - Porque la atraía, porque empezaba a sentir cosas por él, porque se lo imaginaba como otro encargado de la organización...Había tantas opciones y ninguna lo suficientemente buena para esconder lo que no quería decir en alto que acabo por decirlo.
-Has sido fiel a mí incluso con tus problemas. Al principio fue obligado por culpa de aquella amenaza. Sin embargo, has podido huir o conseguir información mía para chantajearme y has decidido quedarte a mi lado. - Notó que James apartaba la mirada de la carretera tan solo unos segundos-. Valoro mucho la lealtad, James Buchanan Barnes, más de lo que cualquiera lo haría-. Era probable que tuviese que ver con su época como princesa, tampoco se lo había planteado.
-Sabes que me gustas y todavía eres capaz de rayarte con eso...- Negó a la vez que miraba la carretera-. No podría chantajearte, aunque quisiera.
-Retira esas palabras, soldado. Nunca sabes cuándo necesitarás chantajear al resto. - Lo había aprendido con los años. Era duro, pero era más fácil ser odiada que ver cómo sus cercanos caían o corrían riesgos innecesarios-. Yo he chantajeado a mis amigos, he chantajeado a gente a la que no debería haber chantajeado y por mucho que te quiera, si tengo que amenazarte por una razón de peso y espantarte, lo haré.
-Lo sé, aunque creas que eres una caja fuerte empiezo a calarte. - Entrecerró los ojos ante el tono orgulloso del estadounidense, quien aprovechó un semáforo para atacar con delicadeza los labios de la mujer-. No te gusta que la gente cargue con tu dolor porque eso lo hace real, odias que se metan en tus cosas y te encanta tener el control. Lo pillo y me parece bien.
-¿Por qué me dices esto? - El beso había desarmado por completo a la sirena, trataba de reconstruir su fortaleza sin mucho éxito. Solo el soldado había sido capaz de destruir sus capas y eso, en el fondo, la agradaba.
-Para que sepas que no huiré cuando lo hagas. Sabré que es una estratagema inútil para alejarme de ti y los peligros alrededor de tu persona. - No estaba segura de que aquello fuese posible, no obstante, creer que siempre habría alguien ahí por mucho que intentase echarle se sentía bien. Incluso Ophrant había desaparecido durante épocas.
No hablaron más en todo el camino, un silencio cómodo se extendió en el coche. Escuchaban las noticias atentos a cualquier cosa que pudiese cancelar la cita de aquella noche. No era como si fuesen a decirlo, la sirena conocía lo suficiente el lugar al que iban para conocer las razones para cerrar.
Era una mansión perdida en medio de la montaña. Un gran patio perfectamente cuidado con miles de colores, alfombra roja y aparcacoches. Cuando se bajaron, Selene le robó las llaves a James y se las lanzó al que más conocía de todos los que allí se encontraban.
-Ni un puto rasguño, J. - Él sonrió de forma burlona.
-Sabes que sé hacer mi trabajo, preciosa. Buena suerte. - Selene se relamió los labios, rojos como la sangre, antes de preguntar lo que más le interesaba de todo aquello. Una escena como para preguntar cualquier cosa.
-¿Sabes si han venido Gonzalo o Teodoro? - J se mordió el labio. No debía hablar de lo que se escuchaba, sin embargo, suspiro.
-Sí, ambos. No digas que te lo he dicho o me meterás en líos. - Ella soltó una risa y sacó dos billete des cien de la cartera. Los metió en la solapa del traje del muchacho.
-Uno por nombre, sabes que nunca lo haría. Cuida a mi bebé. - Ofreció su mano al estadounidense que todavía se sorprendía con la facilidad con la que la sirena encantaba a la gente. No sabía hasta qué punto eran sus poderes o el aura que tenía. Había algo en su figura que te obligaba a seguirla con la mirada y querer hacerla feliz pidiera lo que pidiera.
El mármol blanco parecía ser el material base para la construcción de la propiedad. James estaba seguro de haber estado en un par de aquellas reuniones en otros países gracias a alguna misión. Por ende, nunca había estado acompañado de nadie y nunca se habías sentido el centro de atención. La gente a su alrededor paraba de bailar para observarlos, bueno, para mirar a la antigua princesa de la Atlántida.
-Teodoro es peligroso- susurró ella cuando estuvieron en la barra. Sonreía de forma sensual y bebía de su agua en copa de martini a modo de alcohol. Lo único que podía delatar el tema de conversación era la cautela de su mirada-. No te acerques a él por nada del mundo. En la partida serás un señuelo junto a mí. Si él viene a por lo mismo, es demasiado peligroso que ganes.
-¿Por qué?
-Conseguirá lo que quiere cueste lo que cueste. - Miró el reloj. Se bebió la copa de un trago sin siquiera planteárselo-. No descarto que haya contratado a Gonzalo para que consiga lo que se juegue, es muy hábil.
-No me cae bien. - Bueno, a ella tampoco le caía especialmente bien. Nadie en el mundo del crimen era de su agrado más allá del dinero. Se podía decir que era asocial o más bien cautelosa. Se había acostado con muchos de aquellos, ninguno había descubierto su ascendencia o su nombre y ninguno lo haría.
-¿Te acostaste con él y no te cae bien? - La contraria rodó los ojos y después una risa.
-No es una persona fea y definitivamente, es bueno en la cama. Eso no significa que me caiga bien, la fiesta y la amistad no tienen por qué ir de la mano. - Negó un par de veces antes de agarrar una de sus enguantadas manos-. Tu trabajo hoy es que ambos salgamos sin rasguños de aquí, parecerá que tú juegas y todo será más fácil.
-Siempre es mi trabajo.
-No, antes era salvarme a mí. - La seriedad en la voz de la sirena era tal que sorprendió a James-. A partir de hoy, es salvarnos a ambos.
Había varios salones con juegos, ellos no pararon hasta el final. Subieron un piso, donde había varias salas. Había un atril en el que un hombre atendía las dudas de aquellos que se atrevían a llegar tan arriba. Solo los peces gordos pasaban de aquel punto, los que tenían la solvencia y la capacidad para conseguirlo.
-¿Qué necesita, señorita? - Alzó el mentón sin separar sus manos.
-Mi novio aquí presente estaba deseando poder jugar una buena partida de blackjack. - Suspiró de forma teatral. Él la conocía lo suficiente para saber que si no pasaba tendrían un problema-. Hay una invitación en juego que le parece bastante suculenta.
-La entrada son cinco fichas. - Menos mal que aquel dinero lo pagaría Wakanda. Las apuestas ilegales y las partidas entre peces gordos costaban demasiado. Cada una de aquellas fichas tenía el valor de dos mil euros. Solo para entrar, si se quería hacer algo realmente se necesitaban muchas más. Habría varias rondas hasta llegar a su premio y no podían permitirse perder.
-En ese caso, ponme quince. - Se rio de forma tonta al pagar con su tarjeta. Tomó los redondeles y se los dio al estadounidense.
-Sala 5.
-Gracias. - Sus pies se tambaleaban y ella parecía ir borracha. James no lo entendía porque solo había bebido agua, al igual que él. Sin tenerlo en cuenta, rodeó su cintura con firmeza para ayudarla a avanzar hasta el lugar.
Era una habitación bastante más oscura que el resto. Una mesa en el centro con sitio para seis jugadores y el coupier. Una esa de fieltro verde y una lámpara de araña que alumbraba la partida. Solo había un sitio vacío en la mesa. Tanto Gonzalo como Teodoro se levantaron al ver a la mujer. Ella soltó una risita.
-No hace falta que se levanten, señores. - Tiró con tanta fuerza que se soltó del agarre del soldado y casi cae. Ella sonrió e hizo que James se sentase en la silla vacía. Después se sentó en su regazo con una sonrisa felina.
-No te has cansado de este. - Gonzalo parecía molesto por descubrir que aquello había llegado a algún sitio.
-Deja tus celos para luego. - Bucky analizo al que había hablado. La siniestra sonrisa y sus ojos calculadores fueron suficientes para descubrir que era el tal Teodoro. No parecía un buen tipo y esperaba, más que nada, que Selene no se hubiera acostado con él. No se imaginaba a alguien pudiendo estar en una situación tímida con aquel individuo. Le recordaba al aura que había desprendido él mismo como Soldado de Invierno-. Creía que no te gustaban estos juegos, Selena.
-Ya sabes, una se levanta una mañana y decide venir. - Movía las manos más de lo que cualquier persona sobria haría. Su actuación era tan perfecta que hasta el propio James se creyó que sus bebidas habían llevado mucho alcohol-. Le hacen un encargo, lo completa y se dice. ¿Y si me caso? Pero no de esas bodas de mierda que monta todo el mundo, me refiero a una pedida espectacular y un gran vestido blanco que deje a todos de piedra. - Su voz era tan ilusionada que se podía imaginar de verdad a la morena en aquel vestido blanco. Incluso, si todo lo que decía se cumplía, a su lado en el altar-. Y descubro que hay una invitación donde subastan el único anillo de la familia real inglesa que se ha robado en siglos. Así que, le he dicho a este que o me pide matrimonio con ese o lo dejaré. - Su historia era tan convincente que James sintió que el sudor resbalaba por su espalda. ¿De verdad tenía que hacer aquello? No quería casarse, quería seguir junto a ella.
-Tu impulsividad acabará contigo algún día, princesa. - Entrecerró los ojos hacia el mafioso y después soltó una risa.
-El rey sabe bien de lo que habla, ¿no?
La partida empezó cuando la charla terminó. Ninguno apostaba fuerte, todos sabían a por lo que habían ido. Algunos negocios aparecieron y pudo ver que no todos iban a por su invitación. Nadie iría a por algo tan grande. Selene se dedicaba a mirar las cartas de James y después besuquearle el cuello y reírse de sus comentarios para ganar según las expresiones del resto de jugadores. El único indescifrable era el mafioso que solo miraba a la mujer con desaprobación de vez en cuando. Al estadounidense le costaba centrarse por culpa de la actuación de Selene, pero tenía que decir que sus comentarios eran útiles y certeros.
La partida anterior a la real ganó James. Se llevó diez fichas más y la muchacha lo celebró con unas palmadas y dándole un largo beso que solo se vio interrumpido por los carraspeos de Gonzalo. Sonrió de forma coqueta y traviesa para pedir perdón antes de dejarse caer sobre James para ver las cartas. Habían doblado tres cartas a lo largo de la partida. Ambos sabían que lo conseguirían cuando vieron que las cartas del mafioso resultaban en un 2. La siguiente carta del mazo haría un 10, la siguiente que le tocase haría que se pasase.
Las predicciones de Selene, que susurraba en el oído de James se cumplieron minutos después. Lo celebró con énfasis besando la boca del chico sin ningún cuidado. Lo habían conseguido de forma casi limpia. No había necesitado sus poderes o sus habilidades especiales para aquello, el hombre era bueno en el juego.
-¡Nos casamos, cariño! - Él acercó su cintura con una sonrisa victoriosa.
-No tendré que pedirte de rodillas que no me abandones-. La sirena se mordió el labio y negó.
-Puede que tengas que hacerlo si no preparas la mejor pedida de mano del mundo.
-Enhorabuena, has ganado esta vez. - No se esperaba aquel detalle por parte de la competencia. Lo agradeció antes de ver cómo se iban tanto él cómo Gonzalo.
Tras eso hicieron todos los trámites que había y tomaron el papel celebrándolo con otro beso. Uno que no tenía nada que ver con su actuación. Una vez en el coche ella se deshizo de los Jimmy Choo y suspiró aliviada.
-Dios, odio hacer que estoy borracha. - Su tono era normal mientras miraba conducir al hombre. Había algo precioso en ver su perfil en la noche tras un buen día de trabajo. Se lo imaginaba trabajando más veces así, siendo una parte importante de la organización.
-Lo has hecho muy bien, pero ¿por qué?
-Yo no aceptaría que cualquiera jugase aquella partida a menos que estuviese en un mal estado y tuviese un ramalazo como el que he actuado.
-Eso significa que no nos casamos, ¿verdad? - El miedo en la voz del estadounidense hizo que ella soltase una risa y negase.
-Quiero ese anillo, pero no hace falta una pedida.
Al aparcar el coche, tras dar un rodeo a petición de la morena y pararse en varias casas, llegaron al final del trayecto. Según salieron, él se agarró la cabeza. Una migraña o un recuerdo. La sirena corrió hacia él olvidándose de cualquier otra cosa. Cada vez estaba más segura de que sus poderes habían empeorado la salud del hombre, por supuesto, no podía decírselo. Lo besó para olvidarse de lo que rondaba su cabeza y que él se olvidase del dolor de cabeza.
Entraron en el salón cuando el soldado estuvo mejor. Allí esperaba T'Challa con una expresión preocupada. La mujer le lanzó el papel con una sonrisa de oreja a oreja. Habían doblado sus fichas iniciales y se habían llevado la tarjeta. Era un día bordado.
-El precio es cien mil por la precipitación, la gasolina, mis joyas y vestidos y la invitación. Y el anillo que va justo antes del vibranium. - El príncipe asintió. Era de las cosas más baratas que había hecho la mujer. También era cierto que había negocios mucho más caros que aquel-. Ahora, ¿qué te sigue preocupando?
-Mi hermana es incapaz de encontrar a quien ha capturado a Ophrant. - Se mordió el labio. Eso era malo. Sintió que la tela rodeaba sus manos. Nunca pensó que el tacto frío de unos guantes fuese tan reconfortante-. Además, el número ha dejado de llamarte y Dheera salió a andar esta tarde y todavía no ha llegado.
-No puede ser, no pueden haberla cogido. - Negó. James abrazó a la muchacha por la cintura para que no se cayese-. Tiene que ser que está enfadada y necesita pensar. Seguro que es eso-. Sabía que se engañaba, era más fácil así para poder dormir una última noche antes de encontrarse con los problemas.
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¡Feliz semana!
Aquí os traigo un nuevo capítulo de la historia de nuestra princesa, ¿os gustó?
Además, también tenía curiosidad por saber qué otros fanfics de Bucky os estáis leyendo y que me recomendáis. Os leo :)
Anna
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