Lo oscuro del amor
Tan cerca. Poco a poco sus ojos parecían penetrar en ella. Invadiendo cada rincón de su alma, haciendole sentir cosas que nunca había experimentado.
-Lo siento...-susurró él.
Sarah apartó la mirada. Se sentía intimidada por aquellos ojos azules tan brillantes. En un acto reflejo estiró los brazos e intentó separarlo de ella de un empujón. Sus manos atravesaron de lado a lado el cuerpo del hombre. Thomson abrió los ojos como platos y se apartó bruscamente.
-Yo...yo- tartamudeó Sarah
Y se adentró de nuevo en su habitación, y para cuando Sir Thomson entró, ya no había nadie.
(1825)
A pesar de todo lo sucedido aquella noche dos años atrás, Sarah había permanecido en la ciudad oculta entre las sombras. Por que en su interior había algo que no la dejaba irse de Londres. Sentía algo por Richard, algo que nunca había sentido y cuando se enteró que él se había casado; como ella ya había predecido. Por primera vez sintió celos.
Justo cuando las sombras invadían la ciudad, Sarah paseaba tranquila frente a un burdel y para su asombro encontró algo que jamás hubiera imaginado que vería.
Richard Thomson, en un banco, con una botella de ron en una mano y al otro lado lo que parecía aparentemente una prostituta.
Y sin saber muy bien por que, gritó su nombre.
Richard dirigió su mirada hacía la joven, en sus ojos apareció un brillo sobrenatural. Apartó a la mujer de un empujón y sin soltar la botella de ron se dirigió hacia Sarah.
-Tu...- susurró melancolico.
Miró sorprendido a Sarah y fallidamente intentó besarla. Pero solo sintió como si una brisa gélida de invierno acariciase sus labios.
-¡Estás loco!¡Eres tonto o que te pasa!- gritó sonrojada. Aunque le hubiera gustado abofetearle la cara no lo hizo. Basicamente por que no podía.
-Olvidate de mí, y no vuelvas a hacer eso. Estás casado.
-¿De verdad crees que soy feliz con alguien a quien no quiero?
-¿Y con esa puta si eres feliz?
-No...bueno- Richard palideció.-Te necesito.
Las mejillas de Sarah se pintaron de un tono rojizo. En el fondo ella también lo necesitaba. Richard estiró el brazo con la intención de sujetarle la mano pero sus dedos pasaron de largo.
-¡Para ya!Ya sabes que no puedes...no puedes tocarme- Y por un instante a él le pareció ver una lágrima que brotaba de uno de los ojos de Sarah.
Corrió y corrió hasta que por fin llegó a uno de los muchos puentes que cruzaba el gran rio que dividía la ciudad. Observó las olas que se formaban, la misma corriente que ella había ansiado tantas veces que la tragara. Pero por mucho que se dejara arrastrar nunca se ahogaba. Y ahora debería vivir esta vida de muerta enamorada. Nunca imaginó que el Dios que estuviese alli arriba fuera tan cruel como para dejar que su corazón se dejase llevar.
Oyó unos pasos, vio una sombra que corría en su dirección y entonces recordó aquella maldita noche.
-Por favor, no huyas- dijo Richard sofocado.-Al menos...dime tu nombre.
-Sarah- pronunció la muchacha con suavidad y al instante una gélida brisa del norte se llevó su imagen.
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