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Capitulo 2 La Princesa no Conocida


Cuando desperté, me encontraba al frente de una casa bastante antigua pero en muy buen estado, incluso tenía una chimenea funcionando, había dos niños vestidos con ropa medieval corriendo alrededor del lugar. Me levanté, sacudí mi ropa y caminé hasta la puerta de la casa. Un mechón de mi cabello se deslizó al frente de mi cara y vi que era de color negro por lo que rápidamente me acerqué a un pozo que estaba a mi derecha, saqué un balde de agua y miré mi reflejo en él.

Me sorprendí demasiado, tanto que dejé caer nuevamente el balde en el pozo. Mi cabello era completamente negro y mis ojos cafés, además estaba vestida como campesina francesa de la época medieval. Miré atónita a mí alrededor y observé que me encontraba en algún lugar de la edad media

-¿Qué rayos me pasó? ¿A dónde me trajo ese libro?- me dije a mi misma

-Ariel. Deja de mirar el ambiente y ven ayudarme- me dijo una señora delgada con una pañoleta que cubría todo su cabello y un delantal empolvado de harina.

La miré extrañada y me señalé para saber si era conmigo

-Pues claro que es contigo niña, ahora ven que el lugar no se limpia solo- la seguí para saber más y al entrar uno de los niños me tropezó, soltó una pequeña risa y luego siguió corriendo

Observé con detalle el lugar, no era una casa sino una panadería, pues había varios panes acomodados al frente, otros en un mesón, muchos en cestas y así sucesivamente

-Disculpa a mis niños. Él es Daniel tiene 5 años y el rubio es Damián tiene 6 años. Casi nunca los traigo a la panadería...- dijo la señora para empezar hablar mientras me entregaba la escoba y yo empezaba a limpiar el suelo de piedra

De pronto se empezaron a escuchar caballos al galope y como si arrastraran algo fuerte y rápido, además de la voz de alguien que dirigía a los caballos con desespero. Los niños entraron rápido a la panadería saltando de emoción

-¡Es papá! ¡Es papá!- decían sin parar

-Niños ya compórtense- dijo su madre

Todo el ruido se detuvo y un carruaje al frente de la panadería, un hombre vestido de soldado se bajó desesperado gritando

-La partera ¿Dónde está?-

-No es papá- dijeron los niños con desilusión para que Damián se fuera con su madre y Daniel se fuera detrás del carruaje como si siguiera algo

-Soy yo- dijo la señora para acercarse al soldado sin darse cuenta del otro niño

-Oigan ¿es normal que Daniel se aleje tanto de usted?- dije al ver que el niño se dirigía a un bosque cercano

-La reina la necesita con urgencia. Venga conmigo- dijo el soldado para montarse en el carruaje, mientras la mujer lo seguía

-Espere un momento. Damián cuida de tu hermano y ¡Mérida estás a cargo de los niños!- gritó la mujer al final para que saliera una chica de una habitación que parecía ser donde horneaban el pan. Luego la mujer subió al carruaje

-Esperen, Daniel está muy lejos. Oigan- dije ya desesperada pero al ver que nadie me prestaba atención, traté de correr detrás de Daniel hasta llegar al bosque pero algo extraño me estaba ocurriendo de nuevo

Me empecé a iluminar con una luz azul y todo se volvió muy grande o mejor dicho me encogí, ya que los árboles y todo lo demás se veía inmenso. De pronto me di cuenta que no estaba tocando el suelo, miré mis brazos y estaba de color azul con mucha luz ¿Ahora en que me convertí? Me pregunté. Vi pasar una pequeña luz amarilla que volaba con mucha prisa hacia el bosque y más atrás venía Daniel, quien si conservaba su tamaño normal. Lo seguí, él parecía querer atrapar la luz amarilla, yo veía que a mi alrededor habían muchas chicas igual a mí en ese momento que se ocultaban al ver pasar al niño y me hacían señas para que me ocultara. Las miré extrañada, ya que nunca había visto algo igual ¿acaso eran algún tipo de hadas? Bueno eso parecían.

Choqué con la espalda del niño y caí al suelo, pensé que me golpearía demasiado fuerte pero no, ni siquiera lo sentí. Miré hacia arriba y observé que Daniel no se movía para nada, así que pensé en volar atrás de un árbol cercano ocultándome y luego hacia arriba de él para saber lo que Daniel veía. Me sorprendía a mi misma con lo rápido que entendí la transformación y como usarla. Una luz amarilla y deslumbrante me cegó por un momento, luego observé que era una joven rubia que vestía y brillaba como el sol. Ella acarició el rostro de Daniel, quien se encontraba hipnotizado con la joven

-Bien hecho mi pequeña- le dijo a la pequeña luz que bailaba en el aire y se unía a ella

-Tú serás mis ojos y oídos- dijo para chasquear los dedos

De pronto la luz amarilla que alumbraba alrededor de la joven empezó aumentar y a tomar forma, rodeando al niño hasta envolverlo por completo y elevándolo en el aire lentamente. Yo estaba completamente atónita, tanto que abrí mi boca y ojos tan grandes como pude en expresión de sorpresa. La luces regresaron a la joven, dejando ver a un cachorro de lobo que estaba suspendido en el aire y bajaba lentamente dormido en el suelo.

Parpadeé y me encontré en un palacio, escuché un fuerte quejido de una mujer y más atrás el lloro de un bebé. Me volteé y me encontré en la habitación donde la reina había dado a luz. Todas parecían sorprendidas, miré más de cerca y dudaron darle el bebé a la reina

-Es una niña, Majestad- dijo la mujer que había estado en la panadería

-Quiero ver a mi hija- dijo tratando de recuperar el aire

-Bueno, no se valla a sorprender... es la primera vez que se algo como esto... yo diría que se ve muy linda como su madre, excepto por...- dijo cada una de ellas

-Solo denme a mi hija- dijo molesta la reina, mientras la que la cargaba se la entregó con muchas dudas

-¿Qué es esto? ¿Quién le hizo esto a mi hija? ¡Sol!- se empezó a alterar y desesperar, me acerqué rápidamente, tomé a la niña antes de que algo pasara

La reina gritaba lo mismo una y otra vez mientras se movía y batía con desesperación por todas partes, miré a la niña y solo tenía una hermoso cabello blanco. La pequeña se acurrucó en mis brazos mientras se calmaba, la limpié y envolví en tela suave y limpia que habían preparado para cubrirla y salí de la habitación, los gritos de la reina eran fuertes. No podía creer que hacía tanto escándalo por un cabello tan blanco y hermoso como el de la pequeña, se veía tan adorable que no quería soltarla ni por un instante y yo sonreía como tonta ante la tranquilidad que la niña había adoptado.

Varios soldados llegaron corriendo y entre ellos un hombre alto, de buen parecer y con ropas muy finas, por lo que supuse que era el rey. El hombre se me acercó con desespero pero al ver a la pequeña se calmó, sonrió tontamente y con cuidado cargó a la niña

-Es muy hermosa. Supongo que tu madre no te ha puesto nombre mi amada princesa. Te llamaré Elena. Mi pequeña Elena- dijo él sonriendo con la niña en sus brazos, ignorando por completo la anomalía del cabello y los gritos de la reina

-¡¿Por qué?! ¡Sol esto es tú culpa! ¡Sol!- seguía gritando la reina en la habitación por lo que el rey me volvió a entregar la niña y entró

De pronto aparecí en la misma habitación y la reina amantaba a la niña con desagrado. No comprendía nada y mucho menos el que no me veía, ya que me encontraba posada en la ventana, me había convertido en un ave muy pequeña. Al rato se abrió la puerta y un soldado de gran parecer entró, parecía alguien de alto rango

-¿Me llamó majestad?- preguntó el soldado

-Si. Vas hacer esto sin que nadie se entere. Llévate a la niña y mátala. No quiero volver a ver algo tan extraño como esto. Ya han pasado 8 días y ahora no es solo su cabello sino sus ojos. Así que ten y date prisa- dijo entregándole la niña

-Si majestad- dijo él aceptando a la niña

-Y asegúrate que el rey no se entere de esto. Nadie debe saberlo- dijo con frialdad

Me quedé sorprendida ante tal acto. Quería intervenir, gritarle en su cara lo asquerosa y mala madre que era pero aunque lo intentaba no podía, solo golpeaba el cristal con el pico. Me desesperé, no sabía cómo salir de allí o hacer algo para evitar que ocurriera.

-No puede hacerlo. No lo hará. ¡Quiero salir de aquí!- me dije a mi misma para convencerme

Desaparecí de allí y aparecí detrás del trono del rey y el mismo soldado estaba allí, quería acercarme pero no podía o me descubrirían

-Su hija... ha muerto- dijo el soldado girando la cabeza a otro lugar y con mucha dificultad, se notaba que se sentía muy mal por eso

-No, no, no, no... ¡No!- gritó el rey llorando de dolor

Esto era horrible, si lo había hecho, quería salir de allí, no me gustaba nada, esto era peor que cualquier cosa. La niña no tenía culpa de haber nacido así, igual que yo. salí de allí con cuidado hasta llegar a un pasillo bastante amplio

-Quiero salir de aquí. Ya no quiero ver más ¡Estúpido libro sácame de aquí!- empecé a gritar para luego hincarme en el suelo en forma de derrota y cerrar mis ojos

Cuando los abrí me encontré hincada en el suelo del sótano de mi casa. Había vuelto, nada me hacía más feliz que haber vuelto. Tomé el libro y lo guardé de nuevo en el estante, no volvería a leer esa cosa

-Hija aun no me has respondido ¿De qué quieres tu sándwich?- gritó mi madre del otro lado de la puerta, dejándome atónita, pensé que me había ido por más tiempo. Esto no puede ser más extraño

Me levanté para irme, dejando el libro en el estante

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