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CAPÍTULO 13. Nos vemos nena

Natalia

Tiene que ser ese resultado por estadísticas.

Muerdo la punta del bolígrafo nerviosa mientras dejo caer mi cabeza contra la palma de mi mano, de forma que sigo dándole vueltas una y otra vez al último ejercicio del examen.

—El timbre está a punto de sonar, vayan entregando el examen —nos anuncia el profesor.

Todos se levantan a la vez, haciendo chirriar las sillas contra el suelo y haciendo una fila india hasta el profesor. Echo un vistazo a mí alrededor, soy la única que permanece sentada.

—Recordad revisar que habéis puesto nombre, apellidos y curso. No corregiré ningún examen sin nombre, y ese quedará suspenso —siempre acaba diciendo lo mismo, todos tenemos aprendida la lección.

Mis compañeros abandonan el aula a medida que entregan su examen. David lo entrega, suspira al hacerlo y se marcha, no sin antes echar una rápida mirada hacia donde yo estoy. Le sonrío haciéndole saber que todo va bien y entonces, sí abandona el aula.

Soy la única alumna que queda dentro.

Echo la vista hacia el techo esperando que me venga la inspiración, pero lo único que recibo es el sonido del timbre sonar lo que indica que se acabo todo.

—Natalia el examen —me exige el profesor.

Esta parado frente a mí con la palma extendida a la espera del trozo de folio que esta encima de la mesa. Entrego el examen con dudas, como en todos y rápidamente salgo.

Toda la tensión que tenía acumulada ha ido desapareciendo a medida que he salido de clase.

Malditos exámenes.

Siento unos brazos alrededor de mi cintura y el cómo me estrujan contra su pecho. Es imposible no reconocerle.

—¿Que tal el examen? —susurra tan cerca de mi oído que me hace cosquillas y me es inevitable reír y forcejear hasta escaparme de sus brazos.

—Bien, creo —contesto.

David atrapa su labio inferior con los dientes y la sonrisa que se le forma en estos me dicen que algo trama. Da un par de pasos para quedar más cerca de mí pero cuando su mirada conecta con la mía, echo a correr.

Tropiezo con mil personas por el pasillo de camino a la calle, pero me da igual, ahora mismo me da igual porque David viene tras mí intentando alcanzarme.

—¡Nat sabes que te voy a alcanzar! —grita detrás de mí.

—¡No! ¡No dejaré que me alcances!

Y seguimos corriendo como el gato que intenta atrapar al ratón, como los dos niños pequeños que éramos y somos.

Voy reduciendo mi velocidad mis piernas no dan más de sí y me falta el aire. La mano de David se envuelve en mi brazo y de un simple empujón me hace frenar. Al hacerlo, él mismo tropieza con sus propios pies y cae de espaldas contra el suelo llevándome consigo mismo. Quedamos pecho contra pecho, y nuestras caras de nuevo tan cerca y a tan sólo un par de centímetros de sus labios. Ya no estoy segura de si la respiración la tengo entrecortada por la carrera más tonta de toda la historia de la humanidad o porque tan sólo le tengo a un par de centímetros. Pero de una cosa sí estoy segura, si me inclinase un poco hacia delante conseguiría besarle.

Olvido mis pensamientos y vuelvo a la realidad.

—¡Eres un idiota! —golpeo su pecho con ambos puños cerrados.

Sé que no le duele pero al menos hago el intento.

—Nat —susurra captando toda mi atención—. Yo también te quiero —con una sonrisa forzada me mira a la vez que achina sus ojos.

Los brazos que antes me sujetaban por la cadera me sueltan y puedo levantarme del suelo con facilidad. David lo hace detrás de mí. Ambos nos sacudimos la ropa para despejar cualquier mota de polvo que se haya acumulado en ella.

—¿Te llevo a casa? —pregunta.

—¿Traes el coche? —pregunto yo.

David camina hacia delante sin mediar palabra. Se lleva las manos a las orejas y hace oídos sordos.

—¡David! —camino apresurada tras él hasta alcanzarle.

Va tarareando una canción para no escucharme.

—¡David! —chillo e intento apartar sus manos de los oídos para que me escuche, aunque sé que lo está haciendo.

Me lanzo a su espalda enrollando los brazos a su cuello y envuelvo su cintura con mis piernas, quedándome enganchada en él como una garrapata.

—Traigo la moto y antes de que digas nada déjame decirte que sí, sí vas a venir en ella —dice convencido.

De pronto me sujeta justo del trasero para que no me escurra hacia abajo.

—Ya hemos llegado, toma —dice ofreciéndome el mismo casco que me ofreció la última vez.

Me bajo de su espalda y acepto este sin parar de mirarlo una y otra vez. Nos vamos a matar si nos subimos en el bicho de dos ruedas que tiene por vehículo.

—David no —le tiendo el casco para devolvérselo, pero él se niega.

Coloca su casco, ajustándoselo y alzando una pierna se sube en la moto. Nada más hacerlo hace rugir el motor de esta, esperando que me suba. Es capaz de irse sin mí, lo sé.

—¿Subes o qué? —gira su muñeca para hacer rugir el motor.

Tiene que estar loco si se piensa que me voy a subir.

—Vamos Nat —gruñe—. Ven aquí.

Tira de mi brazo haciéndome quedar más cerca de él. Un cúmulo de sensaciones se hace presente en mí cuando su mano roza la mía para quitarme el casco. La respiración se me corta en el momento en el que comienza a colocármelo con toda la delicadeza del mundo. Muerdo mi labio inferior con nerviosismo al tenerle inclinado hacia mí, y mi mirada baja directa hacia sus labios. Esta tan cerca que podría besarle...

Por suerte el sonido de un leve click me saca de mi trance.

—Lista, ahora monta —da un golpe encima de mi casco.

—Ve despacio por favor —le pido.

Todo es una locura, voy a cometer una locura, vamos a cometer una locura. Me apoyo contra su hombro y con su ayuda consigo subirme a la moto sentada a horcajadas detrás de él. Siempre he pensado que me caería justo por el otro lado de la moto al hacerlo.

—Despacio —ruego.

—Tú sólo agárrate —coge mis manos y las enrolla alrededor de su cintura.

Le aprieto con fuerza cuando hace rugir el motor para salir del aparcamiento. Cierro los ojos con mucha fuerza, no quiero ver nada.

—¿Preparada? —pregunta.

Niego con la cabeza apoyada sobre su espalda, vamos a morir.

La moto comienza a avanzar primero despacio y luego va cogiendo velocidad hasta que para en seco. Esto hace que le dé un apretón y escuche su risa.

—No tiene gracia —grito aún con los ojos cerrados.

—Para mí sí que la tiene.

De nuevo avanza y para en seco. Ese movimiento lo repite un par de veces seguidas.

—¡David para por favor! —le grito.

Deshago mi agarre de su cintura dispuesta a golpearle la espalda pero entonces la moto comienza a coger velocidad y lo único que puedo hacer es gritar y volver a enrollar mis manos sobre su cintura. Aprieto con fuerza tanto mi agarre, como los ojos, hasta que pasados unos segundos los abro. Despego la cabeza de su espalda y pruebo la sensación del viento azotándome en la cara. De pronto se me hace agradable el estar aquí con él. Disfruto de estos momentos a solas a su lado hasta que se terminan cuando llegamos a la puerta de casa en un par de minutos mal contados.

—Llegamos —anuncia él sin parar el motor.

Bajo de la moto dando un pequeño salto e intento deshacerme del casco. Tengo que tener el pelo hecho una maraña de enredos.

—Ven anda, eres un poco torpe para estas cosas —dice.

En menos de un segundo se deshace del casco y al hacerlo muevo la cabeza para sacudir mi pelo al aire.

—¿Nos vemos luego o has quedado con tu supuesto novio? —pregunta haciendo comillas con sus dedos.

—¿Por qué dices eso? —frunzo ceño.

—Últimamente le veo mucho por los pasillos del instituto con doña perfecta.

—Eso no es verdad —niego—. Jorge tiene novia —digo.

Enseguida recapacito.

—Y esa novia soy yo.

—Lo que tú digas —dice sin darle importancia—. Nat ¿sabes qué? —pregunta con los ojos muy abiertos y cambiando de tema por completo.

—¿El qué?

—Café —responde.

—Muy gracioso —le digo fulminándole con la mirada.

—¡Que somos libres! ¡Que tenemos vacaciones! ¡Que es Navidad! —chilla—. Y Navidad sólo significa una cosa... Fiesta.

—No me digas... —ruedo los ojos cruzando los brazos sobre mi pecho.

—Bueno me tengo que ir —se deshace de su casco.

Por un momento pienso que me va a besar en los labios por la manera en la que se acerca a mí, pero lo hace muy cerca de estos, justo en la comisura.

—Nos vemos nena —se despide volviendo a colocar el casco sobre su cabeza y arrancando para desparecer a gran velocidad.

Sabe que odio que me llamen nena pero ahora mismo todo me da igual porque no soy capaz de reaccionar.


Casi beso, casi beso *aplausos*

David ahora me cae mejor, ¿y a ustedes? Jaja

No olvidéis dejar vuestro voto y comentario

Besos,

Dreamy.

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