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CAPÍTULO 10. Bésame corre

Natalia

—Esto no va a funcionar —murmuro fijando la mirada en nuestras manos entrelazadas.

—Que sí funcionará —afirma él—. Confía en mí.

No es que no confíe en él, en lo que no confió es en que su supuesto "plan genial" vaya a funcionar.

Suspiro pesadamente mirando al cielo antes de dar un paso al frente y adentrarnos juntos en casa de David. La música retumba en mis oídos, está demasiado fuerte para mi gusto y una fina capa de humo cubre todo el ambiente. Sólo veo a chicos y a chicas bebiendo, gente borracha, chicos aprovechándose de chicas y viceversa... Un gran resumen de lo que es una fiesta en casa de David o en cualquier otro lado.

—No voy a aguantar aquí ni media hora —me dice Jorge.

—¡Tenemos que encontrar a David! —grito en su oído.

Él asiente y se deja llevar por mí. Camino esquivando a todos los que se interpone en mi caminl. La gente grita, baila y salta al son de la música, haciendo que más de un individuo vacíe su copa encima de mí.

—¿Queréis más fiesta? —escucho a David preguntar gritando, pero sigo sin verle.

Miro de un lado hacia otro. Me sorprende ver que todos estén mirando hacia un punto fijo. Segundos más tarde veo a Vir entre la multitud, al fondo de la sala. Suponiendo que ella está allí David no debe andar muy lejos. Vir es como un post-it, siempre va pegada a David, en todos los lados en los que se encuentre él allí está ella.

Camino tirando de Jorge hasta conseguir estar al lado de ella y una vez que llego allí puedo divisar perfectamente que es eso a lo que todos miran. David esta subido encima de la mesa del salón de casa deshaciéndose de la camiseta con un baile supuestamente "provocativo" con un movimiento de caderas de izquierda a derecha sucesivamente.

—¡David bájate de ahí! —le riño acercándome a él.

Le tiro del bajo del pantalón, sin embargo él ni si quiera se inmuta.

—¡Hombre Nat! —chilla al verme—. ¡Bienvenida a la fiesta! —termina por deshacerse de su camisa, la cual agarra con una mano y le da vueltas en el aire como si de un jinete del oeste se tratase.

Le fulmino con la mirada, achinando los ojos y mal diciendo en voz baja. Está como una cuba y esto sólo acaba de empezar. No aparto la mirada de él hasta que se baja de la estúpida mesa y comienza a comerle los morros a Vir delante de mis narices sin cortarse ni un pelo. Aprieto mis puños con fuerza, clavando mis uñas inconscientemente sobre las palmas de mis manos. El dolor que siento en el pecho es más fuerte que eso.

—Nat baila conmigo —me dice Jorge obligándome a dar media vuelta para que quede justo frente a él.

Me agarra de la cintura y comienza a moverse de lado a lado pareciendo todo un profesional. Jorge sí que sabe bailar. Me muevo a su compás, siguiendo el ritmo de él o al menos tratando de sobrellevarlo. Sus manos se mueven libremente alrededor de mi cintura y yo miro hacia donde dejé a David, quien ya no está con Vir si no con una chica pelirroja que no tengo ni la remota idea de quién es. En un abrir y cerrar de ojos su mirada conecta con la mía. Sin dejar de besar a esa chica de cabello anaranjado sigue mirándome a mí. David me mira achinando los ojos, seguramente preguntándose qué cojones hago y apuesto a que yo estoy de la misma manera mirándole a él.

—Nat bésame corre —Jorge agarra mi cara entre sus manos.

—No, no, nada de besos —trato de zafarme de sus brazos al oírle.

—Nat vas a perder esta oportunidad. David está mirando, corre hazlo.

Echo otro vistazo a David y decidiéndome por lo que voy a hacer miro de nuevo a Jorge. Sin pensármelo ni un segundo más le rodeo el cuello con los brazos y me acerco a sus labios. Su aliento cálido me golpea, nuestras miradas conectan un par de segundos y sin pensármelo dos veces me lanzo a sus labios siempre y cuando pongo dos dedos de por medio, el índice y corazón, de manera que no se ven desde el punto de vista de David, haciéndole parecer que todo esto es un beso real. Intento mirar de reojo la reacción de mi mejor amigo ante esto pero él ya no se encuentra allí parado.

Esto es inútil.

—¡Nat! —grita una voz conocida a mis espaldas.

Me separo lentamente de Jorge y doy media vuelta.

—¿Os lo estáis pasando bien no? —David nos mira con una sonrisa de lo más burlona en los labios.

—Sí, muy bien —contesta Jorge.

Él rodea mi cintura de una manera protectora y apoya su barbilla sobre uno de mis hombros.

—Ya lo veo, ¡Nat vamos a bailar! —chilla David eufórico, emocionado... Realmente borracho.

Me arranca literalmente de los brazos de Jorge y me guía hacia el pelotón de gente que hay en el salón de casa bailando. Veo a Elena con Yoel bailando encima de la mesa. Mi amiga esta noche va a intentarlo con él, ella va a por todas. Al llegar hasta donde ellos se encuentran David se posiciona frente a mí, da un enorme trago al vaso que sostiene entre las manos y luego lo deja en la esquina de la mesa. Entonces él se agacha un poco delante y entonces siento como sus brazos se ciernen alrededor de mis piernas, justamente por la parte de mis rodillas. Así es como consigue levantarme del suelo.

—¡No David! —grito pataleando.

—Vamos Nat baila algo... —me deja encima de la mesa junto a Elena.

Me quedo inmovilizada ante él. Miles de ojos están fijos en mí pero yo sólo tengo ojos para un par de ellos. Le miro y él me mira sonriendo, invitándome a bailar. Muevo mis caderas suavemente de lado a lado de una manera vergonzosa sin dejar de mirarle. No se me hace incómodo el hecho de bailar haciendo el ridículo, todo el mundo lo hace alguna vez en esta vida y en algún momento sería mi primera vez.

David no aparta su mirada de la mía ni un segundo, me encanta que me mire de esa forma tan suya como si me admirase de verdad.

—¡Nat estás preciosa con ese vestido! —grita mientras me mira.

Le dedico una sonrisa coqueta encogiéndome de hombros como un "gracias".

—Ven aquí —dice tendiéndome la palma de la mano para que se la sujete.

Sujeto esta misma con fuerza, con cuidado de no caerme y partirme los dientes contra el suelo. Rodeo su cuello con mis brazos y doy un pequeño saltito al bajar. David me sujeta con muchísima fuerza por la cadera y da vueltas conmigo aún entre sus brazos. Acerco mi frente a la suya hasta que establecemos contacto. Los dos nos reímos a carcajadas mientras vamos dando vueltas y nuestros labios cada vez están más cerca.

—¡Nat! —Jorge me llama.

Tanto David como yo nos separamos el uno del otro con lentitud. Él deja que me escurra contra su cuerpo para no hacer brusca la caída hasta que mis pies por fin tocan suelo firme. David besa mi frente en señal de despedida y desaparece entre la multitud como siempre.

—Estábamos a punto de besarnos... —susurro.

—¡Ya lo sé por eso lo he hecho! —chilla él por encima del sonido de la música.

—¿Qué?

—¿Querías besarte con él después de ver con cuántas chicas se ha enrollado? —hace una mueca rara con la boca.

Tiene razón, hubiese cometido un gran error al hacerlo. David tiene novia aunque a él no le importe, pero la tiene y no debería dejarme llevar.

—Venía a decirte que me voy —dice sacando el teléfono móvil del bolsillo para mirar la hora.

—Yo me quedaré un rato más.

—¿A quedarte un rato más o a limpiar todo esto? —pregunta dando una vuelta sobre sí mismo señalando cada cosa que ve.

—A quedarme —digo tratando de convencerle.

—Como quieras, nos vemos el lunes entonces —se despide dejando un par de besos en cada una de mis mejillas.

Jorge se va dejándome sola. Paso gran parte del resto de la noche sola dando vueltas de un lado a otro. A veces me encuentro con Elena, pero ella sigue en su plan por conquistar al mejor amigo del mío. La gente se va esparciendo poco a poco a eso de las cinco de la mañana, y en poco más de diez minutos ya no queda nadie en casa. Los pies me duelen y David se encuentra tirado boca arriba sobre el sofá dormido. Así parece el niño que era y que es, porque es un idiota y un estúpido infantil. Con los años no ha cambiado, sólo ha crecido.

—David —le llamo poniéndome de cuclillas frente a él para quedar a su altura—. David —vuelvo a zarandearle, pero no recibo ninguna respuesta por su parte—. David despierta.

—Eh, qué... —murmura frotándose los ojos varias veces.

Le miro y es que no puedo dejar de hacerlo. David es como una tentación para mí. Es como el fuego de una candela con llamaradas, me llama la atención tanto que acabaré quemándome.

Va borracho como nunca antes y a duras penas consigue mantenerse en pie.

—Nat estoy muy borracho —me informa soltando una pequeña risa.

Pierde pie y se tambalea hacia delante, a punto de dar de bruces contra el suelo pero como siempre antes de que lo haga me acerco hasta él y le sostengo como puedo entre mis brazos. Paso uno de sus brazos alrededor de mi cuello y yo paso uno de los míos alrededor de su cintura para comenzar a cargar con él escaleras arriba.

Al llegar a su habitación le suelto cuando estamos lo bastante cerca de la cama, donde él se deja caer de boca contra el colchón y no vuelve a mediar palabra.

—David quítate la ropa —le digo, aunque más que decir le ordeno.

—Quítatela tú —gruñe llevándose una de las manos a la cabeza. Mañana tendrá tiempo de arrepentirse—. Si te la quitas tú te la quito yo, digo te la quito yo y yo a mí.

Frunzo ceño mirándole, no tengo ni idea de que es lo que acaba de decir.

—Yo no puedo quitármela —le digo seria.

Espero a que se calle y se duerma, pero esto no es así.

—Pues yo te la quito ven, ven... —se incorpora bastante decidido sobre el filo de la cama sin dejar de tambalearse de lado a lado.

Estira sus brazos hasta tocar mi cuerpo y comienza a tirar de la tela de mi vestido.

—David no —le niego apartándole las manos de mi cuerpo.

—Que sí, que vengas —me ordena gruñendo.

Para estar borracho agarra con bastante rapidez y agilidad el borde de mi vestido y tira de este hasta colocarme aún más cerca de su cuerpo. Es hacer eso y que mi cuerpo reaccione por si sólo bajo su tacto. Quiero ocultar mis sentimientos, tratar de ocultar ese poder que tiene sobre mí y sobre mi cuerpo porque tarde o temprano se dará cuenta de ello.

Tantea con sus manos todo mi cuerpo, buscando la cremallera. Para hacérselo más fácil me agacho dándole la espalda y una vez que la agarra comienza a bajarla hasta el fondo. Siento su respiración de pleno en mi cuello y el cómo se me acelera el corazón al sentirle tan cerca. Sus dedos recorren mi espalda desnuda, erizando todo y cada uno de los vellos de mi cuerpo tras su paso. Finalmente con toda la delicadeza del mundo se deshace de las mangas de mi vestido.

—Estás muy buena Nat —dice riendo—. Buenas noches.

Vuelve a tirarse sobre la cama, pero esta vez de espaldas. Desabrocha el botón y la cremallera de sus pantalones, dejándolos sueltos pero no se los quita. El alcohol ha vencido esta vez la batalla y David en minutos cae profundamente dormido.

Suspiro mirándole y como si fuese su madre me agacho para deshacerme de sus zapatos. Una vez que se los he sacado los dejo en el zapatero que tiene en una de las esquina de su habitación, y luego de un tirón le saco los pantalones.

—Duerme conmigo Nat —murmura.

No sería la primera vez que lo hacemos, así que me acerco al armario, termino de deshacerme de mi vestido y le robo una de sus camisetas. Me encanta ser bajita por este simple motivo, sus camisetas me van como vestidos. Camino hacia la cama hasta quedar sentada en el borde de esta. David ha dado media vuelta sobre sí mismo y ahora se encuentra dándome la espalda. Alargo la mano hasta dar con el interruptor de la luz para apagarla y con sumo cuidado me tumbo a su lado intentando no despertarlo. Sin embargo no lo consigo. David da media vuelta y me estrecha contra él. De manera inconsciente dejo la cabeza descansando sobre su pecho mientras me abraza, y luego posiciono una de mis manos sobre su abdomen. Nunca antes había estado tan nerviosa. ¿Por qué ahora lo estoy?

—David tengo que decirte algo —le digo jugueteando con mis dedos sobre su pecho.

¿Por qué acabo de decir eso?

—Mmm... —murmura.

—Yo, yo... —tartamudeo. No soy capaz—. Yo creo que estoy enamorada de ti... —confieso.

—Eres una gran chica Nat...

Es lo único que dice antes de volver a dejar un beso sobre mi frente.












¿Que os parece la nueva portada? *carita pornosa*

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