
Comienzos
Había pasado tiempo de aquel día.
Era mediodía, o al menos eso había calculado Lúthien mientras galopaba por los verdes prados.
Buscaba a alguien, que aunque no tenía la seguridad de si la respuesta que buscaba sería hallada, algo la decía que debía ir.
Y bajando la velocidad de su corcel, empezó a trotar, observando a su alrededor hasta que escuchó una voz cantarina proveniente de las aguas que no se encontraban muy lejanas a su posición.
Se dirigió a las orillas del río y allí la encontró.
- Lúthien - sonrió ahora la mujer de cabellos dorados al contemplar a la peredhil - has venido en busca de respuestas, ¿Verdad? -.
Antes que te pudiera asentir con la cabeza, la mujer comenzó a andar hacia una dirección, por lo cual se dispuso a seguirla el ritmo para no perderla.
Después de un largo trecho de camino, se hallaban ante la casa de Tom Bombadil, el cual se encontraba fuera, esperando su llegada.
Con un ademán la invitó a entrar y se sentaron al rededor de una pequeña mesa de madera, mientras Baya de Oro colocaba unas tazas con té y unas pastas de almendra.
Lúthien agradeció la hospitalidad de sus anfitriones y empezó a hablar.
- Puede que suene extraña la pregunta que voy a formular, pero algo en mi interior me dice que no me equivoqué al venir aquí.
Llevo semanas buscando a unos hobbits y la preocupación por lo que les pueda suceder me carcome por dentro, las sombras acechan en los bosques en busca de algo... Y temo que lo hayan hallado-.
Tom empezó a reír con fuerza mientras comía una de las pastas.
- Pasaron por aquí y aunque tuvieron unos contratiempos, se marcharon bien -.
Lúthien suspiró mientras tomaba un sorbo del té, confiaba en la palabra del viejo Bombadil por lo que la preocupación se rebajó.
- Gracias, viejo amigo - sonrió - me has liberado de una carga que llevaba en el pecho durante el trayecto hacía tu hogar, los enemigos de la luz son muy astutos, pero parece que no tanto como nuestros amigos medianos - dicho esto, rió al igual que Tom lo había hecho anteriormente.
»Os agradezco de corazón la hospitalidad con la que he sido recibida y aunque me gustaría quedarme aquí más tiempo, temo que tengo que volver a los caminos y poner marcha hacia Rivendel, donde espero que a mí llegada, ellos se encuentren allí.
Tom sonrió al igual que Baya Dorada y la acompañaron fuera, dándole indicaciones de por dónde debía ir y brindándole unas frutas para su camino.
Pastando por el valle, se hallaba su noble caballo a la espera de su compañera, la cual con un abrazo se despidió de sus anfitriones y montando, siguió el camino por donde Tom la había indicado que habían partido.
Inhar, a pesar de que fuera un caballo de apariencia grande y fuerte, era uno de los más veloces que se podrían hallar en la tierra media, por eso no le preocupaba no llegar a tiempo, pero los caballos de los jinetes oscuros también lo eran.
Se detuvieron cerca de un arrollo en busca de descanso, era ya entrada la noche y habían dejado ya muy lejos el hogar de Tom Bombadil, no estaban seguros.
Mientras Inhar bebía agua, Lúthien escuchó el crujir de unas ramas no muy lejos, recogió velozmente sus pertenencias y montó encima de Inhar, el cual también se había alertado con el ruido y empezó a galopar con fuerza.
Mientras pasaban a gran velocidad por el bosque, Lúthien pudo ver las sombras que a ambos lados también se movían con velocidad.
Les habían encontrado.
Sí salían del camino estarían perdidos pero si se quedaban tampoco estaban a salvo ya que se les podía ver perfectamente, por lo que Lúthien dirigió a Inhar hacia la derecha, a la oscuridad del bosque, y siguieron cabalgando hasta que en un momento encontraron unas rocas se sobresalían del suelo y que tal vez pudiera darles cobijo, y así, con una velocidad y cuidado extraordinarios, consiguieron ocultarse sin ser vistos y los jinetes pasaron de largo en busca de ellos.
El frío alba hizo finalmente acto de presencia, no se habían movido de allí, porque prefería esperar a la luz, Lúthien al contemplarlo, salió con Inhar de aquel escondite y prosiguieron el viaje.
Los días pasaban y el viaje se hacía más lento, pues a la caída de la noche tenían que buscar rápidamente un escondite, mas por mucho que corrieran de día, los jinetes siempre estaban al acecho.
Hasta que en uno de los días, no aparecieron más y esa noche, Lúthien aprovechó el momento para seguir cabalgando y llegar con rapidez a Rivendel.
Y por fin, después de tanto viaje, allí estaban, en la preciosa ciudad de los elfos, que siempre la brindaba cobijo cuando lo necesitaba y se sentía como un hogar.
Dejó a Inhar en los establos para que reposara tranquilo, y al salir de allí subió por una cuesta de piedra donde había un elfo esperando relajado con una bandeja dorada en la mano.
- Alassëa aurë - (buenos días).
-Alassëa aurë, Lúthien - contestó él.
- Debo hablar con Elrond sobre un asusto urgente , ¿Sabes dónde puedo encontrarle? - preguntó.
- Están en un concilio según nos han notificado, han venido unos hobbits desde lejos... -.
Y antes de que pudiera decir algo más, Lúthien se marchó con velocidad y diciendo a lo lejos "Hantalë" (gracias).
Mientras corría por las calles de aquel lugar,
una especie de brújula interior parecía guiarla por el camino que debía de tomar para llegar antes de que el concilio finalizase.
Mientras se acercaba a su destino, podía apreciar el sonido de palabras sueltas puesto que no lograba entender la frase completa con precisión.
“... el anillo”
Siguió corriendo en esa dirección hasta que las voces se fueron aclarando mucho más y llegó a escuchar la voz de Elrond, y así bajó el ritmo de sus andares para adentrarse donde se hallaban los demás.
Y por fin, los divisó.
- Lúthien - Dijo Elrond, y todos dirigieron su atención a ella.
- Lamento haber interruptor, mi señor - se disculpó mientras se sentaba en una silla vacía.
Elrond inclinó la cabeza en señal de aceptación mientras volvía a retomar la palabra, Lúthien se concentró en escucharle aunque su corazón latía tan fuerte que por momentos le costaba escuchar a algo más que no fueran sus latidos, entre la carrera, y saber que Gandalf y Frodo se hallaban sanos, la felicidad se expandía por todo su cuerpo rápidamente.
El concilio finalizó al poco rato de su llegada, y se levantó para saludar a todos.
Abrazó al hobbit y le sonrió cálidamente.
- Estaba preocupada por ti, mi buen amigo. Pero me alegra saber que has llagado aquí con vida, lamento el retraso - dijo lo último con pesar.
- No te preocupes por ello, Lúthien - la sonrió - debo reunirme con Sam pero espero que más tarde podamos hablar - dicho esto, se despidió y se dirigió hacia su amigo.
- Has llegado, Lúthien- sonrió el mago, que ahora se hallaba en frente de ella - me alegra verte bien -.
Lúthien le abrazó con fuerza, haciendo que él se tambaleara un poco pero la correspondió.
- Lo siento mucho, no sabía dónde estabas, busque por muchos lugares pero... -.
Esta vez el mago la interrumpió.
- No debes disculparte por nada, Lúthien, yo te encomendé una tarea y tú la cumpliste, has hecho lo que debías hacer - volvió a sonreír - debo de ponerte al día de lo que hemos hablado mientras tú no estabas y de los últimos hechos ocurridos.
Elrond ya había hablado, y partirían con Frodo.
Pasarían un par de meses antes de partir pero aún así, la compañía se veía nerviosa, aunque cada uno a su manera.
Irían los cuatro hobbits, un montaraz, un elfo, un hombre, un enano, un mago y ella.
A Legolas le conoció hace muchos años y aunque con Gimli no había familiarizado anteriormente, si había sido amiga de su padre en aquella misión de hace años.
Mientras caminaba por los jardines de Rivendel, encontró sentado en una de las fuentes a un hombre de cabellos claros y la mirada perdida.
Era Boromir, según le habían contando, el cual estaría con ellos en la compañía.
No pareció darse cuenta de su presencia hasta que ella carraspeó para llamar su atención.
- ¿Está bien? - preguntó sin saber muy bien porque no se había ido lentamente hacia atrás, pero habría sido de mala educación por su parte.
Los fríos ojos del contrarío se clavaron en los suyos, los cuales contrastaban por su tono cálido, aunque rápidamente los apartó.
- Sí, gracias - contestó, sin decir nada más.
Lúthien asintió y como el contrario no parecía querer hablar más, dió media vuelta y se dirigió a uno de los balcones, mientras pensaba que algo en aquel individuo le había llamado la atención, pero rápidamente se le pasó.
Contemplaba las vistas relajada mientras el viento calmado acariciaba su rostro y ondeaba su pelo.
- ¿Descansando? -.
Se exaltó al escuchar la voz, pues no esperaba a nadie, pero automáticamente se relajó al ver que se trataba de Elrond.
- Tengo que aprovechar ahora puesto que dentro de poco, desconozco si tendré esa posibilidad- respondió.
- Tienes razón, un largo viaje os espera por delante y temo que esté lleno de imprevistos, pero aún así se que eres lo suficientemente fuerte para resistir y seguir al pie de la montaña sin dejarte arrastrar - sonrió mientras lo decía.
- Eso espero... Eso espero -.
Y continuaron hablando hasta que la luna se reflejó en el cielo y las estrellas empezaron a brillar.
Quién sabe lo que ocurriría en aquel viaje...
Pero fuera lo que fuera, deberían superarlo para llegar a su destino.
Para destruir el anillo y detener a la oscuridad.
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