Cap. 14 - La dama
Pasado
Año 2014, Septiembre
Buenos Aires, Argentina
La Dama
Narrador Omnipresente
El sol comenzaba a despuntar en el horizonte, tiñendo de dorado las calles de Fuerte Apache. La sargento Angelica, conocida como Ángel, caminaba con paso firme por el barrio. Su microscopio de inteligencia había detectado un aumento alarmante en la actividad criminal de trata de personas, y era momento de infiltrar la red para destapar la verdad oculta bajo la corrupción.
Fuerte Apache, marcado por su historia de violencia, ocultaba secretos entrelazados con los altos niveles del poder. Mientras Ángel ajustaba su chaqueta, una sensación de inquietud la invadió. Sabía que esta misión era peligrosa y podría revelar conexiones que nadie quería destapar, ni en los rangos más altos del ejército argentino.
Su primera tarea era obtener información sobre la estructura de la red. Sin embargo, había indicios de que el presidente y su esposa estaban implicados, aunque la magnitud de su participación seguía en sombras.
Ángel se adentró en una vivienda abandonada, donde se realizaban transacciones. Allí encontró a un grupo de hombres de rostro duro. Se presentó como una nueva recluta interesada en unirse a su causa. Los hombres, intrigados, comenzaron a hablarle de "La Dama", una figura enigmática que gestionaba muchas operaciones y tenía un contacto especial con el círculo cercano del presidente. Esa información era clave para descubrir la red de tráfico.
Al caer la tarde, Ángel recibió un mensaje encriptado: debía encontrarse con un informante en un club clandestino llamado "El Susurro". Allí conoció a Javier, un exabogado convertido en informante, quien le reveló que muchos jóvenes desaparecidos habían sido vistos en una mansión de "La Dama". El eslabón que unía todo era un oscuro secreto del pasado del presidente, algo que había hecho a cambio de poder.
A medida que las piezas comenzaban a encajar, Ángel se dio cuenta de que su misión tenía un alcance mayor de lo planeado. Las vidas que intentaba rescatar estaban conectadas con la cúpula del poder que debía protegerlas. Era una batalla contra el tráfico de personas y un sistema corrompido.
Al finalizar la noche, su mente corría a mil por hora. Ángel sabía que debía actuar con rapidez. La próxima fase de su misión sería infiltrarse en la red y acercarse a "La Dama", sin saber que cada paso la acercaba a un peligro inminente que podría poner en riesgo su vida y la de muchos otros.
Angel
Una de las cosas que amo de estar en el ejercito es que me mandan a hacer misiones, me he involucrado bastante en varias redes de tráfico de personas, la parte fea es que me he involucrado con varias víctimas que al final del día me terminan odiando, normal, les mentí para poder acceder.
Recorrer las calles de ciudadela en el viejo y tan adorado Renault 12 color azul oscuro, si, lo había tuneado, no existían muchos en este color y era algo imposible. Me he ganado la confianza de muchos por eso me permitían pasar ahora como si nada por el fuerte apache. Hoy sería la reunión con "la dama" en un viejo club, tener sospechas de que el presidente estaba al tanto de todo lo que ocurría me descolocaba por completo. Debía estar muy segura para hacer una acusación así, debía reunir todas las pruebas posibles. Aunque para ser claros, no tendría idea de cómo se ven ellos.
Al llegar al supuesto club porque desde afuera no tenia esa pinta, cualquiera de seguro piensa que es una casa común y corriente, pero la caracterizaba el guardia que custodiaba la puerta. Además de los autos de alta gama que sin ningún temor dejaban al frente.
Una vez que el guardia intentara sobrepasarse conmigo mientras me revisaba para comprobar si no tenía ningún arma, que obviamente termine golpeando. Entre en la supuesta casa, no era para nada lo que se esperaba, una gran barra con demasiado alcohol de cualquier marca que uno se imagine te daba la bienvenida, a los costados había varios tubos donde las mujeres bailaban con ropa diminuta para señores que estoy segura que tienen demasiado dinero en el banco.
Camine hasta la zona exclusiva donde debía esperar a la dama, por lo que me dijeron ella jamás llegaría antes que cualquier persona con la que se terminaría reuniendo.
Luego de unos minutos la pude ver entrar, traía vestido negro de lentejuelas que no dejaba nada a la imaginación. Pero lo que mas me llamo la atención fue su pelo rojo anaranjado, tenía un antifaz de encaje decorando su rostro, dejando libre sus ojos marrones que con la luz y la oscuridad del club podrían ser negros.
Se acercó lentamente, movía sus caderas al compás de la música de fondo.
— Un gusto conocer a la dama — dije mientras me inclinaba simulando una reverencia
— Así es, yo soy la dama y tú eres la novata que quiso conocerme — dijo mientras me rodeaba como si de una presa me tratase.
— Este ambiente es casi completamente de hombres, me interesaba conocer a la jefa de todo esto — dije tratando de sonar segura, esta mujer aun sin conocer del todo su cara, sus ojos podrían poner nerviosos a cualquiera.
— No necesito admiradores cariño, dime ¿Qué es lo que quieres?
— Trabajar para ti
— ¿Te crees capaz de estar a mi lado? – pregunto sin dejar de moverse alrededor de mi cuerpo.
— Estoy segura de ello — respondí por lo bajo para que solo ella pudiera escucharme.
— Muy bien serás mi perrita guardiana, — dijo mientras caminaba hacia la barra, la seguí, tomo el Martini que le habían preparado. — en una hora debo ver la nueva mercancía que entrará al club, será tu prueba, veremos si eres capaz — se acerco demasiado a mi cuerpo, dejando un beso en la comisura de mis labios.
Mientras ella siguió camino hacia la salida con ese simple contacto que habrá durado un segundo me dejo impactada unos segundos, esa mujer es increíble, sabe el efecto que provoca y disfruta de ello.
Sali de mi ensoñación y comencé a seguirla. Una camioneta azul oscura estaba esperándonos en la entrada del club. Había demasiados guardias dentro de dicha camioneta, además de que había dos autos siguiéndonos, uno adelante y otro atrás de nosotros. Sabia que en ese momento no podría guardar una grabadora de voz, tendría que esperar el momento exacto.
— ¿Puedo saber al menos de que tratara mi prueba? – pregunto algo nerviosa
— Por el momento no te diré nada, creí que eras inteligente y captarías mi mensaje de nueva mercadería al club.
— ¿Es...
— Hay cosas que no hay que decir en voz alta y tan directo bonita – dijo interrumpiéndome mientras sacaba de su cartera un labial y un pequeño espejo para retocarse el maquillaje que estaba casi intacto.
No le respondí, no podía, mi cabeza iba a mil por hora, no podía creer que estaba yendo a una verdadera trata de personas. Los había investigado, sabia que uno de sus ingresos ilícito de dinero era ese, pero no creí que podría estar viviendo toda esta situación. El corazón comenzó a acelerarse, debía conservar la calma, no solo corría peligro mi vida, sino la vida de varias personas. Tenia que hacer bien mi trabajo. Por el momento lo único que en estos momentos me "protegía" era que tenía una cámara muy chiquita disfrazada de botón en mi camisa negra. Todo lo que estaba grabando iba directo a una vieja computadora que nadie encontraría, ni siquiera mi sargento. Debía ser precavida, mientras menos información tuvieran seria mejor.
De un momento a otro, la camioneta entro a lo que podría ser una fabrica algo olvidada. Freno en la entrada. Ambas salimos y decidí seguirla, lento, seria su sombra, era mejor para poder afrontar toda esta situación.
Dentro del lugar, nos esperaba un señor de traje negro, que parecía surgir de las sombras mismas. Sus ojos, de un marrón claro, destilaban una frialdad inquietante, como si estuvieran siempre evaluando y calculando cada movimiento a su alrededor. Su cabello canoso, perfectamente peinado, contrastaba con su expresión imperturbable, que revelaba una mente astuta y despiadada. Las arrugas en su rostro, profundas y marcadas, parecían ser cicatrices de un pasado lleno de intrigas y traiciones, una llamaba mucho la atención, era como un rasguño muy marcado desde su ceja hasta su mejilla izquierda. Había un aura de poder maligno que lo rodeaba, como si cada palabra que pronunciara pudiera manipular y controlar a quienes lo escuchaban. Su sonrisa, aunque sutil, era más bien una mueca que insinuaba un placer oscuro en el sufrimiento ajeno. En su presencia, el aire se volvía pesado, y una sensación de peligro inminente se apoderaba del ambiente, como si estuviera a punto de desatar una tormenta de caos y desolación.
Detrás de él había una puerta de metal, era las de seguridad, donde tenias que poner tu huella dactilar para poder abrirla.
— Espero no haberte hecho esperar mucho tiempo querido — dijo La dama mientras se acercaba a saludarlo, él solo hizo una mueca y le beso la mano.
— No tanto — su mirada conecto con la mía y un frio recorrió mi columna vertebral, ese señor si que daba miedo — veo que traes un juguete nuevo
— Es mía, al menos por el momento — ambos clavaron su mirada en mí, un frio recorrió mi espalda, tragué saliva, me mantuve seria. — tráelas
Ante esa orden el señor lo único que hizo fue abrir la puerta, de ella salieron chicas muy jóvenes, podía verlo en sus rostros, estaban aterradas, eran seis, iban encadenadas como si fueran presos de las manos y pies.
Había una que en todo momento mostro resistencia. La dama fue acercándose a cada una de ellas. Cuando se paro en frente de esa joven que no mostraba ni una pizca de miedo en sus ojos, ocurrió lo impensado, con una de sus manos rasguño a la dama provocando que su antifaz terminara en el suelo, dejando al descubierto su rostro, al mirarla casi se me escapa un suspiro del asombro. Todo comenzó a tomar sentido, ahora entendía la conexión con el mismísimo presidente, si quien tenia en frente era nada mas y nada menos que Marina Sciolander, esposa del presidente.
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