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• La decisión definitiva •

Eran las diecinueve de la tarde de un día caluroso e inestable en la gran ciudad de Buenos Aires, Argentina, alrededor se podía sentir la sensación térmica de la zona, acompañada de la humedad del ambiente.
Pero para la familia Schetzneir, la temperatura estaba por los cielos, al parecer las cosas estaban bastante calientes. Augusto sabía que ese suceso podría modificar sus planes para la reelección, y eso no lo podía permitir. No podía renunciar por lo que tanto había luchado.
Desde hace años, había trabajado incansablemente para construir una imagen impecable, una reputación que lo colocara como un referente en la política del país. Intentó ser un ejemplo en la metrópolis, llevando a su familia por el mismo camino, especialmente a su hijo Angelo, a quien había educado bajo los principios de la honorabilidad y el deber con el objetivo de que siga sus pasos desde joven para facilitarle la accesibilidad política en unos pocos venideros años. No obstante, en esa tarde un escándalo había estallado en los medios. Las redes sociales ardían con comentarios despectivos, y los opositores del partido no tardaron en aprovechar la situación para manchar su nombre.

La decepción había invadido la mente de Augusto. Se sentó en su escritorio, sintiendo cómo el peso del descuido lo aplastaba. No solo era la reputación de su hijo lo que estaba en juego; era la imagen construida durante años por todos los miembros de su familia. Sobretodo en un mundo donde la apariencia lo era todo.
Recordaba las enseñanzas que le había impartido a Angelo: «La perfección es una carga pesada, pero es nuestra responsabilidad llevarla». Ahora esas palabras resonaban como un eco vacío en su mente. La presión de mantener una fachada intachable se volvía cada vez más insoportable.

Es por ello, que segundos más tarde de que haya hablado con su asesor político de lo que había ocurrido en busca de una solución, mandó a llamar a Angelo, su hijo, y con un rostro que inquebrantablemente no se podía disimular.

-Estaba en una reunión importante con los miembros del Centro de Estudiantes ¿cuál es la emergencia?-expresa con queja tras su interrupción.

-¿Has notado lo que la prensa está hablando de vos?

-No, lo siento, estuve muy ocupado últimamente-responde el joven, sin estar muy preocupado.

-En el último evento de caridad, alejaste a un niño cuando te abrazó, solo por el simple hecho de que ensució tu vestimenta. Ahora varias revistas online importantes están preguntando si tu acto desvela clasismo.

-¿Por eso me llamaste? Pensé que era un problema más grave. Lo siento, pero es que ese niño estaba repleto de barro, y había ensuciado mi suéter Gucci de color beige, exportado desde Francia...además ese día...

-¡No me importan tus motivos! Ahora debemos arreglar esta situación. ¡Estamos a nada de las elecciones!-interrumpe su padre muy enfurecido.

-Sos líder en las encuestas, esto no marcará la diferencia‐responde rodeando los ojos. Él detestaba cuando su padre era obsesivo con cada detalle, con cada acción del entorno.

-Estaba por encima solo con el 8%, después de tu estúpido error no sé como seguiré posicionado...la clase baja en estos momentos tiene la decisión en sus manos por la cantidad de votos.
A estas alturas no podemos estar cometiendo este tipo de errores.

-Honestamente no te entiendo. Me pasé la vida tratando de que todo fuese perfecto, tratando de que cada detalle sea magnífico, y debo admitir que lo he conseguido. Pero por un simple error, estás a punto de tener un brote psicótico sin poder guardar la calma- se sincera con una ira quebrantable, al sostener el pensamiento de que su padre estaba exagerando con esta situación.

-Aunque te empeñes en hacerlo todo bien, una equivocación es algo que deja una marca, y que estará por encima de todo lo "magnífico" que hayas hecho anteriormente. Creí que con 16 años ya lo habías entendido.

-Como quieras. Pero esto se arregla fácil. Se habla con la prensa, se hace otro evento, pagas a una familia para que me llene de barro. No me atormento y asunto arreglado ¿no? No es la primera vez-asegura Angelo con tono sarcástico, un poco cansado de tener esta conversación.

-No. Estuve hablando con el representante, y acordamos que hay una manera de culminar definitivamente con los rumores sobre tus actos. Aunque el precio para ti sea un poco alto-responde serio y cortante.

-Sé más explícito por favor-contesta él confundido.

-Si querés limpiar tu imagen, la gente debe ver que no tienes problemas de pasar tiempo con gente como ese niño. Personas con vidas difíciles, con carencias económicas y emocionales. Como estamos a mitad del semestre, hablé con una antigua amiga para que te acepten en un colegio público para culminar tu cuarto año. Ese tiempo será suficiente para despejar todo tipo de dudas. Con esto además demostraremos que nosotros confiamos en la educación pública.

-¿Es broma no? ¿A una escuela estatal? ¿Qué van a decir mis amigos sobre eso? ¿Además no quiero alejarme de ellos. Sin mencionar que soy el presidente estudiantil del San Bernardo, y el líder de los clubes para la programación de deportes físicos y metales.

-Vos mejor que nadie sabes que en la vida hay que tomar sacrificios. Podés seguir con esas actividades pero desde afuera, ayudando a los que quedaron allí por ser estudiantes regulares. Espero estés listo, porque este lunes iniciarás tu formación en otra escuela. No es un tema que se discutirá.

-Me ha costado mucho construir todo eso que logré. Y ahora por tu plan parece como si todo se desvaneciera- grita con desespero por aquella inesperada revelación.

-Eso que lograste, lo has conseguido gracias a mí. Si pierdo las elecciones, perderemos los dos...ya es hora de que veas que tus actos tienes consecuencias en nuestra familia, y fuera de ella- asegura Augusto cada vez con menos paciencia.

-¿Cuál es el colegio?- expresa con rostro de enfado pero con resignación.

-La secundaria 46, donde Sandra Torres es la directora.

-No estoy de acuerdo. Esa escuela es malísima.

-En cuanto al nivel académico es alto. Quizás no puedas gozar de ciertos privilegios que estás acostumbrado, pero para ser un solo semestre lo soportarás. Esta experiencia también te va a formar para el futuro.

Angelo, sin intenciones de seguir discutiendo con su padre, se retira de su oficina, ya que conociéndolo, sabe que cuando toma una decisión, es casi imposible que la cambie.
La tristeza en los ojos del chico rubio  se mezclaban con la frustración y el remordimiento. Sabía que lo que había hecho no estaba bien, no obstante, creía que la decisión tan radical de su padre era precipitada. Aunque en el fondo sabía que con esa acción descuidada, había fallado al perfeccionista de su papá y que el camino hacia la redención iba a ser demasiado arduo.

Desde pequeño, bajo las influencias de su padre, Angelo había comenzado a entrenarse para el futuro; el anhelo por seguir sus pasos lo había consumido, teniendo como único proyecto de vida, ser tan exitoso en la política como su progenitor. Augusto Schetzneir ha sido un modelo a seguir para él durante toda su vida. Siempre había estado orgulloso de ser su hijo, incluso en los días donde su perfeccionismo por las apariencias estaban en el punto más elevado de su exigencia.

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