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PARTE III. ELENA


1.

Había paseado por la orilla mientras las familias se iban y dejaban la playa vacía, mientras tanto pensaba en todo lo que había pasado. Él había vuelto a mi vida, quería estar con él, o eso pensaba. Todo estaba confuso, habíamos sido muy amigos, había sido el hombre de mi vida, pero ahí estaba yo, con una música de fondo que no iba para nada con los pensamientos que me inundaban. Provenía del móvil de un chico que se encontraba sentado a un lado. Algo destacable, nunca me doy la vuelta, nunca, ni siquiera para ver a alguien. Pero por alguna razón me di la vuelta, de una forma poco convencional, sin tacto y lo vi. Vi a un ojazos que me observaba sentado en la arena. Esos ojos me traspasaron y no dejaron ningún rincón de mi cuerpo sin recorrer, yo tampoco me abstuve y lo miré de arriba abajo.

–Hola –le dije.

–Hola —contestó. Seguía sin quitar la vista de mi cara.

El chico dejó de ser un desconocido, me sonaba de algo. ¿Quién sería?

–¿Te conozco? –pregunté.

–¿Y yo? –contestó.

Así que nos conocíamos de algo, me acerqué y me senté en la arena. ¿Intentaba ligar conmigo? Sus ojos no dejaban de buscar mi cara, que encontró fácilmente. ¿Cuántos años tendría? Era más joven que yo, eso seguro. Dejé que me mirara, esperaba a Macaco que vendría con las cervezas frescas. Comenzó a oírse a Paulo Londra, la canción Forever Alone. Lo miré y me miró.

–Tranquilo, me gusta la canción.

–No la iba a quitar, aunque no te gustase.

Sonreí. Miré a lo lejos y allí estaba Macaco, moví el brazo para que me viera. Venía con cuatro latas de cervezas.

–A beberlas o se pondrán calientes.

–Gracias – contesté.

–Me mola tu música –siguió Macaco.

–Gracias —respondió el chico algo contrariado.

–¿Sabes que viene el rapero barra trapero que te gusta tanto? –Me preguntó Macaco.

–¿Rels B? – contesté ojiplática.

–Sí, ese. Son majos los que trabajan con él. Tiene un bolo en la discoteca– empezó y lo miré con cara de que me dejara ir. –Obvio que puedes venir.

–¡Si! –contesté. Miré al chico que no había tenido reparo en mirarme intensamente y que miraba a Macaco como lo miraba yo, queriendo ir al concierto. –Si te gusta Rels B Macaco te invita.

–¡Oye! –respondió él. –Me tengo que ganar dinero, y no puedo invitar a todo el mundo. –¿Cuánto es?

No hubo necesidad de interceder por él, ni que Macaco le marcara un precio grandioso. Él no tuvo la necesidad de mirar fijamente al chico para darse cuenta de que iría a ese concierto costara lo que costase. Así que Macaco le invitó, de gratis. Le pidió su nombre, Marco. Que nombre tan poco común, no conocía ningún Marco hasta ese momento, tampoco hubo necesidad de pedirle su número. Su última mirada y sonrisa se quedaron guardadas en mi memoria para recrearme en ellas.

–Ya he visto las miraditas que os echabais –me soltó Macaco cuando Marco se encontraba a una distancia prudencial.

–¿Cómo? –pregunté y comenzó a reírse.

–No te tienes que sentir mal, es normal superarlo.

Me quedé callada, Iván había vuelto y el resultado había sido dejar mi mundo patas arriba. Nuestro momento había pasado, sí, cuando habíamos sido dos críos. Si no nos hubiésemos separado habríamos seguido juntos, pero las personas y las situaciones cambian. Que se hubiera acostado con Miriam no había ayudado nada, que intentara seguir con todo como si nada hubiese pasado tampoco. El haberme dejado había hecho que cambiasen muchas cosas.

2.

Macaco me dejó en casa y le puse la comida a Enzo que simplemente comía y Mía estaba como una moto, quería dar una vuelta. Cogí mi iPhone, una bolsa de tela y las cosas de Mía para darle un paseo en condiciones. Me di cuenta de que había gente que me miraba. Normal, se habrían enterado sobre lo de Lorena y Ángel, o también sobre Iván. Que felicidad, nótese mi ironía. Pero eso debía ser mi pasado, no mi presente ni mi futuro. Ya me lo había dicho Carmen, «Elena piensa en ti, no en los demás». Que sabia era mi amiga, vendría mañana a pasarse un par de semanas conmigo, embarazadísima, pero decía que necesitaba olvidarse del mundo.

Pasé por delante de la frutería Don Manolo, dejé a Mía esperando fuera y entré para comprar fruta y verduras, pero más fruta que verdura, el tiempo lo acompañaba. Hablaba con una señora que había sido amiga de mi madre y de mis abuelos. Doña Paz, con su pequeño moño bajo plateado, me preguntaba qué tal el trabajo y si comía con fundamento. Le comenté que vendría al día siguiente Carmen y que estaba embarazada, ella se entusiasmó, como si fuera su nieto. Se despidió con un «a ver cuando te animas». Sé que lo dijo con la mejor intención, pero no fueron las palabras más adecuadas en ese momento. Suspiré y me dirigí hacia la caja, tenían puesta la radio, sonaba Leiva, la canción de "Como si fueras a morir mañana", me quité los cascos y comencé a moverme y lo miré, y me vio, sus ojos claros se posaron en los míos.

"¡Hazlo! Como si ya no te jugaras nada

Como si fueras a morir mañana

Aunque lo veas demasiado lejos ¡oh, oh!

¡Hazlo! Como si no supieras que se acaba

Como si fueras a morir mañana."

Se acercó hacia mí, como si una fuerza le indicara que tenía que venir a hablar conmigo. Iba con una bolsa y sonrió, yo le devolví la sonrisa.

–Hola –me saludó.

–Hola, ¡Cuánto tiempo! –contesté.

–Sí ¿Cómo te llamabas? Es que no me dio tiempo de preguntarte –respondió riéndose.

–Elena, me puedes llamar Lena –dije algo avergonzada.

–Elena, pues –dijo sonriéndome. Tengo que confesar que el corazón empezó a irme rápido en esos instantes. –Dale las gracias a tu novio por la entrada.

–¿Macaco? – pregunté. Me di cuenta de que no sabía que ese era su mote. –Marcelo, perdón. No es mi novio, es mi mejor amigo. Es como mi hermano.

Se quedó callado, yo hice lo mismo. Lo miré y luego a los lados, cogí una lata de conservas que no necesitaba para mirarlo de nuevo.

–Bueno... debería irme a la caja a pagar –le dije.

–Sí, sí –contestó y se dio la vuelta. Se giró de nuevo. –Bueno, si quieres caminamos un rato juntos. Te espero en la puerta.

–De acuerdo –contesté.

A la salida me esperaban Mía y Marco. El chico era guapo, muy alto, con los ojos verdes y el pelo castaño, pero yo estaba centrada. No más tíos. Marco y Mía habían hecho buenas migas antes de saber que los tres nos conocíamos, pero Mía... a ella le caía bien todo el mundo. En ese corto trayecto en el que íbamos despacio para ganar tiempo nos vio todo el mundo, pero lo conocí algo mejor.

–Así que también eres abogado – e dije sorprendida.

–Sí. Pero trabajo en un despacho pequeño, no en uno grande como tú.

–Bueno, es más familiar y al principio se aprende mucho.

–Sí. Me sorprende que te guste Rels B y Paulo Londra teniendo en cuenta que estás en un despacho pijo –dijo sonriendo hacia el frente.

–Eso no tiene nada que ver. Me gustan canciones, aunque me gusta todo tipo de música. –contesté.

–Sorpréndeme –respondió alzando las cejas. Me reí.

–Pues... Vetusta Morla, por ejemplo.

–Que polifacética.

–También lo comercial –contesté, no era ningún gurú de la música.

Llegábamos al sitio donde nos separaríamos y no sabríamos nada del otro hasta el momento en el que fuera el concierto de Rels B, no tenía claro si quería dejar de verlo, pero me dije: Si tiene que pasar algo, pasará. Además... lo acabo de conocer, he dejado lo que tenía con Iván y quiero tiempo para mí.

–Bueno, es hora de separarse –me dijo, alejándome de esos pensamientos.

–Sí. Bueno adiós. –respondí despidiéndome.

–Adiós, hasta otra.

Me di la vuelta y él hizo lo mismo. Cuando se alejó me quedé parada mirando como se alejaba, tenía la espalda ancha, y esa camisa azul con los pantalones cortos color beis le quedaban genial, además de esas náuticas. Me obligué a dar la vuelta y a irme a mi casa.

3.

Esa noche soñé con él, con la playa y con sus ojos verdes rasgados. Dormí a pierna suelta y me despertó el telefonillo. Bajé apurada ¡Carmen! La pobre estaría agobiada con el calor. Así era, Carmen afuera, con una pamela y un vestido, la encontré embarazadísima. Como una niña chica le empecé a enseñar la casa, le preparé algo para que desayunara y le conté que Macaco nos esperaría a la tarde para tomarnos algo en su casa. Mía no paraba de poner su cabeza en la barriga de Carmen.

–Mía, no seas plasta.

–No pasa nada. Mía es buena y va a ser la madrina canina del bebé– respondió ella acariciándola.

–Sí, tú dale alas. Cuando te conviertas en una madre sobreprotectora no me digas que eche a Mía eh.

–Bueno, cuéntame. ¿Has visto a Ángel?

–No. Eso sí, sabrá que estoy aquí porque todo el mundo me ha visto –respondí.

–Oh. ¿Se habrá casado con la tal Lorena? –preguntó.

–Pues a mí no me han invitado, tampoco espero que me invite.

–Lena... es que no lo entiendo.

–¿El qué?

–¿Por qué lo hicisteis?

No tenía respuesta para eso, pero sabía que no era por nada bueno. ¿Habría sido por las copas? No, esa escusa no valía ya. Tampoco había sido porque estuviese enamorada de él. Había aparecido Iván y... sí, probablemente fuera el querer escapar de toda una realidad que me hacía sufrir. Eso no fue lo que le dije a Carmen, de hecho, bastante era el saber que habías destrozado una pareja, una vida en común y para nada. Además, sumarle a que todo el mundo en el pueblo lo sabía y que hablaban de mí. ¿El tal Marco sabría la historia? ¿Qué versión le habrían contado?

4.

Carmen y yo fuimos a la playa, las dos nos pusimos debajo de la sombrilla. Ella estaba tranquila, lo notaba, en cambio yo no.

–¿Qué te pasa? –me preguntó.

–¿Cómo? –contesté.

–Te conozco como si te hubiese parido, y me falta poco por parir. A ti te pasa algo.

–¿Has oído algún rumor?

–¿Algún rumor?

–Sí, por el pueblo.

–Teniendo en cuenta que no he estado, ninguno. ¿Es lo que te preocupa? A ti nunca te había preocupado esas cosas.

–Probablemente estén diciendo que me acuesto con todo el mundo.

–Elena, para. –Me espetó. –Disfruta de la playa, desconecta de todo. Te mereces vivir en paz, no tienes que torturarte por nada.

Me fui al mar e hice el muerto. Tenía razón, no sé porque me preocupaba de pronto. Este sitio había sido mi pequeño paraíso y lo seguía siendo. Salí del agua y me quedé mirando al mar en la orilla. Me giré y lo vi, ¿por qué me daba cuenta siempre de su presencia? Me acerqué a él, pero ¿por qué no hacía otra cosa que adentrarme en la cueva del lobo? Él me vio y se acercó.

–Elena– me saludó.

–Ey Marco. ¿Qué tal todo?

–Bien. Estoy con unos amigos –contesté

–Vamos Marco, queremos ir a comer –gritaron desde lo lejos.

–Ahora voy –respondió haciendo ademán de quedarse.

–No, no. Ve –le dije algo avergonzada. ¿Qué estaba haciendo? El ridículo.

–Bueno, vaale... Pues ya nos vemos por aquí.

–Sí –dije sonriendo y me di la vuelta.

–Elena –me llamó.

–¿Sí? –respondí esperando a que me dijera algo trascendental.

–Creo que tu amiga te está llamando.

Efectivamente, era Carmen que quería que le hiciese caso. Resoplé, me había chafado el momento perfecto para... ¿Para qué? ¿Para tener una escena de película? A ver Elena, no existen las películas, ni las escenas de película, ni películas hechas realidad.

–Sí. Bueno, hasta otra –respondí.

Él se despidió con la cabeza y se fue con sus amigos y yo me tumbé en la toalla al lado de Carmen. Me coloqué el brazo encima de la cara para que el sol no me diera en ella y Carmen no la viese. Parecía que ella sabía que me pasaba algo y no tardó en preguntarme.

–¿Quién es ese?

–Un tío que conocí ayer con Macaco.

–¿Nombre?

–Marco.

–¿A qué se dedica?

–Es abogado, Carmen, ¿me vas a pedir su curriculum vitae? –pregunté recostándome.

–No, boba. Era por si tenías alguna posibilidad –me respondió.

–¿Yo? Será él.

–Sí, sí. No me creo que me hayáis convencido ir al concierto de esta noche. Tú y tu música –contestó.

–Te lo vas a pasar genial. Macaco es grande, no dejará pasar a nadie, además tenemos entradas VIP –respondí.

–Sí, porque vais conmigo y no se atreven a tener una demanda civil los del concierto.

–Relájate.

Y eso fue lo que hizo y yo también. La tarde pasó de ver a Macaco a estar en casa relajadas, yo con un buen libro y tocando algo el piano. Mientras tanto Carmen se pilló la siesta más profunda del mundo, tanto que al levantarla para que se duchara, vistiera e ir nos dejó colgados. Macaco me recogió un poco tarde, ahí estaba yo, cual adolescente esperando en la entrada, mientras mi madre me vigilaba desde la ventana, le enseñé el dedo desde fuera. Mis vecinas parecían que también iban a ir, unos chicos las recogieron, una de ellas me saludó desde lejos y le sonreí. ¿Dónde estaba Macaco? Llegó con su habitual calma que le caracterizaba y me hizo subir a su coche.

5.

–Tráela a casa pronto –pidió Carmen a Macaco.

–Lo intentaré –respondió él risueño.

Me subí al coche y Macaco comenzó a explicarme que en ese concierto iba a ir todo el mundo. «Los festivales, ya se podrían haber puesto de moda en nuestra época universitaria». Soltó de pronto. Yo tampoco tenía mucho que decir, ¿festivales? Tampoco iba a muchos. Había intentado ir a los conciertos que hicieron ese año en el museo Reina Sofía, pero fue misión imposible.

–Estás muy callada –soltó.

Sí, era cierto. Estaba callada por muchas cosas, me apetecía ir al concierto, pero no quería encontrarme con todo el mundo. Además, Macaco salía con Cande y yo iba a ir de sujeta velas. Y luego estaba Izal... Izal y sus canciones. Le sonreí a forma de respuesta.

–No hace falta que finjas conmigo. Iván y yo somos amigos, pero tú y yo hermanos.

No quería llorar, lo juro. Pero solté un hipido y abracé a Macaco, un abrazo por el que casi morimos. Sí, Macaco y yo siempre habíamos sido como hermanos. Desde la muerte de mi madre y mi tío siempre iba a su casa para las ocasiones importantes. Que si Navidad, Reyes, Nochevieja, su cumpleaños, el mío. Habían sido una segunda familia para mí.

–Para mí también eres como mi hermano. Espero que sientes de una vez la cabeza –le dije sollozando.

–¡Oye! Espero hacerlo –respondió quedándose serio

–Oh Macaco. Me pido ser tu madrina en la boda.

–Ya, ya. ¿Cuándo se volvió una conversación sobre mí? ¿Por qué no hablas?

–Sí que lo hago. Venga que hay que ver a Caaaande –dije y me bajé del coche, habíamos llegado.

6.

Encontramos a Cande cerca de la puerta con su prima y unas amigas de ésta. Se fueron por un lado y nosotros por otro. Izal no defraudaba, un directo impresionante. Con una cerveza en la mano miraba al cantante y sonreía mientras cantaba las letras. Había dejado a un lado a Cande y a Macaco para que tuviesen su tiempo. Comenzó a sonar Canción para nadie. Y no pude evitar sonreír y cantarla.

"Aún no te conozco, aún no sé tu nombre

Y echo de menos que hagas que lleguemos tarde

Aún no me he atrevido a enseñar mis cartas

Y ya tengo miedo de no saber jugarlas

Aún no hemos sufrido la cruel rutina

Y estoy pensando cómo llenaré los días

Y aunque en mi cabeza ya esté rendido

Aún no me ha vibrado en la piel tu ruido"

–Hola –Marco y sus ojos.

"Me faltan detalles que he de concretar

El color de ojos da igual

Risas que no falten, me voy a callar

Lo que pueda parecer precipitadamente incorrecto"

–Hola –contesté.

–Creía que te gustaba el trap.

–Soy polifacética, me gustan muchos estilos de música. Izal es fantástico.

Me sonrió, sus ojos en la noche hacían que destacase más, y más con ese color de pelo. Me di la vuelta y seguí viéndolos. Maldito Izal... todas sus canciones eran declaraciones de amor maravillosas; y malditos Macaco y Cande, estaban tan acaramelados que no podía acercarme. Me volví, sonreí a aquel chico y fui a por una cerveza.

–Te la pido –se ofreció él.

–No hace falta –respondí.

No hace falta decir que el camarero no le hizo caso y me tuve que abrir paso para conseguir una cerveza.

–Pídeme otra a mí –me dijo con su voz ronca al oído.

Me estremecí, lo noté detrás, para que nadie me empujara ni nada. Me las sé arreglar sola, quería decirle, pero tampoco me dio tiempo.

–Así que Izal –dijo con una sonrisa.

–Sí– respondí.

En ese momento tenía la cabeza hecha un botijo. Sabía que toda la gente joven del pueblo estaba allí y probablemente supiesen quien era yo, por su madre, abuela o tía.

–¿Te pasa algo? –preguntó.

–Pues... –comencé. No tenía muchas ganas de contar toda la historia.

–Espera –me dijo. Lo miré sorprendida, que quería. –Es mi canción preferida.

Pequeña gran revolución comenzó a sonar y noté como me llevaba hacia el centro.

"Que tu ferocidad

Me deje huella

Que ahuyente mi maldad

Que aleje bestias

Que ponga es su lugar

Pura inocencia

La que hoy cubre tu cuerpo

Sin darte cuenta"

–Me encanta. Es de mis preferidas –le respondí.

Hizo una pequeña reverencia y me dio una vuelta sobre mí misma. Nos reímos.

Que no pierdas esa fe

Que hoy es eterna

Y esa forma de no ser

Consciente de ella

Que tu curiosidad

No desaparezca

Y crezca como lo hacen

Ahora tus piernas."

Estábamos muy juntos, ambos sonrientes, ¿podría llamarlo felicidad? Noté como se acercaba, pero giré la cabeza un pelín sin soltarlo. Y me sorprendió porque comenzó a cantarme.

"Bienvenida a casa

Pequeña gran revolución

Que con tus pasos marcas un nuevo rumbo

En dirección a nuevas montañas que parecen menos altas

Con cada palabra que nace en tu garganta

Pequeña gran revolución"

Podía ser esto lo más surrealista que me podía pasar en esos momentos. No pude evitarlo y le besé. Sí, yo, si los del pueblo iban a hablar que hablasen. Ambos nos reímos y me cogió en brazos. No sé qué mosca me había picado cuando lo vi en la playa dos días atrás y lo miré a los ojos.

Quizás todo eso se debía a que Izal tenía canciones preciosas que ponía en bucle junto con Vetusta Morla para relajarme, pero lo estaba. Respiraba paz por no tener un pasado con alguien.

"Y al resto del mundo deseo sincero

De éxitos en la batalla

Que pensemos despacio

Queramos deprisa

Y caminemos con la frente alta

Incluso en este momento en que nada ocurre

Calma blanca, ropa de cama de hotel

Olores de vida plena

Sexo ligero, agua fresca, zumo de fruta y café"

Copacabana sonaba y los dos comenzamos a bailarla. Marco no paraba de darme vueltas y balancearse junto a mí. Iván era alto, bastante y tenía que ponerme de puntillas con mis Converse, mientras que él se inclinaba hacia mí.

7.

El resto de las canciones las pasamos cantándolas, alguna bailándola y juntos, muy juntos. A veces me permitía apoyarme en él y le permitía que se apoyase en mí. No encontraba a Macaco por ninguna parte, ¿se habría ido?

–No encuentro a mis amigos –le dije.

–Creía que venías sola. No vi a nadie contigo.

Fui a coger el móvil, pero el móvil de Macaco comunicaba, decidí que lo mejor sería ir al coche, pero sorpresa, me había dejado plantada.

–Lo mato –dije.

–Tranquila, podemos ir caminando hasta la urbanización. Te acompaño a casa.

–No pasa nada, cojo un Uber –respondí.

Probablemente él querría algo de mí, con la fama que tenía en el pueblo. Le habrían dicho "Rompió un matrimonio." Que mierda más grande.

–Tranquila que te acompaño, compartimos Uber si quieres.

–Marco mira... –comencé.

–No sé qué te han dicho, pero yo... –comencé y los vi.

Allí estaba Ángel con Lorena, juntos de la mano. Me quedé patidifusa, no sabía que hacer. Él me vio, yo lo vi, luego Lorena me miró y Ángel tiró de su mano.

–¿Quiénes son? –preguntó Marco.

–¿No lo sabes? –respondí a forma de pregunta.

Marco me miró con cara como si debiese intervenir. Negué con la cabeza y me giré, no tenía ganas de hablarle de Ángel, de la cagada, de todo, al fin y al cabo. Me estaba cagando en Macaco, si hubiese estado él no me tendría ni que preocupar por Ángel, o quizás... Marco parecía que no tenía del todo claro el si moverse o no, ¿Por qué no se movía? Lorena se acercaba a nosotros, se dirigía a mí con una cara de mala leche, como si fuera a darme una bofetada. Esperaba una, una fuerte, pero no tuve en cuenta que había una tercera persona, y no, no iba a ser Ángel. Marco se interpuso en su camino, pero eso no evitó que me chillara y dijera todo lo que quería que escuchara Marco.

–Que poca vergüenza tienes, plantarte en el pueblo después de lo que hiciste.

No tenía la necesidad ni quería contestarle, sólo quería irme de allí. Lorena me estaba recriminando una cosa que también había hecho su novio-prometido-marido. No sabía cuál era su estado civil en esos momentos, pero me daba igual.

–Prepárate. Porque vas a ser el siguiente, te va a dejar con el culo al aire.

No hice nada, quería que se rindiera y me dejara en paz. Miré hacia Ángel, pero él rehuyó mi mirada. Marco por el otro lado, se terminaba una lata de cerveza.

–¿Me estás amenazando? –preguntó él con una sonrisa chulesca. – Mira Elena, me está amenazando.

–Marco, para ya. No estoy para estás niñerías – contesté cansada.

–¿Una niñería? ¿Acostarte con mi prometido te parece una niñería?

La miré, de forma fría y casi imperceptible. Estaba cansada, cansada ya de todo ese drama. Cansada de Ángel, cansada de Iván, cansada de lo que diría o dejaría de decir el pueblo. Sólo quería vivir tranquilamente. Pareció que se quedó sorprendida.

–Una niñería me parece que no pases página, esta conversación la deberías tener con él. Yo paso del tema, supéralo.

Me di la vuelta y los dejé ahí, me pediría un Uber, sería lo más sensato. No esperaba que de pronto alguien al que conocía apareciera. Cuando quieres cero dramas, hay alguien que siempre jode todo.

–Elena. – Tardé algo de tiempo antes de girarme.

Allí estaba Ángel, al lado de Lorena. ¿Me dolió? No. ¿Me mosqueó? Tampoco. Descubrí que me era indiferente. Le sonreí, me di la vuelta y me fui de allí haciendo el símbolo de la paz. ¿Había sido madura? No me importaba.

–Elena –repitió alguien detrás. Sonreí.

Lo vi acercándose con una sonrisa en la boca. No sé lo que me pasaba con él, había sido un hallazgo fortuito en una playa por alguna razón extraña. Había llegado en un momento que no buscaba nada, quería descansar de tíos.

Llegó a mi lado y no pude evitar sonreírle y él me sonrió a su vez. Nos miramos y parecía que nos entendíamos. Me rodeó con el brazo y se inclinó a lo que parecía mis labios, pero se quedó en mi pelo suelto y rio.

–Ey, ¿Qué te pasa? –Le pregunté haciéndome hacia atrás.

–A ver, ¿le levantaste al prometido y es el tío que acabas de rechazar?

–No es tan sencillo –le respondí riéndome.

–Tengo todo el camino de vuelta para que me lo cuentes– contestó dándome la mano. Y sonreí.

–¿Intentas ganar una apuesta o algo? –pregunté.

–No. Y si hubiese una apuesta ya se habría acabado hace tiempo, ¿no crees? –contestó.

Le sonreí y nos dirigimos a mi casa. Le conté más o menos lo que había pasado con Ángel y con Lorena. Él me escuchó y me contó cosas sobre él, que, si de pequeño le gustaba montar videos para subirlos a Youtube, con las letras de las canciones. También sobre sus hobbies y que era un seriéfilo, me dijo que series tenía que ver sí o sí. Menos mal que había visto Juego de Tronos, si no me decapita.

–Además, bueno... –comenzó y se giró un poco avergonzado.

–¿Qué pasa? – Le respondí muerta de risa.

–Creo que eres mayor que yo, así que me darás calabazas.

Me reí y me apoyé a él, estaba demasiado a gusto.

–¿Cuántos años tienes?

–Veintitrés– soltó.

Nos llevamos cinco años, pensé rápido. Esto se quedaría en... Para él en un amor de verano, de esos inolvidables. Y yo... Perdía el tiempo.

–Bueno, yo veintisiete, cumplo el mes que viene veintiocho –contesté.

–Elena –dijo y levanté la mirada.

Sabía lo que me diría, lo mejor sería acabar con esto, lo sabemos los dos. Estamos en dos momentos diferentes de la vida, yo tendría que estar pensando en crear una familia, tú en pasarlo bien con tus amigos, salir a bares. Acabas de salir de la facultad le diría.

8.

–¿Nos hemos visto antes? –Me preguntó.

–No. Me hubiese acordado de ti– respondí.

–Es que tengo la sensación de que te conozco de algo.

–¿Por eso me miraste así en la playa? –pregunté divertida.

–Sí.

Me reí y me separé algo de él. ¿Qué estaba haciendo? Ahora me daba la sensación de que el paseo comenzaba a ser entre tímido e incómodo. Yo me encontraba algo inquieta y sabía lo que me pasaba. El chico me gustaba, y parecía que podría gustarme mucho. Nos miramos a los ojos unos segundos que parecieron minutos.

–¿Tú sabes a lo que te enfrentas? –pregunté con algo de risilla.

–Creo saberlo –respondió.

–Pues te espera estar con una persona non grata del pueblo. A que te señalen y digan, mira otro. O... no sé, ¿Qué me veas como un muermo?

–¿Y tú sabes a lo que te enfrentas?

–Sorpréndeme –respondí.

–Pues que te hable de series, que me apetezca más un plan de sofá y manta que uno de salir por ahí. Que te ilumine con música urbana.

–Pues eso me gusta –le dije coqueta.

–El tema de las habladurías me dan igual. Prefiero conocer a las personas por mí mismo.

–Me caes bien –respondí.

–Está bien saberlo, es un buen comienzo.

9.

El camino se hizo ameno, en algún momento cantábamos alguna canción de Izal, me daba una vuelta y para mí esa noche solo podría describirla con una palabra: mágica. La recuerdo así, mágica. Sin necesidad de terceras personas, florituras ni nada.

–Este pueblo es precioso –dijo.

–Es especial –contesté.

–Sí. –Afirmó. Me volvió a mirar de esa forma que hacía que me ruborizara, pero que gracias a la oscuridad de la noche se disimulaba de cine.

Lo miré y pareció que él también se ponía nervioso, de una manera distinta a la que se pondría cualquier adolescente. Los dos éramos conscientes de la atracción que existía entre ambos, también que nos gustábamos; pero a la vez también que cualquier error podría determinar nuestro futuro, si es que lo había.

Me besó, yo también lo besé. Me dejé llevar, no sé qué me pasaba con él, me dejaba llevar, me olvidaba quien era por unos instantes y disfrutaba. El olvidar el pasado y el futuro sentaba de maravilla. Paramos de besarnos y nos empezamos a reír.

"Yo solo pido pausa y tú me das ojos de huracán.

Yo solo pido calma y tú haces espuma el agua del mar.

Solo pido silencio y gritas que no digo la verdad" – le canté.

–Que bien te sabes las canciones de IZAL.

–Para que veas. No me superarás con la música nunca– respondí.

–Y que tal que:

La mujer de verde se ha vuelto a poner el traje para rescatarme

Qué sucederá cuando las balas no reboten,

Y los malos sean más fuertes

Y volar no sea tan fácil

Y conozcan nuestros planes?

Me reí, iba con una camisa verde lima. Me acerqué y lo volví a besar. Ahora me sentía especial, notaba que no tenía el control y que una electricidad extraña me acercaba a él. Llegamos al portal de mi casa, me sentía como una adolescente que llegaba con su novio después de una cita.

–Bueno, es aquí– le indiqué dándome la vuelta y mirándolo.

–Pues... pequeña gran revolución, nos tenemos que despedir.

–Que fino hilas– le respondí y rio.

–Pues ahora toca:

"Un beso sincero en la boca

Pies descalzos

Arena virgen

Copacabana y claqué"

–¿Te tengo que dar un beso, o me lo das tú?

Y me dio un beso, tierno y sincero en el que cerré los ojos. Se quedó fuera, esperando a que entrara.

–Elena –me llamó antes de que cerrara la puerta.

–¿Mañana quieres quedar? –Me preguntó y Mía empezó a hacer ruido.

–Es el perro. Sí –le contesté.

Aún en la penumbra noté como la cara se le iluminaba, y tuve ganas de ir a abrazarle, pero me detuve.

–¿Te apetece ir a la playa juntos?

–Me encantaría. Tengo a mi amiga aquí, que se está quedando...  le respondí.

–Ah –dijo algo apagado.

–Podemos ir a un sitio, si nunca has estado en Cádiz te va a encantar.

–Vale –respondió sonriente.

–Vamos a la tarde. Te espero aquí –le contesté.

–Que tengas dulces sueños –me dijo y se giró.

–Igualmente.

No pude evitarlo y fui hacia donde estaba él, ¿qué hacía este chico para hacer estas cosas? Fui y lo besé, me respondió al beso y nos quedamos abrazados.

–No quiero soltarte –me dijo y me reí.

–No me voy a ninguna parte –le respondí.

Hundió su cabeza en mi pelo y me quedé allí, quieta. A lo mejor eso había sido uno de los efectos de las canciones de IZAL, pero no sabía si quería descubrirlo.

–Espero que esto no se trate ningún sueño –dije riendo.

–Yo tampoco –respondió riéndose.

–Me tengo que ir –le dije.

–Sí, yo también. Se van a preocupar por mí. Déjame tu número, ya te hablo mañana –respondió.

Me metí en casa y él se fue. ¿Qué había sido todo eso? Estaba roja como un tomate y tan ansiosa en querer contárselo a alguien, quería despertar a Carmen, pero tenía que dormir... No, no, tenía que contárselo YA, antes de que mis hormonas dejasen de ir a por mil. Pensándolo mejor... Carmen estaba embarazada y necesitaba descansar, mejor irme. Enzo y Mía vinieron a la cama, así que les conté todo, parecía una loca, pero me daba igual.

10.

Al día siguiente me desperté algo confusa, no sabía si había pasado algo o no, si todo había sido fruto de mi imaginación... Pero no, no lo había sido, en mi móvil se podía leer.

Pequeña gran revolución.

Espero que hayas conseguido dormir,

porque yo no he podido en toda la noche pensando en ti.

A este le seguía un mensaje como eliminado y después.

Soy Marco, si te lo estabas preguntando.

Espero que me digas a que hora me paso por tu casa para ir a la playa.

No acepto un no, aunque esté tu amiga.

La playa, me dije. La playa. Habíamos quedado para ir juntos después. ¿Qué le parecería a Carmen? ¿Me juzgaría? Otra vez pensando en esas cosas. No, no, no. Había sido una noche especial... Parecía que había hecho ruido porque oí unos pasos hasta mi habitación y a Carmen entrando en ella.

–A ver, me vas a contar quien era con el que te besabas en la puerta de casa. ¿Ha pasado la noche aquí?

–Pero ¿cómo lo sabes?

–Mía es una buena espía, y yo más. Suelta. Espero que no sea Ángel – dijo y la miré con una ceja alzada. – Vale, menos mal. Ahora cuenta.

–¿Te acuerdas del chico aquel...? El de la playa – le pregunté.

–La verdad es que no.

Me volví a tumbar. Esto iba a ser difícil, lo acababa de conocer, pero todo había sido tan natural... Me ponía roja nada más acordarme de él. Una adolescente, me comportaba como una. Carmen se tumbó a mi lado y me miró.

–Cuéntame –me dijo y le sonreí.

–Carmen, alguna vez te ha pasado que encuentras a alguien de forma inesperada cuando no buscas nada, y que... sientes una ilusión, aunque sea extraña y que sabes que no es nada realista. No sé si me entiendes...

–Te entiendo – y se rio. – No sé si te acuerdas de cuando nos conocimos y empezamos a salir Ignacio y yo. Acababa de dejarlo con mi ex, Bruno, y lo que menos me apetecía era tener algo con un chico, pero bueno, ya sabes, hasta el día de hoy.

–El chico se llama Marco. Lo conocí en la playa, él estaba sentado y me miró con esos ojos... Carmen, tendrías que ver esos ojos. Parecía que me traspasaban, y me daba la sensación de que nos habíamos visto antes. Me senté cerca de él, como demostrándole y demostrándome que yo era más fuerte a cualquier cosa que él pudiera hacer o decir. Y luego puso Forever alone de Paulo Londra. Macaco lo invitó al concierto de Rels B... y nos hemos ido encontrando.

–¿Y qué más? Porque me da a mí que estabas tan intranquila no por la gente del pueblo, si no por él –me dijo y empecé a reírme.

–Bueno, me lo encontré ayer en el concierto de IZAL y bueno... –me puse roja y a Carmen le pareció divertido eso. – Ya sabes...

–Ya sé el qué.

–Pues que nos besamos –le respondí con la cabeza hundida en las rodillas. Sí, una adolescente, ¿no había madurado?

Carmen siempre ha sido un amor, un amor de verdad. De esas amigas que te gustaría tener para siempre, que te apoyan y te respetan. A la que puedes llamar en cualquier momento importante de tu vida y la que te llama cuando le pasa algo importante. Cuando nos contó que estaba embarazada, fue antes de hacerse el test.

–Creo que estoy embarazada– nos dijo.

Le mandamos a hacerse el test. Carol, Carmen y yo estábamos sentadas alrededor de la mesa esperando a que el palito cambiara de color, le compré el que le decía de cuanto estaba. Ignacio y ella no iban buscando un niño, ni siquiera les gustaba la idea de casarse. Cuando salió que estaba embarazada las tres gritamos de felicidad. A Carmen le rondaba la duda de si Ignacio se lo iba a tomar tan bien como nosotras. La duda se convirtió en un falso positivo, Ignacio se quedó flipando, pero para bien. Nos llamó enseguida para contárnoslo, Mientras tanto él no sabía que prefería, si niño o niña. Parecía que sus dudas se habían disipado porque iban a tener un par, un niño y una niña.

11.

Carol y yo teníamos claro que íbamos a ejercer de hadas madrinas, así como suena "hadas madrinas". Teniendo en cuenta mi historial, probablemente me quedaría sola y debería tener niños postizos para no pasarme la vida sola. Aunque realmente, Carmen me daba envidia, tendría su propia familia.

–¿Te has pillado? Estás como una adolescente. – me dijo ella con una risa a la que le acompañaban unas lágrimas.

–No te metas conmigo, solo es un chico que me hace tilín –le dije.

–No me estoy metiendo contigo cari.  Es que es la primera vez que te pasa...

–Puedes decirlo, desde Iván.

–Desde que empezasteis a salir. No esta última vez.

Me hundí más, ¿esto que significaba? Tenía la cabeza llena de historias incompletas, de tíos con los que no había llegado a nada, ellos querían más, pero yo no estaba preparada. A lo mejor el karma me la estaba devolviendo, probablemente él no quería nada más allá que un rollo de verano, y yo en un futuro podría querer algo.

–Me dedicó unas canciones de Izal –le dije a Carmen, que me dio un abrazo. Me separé de ella un poco. –Me encontré con Lorena y Ángel, bueno, los dos nos encontramos.

–¿Cómo?

–Pero él no huyó. Dio la cara por mí, aunque yo se defenderme sola. Pero me gustó eso, me dio la impresión de que no estaba sola. Además, tenías que haberlo visto cuando Lorena le dijo "vas a ser el siguiente" y él le respondió "¿me estás amenazando?" Carmen, todo fue muy surrealista. Parecía sacado de una telenovela coreana de esas que te gustan a ti. Yo ya me iba, porque no tenía nada que hacer, ni quería dar pie a nada, y Ángel me llamó. No hice nada, seguí caminando, pero Marco vino conmigo. No sé cómo explicarlo, si esto lo hubiera hecho otro tío te diría y sacaría mil defectos, como que es todo demasiado rosa, pero no me importa.

–Qué fuerte. Mi madre, que te los encontraras ahí. Yo a la Lorena esa le hubiese echado a Mía. – La aludida se irguió. – Sí tú, te hubiese dicho que la atacaras.

A modo de respuesta Mía se puso a brincar de felicidad, la pobre no se enteraba de nada. Un amor de melocotón, solo se le puede decir eso. Carmen y yo bajamos, ella había desayunado y se fue a duchar. Yo me quedé en la cocina, delante del móvil, preguntándome si tenía que contestar al mensaje de Iván.

El móvil lo miré hasta desgastarlo y le contesté: Si te viene bien, dentro de una hora.

Esperaba que no me contestase, que pasase de mí y que hiciera esas cosas que los tíos suelen tener muy en cuenta, como el: "hasta el tercer día no le escribo". Me sorprendió al comprobar tras poner el pan en la tostadora con una contestación diciendo que sí, que estaría aquí. De pronto me di cuenta, Carmen, cuando se enterara de la edad que tuviera fliparía y me diría corta eso. Como si la invocara apareció, yo me levanté nerviosa a recoger mis tostadas.

–Carmen...

–¿Qué pasó? Tienes que darte más prisa Elena, que mira yo casi estoy.

–Marco viene con nosotras a la playa –le solté la bomba, bueno, la pequeña bomba.

–Que bien, así lo conozco. ¿Le puedo hacer un tercer grado? –preguntó entre seria y divertida.

–Ja, ja. A ver... Te he omitido algo que es importante. –Empecé y me comí un trozo de tostada con tomate.

–¿El qué? –preguntó.

– Que tiene veintitrés –le dije. Pude escuchar como la voz en off de Sálvame decía "BOMBA".

–¿Cómo? ¡Elena! Lo quiero conocer. Tienes a un yogurín –preguntó y empezó a reírse.

– Creía que ibas a tener otra reacción.

Me dio un abrazo, de esas que dan las madres.

– Lo importante es que seas feliz. Vete arriba, dúchate, cámbiate y ya lo vemos.

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