Miss Independent
11.
¿Qué había pasado? Él... él se iba a casar, ¿por qué me besaba? Que forma de joder todo. Mía me siguió y sé que vio a Ángel, el calor no bajaba de mi cara. En vez de ladrarle con gracia y salero como solo ella podía hacerlo le gruñía, como si supiera que lo que había pasado había sido un error. Solo hizo falta mirarnos para saber que lo que había pasado no debía volver a ocurrir.
Recogí a trompicones mis cosas, cogí mi tabla, me puse un vestido encima de mi bikini mojado y llamé a Mía para que viniera conmigo. Ella no dejó que se acercara. ¿Qué había pasado? Creo que cometí un error, un error grande y horrible porque me di la vuelta. Esa vuelta que en todas las películas la protagonista da al final de la película y sabe que él es el hombre de su vida y salen los créditos con pedazos de situaciones que se enfrentan en un futuro, todas bonitas y preciosas.
Esta vuelta fue extraña, no porque nos mirásemos. Si no porque quería descubrir que había pasado, creía saberlo. Dejé mis cosas a los lados, Mía seguía ladrando, pero me daba igual. Él se acercó y me cogió por la cintura, yo lo miré poniendo mis manos entre su cara y la mía, para cerciorarme que tenía el control.
— Elena, yo...
—Te vas a casar. Somos amigos —le dije mirándolo
— Elena...
— Ni Elena, ni Eleno. Ángel, sólo somos amigos. Y eso es mucho, porque ahora apenas nos conocemos.
—Elena, no... —comenzó a decir como si lo abandonase a su suerte. Pero yo... todavía sentía algo por otra persona. Sabía que de ahí no iba a salir nada, se había acabado antes de comenzar. Las cosas no se hacían así y Ángel era uno de mis amigos de la infancia, punto final de la historia.
Mis manos temblaban, no sabía qué hacer. Quería darle un beso, un beso de despedida. A partir de ahí no lo volvería a ver, todo estaba roto, se adelantó y me besó con tanta pasión que parecía que se acababa el mundo, y yo me dejé llevar. Qué me pasaba, porque no ponía resistencia... Tras ese beso no era capaz de caminar. Mía fue enfadada en la parte de atrás del coche, yo ida y él... ni idea. Comenzó a sonar Valeria de DVICIO y noté que me miraba; cerré los ojos y esperé a que la vergüenza me devorara. Hoy significaba algo totalmente distinto que anoche, o quizás... siempre significó lo mismo.
—Ya hemos llegado— nos dijo a Mía y a mí.
Mía llevaba las patas limpias y la dejé entrar. Cerré la puerta tras ella y coloqué la tabla de surf en su sitio. Él seguía ahí, me acerqué a donde estaba, con algo de timidez.
— Es muy bonita esa canción, ¿la tocarías para mí?
Asentí, de pequeña siempre le enseñaba la canción que había aprendido. Aunque él quería que aprendiera alguna otra que no se podía tocar con el piano. Le pedí que me esperara al lado del piano, que me cambiaría por algo seco. Me puse unos shorts y una camiseta grande y vieja que había encontrado por ahí. La camiseta me la había autorregalado, era suya. Me coloqué el pelo suelto detrás de las orejas y respiré hondo, como si fuese a desvelar un gran secreto.
Me miró con paciencia al principio, yo cerré mis ojos y me dejé llevar. Sonreía en los momentos que me provocaban ternura. Comencé a rememorar cuando crecimos, cuando él tenía dieciséis años y lo veía de lejos con las chicas que lo buscaban. Desde pequeño siempre fue muy popular entre ellas, pero yo era su Elena y aunque no me mirara con otros ojos, me sentía especial. Su pequeña hermana, les decía a todas. Pero ese año comenzó a cambiar todo un poco, Sara y él comenzaron a salir, me dolió. Candela también salió con él, y entendí que salir con alguien no significaba que te casarías con él, pero por alguna extraña razón quería estar todo el rato con Ángel. No se daba cuenta, pero nos íbamos distanciando, Macaco y yo teníamos la misma edad, al igual que Iván. Un día me contó que su primera vez fue con Lorena y que no se lo contara a nadie.
12.
Mis tíos solían venir y mi tío me animaba a tocar canciones que me hubiese aprendido, sabía que era incapaz de ir a un conservatorio. Me aburría muchísimo, que si: fa, sol, mi re, do. Y un día le confesé a mi tío que me gustaba un chico, un secreto que no había tenido valor contarle a nadie. Para mi madre seguía siendo una niña que jugaba con muñecas, y mi tío me sonrió.
—Elena, nunca te fíes de un chico. Ándate con ojo, que les da igual hacerte daño.
No lo creí, los chicos no hacían daño porque así. Así que, cuando Ángel me preguntó a mis quince sobre si me interesaba algún chico yo contestaba que no, aunque no fuese verdad. Quise distanciarme de él, pero cada vez que lo intentaba, él volvía. Pensé que eso era el destino, no pasaba siempre, el verano siguiente nos volvimos a ver, pero la pequeña Elena había desaparecido. El que viniera a tocarme el pelo me molestaba, y que me hablara como una niña de diez también. Dejé de hablar con él y también de saludarlo en la playa. Me dediqué a pasar los días en la playa con Iván y Macaco, haciendo surf y yendo a las fiestas del pueblo juntos. Había madurado para saber que Ángel nunca me vería más que como una niña, aunque él no se diera cuenta. Cada vez que intentaba acercarse, yo me apartaba. Un día se plantó en mi casa para preguntarme qué me pasaba, porque me mostraba esquiva.
—Simplemente tengo dieciséis años, soy una adolescente. Es totalmente normal que me comporte así.
—Elena, que soy yo.
—Por eso mismo, porque eres tú —intenté explicarle.
—Elena, no soporto que estés así conmigo.
—Ángel, mira más allá de tu ombligo —contesté enfadada.
—Pero ¿Qué te pasa? —dijo cogiéndome del brazo.
—Que te quiero —confesé.
Lo miré asustada, esas palabras solo habían salido de mi boca para decírselo a otro. En ese momento él volvió a tirar de mi brazo y pegó sus labios a los míos, había sido nuestro primer beso, y él besaba muy bien. No hablamos nunca de ese beso, pero durante ese verano cuando salíamos aprovechábamos para buscarnos y encontrarnos, aunque nunca pasó nada más. La línea entre lo que habíamos sido y éramos en esos momentos se volvía cada vez más difusa. El primer baño nocturno en la playa, en el que terminó por darme una de sus camisetas, quizás era la que llevaba en ese momento. Las veces que todos salíamos a encender bengalas y ver los fuegos artificiales, nosotros buscábamos nuestras manos. Pero el verano acabó, y él se fue, a una universidad que tres años más tarde iría yo. Iván, Macaco y yo nos veíamos todos los veranos.
13.
Lo miré, sabía que habían pasado muchas cosas. Nos habíamos reencontrado dos años atrás y ya no éramos los mismos. Nadie sabía lo que había pasado ese último verano que pasamos juntos, y nosotros hacíamos como si nunca hubiese pasado. Carraspeó y salimos de esa burbuja.
—Me gusta mucho.
—Gracias.
Nos miramos cómplices, yo azorada porque me daba vergüenza que me vieran tocar y él... no lo sé. Ángel se fue y no lo vi durante lo que restó de semana, ¿qué había pasado? ¿Por qué me había besado? ¿Por qué? No tenía respuestas para ninguna de las respuestas que necesitaba, todos los días bajaba a la playa, hacía surf, me quedaba contemplando el mar que me había dado tanto, pero me había quitado mucho.
Cuando tenía veintiuno, mi tío y mi madre se fueron a navegar con el barco de él, no se supo nunca cómo pasó, pero ambos murieron ahogados. Solo me quedaban mis abuelos, y a ellos yo. Tuve que ser fuerte por ellos y por mí, no podía permitirme que me viesen débil en esos momentos, aunque solo quería decirles que pronto estaríamos bien. No me había dado cuenta, pero tenía la cara llena de lágrimas al recordarlos. El móvil comenzó a sonar, el número de Candela, me sequé las lágrimas y puse mi mejor voz, para asegurarme que no se notara que estaba mal.
—Hola Bella Swam —saludó y me reí. Había sido muy fan de Crepúsculo en su momento.
—Oye... ya sabes que Damon Salvatore es para mí, además que estamos predestinados. Me llamo Elena. Todo está pensado —respondí haciendo alusión a nuestra serie favorita cuando teníamos quince años, Crónicas Vampíricas.
—¿Salimos al final hoy? Es que me aburro como una ostra...
—Claro, aviso a Macaco y a Ángel. Quedamos en mi casa a las diez.
Avisé a todos por el WhatsApp, regresé a casa, aproveché para ducharme, llamar a Macaco para que trajera comida y fui a por la bebida. Macaco llegó el primero, saludó a Mía y buscó a Enzo, aunque no por mucho tiempo, porque éste llegó cual príncipe buscando sus caricias. Macaco no dejó que pusiera la música, él tenía que ponerlas. La canción Italiana de J-AX con Fedez sonaba a todo volumen y nosotros la cantábamos con un par de cervezas, eso era vida.
—¿Sabes algo de Iván? —me preguntó estando los dos solos.
—Ni idea, supongo que de trotamundos como siempre. Me da una envidia...
—Y no nos lleva.
Nos miramos y reímos. Macaco y yo habíamos crecido juntos, pero a diferencia de los demás habíamos sido vecinos e íbamos juntos al colegio. Nos habíamos convertido en hermanos sin serlo, conocíamos el historial amoroso del otro. Los dos teníamos que estar juntos porque estarían ahí Cande y Ángel. Cande fue el primer amor de Macaco y Ángel el mío, aunque... ya os contaré. La brisa que entraba del exterior era inusual, como si se hubiese adelantado el verano, al rato llegaron Ángel y Cande. Cande venía con una sonrisa sospechosa y pícara que me intrigaba. Nos pasamos la noche así, entre risas, cervezas, anécdotas y música de esa que se ponían en las discotecas que apenas pisábamos. Todo era casi perfecto, casi. Digo casi, porque lo mejor faltaba por llegar. Tocaron al timbre y me quedé descolocada. ¿Serían los vecinos? Les hice señas para que bajaran la música.
—Shh, serán los vecinos.
—Que vecinos más cutres —soltó Macaco.
14.
Fui hasta la puerta como si estuviera sobria, cosa que no estaba. Abrí la puerta y comenzó a escucharse Miss independdent de Ne-Yo. No, no podía ser. No podía ser que él, ÉL, estuviera ahí. El pelo oscuro, con rasgos afilados y ojos negros, me sacaba dos cabezas sin tacones, ahora solo una.
—Cuanto tiempo —dijo y me sonrió. Joder con esa sonrisa, casi me caigo de culo.
—Estabas perdido. —Solo supe decir.
—Sí, miss independdent —respondió inclinándose hacia mí. —¿Puedo pasar?
Pasó y cerré la puerta. Había vuelto, cuanto hacía. ¿Cuatro años? Caminé y le enseñé la casa que ya conocía para reunirnos con los demás.
—Hermano —gritó a Macaco, que saltó del sofá y le dio un abrazo que parecía que alguno tiraría al otro al suelo. Me sacaron una sonrisa que hizo que mis ojos se llenasen de lágrimas que supe disimular bien.
Me senté al lado de Cande y me pidió perdón. Esa era la sonrisa, le di un beso en la mejilla y nos miramos con complicidad, por eso había afirmado aquello cuando estaba con Ángel, ella sabía que él... Mientras tanto, Ángel estaba un poco desubicado, yo no podía dejar de mirar a Iván. Cuatro años... Él se volvió hacia nosotros y saludó a Ángel, parecía mayor que todos incluso que este último. Eso fue lo que le dijo Cande, también le dio la noticia de su futuro matrimonio, Iván lo felicitó y me miró. Yo me limité a ir por el vino.
Me fijé, Iván tenía alguna que otra cana, seguía teniendo un pelo abundante, no se quedaría calvo. Sí, soy de esas personas que mira a la cabeza de los tíos para ver si se van a quedar calvos.
—¿Y a dónde salimos? —preguntó Iván.
—A mi antro —contestó Macaco.
—No es ningún antro. Es el mejor sitio de toda la zona —le contesté
—Por eso me he apuntado —contestó Cande.
— Que maja ella —respondió Macaco con ironía.
—Mucho. —Seguí yo, él me miró y empezó a reírse.
15.
Macaco fue solo en un taxi porque tenía que ver si todo marchaba bien, y si ya estaba listo el reservado, todo gratis. En el otro taxi fuimos los demás, abrí la ventana para que me diera el aire, me encantaba ese aire, olía a...
—Huele a mar, ¿no os parece? –preguntó Iván.
—Sí. —Sonreí, y pude ver por el retrovisor que él también lo había hecho. —Es el mejor sonido del mundo.
Llegamos y ni esperamos, fuimos directamente dentro. Cande estaba entusiasmada, Blue Sky discoteca y chillout según lo que prefirieras. Cogí a Cande y comenzamos a reírnos y a cantar como locas Contando Lunares de Don Patricio. Me dediqué a disfrutar de cada momento de la noche, Macaco apareció para bailar con nosotras, también Iván y Ángel. Iván siempre había bailado genial y bailar con él siempre había sido uno de mis placeres ocultos, no nos quitábamos los ojos de encima. Notaba algo distante a Ángel con el grupo, pero no sabía por qué. Ya habíamos dejado de ser unos chiquillos, ya no suponía un problema la edad.
16.
Salí de la pista a coger aire, lo bueno que tenía el sitio era que te dejaba ir a la playa. Fui por el camino de madera a respirar el aire fresco y dejar atrás un poco el sonido estridente.
—Hola. —Se trataba de Iván.
—Hola.
—A Ángel le interesas. —Soltó como quien no quiere la cosa.
—Ángel se va a casar —respondí.
—¿No quieres sentar cabeza? —me preguntó, lo miré. ¿En serio?
—No podría sentar la cabeza con Ángel.
—¿Por? —me preguntó.
—Eso ya lo sabes.
—¿Por qué se va a casar?
—En serio, ¿Quieres oírmelo decir?
Nos miramos y nos quedamos así. Entre nosotros existía una tensión que parecía que nunca se había resuelto. Se acercó y me tocó la cara, quería ponerme de puntillas y besarlo. En ese momento me daba igual que se fuera a algún país y yo me quedase ahí, sin saber que hacer. Le di la espalda queriendo dejar a un lado la conversación e intentar que no pasase nada
—Si pasara algo entre Ángel y yo, saldría corriendo. Ya lo sabes.
—¿Por qué?
—Porque él me mira como alguien indefenso, no lo soy y lo sabes —dije y me di la vuelta. Lo miré a los ojos para comprobar que él también lo sabía.
Se acercó a mí, estábamos juntos, muy juntos. Me costaba respirar, me temblaban las piernas, pero eso no lo veía él, lo notaba yo, hubiese salido de ahí con él sin pensar. Mañana sería otro día, y podría ser que se marchara a donde fuera, pero ese rato me pertenecería a mí.
—Joder Elena. — Me quedé en silencio, quería que se explicara. Apoyó su cabeza en mi hombro. —No has cambiado. No me digas que me has esperado.
—Iván, no te he esperado. Tuve una relación... que salió mal. Y estoy aquí para desintoxicarme de todo —le confesé.
—Me alegro. ¿Qué tal te va el resto?
—Me han ascendido, desde que nos vimos por última vez dos veces. Sigo viviendo en Madrid, tengo a Mía y a Enzo... ¿a ti?
—Me va bien, por fin me puedo quedar en un sitio fijo. Viviré en Madrid y no tengo pareja.
—¿No has tenido nada serio? ¿Sólo rollos esporádicos?
—¿Qué crees? —preguntó y me reí. Nos conocíamos demasiado bien. –No, nada.
Le toqué el pelo, de esa forma que hacía antes. Me apoyé en su pecho y me estrechó en sus brazos, parecía que me iba a dar un infarto. Como si fuera lo más normal nuestras bocas se buscaron y se encontraron sin problemas, parecía que esos cuatro años no habían pasado, estaba tan cómoda... Me separé de él, un poco a disgusto, porque lo echaba de menos. Quería despertarme con él por las mañanas, que me trajera el desayuno; que planeásemos viajes juntos, el recorrer Madrid como cuando éramos dos universitarios. El ver esa serie juntos... Ser tan independientes y esa confianza que siempre nos había caracterizado. Se oía desde lo lejos la canción Time After Time, bajito, recordándonos algo quizás.
—Deberíamos volver.
—Sí, sería lo mejor.
—Iván... —comencé. Me acerqué y le di otro beso.
—Elena... —Empezó a reírse. —Esta canción es muy nosotros. No puedo. Esta situación es demasiado rosa para mí.
Comencé a reírme, Iván estaba rojo. Todo era surreal, sacado de una película o un libro de esos románticos. Él y yo éramos todo lo contrario, pragmáticos, pero libres. Muy libres.
17.
—Chicos, ¿dónde os habíais metido? —Oímos a Ángel.
—Lo siento. Es que nos hemos puesto a hablar y nos hemos entretenido.
Volvimos a dentro. Iván y yo nos miramos, ¿por qué no podía ser todo sencillo? No lo era, había pasado mucho tiempo y no tenía ni idea en que punto estábamos. Pero que digo, si no había un nosotros, habían pasado cuatro años, cuatro años que no se podían borrar, ¿o sí? Estaba muy confundida, así que el resto de la noche lo evité. ¿No había pasado mucho tiempo? Tendría que ser un recuerdo, como lo era el de Ángel. A ver, Ángel siempre sería ese amor de adolescencia, el primer amor. Pero no era ÉL, no podría tener nada serio. Ángel me busco durante la noche, pero lo esquivé con gran maestría, necesitaba hablar con alguien. Macaco también parecía agobiado.
—¿Vamos fuera? —me preguntó.
—Sí.
Nos abrimos paso como pudimos, habían llenado el local de nuevo. Primero logré salir yo, luego salió él. Nos miramos y resoplamos con fuerza, los dos siempre habíamos sido dos desastres que nunca habían cambiado.
—Nos lo pasamos mejor cuando salimos tú y yo solos —me dijo.
—Retuit.
—¿Por qué es todo tan complicado? Han venido Lorena y Ana.
—¿En serio? —le pregunté.
En ese momento me estaba tomando un sorbo de agua de la botella que salió por el camino viejo. ¿Lorena y Ana? Por eso me buscaba... A lo mejor quería decirme en persona que habían venido, la última vez que las vi no fue la más agradable. Ángel y Lorena habían roto antes de verano, y ese mismo verano él y yo tuvimos algo ¿secreto? Lorena se enteró y como una completa niñata intentó hacerme el resto del verano y los dos siguientes imposibles. No entendió nunca que Ángel y yo tuviésemos algo, de hecho, estaba convencida que lo habíamos tenido cuando estuvieron juntos. Allí con Macaco me preguntaba por qué él se comportaba como si le interesara si estaba prometido y quería a su futura mujer, se iba a casar. No es bueno pensar cuando estás piripi, miré a Macaco, pero parecía que con esa mirada se lo había dicho todo.
— No me lo digas. Iván.
— Pero cómo...
—Joder Elena. Iván es mi amigo, o sea... ¿de nuevo? — Empezó a mirar entre los matorrales—¿Os lo habéis montado aquí? —Macaco lo sabía todo, y eso no hubiese sido raro. Bueno, si nos remontásemos cuatro años atrás.
— No. Lo besé. —Me miró con cara de alucinado. — Dos veces.
—No sé qué os pasa. Bueno, no sé qué te pasa a ti, ¿Te va el rollo masoquista y no me lo habías contado?
—No. No es nada de eso. No sé cómo ha pasado —respondí.
—Si que lo sabes Elena. Te has vuelto a liar con él, no ha sido un rollo a lo quinceañero. Joder, otra vez. Y a quién le tocará hacer de psicólogo de los dos, a mí. La paloma mensajera, a mí. Estoy harto de vuestros rollos.
18.
No sé qué me pasó que me envalentoné, me enfadé con él y con el mundo, pensé que no habíamos hecho nada malo, aunque ahora que lo pienso estaba muy perdida en aquellos momentos. Cada uno sabía cuál era su sitio, había sido algo del pasado, y lo de ahora había sido algo que no estaba previsto. Volví dentro sola y me tomé dos chupitos, desconocía el paradero de los demás, pero me daba igual. No quería pensar, solo disfrutar.
Ángel apareció y empezó a bailar conmigo, sonreí, siempre me buscaba, por algún motivo extraño. Lo miré a los ojos y me quedó claro algo, él no había dejado atrás a aquel niño de dieciocho años que se atrevió a mirarme con otros ojos, a ese que me besó a escondidas, por el que sentí muchísimas cosas y con el que pasé uno de mis mejores veranos. Todo a escondidas, sin que nadie supiera nada. Me besó, y yo me dejé, tampoco tenía fuerzas para poner resistencia, y seamos realistas tampoco me importaba. Lo demás fue confuso y rápido, llegamos a un piso, supongo que al suyo. La ropa voló, nuestras respiraciones se aceleraron y estuvimos toda la noche follando como descosidos. La primera por aquella primera vez que no fue con él, las otras por las perdidas. Hasta que caí cansada en la cama, llena de semen en sus brazos.
19.
Me desperté por el sonido de una puerta. Lo primero que pensé fue "mierda, que he hecho", luego vi mi ropa y fui al baño. Me pegué una ducha y fui abajo. Menos mal que la ropa de ayer no era para tirar cohetes y podía hacerla pasar como la de hoy. Con toda tranquilidad fui pasando por las habitaciones y me la encontré, en la cocina, que a su vez era la entrada. La conocía, joder como si la conocía.
—Elena.
—Lorena.
—¿Qué tal todo? ¿Qué haces aquí?
—Pues bien. Ayer salimos e iba tan borracha que Ángel me trajo aquí a dormir la mona. ¡Tú eres la famosa prometida!
—Sí —dijo y se puso roja. Mierda, me sentía mal por ella.
—Pues me alegro por los dos—le dije con una sonrisa y por dentro me dije, mierda la que acabas de liar. – Lorena, me voy a casa, tengo que sacar al perro.
—Claro.
—Bueno, adiós.
Me fui de ahí como una cobarde, suponía que no vería todo ahí. Había recogido algo, menos mal que era Lorena, porque ella tardaba mucho para todo. No quiero quitarme culpa en eso, pero Ángel sabía que nos conocíamos y lo había hecho todo con dolo y alevosía. Además, su cara era de perjudicada, estuvo en la fiesta, ¿me habría visto? ¿Qué debía hacer? Irme, irme del pueblo hasta nuevo aviso. Recogí corriendo mis cosas, tiré la basura y me fui con Mía y Enzo de allí. ¿Podía ser más tonta? El móvil lo mantuve apagado durante todo el viaje de vuelta, no lo encendí el resto de la semana.
20.
Esa semana me dediqué a pensar, pensé en Nico y en que lo vería el lunes en la oficina. Pensé en Ángel y en la cagada que había cometido. Me di cuenta de que no sentía ya nada por él, no más allá que de una amistad; también pensé en Macaco y en su situación y evité pensar en Iván. Mía sabía que no estaba muy allá y me hizo compañía, también Enzo. Los tres en ese piso en una nueva urbanización a las afueras, viendo una serie. El domingo a la tarde me atreví a quitar el modo avión del móvil. Muchísimos whatsapp de Ángel y de Macaco, algunos de Cande para preguntarme qué tal y dónde estaba. Contesté a los de Macaco.
1º Estoy bien, a salvo en Madrid.
2º Me había ido porque había cometido un error. Por favor no preguntes.
3º No pasa nada por lo que me dijiste, al fin y al cabo, parece que no he madurado.
4º Recuerda que eres mi mejor amigo, por favor.
5º Que te hayas liado con Cande no es ningún error. Y si os habéis acostado y os ha gustado repetid.
Ángel solo me había mandado mensajes de WhatsApp.
1º Ángel, tranquilo que Lorena no sabrá nada por mi parte.
2º Me he dado cuenta de que no siento nada por ti más allá de la amistad.
Cuando iba a escribir el tercer mensaje me empezaron a llamar. Iván, era el nombre que salía en la pantalla.
—¿Diga?
—Elena, soy Iván.
—Como bien sale en el móvil —respondí y oí su risa.
—Elena, cuando vengas a Madrid, ¿podemos quedar?
—Estoy en Madrid.
—¿Te viene bien quedar esta tarde dónde siempre? —Sonreí.
—Sí. Si me das un par de horas —respondí y oí su risa.
21.
A las dos horas estaba allí, en la entrada de la puerta del Retiro, aquella que daba a la Puerta de Alcalá. Él iba con unos pantalones chinos marrones y una camisa remangada de color verde, con sus clásicos náuticos. Yo iba con un vestido de flores en tonos marrones. Cuando llegué me sonrió.
—Hola —me dijo sonriendo de forma algo tímida.
—Hola —respondí y miré a los lados.
—¿Vamos?
—Por supuesto.
Nos dirigimos a una de esas cafeterías del retiro para pasear por el parque, como siempre. Cuando salíamos eso siempre lo hacíamos, nos encantaba. Íbamos siempre cogidos de la mano, contándonos cualquier chorrada. Me acompañaba siempre a las ferias del libro y hacíamos picnics mientras leíamos nuestros libros. Una vez en la cafetería dejé que hablara y me contara sus experiencias en los sitios en los que había estado. Había vivido mucho, y eso me gustaba, me gustaba mucho. Me enseñó fotos, él de safari, la muralla china, Tokio, Paris, Tailandia...
—Has viajado más que Willy Fog —le dije y empezó a reírse.
—Pues sí. Háblame qué ha sido de ti en estos cuatro años, aparte de ascender.
Sonreí, le conté que seguía quedando con los chicos (nuestro grupo de amigos y amigas) todos los fines de semana. Me había convertido en la soltera irremediable, pero gracias a eso siempre salíamos con la excusa que tenían que encontrarme novio. Le hablé de la bruja de la que había sido nuestra vecina y cómo había llorado cuando me marché. Se rio de eso. También le conté como llegaron Mía y Enzo a mi vida, le gustó la historia. Como si fuera lo más normal del mundo pasó su brazo por mis hombros y me estrechó hacia él, yo coloqué mi brazo alrededor de su espalda, y apoyé mi cabeza en su costado, podría decir que estaba en casa.
—Por lo demás soy un desastre —concluí. —Tengo una sorpresa —proseguí con una sonrisa.
—Me tienes intrigado. Lo que te haya pasado un día desaparecerá —dijo y volvió a estrecharme de nuevo.
—¿Qué?
—Te ha pasado algo, has vuelto a Madrid así de pronto. ¿Sientes algo por Ángel?
—No siento nada por Ángel —contesté a la defensiva.
22.
Por el único que había sentido algo así había sido por él y creía que también por Nico. Ángel había sido un error, un error del que me arrepentía. Me parecía injusto empezar algo ahora tras lo que acababa de pasar, acababa de fastidiar una relación de toda una vida. Entramos en El Corte Inglés a curiosear, a los dos nos gustaba perdernos entre los libros. No pude evitar comprarme un par de libros para leérmelos en el metro.
—¿Qué te compras?
—Estos —dije enseñándole La última pieza de Alicia Rivas y Toda la verdad de mis mentiras.
—No has cambiado, te sigue gustando Elizabet Benavent. Eres una romántica, pero no lo quieres admitir —me dijo entre risas.
—Oye. Venga que tenemos que irnos. —Seguí riéndome
—A dónde. —Siguió.
—Sorpresa.
—Mira. —Empezó a decir y sonó Miss Independent.
Me reí, sabía que me encantaba y siempre decía que ese tipo de canciones le recordaban a mí y concretamente esa canción.
"Es que vas por la vida como si no te importase lo que los demás piensen de ti, eres una tía independiente y fuerte."
Si, eso era lo que siempre me decía. La concepción que él tenía de mí era muy diferente a la mía, ya que tenía millones de inseguridades. Fuimos paseando uno al lado del otro, sin ir uno por delante del otro, siempre nos habíamos considerado iguales. Con Iván siempre había de algo de que hablar, estuvimos hablando de lo que había cambiado Madrid desde que se fue. La tienda de la esquina de siempre, el ZARA que habían abierto...
—¡Iván! —gritaron todos dentro del restaurante al que lo había llevado.
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