Yoongi.

Nunca me había parecido tan lejos el viaje de Ámsterdam a Corea del Sur, tal vez era por la ansiedad de querer encontrar aquel cuadro lo más pronto posible o solo era por lo que no recordaba muy bien la lejanía de un país a otro. Después de casi una eternidad, pude divisar la ciudad de Seúl desde la ventana de mi avión privado, era grande y hermoso. Al aterrizar pude ver la silueta de un chico alto y delgado, llevaba gafas de sol, un sombrero que lo cubría del sol y ropa extrovertida, no había duda, era Hoseok.

—¡J-hope! —grité corriendo a su lado.

—¡Yoongi, amigo! —exclamó dándome un abrazo seguido de unas palmadas en la espalda—. Hacía mucho que no te veía, has crecido mucho.

—Que sarcástico Hoseok. —dije seriamente.

—Lo siento Yoongi, no es mi culpa ser más alto que tú. —bromeó.

Ambos reímos por eso y luego nos fuimos para el hotel de Hoseok, el cual estaba en el centro y solo utilizaba cuando venía aquí, ya que la mayoría del tiempo mantenía fuera del país por asuntos personales, era por esa razón que no nos veíamos muy a menudo. Después de un rato, mis cosas ya estaban en su lugar y estaba decidido a irme a dormir temprano, ya que el viaje me había dejado muy cansado, pero Hoseok no dejó que tocara la cama, ya que según él, tenía planes para esa noche.

—¿Nos dejamos de ver por años y solo quieres venir a dormir? —indagó—. Conozco un bar cercano, al cual asisten los hombres más ricos de Seúl, te gustará.

—¿Un bar? —pregunté curioso—. Tú no solías frecuentar esos lugares.

—Bueno, no es un bar, es un lugar donde te sentirás a gusto y podrás tener un poco de placer. —informó guiñandome un ojo.

Lo sabía, no era un bar, era un maldito prostíbulo, al parecer Hoseok no había cambiado en nada. Después de casi media hora de intensidad, decidí aceptar la salida de Hoseok e ir a aquel lugar, solo iría a tomar un rato y luego volvería al hotel para descansar, Hoseok me abrazó feliz y los dirigimos al lugar. El prostíbulo estaba casi a las afueras de la ciudad, estaba rodeado de autos de último modelo y el de Hoseok no era la esepcion, un Mercedes último modelo, el cual fue recibido por un cuidador, el cual se encargaría de él mientras estábamos dentro.

El lugar era hermoso, tenía un buen diseño de decoración y como lo había dicho Hoseok, sólo habían personas de gran prestigio, aquellos que a simple vista se les podían notar sus grandes cantidades de dinero bajo su almohada. Yo me senté en una mesa cerca de la tarima, donde a cada rato se subían bailarines a hacer lo suyo, Hoseok ya se había desaparecido se mi vista, probablemente ya se había ido a divertirse con algún bailarín. El tiempo seguía pasando y estaba a punto de irme, cuando las personas empezaron a gritar y a silbar, pues supuestamente el mejor bailarín haría su única presentación de la noche.

El chico salió y podía jurar que su figura era hermosa. No era muy alto, su cabello era negro como la noche, traía lentes de contacto color azul, sus labios eran carnosos y rosaditos, perfectos para besar. Después de un momento empezó a bailar, atrayendo la mirada de todos, sus movimientos eran perfectos y calientes, logrando que la mayoría empezara lanzar dinero a la tarima, deseaba tener a ese chico en mi cama y lo haría a como diera lugar.

—¿Cómo se llama el bailarín? —le pregunté a uno de los meseros.

—Su nombre es Jimin, el mejor bailarín de aquí. —respondió.

—Deseo pasar una noche con él. —dije seriamente.

—Lo siento señor, alguien paga por pasar toda la noche con Jimin y solo a él se le permite estar con Jimin. —informó el mesero— paga muy bien por él, es por eso que el dueño solo tiene a Jimin idealmente para aquel hombre millonario.

—¡No me importa! Pagaré el doble o el triple si es necesario, pero Jimin será mío.