Yoongi.

No esperaba encontrarme a Jimin aquí, ni mucho menos esperaba que viviera en lugar tan lujoso y lleno de historia como lo era esta mansión, creía que vivía en lugar feo, humilde y por esa razón debía trabar en aquel prostíbulo, pero al parecer nada era como me lo había imaginado ¿Acaso me había mentido? Quizá solo trabajaba en ese lugar por gusto y yo había caído fácilmente en su trampa.

Después de salir de mis oscuros pensamientos, me levanté del suelo y ayudé a Jimin a levantarse igual. Mi mirada estaba fija en su rostro, esperando alguna explicación para esto, no quería pensar mal de él, pero todo me llevaba a lo mismo, traición. Jimin solo permanecía en silencio con su mirada baja, tratando de pensar en algo para decir, hasta que su mirada llegó hasta mi hombro, observando mi cortada e inmediatamente tocó su mejilla, la cual estaba ensangrentada y adolorida.

—Acompañame a la cocina. —dijo de la nada para luego empezar a caminar hacia allá.

—¿Para qué? —pregunté. 

—Ahí es donde está el botiquín —informó—. Luego de curarnos, tendremos una conversación tú y yo.

Seguí a Jimin hasta la cocina, donde sacó un botiquín con algunas gasas, curas, pastas, jarabes, alcohol y algunas cosas más. Jimin tomó el alcohol y lo vertió en el algodón, luego tomó mi hombro y sin previo aviso lo puso en mi cortada, rápidamente jade al sentir el dolor en mi hombro e hice una mueca la cual le causo gracia ¿Acaso mi dolor lo hacía fácil? Era un imbécil.

Después de que Jimin curara mi herida e hiciera lo mismo con la suya, empezó a contarme su historia: hace mucho tiempo, su madre y su padre habían tenido un bebé, el cual había nacido con una enfermedad terminal, su madre había escuchado la leyenda de la famosa pintura "Almendro en Flor de Vicent Van Gogh" e inmediatamente decidió robarla y por arte de magia, el bebé se había curado, pero lastimosamente, después de un tiempo, el bebé había sido secuestrado por un mafioso muy influyente, el cual deseaba la pintura y la única manera de recuperar al bebé, era entregar la pintura.

—Lastimosamente mi madre cometió el error de no entregarla. —continuó Jimin— a cambio de eso decidió ofrecer una gran cantidad de dinero.

—¿Y el secuestrador lo acepto? —pregunté curioso.

—Sí, pero mi padre cayó en quiebra y no pudo recoger el dinero suficiente, así que el secuestrador pensó que estábamos jugando con él y nunca volvimos a saber de él ni de mi hermano. —contó con tristeza.

Jimin también me contó que su madre había conservado la pintura, esperando que esta le cumpliera el milagro de volver a tener a su bebé, pero habían pasado casi treinta años y él nunca había parecido, también me dijo que debido al peligro de un robo, no dejaba que nadie entrara la casa y trataban de mantenerse ocultos de los demás. Después de escuchar su historia, decidí contarle la mía, la razón por la que quería robar la pintura, la relación que tenía con mi padre y todo lo demás.

—Te entiendo —suspiró—. Después de que supe lo de mi hermano, traté de siempre hacer sentir bien a mis padres, sin importar nada.

—Eres una gran persona Jimin  —susurré—, pero necesito la pintura. —bromee

—Tendrás que matarme primero. —sonrió coquetamente.

—Será un placer hacerlo en la cocina de tu casa. —comenté tomando su cadera para subirlo en el muro— ojalá tu madre no te escuche gemir.